De Henry Engler
Uppsala 22 de abril del 2014.
Querido Raúl:
Siguiendo una costumbre de los rusos de San Javier, que cuando van a visitar a sus muertos le cuentan algunas cosas que consideran de importancia, he pensado hacer lo mismo contigo.
Ya ves que aunque
yo esté en Uppsala, estamos aquí, reunidos en la misma fecha en que te
fuiste de nuevo juntos con nuestra querida Xenia a quien le pedí que te
lea la carta. Te cuento que Verónika se casó con el Tambero y están aquí
con un grupo de gente linda que te quiere mucho y te recuerdan.
Yo estoy bien, siempre junto a Inger, un poco en Montevideo y otro en Uppsala y haciendo lo que la conciencia manda que es ayudarme a mí mismo ayudando a otros.
Ahora te tengo que decir que aún no publiqué el trabajo que empezamos juntos en la celda, pero este año lo vamos a hacer. Xenia me dio una carta que te mandé en 1987, larga como esperanza de pobre y la voy a poner en nuestro trabajo. Y unas fotos de nosotros.
Aquí las cosas van por algún lado bien y por otro no tan bien.
Te cuento lo peor de todo, porque no puedo escribirte un capítulo entero, ni contarte todas las cosas.
Te cuento lo peor de todo, porque no puedo escribirte un capítulo entero, ni contarte todas las cosas.
El caso es que la llamada Suprema Corte de Justicia un día sacó de su función a uno de sus miembros, una jueza. Esa persona era una una mujer joven, inteligente, capaz, que estaba trabajando en 50 casos de violaciones a los derechos humanos y creía con total honestidad en la justicia. O sea que en buen criollo, los veteranos que la sacaron (todos hombres ellos) no solo decidieron no investigar más, sino parar lo que se estaba investigando. ¿Te das cuenta?
Muchos, como yo, lo sentimos como una cuchillada cobarde de ese machismo reaccionario que tanto mal le ha hecho y le hace al Uruguay. Y resulta que algunos de los que protestaron terminaron procesados.
Y esto trajo de vuelta al tapete la discusión sobre la constitucionalidad de juzgar o no a criminales.
Me imagino si hubiese habido un referéndum en Alemania en 1946, y los alemanes hubiesen podido votar para ver si era correcto juzgar a los nazis e investigar las desapariciones y los crímenes. Estoy seguro de que hubiese ganado el NO. ¿Por qué?
Porque mucho más de la mitad estaban involucrados de un modo u otro. Muchísimos por complicidad y muchísimos por callarse la boca y no meterse en líos y por mirar para otro lado. De modo que juzgar a los nazis se hubiese vuelto inconstitucional. ¿Y entonces que hubiesen hecho los judíos? ¿Hubiesen violado la constitución exigiendo que ningún nazi quedara impune?
Bueno, no. Es que no quedaban judíos en Alemania. Y el juicio vino desde afuera, por violación a los derechos humanos. Y los judíos se empecinaron en aquello de que se hiciera justicia.
Te hago este razonamiento, porque aunque sea difícil entenderlo todavía hay 172 desaparecidos en Uruguay. Nadie saben donde están. Nadie los mató. Nadie los enterró, nadie los torturó, nadie los tiró al mar.
Por eso el juicio cayó sobre nadie. Y con la expulsión de la jueza mujer que te contaba, por sus pares masculinos se cumplirá la justicia a la uruguaya y ahora nadie va a ir a la cárcel.
Me gustaría preguntarte que es lo más importante, si la constitución o los derechos humanos. Ya adivino lo que me estás contestando: las dos cosas son importantes, pero si la constitución no puede defender los derechos humanos, ¿para qué sirve? No es seguramente en esta especie de trampa infame en lo que pensaba nuestro José Artigas cuando hablaba de la constitución. Me parece que el pensaba en una constitución que defendiese los derechos humanos. Porque los derechos humanos no son negociables, ni pueden decretarse nulos por un discurso politiquero, ni por un plebiscito.
Te cuento esto porque a los que estamos aquí nos da muchísima tristeza lo ocurrido y nos hace dudar del futuro. Porque aunque los aguerridos señores echaron a la jueza Mota, para mí ella sigue siendo la Suprema Corte de Justicia. Así que espero que un día los procesen a ellos por abuso de poder, por arrogancia, falta de respeto e interferencia a la verdadera justicia. ¿O acaso la división de poderes implica que algunos hagan lo que se les antoja y nadie puede hacer nada?
Y como no tengo mucho más tiempo, te cuento
que sería muy bueno que estuvieses por el Uruguay y como no es posible,
te pido que nos des inspiración para continuar insistiendo en cambiar
las cosas que no andan bien y apoyar las cosas que sí andan bien. Porque
hay de lo uno y de lo otro.
Porque tu enseñanza fue que estudiásemos todo
el tiempo y nos preocupásemos de analizar las cosas a fondo y sin
superficialidad. Sin preconceptos. Y de que no nos encerrásemos en
esquemas limitantes. Y que mirásemos cada acto de nuestra vida como si
ese acto fuese a ser aceptado y repetido por todos los seres humanos.
Y que en vez de criticar demasiado, mostremos el camino con la consigna de que los hechos son los que nos unen y que las palabras muchas veces nos separan.
Y que en vez de criticar demasiado, mostremos el camino con la consigna de que los hechos son los que nos unen y que las palabras muchas veces nos separan.
Recuerdo que me dijiste: “si nos ponemos a discutir sobre las cosas que vemos diferente, vamos a pasar una vida discutiendo, si trabajamos en lo que estamos de acuerdo, vamos a pasar una vida trabajando”. Esto implica toda una ideología. Y una elección.
Quiero que tu idea de los movimientos solidarios que unan a muchos grupos diferentes que se junten por afinidad vaya cuajando y que los jóvenes levanten la visa de sus celulares para descubrir que la tierra está llena de seres humanos. Y que hay muchísimos que necesitan realmente una ayudita.
Querido hermano, para terminar y no ser pesado, te mando este abrazo de continente a continente, como vos me escribiste alguna vez.
Henry
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