lunes, 13 de octubre de 2014

La contrarevolución agro-estúpida




Las falsedades de un apologista del progresismo

Autor: William Yohai
12 de octubre de 2014



Un tal Augusto Zamora, que es (o fue) embajador de Nicaragua en España, dedica a Uruguay un trabajo que aparece publicado en “Rebelión”. Bajo el título: “Uruguay, la revolución agrointeligente” este señor realiza una serie de afirmaciones groseramente inexactas. En todos los casos sin molestarse en citar fuentes. No valdría la pena ocuparse del asunto si no fuera porque este tipo de apologías de los gobiernos progresistas de Uruguay tienen aceptación en vastos círculos internacionales. Especialmente molesta es la situación cuando personas de intención claramente revolucionaria en el exterior (y en particular en diferentes lugares de América Latina) se creen estas historias. Afirma, por ejemplo, Zamora: “el país vive, desde 2005, una asombrosa revolución agropecuaria, que lo ha puesto entre los mayores exportadores de alimentos de mundo en relación a su tamaño y población. Uruguay pasó de producir alimentos para 9 millones de personas a producirlos para 28 millones en 2014. El objetivo es alimentar a 50 millones de seres humanos.” Por sus especiales características geográficas, climáticas y edafológicas Uruguay fue siempre uno de los “mayores exportadores de alimentos en relación a su tamaño y población”. Falso entonces que esto sea el resultado de una supuesta “revolución agropecuaria” ocurrida a partir de 2005.

Pero el disparatario “zamorano” recién comienza: a renglón seguido afirma que “Uruguay pasó de producir alimentos para 9 millones de personas a producirlos para 28 millones en 2014”. Dejando de lado la incongruencia de afirmar cuanto va a producir el país de alimentos en 2014, cuando recién en el segundo trimestre de 2015 se tendrá un panorama más o menos completo de dicho dato, al revisar al información oficial disponible constatamos que la producción de alimentos ha crecido entre 2005 y 2013 un 27% aproximadamente. Pero este cambio global oculta una caída de un 2% de la producción ganadera que incluye, fundamentalmente, carne vacuna y leche. El crecimiento se da a expensas de un gran aumento de la producción agrícola debido mayoritariamente a la soja. Este cultivo integrado en su totalidad por eventos transgénicos y destinado en forma predominante, no a la alimentación humana sino a la animal, se ha transformado en el principal rubro exportable desplazando a la carne vacuna que lo era desde hace muchos años. Se podría afirmar por lo tanto que el aumento de la producción agropecuaria destinado a la alimentación humana ha, en realidad, descendido. Muy lejos de, tal cual afirma Zamora, triplicarse.

A renglón seguido el autor afirma que la producción láctea aumentó un 54%. También es falso. De acuerdo a los datos de los censos agropecuarios 2000 y 2011 dicho aumento alcanzó el 36%. Pero aún más falso, conceptualmente, es asociar este crecimiento a alguna política del MGAP progresista. En efecto, entre 1990 y 1998 la producción láctea creció más de 50%. Una tasa mucho más alta que la experimentada bajo el progresismo. Si le atribuyéramos algún mérito al sesgo ideológico de los gobiernos capitalistas (neoliberales versus “progresistas”) no nos quedaría más remedio que reconocer que aquellos han sido más eficientes en esto de aumentar la producción láctea.




En realidad el crecimiento de la producción láctea a partir de 2005 está asociado al extraordinario aumento del precio del producto. Tomando como base la leche en polvo entera, entre 2005 y 2013 aquel prácticamente se triplicó. En un entorno de “laissez faire” capitalista que es el que domina la realidad agropecuaria del país, muy lejos de las afirmaciones de algunos integrantes del gobierno y de las cuales Zamora se hace eco, un aumento del precio internacional de cualquier producto genera inevitablemente un incremento de la producción del mismo. En el mismo sentido la liberalización total de las relaciones de producción en el campo uruguayo que datan de los 90 cuando se suprimen prácticamente por completo los impuestos sobre la tierra no hace otra cosa que fomentar la concentración de la propiedad y la producción.

Pero hay más: durante los gobiernos progresistas (aclaremos, entre los censos 2000 y 2011 que abarcan también un período “neoliberal”) la cantidad de tambos descendió un 36%. Más de 2000 productores (casi todos ellos pequeños, de menos de 50 mil litros de leche diarios) desaparecieron como tales. Si, como dice Zamora: “Los ejes del desarrollo, según el MGAP son: desarrollo rural, con políticas ajustadas a la agricultura familiar” habrá que admitir que el objetivo ha sido cumplido con creces. Aclarando, por supuesto, que éste consiste en eliminar la agricultura familiar. En efecto, dejando de lado el tema específico de la producción láctea, es sabido por cualquiera que se interese por estos temas en Uruguay, que entre 2000 y 2011 desaparecieron casi 25.000 productores agropecuarios, un 27% del total. Al igual que en el sector lácteo casi todos ellos pequeños, de menos de 100 hectáreas. Acompaña a esta reducción en la cantidad de productores la de la población rural; un asombroso 46% y la de la población trabajadora, un no menos asombroso, 26%.

Como también explicitamos en un reciente trabajo estos dudosos “logros” se han obtenido de forma “ecológica”. En efecto, entre los años considerados (2000 y 2011) la importación de agrotóxicos, en primer lugar herbicidas, se multiplicó por 5.

Pero las inexactitudes no se acaban aquí: desde el punto de vista ecológico el deterioro del ambiente rural es pavoroso. Todos los cursos de agua del país están contaminados. El contaminante más conocido es el fósforo. Éste llega a cañadas, arroyos y ríos como resultado de la erosión de los suelos. Proceso éste a su vez originado en la agricultura intensiva sobre suelos ondulados típicos del país que requieren una serie de cuidados para evitar aquella. A este fenómeno se agrega la acelerada deforestación del monte nativo que rodea ríos y arroyos en el país impulsada por la fiebre de producción de soja. Estos montes representan un filtro para la llegada del suelo erosionado a los cursos de agua.

La desregulación del uso de suelos fue prácticamente absoluta hasta hace dos o tres años. Y no porque el MGAP, en particular su dirección de recursos renovables, careciera de legislación regulatoria útil. Se trató de la más absoluta falta de voluntad política para aplicarla.

Como decíamos, hace poco tiempo se comenzaron a aplicar los llamados “planes de siembra”. Sólo obligatorios para cultivos que abarquen más de 100 hectáreas se basan en trabajos que realizan ingenieros agrónomos contratados por los productores en forma privada. El control oficial es escaso y los incentivos para los técnicos van en el sentido de autorizar el uso masivo de la agricultura sin rotaciones de cultivos u otras medidas paliativas de la erosión. La contaminación con fósforo es conocida porque produce signos claramente visibles en la forma de floraciones de cianobacterias. El año pasado se produjo un episodio escandaloso cuando el agua potable de la región metropolitana de Montevideo adquirió un marcado olor nauseabundo a partir de las toxinas generadas por las mentadas algas. Obras sanitarias del Estado (la empresa pública que suministra el agua potable y el saneamiento en el país) informó que se trataba de una variedad particular de algas cuyas “toxinas” no eran tóxicas para el ser humano.

Desconocemos que se hayan realizado (o se estén llevando a cabo) estudios sistemáticos en busca de contaminantes como los compuestos de glifosato, insecticidas, fungicidas y toda la pléyade de agrotóxicos cuya importación tanto creció los últimos años en el agua potable y en los cursos de agua del país.

De todo lo dicho surge con claridad cuan “sostenible” es el aumento de la producción agropecuaria del país durante los últimos años. Desde hace ya unos cuantos años muchos economistas sostienen, con evidente buen criterio, que al medir la producción de un país se deben considerar los balances de la evolución de los recursos naturales del mismo. Dicho de otra forma: en el transcurso de la producción se afecta el ambiente. Ya sea por la vía de la contaminación o por la vía de destrucción o consumo de recursos naturales. El caso más típico es la explotación minera. Por un lado dicha producción se contabiliza positivamente. Por el otro el país pierde un recurso que existía y que ha dejado de hacerlo. En nuestro caso si se contabilizara la erosión de suelos y la contaminación de cursos de agua que produjo al auge agrícola a partir de 2005 tendríamos que admitir que, muy probablemente, más que un crecimiento del producto agropecuario hemos asistido a una caída del mismo.

También es falso, como afirma Zamora que Uruguay “Tiene el mayor índice de investigación y desarrollo de Latinoamérica”. En efecto, según informa el Banco Mundial , tanto Argentina como Brasil tienen índices (como participación en el pbi) mayores que Uruguay. En el caso de Brasil es aproximadamente el doble.

Para finalizar: el término “agro-inteligente” es usado por ciertos sectores del gobierno para justificar una gestión absolutamente neoliberal en relación al sector agropecuario. Los resultados sociales y económicos de la misma están a la vista. La penetración capitalista en las relaciones de producción agropecuarias se ha profundizado. Quedan apenas 107.000 habitantes en los más de 16 millones de hectáreas que comprenden el área productiva del país.

En ellas trabajan sólo 116.000 personas. Un promedio de un trabajador cada 142 hectáreas.

Mientras el suelo se destruye aceleradamente, los cursos de agua se contaminan.

Los terratenientes (8.000 personas y empresas son dueñas del 80% de la tierra) se enriquecen. Lo han hecho por vía de aumento del precio de la tierra y la renta del suelo en más de 60.000 millones de dólares los últimos 10 años. Lo mismo hacen un puñado de empresas multinacionales que comercializan y llevan adelante la producción; junto a otras que (encabezadas por Monsanto) venden los insumos necesarios para el modelo: semillas transgénicas y agrotóxicos.

El país es, en realidad, cada vez más pobre.


1 www.bcu.gub.uy/estadísticas y estudios/cuentas nacionales
2 www.mgap.gub.uy/diea censos agropecuarios 2000 y 2011 (resultados definitivos).
3 “Censo agropecuario 2011 vergüenza nacional” disponible en www.resonandoenfenix.blogspot.com
4 http://wdi.worldbank.org/table/5.13



Uruguay tiene 176.215 kilómetros cuadrados y 3.4 millones de habitantes. No obstante, el país vive, desde 2005, una asombrosa revolución agropecuaria, que lo ha puesto entre los mayores exportadores de alimentos de mundo en relación a su tamaño y población. Uruguay pasó de producir alimentos para 9 millones de personas a producirlos para 28 millones en 2014. El objetivo es alimentar a 50 millones de seres humanos.
Uruguay, hoy, es el segundo exportador mundial de lana del mundo, segundo en celulosa, quinto exportador de lácteos y sexto exportador mundial de arroz y carne. 12 millones de vacas pastan en sus campos con un chip en una oreja, que permite obtener información inmediata sobre cada una de ellas. El país elevó un 54% su producción láctea sin deforestar ni destruir el medio ambiente, gracias a la tecnificación constante, dirigida por el Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca (MGAP), haciendo de Uruguay un "país agro-inteligente", como ellos denominan su proyecto. Los ejes del desarrollo, según el MGAP son: desarrollo rural, con políticas ajustadas a la agricultura familiar, adaptación al cambio climático y capacitación sobre gestión de suelos.
Uruguay está demostrando que pueden ejecutarse políticas de desarrollo agropecuarias sin arrasar el medio ambiente. Para ello disponen de centros de investigación y desarrollo de nuevas tecnologías para apoyar a los productores, sin importar tu tamaño. El 63% de granjas uruguayas son familiares, poseen el 20% de tierras productivas. El Estado ha creado un Sistema de Información Ganadera, gracias al cual los productores, tengan10 vacas o 2.000, pueden acceder a los mismos canales de comercialización.
Dentro de su proceso de tecnificación, Uruguay estableció un sistema controlado por satélite y completamente informatizado, que obliga a todos los productores a presentar un plan de rotación de cultivos, para proteger la calidad del suelo y combatir la erosión. Gracias al satélite, el MGAP puede identificar los sitios más amenazados de erosión y requerir a los dueños que expliquen por qué incumplieron la normativa de rotación de suelos. La rotación de cultivos y control por satélite de la calidad del suelo es elemento esencial de la revolución agropecuaria en marcha. Esta revolución agro-inteligente tiene como objetivo hacer del sector agropecuario el motor de desarrollo de Uruguay y permitir un crecimiento económico sostenible del país.
En 2002, Uruguay sufrió un colapso económico. Su gravedad fue tal que más de 300.000 uruguayos abandonaron el país y la tasa de suicidios alcanzó el 12,5%. Contra las políticas neoliberales responsables del desastre se alzó el Frente Amplio, una coalición de izquierdas, lideradas por ex guerrilleros tupamaros. Con el médico Tabaré Vázquez de candidato ganó las elecciones de 2004, dando fin a dos siglos de gobiernos oligárquicos. En 2009, la coalición repitió triunfo con José Mojica, herido de seis disparos en un combate guerrillero, capturado cuatro veces y condenado a quince años de cárcel, once de los cuales pasó en confinamiento.
El Frente Amplio es la única fuerza de izquierdas latinoamericana que ha entendido que no hay desarrollo posible sin una revolución agropecuaria. Desde que la izquierda tomó el poder, los cambios en Uruguay han sido frenéticos. Tiene el mayor índice de investigación y desarrollo de Latinoamérica, la mayor tasa de electrificación rural y es el único país del mundo en cumplir el programa "Un niño, una computadora".
Uruguay es ejemplo vivo de otra realidad: no hay desarrollo económico sin un Estado militante en la economía. El MGAP es el espinazo del milagro uruguayo, sin que ello implique anular la iniciativa privada. Se trabaja con ella, pero manteniendo el papel insustituible del Estado en establecer políticas estratégicas de desarrollo. Desde 1995 he venido sosteniendo que no hay desarrollo sin revolución agropecuaria, ni revolución agropecuaria sin un papel rector del Estado. Uruguay es el último y próximo ejemplo de estas reglas de hierro de la economía. Debemos mirar hacia Uruguay, como modelo a considerar.
Augusto Zamora R. Autor de El futuro de Nicaragua, CIRA, Managua, 1995. 2ª edición, 2002, y de Ensayo sobre el subdesarrollo, Akal, Madrid, 2008.



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