miércoles, 1 de octubre de 2014

Haití víctima de una intervención externa



Miércoles 01 • Octubre • 2014 

Fuera del país

Pérez Esquivel: “Los militares no quieren dejar Haití porque hacen turismo militar y después aplican la experiencia para reprimir a sus pueblos”
 
La Coordinadora por el Retiro de las Tropas de Haití, el Servicio Paz y Justicia Uruguay y la Fundación Vivian Trías organizaron ayer un panel en el Paraninfo de la Universidad de la República (Udelar) para hablar sobre la situación de ese país, en el que opera desde hace diez años la Misión de las Naciones Unidas para la Estabilización en Haití (Minustah, por su acrónimo en francés), con participación de efectivos militares de varios países de América Latina, entre ellos Uruguay.
El Paraninfo estaba decorado con una bandera de Haití y una pancarta con la consigna “Basta de ocupación militar”. Antes de que comenzara la actividad se escucharon las estrofas del himno haitiano y luego el rector de la Udelar, Roberto Markarian, procedió a la apertura, con la lectura de la declaración del Consejo Directivo Central (CDC) de la Udelar del 12 de noviembre de 2013 que expresa que “Haití es un pequeño país subdesarrollado y empobrecido, víctima de una intervención externa que fue resuelta por el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas ante un conflicto interno producto de un golpe de Estado que derrocó a su presidente electo” y que, pese a que transcurrió una década, desde entonces no se ha logrado “cumplir cabalmente el objetivo de la misión de asegurar la estabilidad interna y devolverles a los haitianos su capacidad de autodeterminación”. Por lo tanto, el CDC “se solidariza con el pueblo de Haití y acompaña la demanda internacional de retiro de las tropas de la Minustah y el establecimiento de un calendario acordado para comenzar y concluir dicho retiro”, finalizó Markarian.
Por mención de la organización hubo aplausos para los ex diputados del Frente Amplio Guillermo Chifflet y Esteban Pérez, que renunciaron a sus bancas, el primero en 2005 y el segundo en 2013, después de votar en contra de la prórroga a la permanencia de las tropas uruguayas en Haití. Después se dio lectura a una declaración de la Coordinadora por el Retiro de las Tropas de Haití que recuerda que el presidente José Mujica había expresado que si no se convocaba a elecciones iba a retirar a los efectivos uruguayos, y que el Parlamento lo facultó para tomar esa decisión en cualquier momento.
El integrante del Secretariado Ejecutivo del PIT-CNT Edgardo Oyenart destacó la posición de la central “por el retiro de las tropas y el respeto del derecho de los pueblos a la autodeterminación”, y señaló que se siente avergonzado por “el solo hecho de haber ido”. “No fue un destacamento de médicos, de maestros, de trabajadores a dar su solidaridad a Haití. Fue el Ejército”, agregó.
Nora Cortiñas, integrante de Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora, se preguntó cómo hubieran reaccionado los argentinos y los uruguayos si cuando ocurrieron los golpes de Estado en sus países la ONU “los hubiera invadido para controlar y dar instrucciones”. “Ya son diez años en los que el pueblo haitiano vive con esos entes extraños que vigilan, violan mujeres y niños, les comen su comida, les toman su agua”, expresó. Cortiñas pidió a los presentes que “no bajen los brazos” y que sigan “hablándole al presidente Mujica”, porque “él está escuchando a su pueblo” y puede “ser el primero en retirar las tropas y así marcar el camino de otros países”.
Henry Boisrolin, referente del Comité Democrático Haitiano, dijo que la ONU prepara “una nueva ingeniería” que llevaría a reducir el contingente militar a 2.000 efectivos, porque “han fracasado”, y pidió que haya “más confianza en el publo haitiano”, que puede resolver sus problemas sin injerencias externas.
Finalmente, también de Argentina llegó el premio Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel, quien se había reunido más temprano con Mujica. Dijo que el primer mandatario está a favor del retiro de las tropas, pero que quiere “encontrar los caminos más adecuados para hacerlo”. Sin embargo, sostuvo que las soluciones “no vienen de arriba para abajo, sino cuando lo pueblos se vuelven protagonistas”, y agregó que para eso hay que unirse y “desarrollar una conciencia crítica”. Luego dijo que el cólera que llevaron los cascos azules a Haití lleva 9.000 muertos y más de 100.000 infectados, y que a los militares “no les interesa dejar” Haití “porque hacen turismo militar para luego aplicar la experiencia para reprimir a sus propios pueblos”. “Seguimos sometidos a una cultura de dominación y colonialismo cultural. Más peligroso que los monocultivos de soja es el monocultivo de las mentes. Tenemos que generar otra actitud. Lo que le pasa al pueblo haitiano nos está pasando a nosotros también. O nos libramos juntos o vamos a ser dominados juntos. La forma de enfrentar eso es la rebeldía”, concluyó Pérez Esquivel.


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Ocupación continua abrió camino para que el Ejército protagonice política de seguridad pública en Río de Janeiro

Carta Capital – Adital, 13/08/14
Por Marsílea Gombata
Escenarios distintos, Río de Janeiro y Puerto Príncipe, tienen en común un historial de violencia urbana en medio de la batalla por la disputa de territorios en las áreas más favelizadas de las dos ciudades. A pesar de que los conflictos tienen motivaciones diferentes –mientras que las favelas de Río de Janeiro son disputadas por narcotraficantes, las de Puerto Príncipe son rivalizadas por grupos de tendencias políticas opuestas– hay quienes dicen que entender la realidad de una ciudad ayudó en la búsqueda de soluciones de los problemas de la otra. La experiencia que Brasil adquirió en Haití, defienden los especialistas, contribuyó directamente al know how (cómo proceder) que originó, en 2008, las llamadas Unidades de Policía Pacificadora (UPPs). 
La Misión en Haití fue una oportunidad para que Brasil entrenara a sus tropas, que siempre reclamaron por la falta de inversión en las Fuerzas Armadas. Fue también un ejemplar laboratorio de operaciones que apuntan a “garantizar la ley y el orden” en los morros de Río de Janeiro, ya que los 1.200 militares brasileros están involucrados en una estrategia de ocupación continua de áreas antes dominadas por pandillas.
Según el teniente coronel Carlos Cavalcanti, del Centro Conjunto de Operaciones de Paz de Brasil (CCOPAB), la Misión de las Naciones Unidas para la estabilización de Haití (Minustah) inició su ofensiva en Cité Soleil en 2005, bajo el comando del general Heleno Pereira y con el nuevo concepto de ocupación permanente de “puntos fuertes” –enclaves ubicados en el corazón del área considerada más peligrosa, y desde donde las operaciones de pacificación partirían para ampliar el perímetro de seguridad. “Los resultados culminaron con la pacificación de Cité Soleil y, posteriormente, de Cité Militaire, en 2007. La Policía Militar de Río de Janeiro, inclusive, envió una comitiva a Haití cuando esas operaciones todavía estaban siendo ejecutadas, con el objetivo de recoger experiencias del Ejército Brasilero”, recuerda Cavalcanti.
Especialista en defensa e inserción de Brasil en el programa de postgrado en Relaciones Internacionales de la Universidad del Estado de Río de Janeiro (Uerj), Claudio Silveira, afirma que la experiencia de Haití inspiró la política de las UPPs, pues “legitima la participación del Ejército” en esas operaciones. “La instalación de las UPPs toma lo mejor de la experiencia en relación con el control de disturbios urbanos, contra una idea de amenaza al Estado y de constitución de grupos que son casi un Estado paralelo”, observa. “Las Fuerzas Armadas también tienen participación en la llamada ‘garantía de la ley y del orden’. Y eso, a mi ver, es un problema serio que respalda el intervencionismo militar.”
En mayo de 2013, el entonces gobernador del Estado de Río de Janeiro, Sergio Cabral (PMDB), y el primer ministro haitiano, Laurent Lamothe, firmaron un acuerdo de cooperación entre la PM de Río de Janeiro y la Policía Nacional Haitiana (PNH) para el intercambio de información sobre la evolución de la política de las UPPs en Río de Janeiro, en comparación con los “puntos fuertes” en las favelas haitianas. Dos meses más tarde, una comisión de la PNH viajó a Río de Janeiro para conocer nuevas UPPs, así como el entrenamiento del Batallón de Operaciones de Policías Especiales (Bope) y del Batallón de Choque.
Haití tuvo su Ejército desmantelado en los años 1990. El país ya fue ocupado dos veces por Estados Unidos en el pasado, y actualmente lucha por reestructurar su policía (con cerca de 11 mil hombres). Bajo la tutela de la Minustah, tiene en su país 5.165 militares y 2.466 agentes de policía extranjeros para garantizar la seguridad pública. La misión, que es vista de manera escéptica por los movimientos sociales de la región y militantes de la izquierda haitiana, estuvo envuelta en polémicas. Entre ellas, denuncias de abusos sexuales de niñas/os y sospechas de transmisión de cólera por parte de soldados nepaleses que componían el contingente extranjero.
El principal propósito de la Misión, que ya costó a Brasil 2.110 millones de reales (de los cuales, 741 millones de reales son reembolsados por la ONU), era proyectar la PNH como la principal fuerza de seguridad, asesorados por la UNPOL (Policía de la ONU) y por el componente militar de la misión. El objetivo, según el capitán Leonardo Sampaio, responsable de la 2ª Compañía de Infantería de Fuerza de Paz, en Cité Soleil, fue conquistado sólo parcialmente. “El policía haitiano aún no se siente seguro para actuar en determinadas áreas. Ellos dicen que si salieran ahora, el sistema fallaría”.
Haití lucha en contra del tiempo para fortalecer sus fuerzas de seguridad, ya que el cronograma de la ONU prevé el retiro gradual hasta 2016 de todos los militares extranjeros. Momento en que el país conseguirá retirar totalmente de escena a la UNPOL y el componente militar de la Minustah para que la PNH ande por sus propias piernas; sin embargo, todo parece incierto.
Reproducido por Adital, Traducción: Daniel Barrantes – barrantes.daniel@gmail.com




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