>>> Mal de la cabeza
El intocable. A veces Bonomi es el Jefe de la represión, otras es Ministro, ocasionalmente escritor y muy de vez en cuando aparece como dirigente político. Un ciudadano da su opinión en la presentación del libro de Bonomi. Según nuevas y desconocidas reglas, o decretos, no tenía derecho a dar su opinión en la presentación del Libro. No queda claro si el nuevo y clandestino decreto dice que el ciudadano al opinar sobre el autor que está presente promoviendo un libro estaría agrediendo a un Ministro o al jefe de la represión. Bonomi apuntalado y promovido por Mujica y ahora respaldado por este gobierno, para dar garrote a los estudiantes, viene transformándose en la figura gris del gobierno progresista. Ya ha dicho que los legisladores del FA no entienden nada porque no apoyaron su superconcentración de poder incorporando a la Policía Caminera a la policía militarizada, la Guardia Republicana, lo que se habría agregado a helicópteros lanchas tanquetas y un vasto arsenal al mejor estilo yanqui. Con el mismo cuento del narcotráfico y el terrorismo. La represión a los estudiantes contó con el apoyo de la derecha, naturalmente, así como del gobierno y más que nada del MPP. El ciudadano que opinó cuando lo del libro ha sido declarado loco todo lo cual trae a la memoria los Gulags y los llamados hospitales psiquiátricos. Lo que coincide con la estructura ideológica de Bonomi. Un intocable como se ve. Bonomi es el mascarón de proa de un superaparato represivo que viene anidando en el Ministerio del Interior. Las alertas ya son muchas y si los del FA siguen durmiendo van a tener un amargo despertar.
>>> Hoy el ciudadano que le gritó a Bonomi fue detenido nuevamente y obligado a concurrir ante el psiquiatra forense.
lun oct 12 2015
El hombre que gritó “mentiroso” al ministro
del Interior, Eduardo Bonomi, durante una presentación en la Feria del
Libro declaró hoy ante la Justicia, quien solicitó una pericia
psiquiátrica.Los hechos ocurrieron en el evento de presentación del libro "Bonomi", una obra del escritor Luis Masci, en la que se repasa la "historia de vida" del ministro del Interior.
Según la agencia EFE, un grupo de personas supuestamente pertenecientes al grupo Plenaria, Memoria y Justicia increparon al ministro a los gritos.
"Fue la culminación de la presentación, es gente que no puede convocar demasiado y se mete en las movilizaciones de otros o se mete en la presentación que organiza una editorial como cierre de la Feria del Libro. Pero no puede convocar masas que expresen sus ideas", dijo sobre lo sucedido el ministro.
Según dijo a El País el abogado Gustavo Salle, el hombre detenido al final del evento, quien es hoy su defendido, cuestionó a Bonomi una vez culminado el acto de presentación “sin interrumpir”. “Le preguntó a Bonomi si mentir era un delito”, explicó Salle. “Como Bonomi no le respondió, le dijo que es un mentiroso y le pidió la renuncia”, aclaró el abogado.
Según Salle, su defendido fue detenido en el lugar por el personal de custodia de Bonomi quien lo derivó a la Seccional 2°. La Justicia lo emplazó y citó a declarar hoy.
“Se le tomó declaración de forma bastante exhaustiva, sobre su trabajo, fuentes de ingresos y su condición de primario absoluto”, explicó su abogado defensor.
Salle agregó que luego del interrogatorio se solicitó una pericia psiquiátrica, que para Salle es una método invasivo al que su defendido no está dispuesto a someterse. “No va a prestar su consentimiento para algo que conduzca a cuestionar su cordura. La medida es una forma de psiquiatrizar los actos políticos”, dijo.
Entre las figuras que se barajan son desacato y desacato por ofensa, ya que Bonomi no realizó una denuncia y no se aplica de difamación e injurias”.
Martes 13 • Octubre • 2015
El final de la inocencia
Columna de opinión.
Importa poco si los manifestantes de hace unos días y los que
gritaron el domingo eran de Plenaria Memoria y Justicia, del Partido
Colorado, si vivían en Carrasco o en Paso Molino. Importa poco si
cualquiera de nosotros comparte los métodos de su protesta, si no
debieron haber tirado esa piedra -milenaria reacción contra la Policía o
contra cualquier forma de imposición, legítima o no-, si lo más
respetuoso o “civilizado” hubiera sido haberse callado, no haber cantado
“yuta puta”; importa poco cuestionarnos si la agresión o la
manifestación le hace algún daño al sistema, si cuando algunos de esos
pibes tengan 50 años habrán cambiado el mundo o se habrán convertido en
funcionarios públicos que trabajan en un Estado que hoy repudian, o,
como tantos izquierdistas de otrora, habrán devenido en yuppies
escépticos o en soberbios habituados a burlarse de cualquier forma de
soñar con algo distinto. En realidad, importa poco.
Sí debería importarnos a todos el accionar del Estado. Los manifestantes en cuestión son particulares. El Estado tiene la responsabilidad del uso legítimo de la fuerza, y como es falso ponerlo en pie de igualdad con los tupamaros en su accionar en los 70, como postula la teoría de los “dos demonios”, lo mismo es aplicable en este caso. Tenemos un Estado que detiene y lleva ante la Justicia a manifestantes por tirarle piedras a la Policía. Desde una perspectiva estrictamente legal, parece razonable: se trata de una agresión. De hecho, no hubo mayores cuestionamientos públicos por parte del sistema político ni por parte de los medios de comunicación, sus habituales voceros, al procesamiento por atentado agravado a diez manifestantes. De todos modos, corresponde tomar nota de que no es usual que los gobiernos lleven ante la Justicia a manifestantes por tirar piedras a la Policía y que se los procese por atentado. No lo fue en anteriores gobiernos del FA, y tampoco lo fue en gobiernos blancos y colorados. Quizá la innovación sea positiva. O quizá no.
Pero el domingo, el Ministerio del Interior dio un paso más. Llevó detenida a una persona por gritarle “asesino” o “mentiroso” -el mote varía según la versión, y nuevamente, poco importa- al ministro del Interior, Eduardo Bonomi, durante la presentación de un libro biográfico en la Feria del Libro. Se trata de otra innovación. En varias ocasiones, los dirigentes tupamaros fueron calificados públicamente de esa forma. Por ejemplo, el ex ministro de Defensa Nacional Luis Rosadilla recibió insultos de todo tipo en 2010, por parte de un grupo de militares nostálgicos que lo espetaron a las puertas del ministerio. Las autoridades públicas son insultadas frecuentemente en las manifestaciones, en los actos sindicales, por medio de discursos públicos o cánticos. ¿Los jerarcas del Ministerio del Interior propondrán a los manifestantes variar su repertorio, para que en vez de decir “Bonomi hijo de puta” digan “Señor ministro del Interior, usted se equivoca”? Y luego extenderíamos la medida a los cánticos de las hinchadas de fútbol, para que en vez de vanagloriarse por matar una gallina feliciten al adversario por lo bien que jugó. A muchos no nos disgustaría el cambio, pero semejante directiva resultaría ridícula, porque este tipo de imposiciones son siempre ridículas. Pero volviendo al ejemplo del insulto a Bonomi, y si bien el ministro descartó formular una denuncia, el solo hecho de llevar detenida a una persona por ese motivo es a un tiempo ridículo y grave: en términos de garantías y derechos, afecta la libertad de expresión, y en términos políticos, resulta una persecución inaceptable de la protesta social. Y aquí sí importa la pertenencia a determinado grupo u organización social: al Ministerio del Interior no le da lo mismo que el insulto provenga de ciertos colectivos en vez de provenir, por poner un ejemplo cualquiera, de un sector de la oposición. Es difícil pensar que las autoridades son tan inocentes como para creer en demonios, como para ignorar que las mitologías los construyen, y como para desconocer que las persecuciones son como las guerras: se sabe cuándo empiezan, pero nunca cuándo terminan, ni cuán lejos están dispuestas a llegar.
Sí debería importarnos a todos el accionar del Estado. Los manifestantes en cuestión son particulares. El Estado tiene la responsabilidad del uso legítimo de la fuerza, y como es falso ponerlo en pie de igualdad con los tupamaros en su accionar en los 70, como postula la teoría de los “dos demonios”, lo mismo es aplicable en este caso. Tenemos un Estado que detiene y lleva ante la Justicia a manifestantes por tirarle piedras a la Policía. Desde una perspectiva estrictamente legal, parece razonable: se trata de una agresión. De hecho, no hubo mayores cuestionamientos públicos por parte del sistema político ni por parte de los medios de comunicación, sus habituales voceros, al procesamiento por atentado agravado a diez manifestantes. De todos modos, corresponde tomar nota de que no es usual que los gobiernos lleven ante la Justicia a manifestantes por tirar piedras a la Policía y que se los procese por atentado. No lo fue en anteriores gobiernos del FA, y tampoco lo fue en gobiernos blancos y colorados. Quizá la innovación sea positiva. O quizá no.
Pero el domingo, el Ministerio del Interior dio un paso más. Llevó detenida a una persona por gritarle “asesino” o “mentiroso” -el mote varía según la versión, y nuevamente, poco importa- al ministro del Interior, Eduardo Bonomi, durante la presentación de un libro biográfico en la Feria del Libro. Se trata de otra innovación. En varias ocasiones, los dirigentes tupamaros fueron calificados públicamente de esa forma. Por ejemplo, el ex ministro de Defensa Nacional Luis Rosadilla recibió insultos de todo tipo en 2010, por parte de un grupo de militares nostálgicos que lo espetaron a las puertas del ministerio. Las autoridades públicas son insultadas frecuentemente en las manifestaciones, en los actos sindicales, por medio de discursos públicos o cánticos. ¿Los jerarcas del Ministerio del Interior propondrán a los manifestantes variar su repertorio, para que en vez de decir “Bonomi hijo de puta” digan “Señor ministro del Interior, usted se equivoca”? Y luego extenderíamos la medida a los cánticos de las hinchadas de fútbol, para que en vez de vanagloriarse por matar una gallina feliciten al adversario por lo bien que jugó. A muchos no nos disgustaría el cambio, pero semejante directiva resultaría ridícula, porque este tipo de imposiciones son siempre ridículas. Pero volviendo al ejemplo del insulto a Bonomi, y si bien el ministro descartó formular una denuncia, el solo hecho de llevar detenida a una persona por ese motivo es a un tiempo ridículo y grave: en términos de garantías y derechos, afecta la libertad de expresión, y en términos políticos, resulta una persecución inaceptable de la protesta social. Y aquí sí importa la pertenencia a determinado grupo u organización social: al Ministerio del Interior no le da lo mismo que el insulto provenga de ciertos colectivos en vez de provenir, por poner un ejemplo cualquiera, de un sector de la oposición. Es difícil pensar que las autoridades son tan inocentes como para creer en demonios, como para ignorar que las mitologías los construyen, y como para desconocer que las persecuciones son como las guerras: se sabe cuándo empiezan, pero nunca cuándo terminan, ni cuán lejos están dispuestas a llegar.
>>> El libro de Bonomi
Si la mentira es delito , usted debe renunciar
.
>>> No será el ministro que necesite pericia psiquiátrica?
>>> El ministerio con mas delitos sin aclarar
No está en el libro
Murieron 19 reclusos quemados vivos. La justicia no encontró responsables
9 jul. 2010
Un
incendio generado por las condiciones infrahumanas en la que vive la
población carcelaria en Uruguay, dejo un saldo de 12 muertos. El video,
grabado por un recluso, deja testimonio de los gritos desgarradores de
los presos pidiendo a la policia que abra la celda mientras sus
compañeros de estaban quemando.
>>> Bonomi respaldó al director de la Guardia Republicana (entre bueyes)
.
0 comentarios:
Publicar un comentario
No ponga reclame, será borrado