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Aumento de Suicidio en Uruguay – Pablo Hein - Sociólogo
El suicidio es un problema importante para Uruguay pero nunca se pensó una estrategia de Estado, señaló sociólogo ante nuevo récord: 758 en 2021
0 de Julio de 2022
Tras casi 20 años del 2002 marcado por su última gran crisis económica y social y por una cifra entonces récord de 665 suicidios, en 2021 Uruguay sufrió 758 autoeliminaciones de las que más del 80% fueron hombres, una tendencia que empeora con las décadas, que la sociedad parece no registrar y en cuyo agravamiento incide un ya largo proceso “de individualización” que erosiona “la cohesión” social y comunitaria que otrora garantizaban desde “el Estado” hasta “una religión”, “un partido político” o “un club deportivo”, analizó el sociólogo Pablo Hein en Menú Informativo de M24.
Los suicidios en Uruguay durante 2021 marcaron el “récord” de 758 según el Ministerio de Salud Pública, cifra que representa una tasa de 21,39 cada 100.000 habitantes, supera la marca previa más alta de 665 en 2002, y de la que el 82,45% correspondió a hombres mientras que el 17,55%, a mujeres.
Hein trabaja en torno al suicidio como fenómeno social en la Universidad de la República y recordó que “Uruguay tiene un problema estructural, importante con el suicidio históricamente”, tanto que contabiliza “la cifra más importante en todas las Américas”; asoció el fenómeno al hecho de que nuestro país “está viviendo aceleradamente en estos últimos 20, 25 años un proceso de individualización bastante importante, es decir donde el individuo es el centro”, y de que esto conduce “rápidamente a dos cosas”.
La primera es una “pérdida de marcos de referencia de la acción, estamos desamparados ante una acción; tenemos ciertas incertidumbres, somos más vulnerables, más precarios, nos autoevaluamos, los éxitos son nuestros, también los fracasos”; en función de “esa individualización, que algunos la ven como buena, se vuelve primordial cumplir con ciertas exigencias impuestas socialmente: tener éxito, ser feliz, ser dinámico, ser proveedor económico el hombre en la familia, no estar nunca tristes, siempre estar en un funcionamiento social, siempre estar restaurados en la vida”, describió.
Dichos “marcos de referencia” en retroceso y depreciados a partir de las décadas más recientes eran “el Estado, una religión, un partido político, un club deportivo, cuestiones que antes nos daban cohesión” social y cultural.
Al mismo tiempo, “la otra esfera grande” en que se manifiesta el fenómeno “es la alta tasa de medicalización que tiene la sociedad uruguaya y todo lo que tiene que ver con la salud mental y la apuesta fuerte que hizo en los últimos 30 o 35 años en la salud mental, focalizando el tema de la prevención y el de la comprensión exclusivamente en la salud mental”; ello ha generado consecuencias como que “el sistema está saturado”, “nosotros como individuos no tenemos tiempo, somos impacientes ante una consulta médica”, “el tema de los sicofármacos, el de la ansiedad que tenemos”.
“Y la tercera es una ausencia de políticas de Estado”, apuntó, o más bien de “estrategia”, corrigió Hein, “porque a diferencia de los planes, que fue lo que tuvimos anteriormente y todavía tenemos, la estrategia establece metas; a pesar de que éste es un problema importante para Uruguay nunca se pensó una estrategia de comprensión del suicidio, y de prevención; siempre hablamos de planes, siempre estamos diciendo lo que hicimos”, pero “en el pasado hicimos esto y sigue creciendo la tasa” de autoeliminaciones.
Como ejemplos de la falta de atención de la sociedad uruguaya a su intensa pulsión suicida y de la ausencia de interés en la comprensión de este rasgo colectivo como requisito para trabajar hacia su disminución, el sociólogo anotó que “Uruguay no aprovechó la baja que tuvimos en esos meses de confinamiento” en pandemia “para reflexionar” sobre el asunto; “tampoco aprovechó (…) este tema que vimos de la vulnerabilidad tan cerca de la muerte y (…) el trabajo cultural que tenemos que tener sobre la muerte”.
Lo mismo señaló Hein respecto de “este tema del control de las emociones, el control de la felicidad, el darnos un espacio para estar angustiados; a veces uno escuchaba en la pandemia que no se podía estar angustiado, que había que superar; bueno, ¿si se te muere un familiar cómo no vas a estar angustiado? Tenemos esa idea de que hay una industria de la felicidad, dicen algunos autores, otros dicen que tenemos que sonreír, si no, morir”.
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