martes, 13 de julio de 2010

El reino mágico

El fútbol según Galeano

caravana de la selección celeste por la rambla del Buceo!!!!!!!!!!!
abrazo disfruten!!!

MARTHA PASSEGGI.
reportera-gráfica.




Periódico La Jornada
Martes 13 de julio de 2010, p. 2

Pacho Maturana, colombiano, hombre de vasta experiencia en estas lides, dice
que el futbol es un reino mágico donde todo puede ocurrir.

El Mundial reciente ha confirmado sus palabras: fue un Mundial insólito.

• Insólitos fueron los 10 estadios donde se jugó, hermosos, inmensos, que
costaron un dineral. No se sabe cómo hará Sudáfrica para mantener en
actividad esos gigantes de cemento, multimillonario derroche fácil de
explicar pero difícil de justificar, en uno de los países más injustos del
mundo.

• Insólita fue la pelota de Adidas, enjabonada, medio loca, que huía de las
manos y desobedecía a los pies. La tal Jabulani fue impuesta, aunque a los
jugadores no les gustaba ni un poquito. Desde su castillo de Zurich, los
amos del futbol imponen, no proponen. Tienen costumbre.

• Insólito fue que por fin la todopoderosa burocracia de la FIFA
reconociera, al menos, al cabo de tantos años, que habría que estudiar la
manera de ayudar a los árbitros en las jugadas decisivas. No es mucho, pero
algo es algo. Ya era hora. Hasta estos sordos de voluntaria sordera tuvieron
que escuchar los clamores desatados por los errores de algunos árbitros, que
en el último partido llegaron a ser horrores. ¿Por qué tenemos que ver en
las pantallas de televisión lo que los árbitros no vieron y quizá no
pudieron ver? Clamores de sentido común: casi todos los deportes, el
basquetbol, el tenis, el beisbol y hasta la esgrima y las carreras de autos,
utilizan normalmente la tecnología moderna para salir de dudas. El futbol,
no. Los árbitros están autorizados a consultar una antigua invención llamada
reloj para medir la duración de los partidos y el tiempo a descontar, pero
de ahí está prohibido pasar. Y la justificación oficial resultaría cómica,
si no fuera simplemente sospechosa: el error forma parte del juego, dicen, y
nos dejan boquiabiertos descubriendo que *errare humanum est*.

• Insólito fue que el primer Mundial africano en toda la historia del futbol
quedara sin países africanos, incluyendo al anfitrión, en las primeras
etapas. Sólo Ghana sobrevivió, hasta que su selección fue derrotada por
Uruguay en el partido más emocionante de todo el torneo.

• Insólito fue que la mayoría de las selecciones africanas mantuvieran viva
su agilidad, pero perdieran desparpajo y fantasía. Mucho corrieron, pero
poco bailaron. Hay quienes creen que los directores técnicos de las
selecciones, casi todos europeos, contribuyeron a este enfriamiento. Si así
fuera, flaco favor han hecho a un futbol que tanta alegría prometía. África
sacrificó sus virtudes en nombre de la eficacia, y la eficacia brilló por su
ausencia.

• Insólito fue que algunos jugadores africanos pudieran lucirse, ellos sí,
pero en las selecciones europeas. Cuando Ghana jugó contra Alemania se
enfrentaron dos hermanos negros, los hermanos Boateng: uno llevaba la
camiseta de Ghana y el otro la de Alemania.

De los jugadores de la selección de Ghana, ninguno jugaba en el campeonato
local de Ghana.

De los jugadores de la selección de Alemania, todos jugaban en el campeonato
local de Alemania.

Como América Latina, África exporta mano de obra y pie de obra.

• Insólita fue la mejor atajada del torneo. No fue obra de un golero, sino
de un goleador. El atacante uruguayo Luis Suárez detuvo con las dos manos,
en la línea del gol, una pelota que hubiera dejado a su país fuera de la
Copa. Y gracias a ese acto de patriótica locura, él fue expulsado, pero
Uruguay no.

• Insólito fue el viaje de Uruguay, desde los abajos hasta los arribas.
Nuestro país, que había entrado al Mundial en el último lugar, a duras
penas, tras una difícil clasificación, jugó dignamente, sin rendirse nunca,
y llegó a ser uno de los mejores. Algunos cardiólogos nos advirtieron, desde
la prensa, que el exceso de felicidad puede ser peligroso para la salud.
Numerosos uruguayos, que parecíamos condenados a morir de aburrimiento,
celebramos ese riesgo, y las calles del país fueron una fiesta. Al fin y al
cabo el derecho a festejar los méritos propios es siempre preferible al
placer que algunos sienten por la desgracia ajena.
[image: Foto]

Terminamos ocupando el cuarto puesto, que no está tan mal para el único país
que pudo evitar que este Mundial terminara siendo nada más que una Eurocopa.
Y no fue casual que Diego Forlán fuera elegido mejor jugador del torneo.

• Insólito fue que el campeón y el subcampeón del Mundial anterior volvieron
a casa sin abrir las maletas.

En el año 2006, Italia y Francia se habían encontrado en el partido final.
Ahora se encontraron en la puerta de salida del aeropuerto. En Italia, se
multiplicaron las voces críticas de un futbol jugado para impedir que el
rival juegue. En Francia, el desastre provocó una crisis política y encendió
las furias racistas, porque habían sido negros casi todos los jugadores que
cantaron la Marsellesa en Sudáfrica.

Otros favoritos, como Inglaterra, tampoco duraron mucho. Brasil y Argentina
sufrieron crueles baños de humildad. Medio siglo antes, la selección
argentina había recibido una lluvia de monedas cuando regresó de un Mundial
desastroso, pero esta vez fue bienvenida por una abrazadora multitud que
cree en cosas más importantes que el éxito o el fracaso.

• Insólito fue que faltaran a la cita las superestrellas más anunciadas y
más esperadas. Lionel Messi quiso estar, hizo lo que pudo, y algo se vio. Y
dicen que Cristiano Ronaldo estuvo, pero nadie lo vio: quizás estaba
demasiado ocupado en verse.

• Insólito fue que una nueva estrella, inesperada, surgiera de la
profundidad de los mares y se elevara a lo más alto del firmamento
futbolero. Es un pulpo que vive en un acuario de Alemania, desde donde
formula sus profecías. Se llama *Paul*, pero bien podría llamarse *
Pulpodamus*.

Antes de cada partido del Mundial, le daban a elegir entre los mejillones
que llevaban las banderas de los dos rivales. Él comía los mejillones del
vencedor, y no se equivocaba.

El oráculo octópodo influyó decisivamente sobre las apuestas, fue escuchado
en el mundo entero con religiosa reverencia, fue odiado y amado, y hasta
calumniado por algunos resentidos como yo, que llegamos a sospechar, sin
pruebas, que el pulpo era un corrupto.

• Insólito fue que al fin del torneo se hiciera justicia, lo que no es
frecuente en el futbol ni en la vida.

España conquistó, por primera vez, el campeonato mundial de futbol.

Casi un siglo esperando.

El pulpo lo había anunciado, y España desmintió mis sospechas: ganó en buena
ley, fue el mejor equipo del torneo, por obra y gracia de su futbol
solidario, uno para todos, todos para uno, y también por las asombrosas
habilidades de ese pequeño mago llamado Andrés Iniesta.

Él prueba que a veces, en el reino mágico del futbol, la justicia existe.

* * *

Cuando el Mundial comenzó, en la puerta de mi casa colgué un cartel que
decía: Cerrado por futbol.

Cuando lo descolgué, un mes después, yo ya había jugado 64 partidos, cerveza
en mano, sin moverme de mi sillón preferido.

Esa proeza me dejó frito, los músculos dolidos, la garganta rota; pero ya
estoy sintiendo nostalgia.

Ya empiezo a extrañar la insoportable letanía de las *vuvuzelas*, la emoción
de los goles no aptos para cardiacos, la belleza de las mejores jugadas
repetidas en cámara lenta. Y también la fiesta y el luto, porque a veces el
futbol es una alegría que duele, y la música que celebra alguna victoria de
ésas que hacen bailar a los muertos suena muy cerca del clamoroso silencio
del estadio vacío, donde ha caído la noche y algún vencido sigue sentado,
solo, incapaz de moverse, en medio de las inmensas gradas sin nadie.

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