Vincent VAN GOHG (Cartas a Theo)
Su vasta y noble existencia /Tiene laureados destaques/Y ya no hay nada que opaque /Su espíritu de grandeza
Cuando comenzamos con los relatos de aspectos no tan conocidos de Raúl Sendic Antonaccio, escritos por el cro. Infante, con estos versos, no nos dábamos cuenta la importancia de hacer el destaque de este Raúl; ya que ahora vemos una verdadera ofensiva para opacar su figura y que lo quieren pasar a ser como lo dice otro cumpa Rosendo, de fundador de la primera guerrilla en Uruguay, dirigente de la misma, jefe de comandos militares y referente político-militar en América; a ser “un sencillo trasmisor de fogón, un hombre tranquilo, casi un paisano manso a quien le gustaba dialogar en los fogones en rueda de mates, rodeado de paisanos, no hablador de multitudes sino conversador en las soledades y en los rincones.”
Que disfruten de este conmovedor y totalmente cierto relato sobre el Gogo
Posta
-relatos sobre Raúl Sendic Antonaccio-
El Gogo anduvo muy mal en la máquina. Era un militante viejo. Participó en la primera marcha cañera. En realidad lo conocía a Raúl desde antes por ser de Salto. Pero era un tipo muy especial. Como a los dos “nos sacaban el cuerpo”, nos encontrábamos muy seguido en los recreos. Lo liberaron antes que a mí. El cura de “Tierra Santa” lo acogió y le dio trabajo. Pero… no pudo con la condición. Se mandó una embarrada. Después anduvo boyando de un lado a otro. Todos le “sacaban el cuerpo”. Yo también. Después… le perdí el rastro.
Un día estaba en la puerta de la casa de Ejido esperando a Raúl con la camioneta prendida, cuando lo veo. Venía desde la Rambla. Nos saludamos y nos pusimos a hablar. En eso sale Raúl y lo saluda sorprendido.
Como acostumbraba, empieza a preguntarle por su salud, y si tenía trabajo.
-Me revuelvo con alguna changa de carpintería, pero hace tiempo que no consigo nada. ¿Vos no sabés de algo por ahí? –le dijo esperanzado.
Raúl me mira a mí y me pregunta:
-¿Halla en el local no tenemos algún trabajo para darle?
-¿Y qué trabajo vamos a tener? ¡Si no tenemos nada!
-¡Pero algo debe haber!...!Bancos...Eso…precisamos bancos! ¿Vos te animás a hacernos unos cuantos? -le dijo.
-¡Claro!
-Bueno, voy a tratar de conseguir la madera. Llamame al local mañana. Ricardo te da el número. Y ahí arreglamos.
De mala gana le di el número. La cosa no me gustaba nada.
Cuando nos fuimos en la camioneta le pregunté:
-¿Vos no sabés lo que hizo el Gogo?
-Si, sé que anduvo medio mal en la máquina.
-No me refiero a eso, digo con el Cura de Tierra Santa…
-¿Qué pasó con el Cura?
Le conté y vi como se le cambiaba la cara.
-¿Eso le hizo al Cura ese que siempre nos mandaba cosas a la cárcel?
Se quedó muy preocupado.
Al otro día llamó y hablaron por teléfono. No sé que le dijo, pero el trabajo no “corrió”.
Respiré aliviado.
Al tiempo se enteró que estaba quedándose en los aleros del Templo Inglés. Le puso la tarea a Rony Scarzella que lo visitara todas las semanas, y le llevara yerba, tabaco y todo eso. Plata no.
Ese invierno fue muy frío. Temperaturas bajo cero.
Un día me enteré en el informativo, mientras iba hacia lo de Raúl que habían encontrado en la Ciudad Vieja una persona muerta por hipotermia. “Pobre hombre, me dije, esa sí que es brava”, y seguí escuchando… cosas menos tristes.
Estábamos con Raúl planificando lo que teníamos que hacer en la mañana, cuando llegó Marta. Nos sorprendió a los dos que llegara a esa hora. Casi sin saludar le dice a Raúl:
-¿Supiste lo del Gogo?
-¿Qué pasó con el Gogo?
-¡Apareció muerto en la Ciudad Vieja!
-¿De qué murió?
-¡Murió de frío!
Raúl se quedó callado, con la boca entreabierta. Parecía que le habían pegado con un martillo en la cabeza. Se sentó, escuchando a Marta que le pasaba los detalles. Creo que no dijo nada. Marta se despidió. Tenía que ir a trabajar, y ya estaba retrasada.
Raúl fue a la piecita del frente, y ahí se quedó.
Como demoraba y teníamos muchas cosas que hacer fui a buscarlo.
Lo encontré sentado en el catre con las manos en la cabeza, mirando el suelo.
-¿Te pasa algo?, le pregunté preocupado.
No me contestó enseguida. Fue levantando despacio la cabeza y vi ¡otro hombre! Sus ojos estaban muy tristes, su cara muy blanca.
-¿Sabés que pasa Ricardo? ¡Estas cosas me matan!
-¿Qué cosas? –pregunté preocupado.
-Lo del Gogo.
-Bueno Raúl, vos no sos culpable.
Lo que me dijo me dejó helado:
-¡No sé si no soy culpable!
-¿Qué estás diciendo Raúl? ¿Que tenés que ver vos con que el Gogo se muera de frío?
Con voz muy baja me explicó:
-¿Te acordás cuando me pidió trabajo y yo no le di? Capaz que las cosas hubieran sido diferentes si le hubiera dado.
-¡Entonces el culpable soy yo que te pasé el dato! –dije conciliador.
-No, vos hiciste lo correcto. Yo tenía que decidir y… ¡lo resolví mal!
Me quedé callado, él también. Al rato me dice:
-Andá por el local y avisale a los que íbamos a ver que no voy. Deciles cualquier cosa, que estoy enfermo… cualquier cosa. No voy a salir hoy. Andate y vení mañana. No estoy para nadie.
Me fui pensando.
Mucho tiempo después, comiendo un asado en la casa del “viejo” Julio, le comenté esto y me dijo:
-Si, el siempre andaba preocupado por esas cosas. Mientras en África los gurises se mueren amontonados, a él le preocupaba eso.
Pasó mucho tiempo de todo esto.
Hoy creo que Raúl Sendic nunca brilló tanto como Ser Humano, como en ese día.
Porque la rutina nos crea el hábito de juzgar a las personas por otras cosas, y nos olvidamos que la medida correcta de hacerlo, la medida esencial, es el AMOR
Un Revolucionario es eso: una persona con capacidad ilimitada de AMOR
Raúl la tenía.
Me acuerdo de todo esto cuando escucho a Jorge Drexler : Una vida lo que un sol, vale…
Ricardo Infante Caminal
ricardoinfante366@hotmail.com
postaporteñ@_____________________________________
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