ANNCOL
Publicamos en su totalidad pronunciamiento insurgente:
Jorge Briceño VIVE
Semblanza del heroico guerrillero
Una muerte gloriosa triunfa sobre el tiempo 
y prolonga la sublime existencia 
hasta la más remota posteridad. SIMÓN BOLÍVAR
30  aviones y 27 helicópteros, 7 toneladas de explosivo tritonal y la  tecnología militar de punta del South Command estadounidense y del  Mossad israelí, el uso desproporcionado de la fuerza y la violencia  terrorista del Estado, todos, contra un hombre en su cuartel de la  montaña, que no era un hombre, sino un pueblo. 
Lo  ocurrido en la madrugada del 22 de septiembre en las selvas de La  Macarena no fue un combate, sino un vil asesinato, una masacre ejecutada  a mansalva y sobre seguro por un Estado terrorista subordinado a los  dictados de Washington. Contra el comandante Jorge Briceño, del  Secretariado de las FARC, fue concentrado todo el fuego y todo el odio  de una casta dominante criminal, de ultraderecha, que por décadas ha  ensangrentado y empobrecido al país.
Era  Jorge un símbolo telúrico, potente, de la rebeldía y la esperanza del  pueblo llano de Colombia, salido de la escuela de guerra de guerrillas  móviles del legendario Manuel Marulanda Vélez. Era un ser  excepcionalmente humano, y por ello, amado por la gente y por la tropa  guerrillera. En tiempos de la zona de distensión y de los diálogos de  paz, cuando aparecía de vez en cuando en la población de La Macarena, un  enjambre de niños descalzos y descamisados, bulliciosos, lo seguía por  las polvorientas calles, y él, feliz, dejaba que le quitaran la boina y  que saltaran en su corazón, como en la canción Jojoy del cantautor  Julián. Era un imán en traje de fatiga arrastrando pueblo a su paso,  fundiéndose con sus sueños. Campesinos, obreros, desempleados, alcaldes,  curas, académicos, sindicalistas, maestros, estudiantes, afro  descendientes, amas de casa, escuchaban la magia torrencial de sus  palabras que aludían a un sueño llamado Nueva Colombia, Patria Grande y  Socialismo.  
Era  un duro, sí, pero aprisionado por una gran ternura. Recio con el  enemigo, afectuoso con su pueblo. No faltaba en su mochila de campaña el  Diario del Che. Bebía con avidez el pensamiento de Guevara, y del  guerrillero heroico había aprendido a endurecer, sin perder la ternura  jamás. Era un guerrero enamorado del fulgurante amor de los héroes por  la libertad y la justicia.
Había  Ingresado a la guerrilla de las FARC en 1968. Eran los tiempos feroces  de la represión y la exclusión brutal del Frente Nacional bipartidista y  oligárquico, que pretendió criminalizar el derecho de los pueblos a la  opción política. Empuñando la bandera comunista, siempre al lado de  Manuel y de Jacobo, se forjó como guerrero en las vicisitudes de la  guerra justa contra la opresión.
Lo  de “Mono” por lo catire o de cabello claro, rubio, o huero. Lo de  “Jojoy”, por una muletilla de juventud. Así, el joven “Mono Jojoy”  trasegó con su fusil y su política al hombro, las tres cordilleras  andinas de la arriscada geografía colombiana.
Su  primera revolución triunfante, fue la librada consigo mismo. Implacable  con sus lastres humanos, poco a poco, doblegándolos a pulso, fue  levantando hacia el cielo la gran mole de su arquitectura política y  guerrera, de hombre nuevo. Su pasión por la libertad y ese anhelo de  dignidad para todos que abrazaba su corazón, fue el arpegio más sonoro  de su fibra humana.
La  figura de Jorge continúa su incesante crecimiento en las selvas  inmensas del Caguán, en sus puertos fluviales de amarillento caudal,  hasta alcanzar la inusitada dimensión de la leyenda. Incansable  constructor de partido y de milicias populares, agitador de la Unión  Patriótica como alternativa política, impulsor entre la población de la  sustitución de cultivos de coca por siembras de caucho y cacao.  Consciente de la importancia de la propaganda revolucionaria instaló,  por primera vez, una impresora offset montaña adentro. En Remolinos y en  Santo Domingo es el hombre de la logística, de los uniformes, de las  armas, de las finanzas. Formador de cuadros, llamaba a los cadetes  egresados de la Escuela Nacional, para tomar de ellos, aún frescos, los  nuevos conocimientos y técnicas aprendidas. Nunca percibió sombras en  los que podían saber más que él; por el contrario, los acogió con  admiración, y aprendió de ellos. Era un insaciable fagocitando luces.
Luego  el guerrero irrumpe en los Llanos indómitos y bravíos, que tienen la  extensión de medio país y una rica historia de rebeldía contra el centro  del poder. Allí inscribió su nombre en moldes dorados de la mano de  Marulanda y sus compañeros, como destacado estratega militar y político,  como luchador en la primera línea de fuego y en la conducción del  avance de las huestes guerrilleras hacia la capital. Realmente el poder  de Jorge, su liderazgo avasallante, cautivador, se fundaba en la  dirección colectiva y en el gran amor que le profesaban los guerrilleros  y el pueblo.
Ningún  jefe insurgente de Nuestra América había sido atacado con tanta saña.  50 bombas inteligentes made in USA que demolieron y arrasaron su puesto  de mando, no fueron suficientes para saciar el odio de las oligarquías.  Verificada la muerte del comandante, el gobierno desencadenó, desde  todos los flancos, el más infame ataque mediático, con el propósito  quimérico de aniquilar también su imagen y su ejemplo de dignidad. No se  trataba sólo de matar a la persona, sino al sueño de esa inmensa  muchedumbre de humildes que creen en el proyecto político libertario de  las FARC-EP. Sangre y fuego, tierra arrasada, terrorismo de Estado, ha  sido la práctica constante del régimen para defender los intereses de  las trasnacionales, la bolsa y el poder de una oligarquía apátrida y  arrodillada a los gringos.
Frente  a la barbarie del Estado, ni una sola palabra de la acuciosa Katerine  Aston de la Unión Europea, ni de aquellos que siempre están condenando  nuestros modestos medios de resistencia. No lo necesitamos; el poder  moral de las FARC es inexpugnable. Bien sabemos que por boca de ellos  habla la iniquidad de los imperios.
El  comandante Jorge encarnaba los más profundos sentimientos altruistas de  las FARC, en la lucha y resistencia de los pueblos contra el terrorismo  de Estado. Como es de conocimiento, los Estados terroristas, como el de  Colombia, buscan siempre proyectar su propia condición sobre quienes  los adversan. Por eso, el presidente Santos, ladrando desde Nueva York,  muy cerca de su amo, desesperado por deslegitimar la lucha de los  pueblos por la justicia, tergiversa la realidad del conflicto interno de  Colombia, pretendiendo vanamente satanizar el alzamiento armado, al  referirse a Jorge como símbolo del terror y la violencia.
¿Qué  más se puede esperar de personajes tan siniestros? Hace poco, oficiando  como ministro de defensa y de los “falsos positivos”, Juan Manuel  Santos se solazaba con los cadáveres de guerrilleros abatidos en los  Montes de María. Ahora, el actual jefe de esa cartera, señor Rodrigo  Rivera, se conduele más por la muerte de la perra Sasha, que por los  centenares de soldados muertos y heridos en el campo de batalla de La  Macarena.
La  fementida “Sodoma”, nombre de la operación que segó la vida de los  nuestros, no es otra cosa que el mismo Estado colombiano en su  bancarrota moral. La “madriguera” del verdadero monstruo terrorista es  el Palacio de Nariño, sede del gobierno de Bogotá. Desde allí se ha  planificado el desastre humanitario que padece la patria. Desde ese  mismo antro, los cerebros de la seguridad democrática, tan celebrada por  el presidente Santos, ordenaron las masacres contra la población  inerme, las ejecuciones extrajudiciales (“falsos positivos”), las fosas  comunes, las detenciones masivas, las desapariciones y desplazamientos  forzados, y tantos otros abominables crímenes de lesa humanidad.
A  los que hoy desde el gobierno, ebrios de triunfalismo nos conminan a la  rendición, les respondemos con las mismas palabras que el comandante  Jorge Briceño le dirigiera al general Padilla en enero de 2010, en  respuesta a una exigencia similar:
“…Que  poco nos conoce usted señor Padilla de León: con toda sinceridad, sin  odios ni resentimientos y con el respeto que todo revolucionario profesa  por sus adversarios, le respondo: No, muchas gracias, general. 
 En las FARC no tenemos alma de traidores, sino de patriotas y de revolucionarios. 
 Hemos  luchado y continuaremos haciéndolo, con valor, entrega y sacrificio por  derrocar este régimen podrido de las oligarquías y construir otro orden  social, o por alcanzar acuerdos que ayuden a construir una patria en  donde quepamos todos. 
 Jamás  hemos proclamado el principio de la guerra por la guerra, ni asumido  esta lucha como algo personal, ya que nuestros objetivos son los de  lograr cambios profundos en la estructura social de Colombia, que por  fin tengan en cuenta los intereses de las mayorías nacionales y de los  sectores populares y que conduzcan al desmonte del actual régimen  político criminal, oligárquico, corrupto, excluyente e injusto, como  está consignado en nuestra Plataforma Bolivariana por la Nueva Colombia.  
 Con  la honestidad que corresponde a nuestro compromiso con el cambio social  y la lealtad que le debemos a nuestro pueblo, le aseguramos, que no  vamos a desistir después de más de 40 años de lucha, ni a aceptar una  falsa paz. No traicionaremos los sueños de justicia de la Colombia que  clama por la paz con justicia social, ni la memoria de los miles de  muertos, ni a las víctimas de las innumerables tragedias que ha  ocasionado esta cruenta guerra, declarada por la oligarquía al pueblo  desde hace más de 50 años. 
 Colombia  necesita encontrar los caminos que conduzcan a poner fin a esta guerra  entre hermanos, senderos de reconciliación que nos lleven a Acuerdos de  Paz. Pero no será a través de una paz falsa donde una minoría  oligárquica continúa acaparando todas las riquezas, a tiempo que las  grandes mayorías nacionales quedan aplastadas por el peso de la pobreza,  el terror militarista, la miseria y la degradación moral de una clase  dirigente corrupta hasta los tuétanos, el camino más seguro para  alcanzar la reconstrucción de la patria y la reconciliación de los  colombianos. 
 Una  paz entendida como rendición o entrega es una fantasía de la oligarquía  y solo sería un crimen de lesa traición al pueblo y a sus históricos  anhelos por alcanzar, al fin, la justicia social para todos. 
 Acuerdos de paz sí, pero, el punto cardinal es: ¿con o sin cambios estructurales en lo político y social? 
 ¿Más Democracia o más autoritarismo y más represión y arrodillamiento al imperio? 
 Lo  invitamos a reflexionar sobre estas serenas palabras plenas de sensatez  y actualidad, contenidas en el mensaje que dirigió el comandante Manuel  Marulanda Vélez a los miembros de las Fuerzas Militares: 
El  futuro de Colombia no puede ser el de guerra indefinida, ni el de  expoliación de las riquezas de la patria, ni puede continuar la  vergonzosa entrega de nuestra soberanía a la voracidad de las políticas  imperiales del gobierno de los Estados Unidos; nosotros estamos en mora  de sentarnos a conversar en serio para dirimir nuestras diferencias,  mediante el intercambio civilizado de opiniones hacia la solución  definitiva de las causas políticas, económicas y sociales generadoras  del conflicto interno, para bien de las futuras generaciones de  compatriotas ”... 
Para  algunos analistas mercenarios, que posan de sabiondos del conflicto, el  golpe de la Macarena “deja a las FARC descabezadas sin posibilidades de  recomposición”. El agente de la CIA, Alfredo Rangel, cree que las FARC  quedaron “huérfanas” y heridas en su moral, ad portas del abandono de la  lucha armada… Se equivocan. Como siempre, parecieran caminar con los  ojos vendados por los precipicios de la realidad. Se niegan a entender  que somos una dirección colectiva, un cuerpo colegiado de conducción  política y militar en todos los niveles de su estructura de mando. No  atisban en la niebla de un análisis parcializado, motivado por las  fantasías, el poder de la cohesión que siempre ha distinguido al Estado  Mayor Central de las FARC y su Secretariado. Previendo que la lucha  revolucionaria es hasta las últimas consecuencias, todas las instancias  de mando de las FARC funcionan con suplencias para llenar oportunamente  las vacantes ocasionadas por la confrontación o cualquier otro motivo.  Por eso el comandante Pastor Alape, ante la desaparición de Jorge, pasó a  ser miembro principal del Secretariado, mientras al Bloque Comandante  Jorge Briceño se le ha dado la posibilidad de reestructurase, designando  de su seno a un nuevo suplente.
No  somos soldados bisoños que se dejan apabullar en el rumbo incierto de  una batalla. Nuestra guerra es por la paz, la Nueva Colombia, la patria  Grande y el Socialismo, en la forma de un nuevo poder. En el guerrillero  fariano hay conciencia y lealtad a la causa, y estará siempre, ávido de  lucha y de victorias. Como decía el Jorge unos días antes de su  partida: “nosotros hacemos parte de la lucha popular y el pueblo es  invencible”.
La  caída del gran guerrillero revivió en el presidente Santos el desvarío  del fin del fin de la guerrilla, de la proximidad de una derrota de la  insurgencia, que nunca llegará, y que viene siendo pregonada desde 1964  para justificar la obsesión militarista de un sector de la oligarquía,  por temor, por físico miedo, a una solución política que demanda el fin  de sus privilegios. No se dan cuenta que al cerrar las puertas del  diálogo y la solución política están abriendo las puertas de la  revolución. Es lo mismo que dijo Fidel en su más reciente reflexión: muy  al contrario de lo que afirma el gobierno colombiano, el asesinato del  comandante Jorge… acelerará el proceso revolucionario en Colombia.
Lo  decimos sin aspavientos, pero con radicalidad: si Santos quiere venir  por nosotros, que venga, pero que venga en persona sin utilizar carne de  cañón que es pueblo uniformado. La arrogancia y el tono de ultimátum de  Santos tienen como fondo las órdenes en inglés, que los guerrilleros  que siguen las comunicaciones de la fuerza pública, captan en los  grandes operativos.    
Hacemos  nuestras para este momento de coraje las reflexiones de Julius Fucik al  pie del patíbulo: “Cuando la lucha es a muerte;/ el fiel resiste;/ el  indeciso renuncia;/ el cobarde traiciona…,/ el burgués se desespera,/ y  el héroe combate". 
Viendo  la ignominia de algunos reporteruchos y gacetilleros de la gran prensa,  encarnizados frente al cadáver del líder guerrillero, aullando sus  denuestos, es deber moral deplorar la bajeza ética de quienes pretenden  inducir la opinión nacional a favor del guerrerismo y del terrorismo de  Estado. 
Esa  maquinaria de la desinformación se ha dedicado a la satanización de la  guerrilla y a la santificación del gobierno. En sus espacios silencian  la voz del pueblo y sólo dan la palabra a expertos estipendiados por la  CIA y el capital financiero, que encubren y justifican los más fétidos  crímenes de lesa humanidad consumados por el Estado.
De  manera repetitiva y en horario estelar, durante 15 minutos, los  noticieros de televisión, mostraron las imágenes del devastador  bombardeo con el claro propósito de legitimar el terrorismo  institucional, provocar el aplauso a los criminales, concitar el apoyo  de la población a la política guerrerista del Estado y uniformar al país  con la visión del conflicto de la derecha neoliberal.
No  son héroes los pilotos y artilleros del terrorismo que dispararon sus  armas, guiados por la tecnología, sino cobardes instrumentos de un poder  tiránico y pro yanqui que aspira a eternizar la injusticia sobre el  suelo de Colombia. Actúan contra su propio pueblo en beneficio de una  potencia extranjera. Fue un ataque artero, y sobre seguro. No es  heroísmo disparar bajo el amparo de la oscuridad y a varios miles de  pies de altura, cuando no hay equilibrio de medios de combate entre las  fuerzas contendientes. Otro fue el resultado en tierra: 30 militares  muertos, 70 heridos. 
Constatada  la infausta noticia para los humildes de Colombia, algunos periodistas  robotizados y carroñeros se abalanzaron sobre los pobladores de La  Macarena para forzarles una opinión adversa a la guerrilla o hacerlos  asentir que la municipalidad se había liberado de su principal verdugo.  Descaradamente aludían a Jorge a sabiendas de que este era el principal  benefactor de toda esa serranía. Durante décadas el poder central nunca  quiso abrir la carretera que desembotellara la rica región campesina.  Jorge y sus guerrilleros la construyeron, logrando comunicar por tierra a  la Macarena con San Vicente del Caguán y Neiva. Igualmente, en auxilio  de aquella gente empobrecida construyó la vía que conduce a Vistahermosa  (Meta). Tendió puentes sobre caños y ríos, bombardeados luego por la  Fuerza Aérea, cuando ya habían sido entregados a la comunidad. Bajo la  conducción de Jorge se pavimentaron los barrios de San Vicente del  Caguán, se hizo el mantenimiento de las carreteras de los llanos del  Yarí, se pusieron en funcionamiento varios acueductos, se organizaron  brigadas de salud, se impuestó el consumo de licores para financiar  maestros de escuela... Y la población recuerda también con gratitud cómo  se activó el comercio bajo la tutela guerrillera. Esta hermosa historia  que habla bien de la preocupación social y del sentido solidario del  comandante, no podrá ser ocultada mientras perviva enraizada en el  corazón de una población olvidada, que sólo ha conocido la presencia del  Estado a través de bombas y metralla.
Pese  a estar postrado por la diabetes, el comandante Jorge logró frenar por  largos meses en el área general de la Macarena, el avance de varias  brigadas móviles con más de 15 mil efectivos. Sobrecogidos por su  dinámica arrolladora, por su voluntad inquebrantable, e inspirados en su  profunda admiración por el Che, le habíamos dirigido las siguientes  palabras: “Jorge, nuestros respetos. Gracias por tu ejemplo, por tu  inagotable capacidad de trabajo en medio del infortunio de la  enfermedad, y por enseñarnos cómo es que se debe combatir al adversario.  Nos alegra que hace rato hayas superado a tu arquetipo guerrero, el  Che. Con lo realizado por ti, ya no se trata de ser como el Che, sino de  superar al Che. La puso muy alto, hermano”. A lo cual respondió con su  modestia de siempre: “No la hemos puesto tan alto, es que estamos  haciendo poco con base en la tarea estratégica que nos corresponde.  Estamos es despertando un pequeño gigante dormido”.
El parte militar del Bloque Oriental en el mes de agosto es el siguiente:
Choques  armados 166; soldados muertos 157; soldados heridos 294; helicópteros  averiados 10; buques averiados 2; guerrilleros muertos 11.
Ahora,  a los guerrilleros de las FARC nos toca ser como Jorge, el más contumaz  de los guerreros de Manuel. Aunque la tarea no es nada fácil, es  nuestro deber. Sus palabras resonarán en las mentes guerrilleras:  “nacimos para vencer, no para ser vencidos”.
Son  invencibles los soldados de Manuel Marulanda Vélez porque su bandera es  la causa del pueblo, porque sus fusiles son la justicia social, la  independencia y la libertad combatiendo por la Patria Nueva, porque  marchan hacia la victoria con la potencia demoledora del pensamiento de  Marx y de Bolívar, con el plan estratégico y el pueblo organizado.
Del Jorge del último tramo de su fecunda vida insurgente, debemos resaltar:
Elegido  por la Octava Conferencia Guerrillera en 1993 como miembro del  Secretariado de las FARC, inicia su ascenso imparable hacia el cenit de  los héroes. Con las conclusiones de plenos y conferencias guerrilleras  en mano, sigue el pulso al avance del plan estratégico, denominado  Campaña Bolivariana por la Nueva Colombia, al lado de su gran maestro el  comandante Manuel. Reajusta planes y estructuras de mando y se ocupa  del buen funcionamiento de las direcciones. Se echa al hombro la escuela  nacional de cuadros Hernando González Acosta y su preocupación es la  formación de los nuevos comandantes. Organizador de Partido Clandestino,  de profundas convicciones comunistas declaraba luego de sus reuniones  de célula: “me bañé de comunismo, cumplí con mis tareas y deberes de  militante”. Apareció radiante el 29 de abril del 2000 en el lanzamiento  del Movimiento Bolivariano en San Vicente, al lado de Manuel Marulanda y  Alfonso Cano y sus compañeros de Estado Mayor. Feliz con las 30 mil  personas congregadas en la sabana; había sido artífice de la  convocatoria del evento, del reencuentro de Bolívar con su pueblo, y  jugado papel fundamental en la impresionante logística de la  movilización. Meses después lo vimos al frente de la liberación  unilateral de más 300 prisioneros de guerra capturados en las campañas  militares del Bloque Oriental. “Los respeto –les decía Jorge-, porque se  rindieron en combate; ojo con lo que van a decir a la prensa, incluso  si son opiniones favorables a nosotros, porque eso los puede  perjudicar”. 
Necesariamente  debemos destacar su permanente interés y respeto por todos los  movimientos revolucionarios del mundo y por sus procesos. Apasionado por  el estudio y la superación personal, leía ávidamente y gustaba  adentrarse tanto en la historia universal como en la del país. Sólo  dormía 3 o 4 horas para dedicar la mayor parte de su tiempo a la  organización y al impulso de las tareas revolucionarias. Mamagallista  excelso y profundo conocedor de sus tropas, sabía escuchar y ser  autocrítico. Intenso en todo, en el combate, en la política, atento a  los cambios en la modalidad operativa del adversario, y muy eficaz en el  cumplimiento de las tareas del movimiento. 
Hombre  franco, directo, realista, riguroso, fraternal, leal a la causa  revolucionaria, camarada y amigo de verdad, sin duda sus más caros  valores. No permitiremos que estos atributos de la personalidad del  comandante Jorge sean manipulados por seudo-periodistas empecinados en  vejar su memoria.
De  todas maneras, con Manuel, con Jacobo, con Jorge, con Raúl, con Iván  Ríos y con todos los caídos, con el Libertador, los guerrilleros de las  FARC entraremos a Bogotá en los puños levantados del pueblo, cabalgando  en la insurrección, para instaurar en la plaza de Bolívar el nuevo  gobierno, patriótico y bolivariano inspirador de nuestra lucha. Justa;  mil veces justa: un derecho universal imprescindible para destruir el  mal mayor de la opresión. Los colombianos, tenemos todo el derecho del  mundo a vivir en dignidad, en paz, en democracia, en soberanía y en  libertad. Como dijo Jorge, “allá nos pillamos”.
¡Triunfar!  es la consigna. A los revolucionarios les decimos con Bertold Brecht:  “Quien aún esté vivo no diga "jamás"/ Lo firme no es firme/ Todo no  seguirá igual/ Cuando hayan hablado los que dominan/ hablarán los  dominados/ ¿Quién puede atreverse a decir "jamás"?/ ¿De quién depende  que siga la opresión? De nosotros/ ¿De quién que se acabe? De nosotros  también/ ¡Que se levante aquél que está abatido!/ ¡Aquél que está  perdido, que combata!/ ¿Quién podrá contener al que conoce su  condición?/ Pues los vencidos de hoy serán los vencedores de mañana/ y  el jamás, se convierte en hoy mismo”.
Gloria  a los héroes caídos en la resistencia al opresor, es el grito del  comandante Jorge resonando en lo más profundo de la conciencia  guerrillera. Gloria a Raúl Reyes, gloria a Iván Ríos, gloria a los  caídos en Sucumbíos, gloria a todos los combatientes que han entregado  su vida por la causa de la libertad, HASTA SIEMPRE. 
Hasta siempre, Jorge, camarada, comandante, amigo. Venceremos.
Honor al comandante Jorge Briceño, héroe de la libertad, de la Nueva Colombia, la patria grande y el socialismo.
Montañas de Colombia, octubre 8 de 2010
Año bicentenario del grito de independencia

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