Stiusso y Nisman obedientes soldados
por Carlos Aznárez
Un par de preguntas para comenzar: ¿recuerda el lector cuando se produjo
el bombardeo efectuado por aviones colombianos, con apoyo táctico de la
CIA y el Mossad israelí, contra el campamento del comandante de las
FARC, Raúl Reyes, situado en Ecuador? Eran los primeros días de marzo de
2008, Reyes fue vilmente asesinado por orden del dueto Alvaro
Uribe-Juan Manuel Santos, y a partir de ese momento comenzó a tejerse
una gigantesca novela a propósito de la computadora de Reyes. El tema
dio para mucho, ya que a partir de los supuestos datos que “habrían
descubierto” los servicios de inteligencia colombianos, fueron allanados
domicilios y detenidos numerosos militantes, bajo la excusa de haber
cometido mil y una tropelías “al servicio de las FARC”. El tiempo fue
pasando y la gran mayoría de los acusados quedaron absueltos ya que como
suele ocurrir en estos casos, todo lo consignado como “delictivo” eran
falsas sospechas, mentiras bellacas, puro humo.
Con este muchacho
Alberto Nisman pasa algo muy similar. El hombre, vale la pena
repetirlo, era un simple peón de una estrategia internacional para
condenar a la República Islámica de Irán. Y de paso, entrometerse
cumpliendo órdenes de sus patrones sionistas en el difícil y tantas
veces manoseado caso AMIA, para sentenciar, en función de la decretada
“pista iraní”, a diversos luchadores de la Revolución que derrocó al Sha
pro-yanqui.
Agente del Mossad y de la CIA, el tal Nisman se
dedicó durante todos estos años a acumular infundios disfrazados de
“información A1” con la mira puesta en lo que sus monitores de Tel Aviv y
de la Embajada de EEUU le ordenaban y sus operadores de la SIDE le
soplaban. En ese compendio de alcahueterías y maniobras distractivas,
Nisman no pudo reunir en una década y media ni un solo elemento que
pudiera ser tomado en serio para allanar las dificultades que impedían
encontrar -realmente- a los culpables del atentado. O demostrar, como
piensan muchos políticamente incorrectos que se trató de sendos
atentados (sumando el de la Embajada) de “falsa bandera”.
Con
el espía Jaime Stiusso como garganta profunda y su íntimo amigo
Lagomarsino como comparsa, Nisman mezcló el agua con el aceite y el
resultado fue un disparatado sumario. Un día la emprendía contra el
religioso iraní Moshen Rabani, a quien estigmatizó sin prueba alguna
(salvo el odio y la islamofobia que patrocina el sionismo), en otro
momento dio por ciertas las escuchas (330 discos) suministrados por la
SIDE (apuntando a Luis D’Elía, Fernando Esteche, Yusuf Khalil y...
siguen las firmas) y en otras ocasiones la emprendió contra algunos
funcionarios a los que vinculaba a maniobras de ocultamiento de
información o encubrimiento. Si faltaba algo que agregar, también
embistieron contra Hugo Chávez, su ex embajador Roger Capella y la
Revolución Bolivariana, a quienes Nisman y sus amigos de la SIDE
acusaron, y Clarín e Infobae, entre otros medios, aprovecharon para
machacar.
En ese maremagnum de barbaridades judiciales dignas de
los sumarios que elaboraba Baltasar Garzón en España, Nisman creía que
patinaba sobre hielo y que nada lo iba a quitar del medio. El hombre no
previó que sus jefes ya lo consideraban una pieza gastada y de pronto
(no por casualidad) pocos días después de la operación (también
sospechada de falsa bandera) contra Chalie Hebdó en París, le dieron la
orden de que levantara la apuesta. Ya no les alcanzaba con las escuchas y
los susurros en la oreja a cargo de Stiusso o Lagomarsino, esta vez
había que involucrar a la propia presidenta y su ministro de Relaciones
Exteriores. Justamente a ellos, el muy ingrato de Nisman, que tanto lo
protegieron desde el 2003 hasta los días del Memorando, en que cayeron
en desgracia por decisión de Netaniahu y su selecto grupo de killers. No
valieron de atenuante ni la permanente "declaración de guerra" a Irán
por parte del Gobierno ni las visitas al Congreso Judío Mundial en Nueva
York protagonizadas por el matrimonio gobernante, ni la persistencia de
las alertas rojas de Interpol para ver si cazaban a algún persa
distraído. Cuando los discípulos de Theodoro Herzl bajan el pulgar, lo
menos que salen de sus bocas son misiles.
Lo demás es conocido:
como obediente soldado del Mossad, Nisman dejó a su hija al garete en
Madrid y de la mano de Lanata, Magnetto, Morales Solá y todo el
regimiento de leales a USA irrumpió como una tromba en el caluroso enero
porteño. Sus amigos de la prensa se vanagloriaron de la primicia: “el
gobierno es culpable” y “sus días están contados”, ladraban. Sin
embargo, el fiscal se dio cuenta que sus 350 y pico de folios no servían
ni para papel picado y seguramente en algún segundo de cierto sentido
común sintió que se le venía la noche encima y que estaba "más solo que
la una”, diría un gallego.
Después, todo se precipitó y el circo acusatorio terminó en un funeral.
En
realidad Nisman ya había muerto antes de tomar el avión en Madrid. Lo
de menos es si lo mataron o se mató, lo importante es contra quien se
programó su deceso. "Golpe al Estado", escribió Alfredo Grande, con
certera puntería. “Peleas del poder y no de los de abajo”, agregó,
lúcido, un militante popular. Pero también, operación internacional de
alto vuelo -utilizando al perejil de turno- para de un solo tiro (de 22
para colmo) horadar la soberanía argentina, volver a poner a Irán en la
mira, y de paso golpear a la militancia antisionista, pro palestina y
anti racista. Todo por el mismo precio.
A partir de allí y hasta
el presente, gran parte de la población (acicateada por el terrorismo
mediático) cree que al agente Nisman lo mató el Gobierno, otra parte no
sabe no contesta, y una franja, entre la que lamentablemente hay cierta
militancia de izquierda, confundida u oportunista, no digamos que
defiende a Nisman pero le pasa muy cerca. Como muestra allí están sus
dichos de mala leche en las redes sociales o en la TV corporativa,
contra los militantes populares atacados por Alberto “Mossad” Nisman.
Mientras
tanto, nadie cita a declarar a Stiusso, que hubiera seguido en su
cargo, si no fuera porque el periodista Miguel Bonasso, en la
presentación de su último libro, alertara sobre el personaje y se
preguntara cómo es posible que nadie lo toque. Tres o cuatro días
después el Gobierno intervenía la SIDE y echaba al súper espía a la
calle, impune. Por otra parte, las víctimas de la AMIA están hartas de
que todos les mientan y exigen que los culpables del atentado aparezcan
de una buena vez (los reales y no los que desearían los genocidas
israelíes).
El gobierno disolvió la SIDE
Después de muchos cabildeos, el Gobierno disolvió la
SIDE y convocó a armar otra estructura que obligatoriamente tendrán que
rellenar con el mismo personal de la anterior, por lo cual poco y nada
alentador se puede vaticinar sobre esa medida. No estará Stiusso (es de
imaginar) pero otros como él, acostumbrados a espiar, sembrar cizaña,
acusar falsamente, perseguir, crear proyectos X o Z, y hasta prefabricar
atentados, ya estarán imaginando “nuevos” y peligrosos escenarios.
En
medio de todo este complicado panorama, un dato importante: siguen
avanzando las alianzas estratégicas en lo económico de América Latina
con China y Rusia. Otros dos detalles a tener en cuenta para imaginarse
por qué razón Washington -siguiendo las coordenadas fijadas para todo el
continente- alienta, sin ningún tipo de sutilezas, cambios de
gobiernos. Incluso en aquellos que hasta ayer nomás consideraba como
fuerza propia.
viernes, 6 de febrero de 2015
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