domingo, 21 de abril de 2013

Bergoglio les dió la espalda

Graciela Yorio responsabiliza al Papa Francisco por el secuestro de su hermano Orlando Yorio en 1976.


Domingo, 21 de abril de 2013

DECLARO EN EL JUICIO SOBRE LA ESMA LA HERMANA DEL SACERDOTE ORLANDO YORIO 
“En situación de total desprotección”

Graciela Yorio dijo que su hermano y Francisco Jalics quedaron sin apoyo de quien era el provincial de la Compañía de Jesús, Jorge Bergoglio, cuando fueron secuestrados. Dio detalles sobre su cautiverio y posterior liberación.

Por Alejandra Dandan
 
Graciela Yorio

Orlando Yorio y Francisco Jalics pertenecían a la Compañía de Jesús. En 1976, sabiéndose perseguidos, acudieron a ver al provincial de la Orden, Jorge Bergoglio. El ahora papa Francisco aseguró que hizo gestiones por ellos. La hermana de Orlando Yorio declaró el jueves pasado en el juicio por los crímenes del centro clandestino de la Escuela de Mecánica de la Armada, donde ellos estuvieron secuestrados los primeros días de los cinco meses de cautiverio. Graciela Yorio explicó que Bergoglio, en cambio, los dejó en una situación de “total desprotección”, como lo repitió su hermano hasta su muerte en el año 2000.
“(En 1976) El provincial les dice que no puede resistir más las presiones, tanto desde Roma como desde la Iglesia argentina, y los insta a pedir las dimisorias para que renuncien a la Compañía de Jesús”, explicó. “Tanto Francisco como Orlando veían que su permanencia se hacía cada vez más difícil. Renuncian. Nunca tienen respuesta de ese trámite, pero el provincial Bergoglio les dice que busquen un obispo que los reciba en su diócesis, porque los sacerdotes que salían pasaban al clero secular, pero tenían que tener un obispo que los amparara en su diócesis.” Vieron a varios obispos, pero ninguno quiso recibirlos: habían recibido muy malos informes de ellos. “No estaban en la Compañía de Jesús ni en jurisdicción de ninguna diócesis, y en esa situación de total desprotección, el 23 de mayo de 1976 fueron secuestrados por grupos de tarea de Infantería de Marina, en un operativo con perros, hombres armados. En ese operativo también se llevan de la parroquia a ocho catequistas. En ese momento, ni mi hermano ni Francisco oficiaban la misa, porque a mi hermano también el cardenal (Juan Carlos) Aramburu le había quitado las licencias sin explicación.”
En 1977, y ya en Roma, donde viajó después del secuestro, Yorio escribió una carta de 27 páginas destinada a sus superiores. Relató la situación de “hostigamiento y de persecución” que vivió dentro de la Compañía de Jesús hasta la caída en la ESMA. En la audiencia, un abogado le preguntó a Graciela si de la carta surge un vínculo entre la persecución, el hostigamiento y el secuestro. Ella volvió al dato del “abandono” para plantear el vínculo entre uno y otro momento. “A través de la lectura surge una clara persecución desde la Compañía de Jesús y de algunas de sus autoridades, también surge el abandono como una cosa muy clara: salir de la Compañía, no tener obispo que los ampare, quedar en una situación de total abandono, y ahí sobreviene el secuestro. De la lectura de esa carta surgen muchas verdades.”
Yorio nunca recibió respuesta de esa carta. El abogado Luis Zamora representa a los familiares de las víctimas. En la audiencia, pidió a los integrantes del Tribunal Oral Federal 5, presidido por Leopoldo Bruglia, que solicite a la Compañía de Jesús en Roma a través de un oficio “no sólo las actuaciones que certifiquen la copia del original de la carta presentada, sino de todo lo que se puede agregar que interese a este debate”. El Tribunal ahora tiene que tomar la decisión.

La declaración

Graciela no había declarado antes porque lo había hecho su hermano. Un fiscal le preguntó por el secuestro, ella empezó un poco antes. Orlando se ordenó a fines de 1966, dijo. En el ’69, le ofrecieron una cátedra de teología en el Colegio Máximo. Fue vicedecano.
Un grupo del Colegio Máximo se cuestionó en cierto momento cambiar la vida en comunidades grandes por comunidades más chicas, para insertarse en los barrios, estar cerca de la gente y vivir del trabajo. Hablaron con los superiores, se aceptó la propuesta y “la alentaron”, subrayó la mujer. Fundaron tres comunidades: en Ituzaingó, otra en Capital y la tercera en el barrio Rivadavia, cerca del asentamiento del Bajo Flores.
A fines del ’75, “ya las presiones y los comentarios decían que ellos eran guerrilleros y subversivos. Volvieron a consultar a Bergoglio y le pidieron que parara esos rumores dentro de la Compañía y de otras comunidades religiosas”, explicó la mujer. “El se comprometió a pararlos, pero aparentemente no pasó. Francisco Jalics lo relata en su libro Ejercicios de meditaciones. Ahí dice: ‘No-sotros sabíamos de dónde soplaba el viento y fuimos a hablar con esa persona para que pare esos rumores porque nuestra vida estaba en peligro’.”
A comienzos de 1976, Bergoglio les pidió la renuncia y los mandó a ver al obispo Miguel Raspanti, de Morón. Ellos lo hicieron. Graciela contó que su hermano se sorprendió cuando el obispo le pidió que se retracte. “Mi hermano, muy sorprendido, pregunta: ¿retractarme de qué? El obispo insistió. Y como ve la ignorancia total de mi hermano, le dice: ‘Bueno, entonces vaya a ver a hablar con el provincial’.”

El secuestro

El operativo en la villa tomó todo el barrio. Más de cien personas armadas. Gabriel Bossini daba la misa. Los del operativo esperaron a que terminara para llevarse a los curas. Cargaron a Yorio y Jalics en coches distintos, encapuchados. Saquearon la casa sacerdotal: se llevaron libros, papeles, documentos y los pocos objetos de valor. Una vecina llamó a casa de los Yorio para dar la noticia. Dos días después, llamó una de las catequistas secuestradas y liberadas, y les dijo que los dos podían estar en la ESMA.
“Ahí empezaron nuestras gestiones, por supuesto entre las primeras fue recurrir al padre Bergoglio, que era el provincial y supuestamente el inmediato superior”, dijo Graciela. “Tuvimos tres entrevistas en el Colegio Máximo y él concurrió a casa de mi madre en dos oportunidades. Nunca tuvimos información de su boca, nunca nos dijo nada, más bien no- sotros contábamos todo lo que podíamos saber. Sí recuerdo que yo le dije que antes del secuestro había visto a mi hermano muy preocupado por el abandono de la Compañía y de la Iglesia y preocupado porque los obispos tenían muy malos informes de los dos. Le cuestioné eso. Y eso lo recuerdo perfectamente, él me dijo: ‘Yo hice muy buenos informes, si querés te los muestro’. Hizo ademán de buscar algo, volvió sobre sus pasos y no me mostró nada. Simplemente me dijo: ‘Cuidate mucho, a la hermana de Fulano la secuestraron y la torturaron y no tenía nada que ver’. Yo era la hermana de Orlando.”
Después de los primeros meses de búsqueda, no tuvieron más contactos con el provincial “porque era más lo que informábamos nosotros que lo que él nos decía”. Orlando y Francisco aparecieron el 23 de octubre, sin grilletes, en un bañado de Cañuelas. Habían estado los primeros cuatro o cinco días en la ESMA. Los interrogaron bajo los efectos de una anestesia. Alguien que sabía de teología les hizo preguntas: “Mire, con ustedes hemos tenido un gran problema –le dijo a Yorio–: a no- sotros nos dijeron que tenían armas, municiones, que eran subversivos, pero usted es un buen sacerdote. Lo único que ha hecho mal es interpretar mal el Evangelio en lo referido al trabajo de los pobres, usted tiene que estar con los ricos que son los que más lo necesitan”.
Luego los llevaron a una casa operativa en Don Torcuato. Los ataron a una cama engrillados de pies y manos. Quedaron a oscuras. “No les daban muchas explicaciones. Sólo una vez les dijeron que iban a tener una visita importante, los hicieron bañar, ellos presintieron que había cuatro personas: tres hablaban y uno permanecía en silencio.”
Una vez liberado, Yorio volvió a esa casa. “La ubicaba perfectamente por varias razones”, dijo su hermana. “Sus carceleros los hacían llenar la boleta del Prode, ahí figuraba el nombre de la agencia y decía ‘Don Torcuato’. El pan tenía una bolsita con la dirección de una panadería. Cerca o enfrente escuchaban ruido de botellas en cajones metálicos y porque algunas noches los carceleros llamaban a mujeres para pasar la noche y por teléfono daban la dirección, casi estoy segura de que era Camacuá y Buenos Aires.”
El 23 de octubre se despertaron en Cañuelas, en medio de la noche, mareados. No tenían grilletes, movían las manos, se sacaron la capucha y vieron las estrellas. Al amanecer caminaron hasta una casa. Los habitantes habían visto bajar un helicóptero. Francisco encontró dinero en un bolsillo, subieron a un colectivo a Constitución. “Y de allí, en harapos, de- sorientados y con esa delgadez” consiguen dinero y viajaron a Flores, donde hicieron contacto con las familias.
“Por la casa de mi madre pasó gente hasta muy tarde en la noche para saludarlo y saber qué le había pasado. A los dos días vuelven a llamar los vecinos de la villa porque lo estaba buscando la policía. Videla quería saber qué le había pasado. Y ahí tuvieron que esconderlo. Permaneció escondido hasta tener seguridad. Se consigue la protección de la nunciatura, un coche diplomático. No tuvo que responder preguntas porque le dijeron: padre diga ‘no me acuerdo’ Le dieron su pasaporte, documentos y logró ser recibido por el obispo (Jorge) Novak. Pero mi hermano pidió que los informes al provincial fueran en forma oral y delante de suyo. Bergoglio informó muy bien de mi hermano.”
Novak mandó a Yorio a Roma a estudiar derecho canónico. Cuando llegó, se encontró con el padre Cándido Gabiña, que había sido profesor suyo en Argentina. “El padre me saca la venda de los ojos”, escribió Yorio después. “Me dice: ‘A vos te han expulsado’.” Yorio escribió la carta en 1977. Volvió a Argentina en 1979.
–¿Sabe si la carta tuvo algún trámite en Roma? –preguntó Zamora.
–Fue presentada en Roma, nunca tuvo respuesta. En el año ’96, mi hermano vuelve a Roma por otras cuestiones y el general de los jesuitas, de apellido holandés, le pide perdón y le propone regresar a la Compañía. Mi hermano le dijo: siempre y cuando se sepa la verdad de lo que pasó conmigo. Aparentemente le dicen que no es posible. Y entonces mi hermano no regresa.
El juez Bruglia le preguntó a Graciela si quería decir algo más. “Simplemente que lo vivido por mi hermano es una injusticia muy grande, y nuestro reclamo es también hacia la Iglesia, todos los han abandonado, tanto la Compañía de Jesús como la Iglesia. Si la respuesta está en la Iglesia, quisiéramos conocerla. Fue un acto de injusticia muy grande.”


Graciela Yorio responsabiliza a Bergoglio

En su declaración Bergoglio niega todo, .

 Graciela Yorio


 Francisco Jalics

Un sacerdote jesuita cuyo secuestro durante la dictadura militar argentina hace décadas provocó fuertes críticas al cardenal Jorge Mario Bergoglio, que recientemente fue elegido papa Francisco, aseguró que él y el pontífice se han reconciliado.
El padre Francisco Jalics, que ahora vive en un monasterio en el sur de Alemania, dijo el viernes en un comunicado que habló con Bergoglio mucho tiempo después de que fueran secuestrados él y el sacerdote Orlando Yorio en 1976.
Bergoglio ha dicho que él recomendó a los sacerdotes dejar su trabajo en los barrios pobres por su propia seguridad, pero ellos se negaron. Yorio, quien ya falleció, después acusó a Bergoglio de entregarlos a los escuadrones de la muerte por negarse a respaldar públicamente el trabajo que ellos hacían.
"No fue sino años después que tuvimos la oportunidad de hablar con el padre Bergoglio... para conversar sobre lo sucedido", dijo Jalics el viernes en sus primeras declaraciones sobre el secuestro, que ocurrió cuando el nuevo papa era líder de los jesuitas argentinos.
"Después de eso, celebramos una misa juntos en público y nos dimos un abrazo solemne. Estoy reconciliado con los eventos y considero el asunto cerrado", agregó.
Nadie pone en duda que Bergoglio, al igual que la mayoría de los argentinos, no enfrentó abiertamente al régimen militar argentino que gobernó de 1976 a 1983, el cual secuestró y mató a miles de personas en la llamada "guerra sucia" para eliminar a sus opositores de izquierda. Pero las opiniones difieren sobre qué tanta responsabilidad tiene el nuevo pontífice en torno a la oscura historia de la Iglesia católica argentina por apoyar a la dictadura asesina.
Cuando la junta llegó al poder en 1976, Bergoglio retiró su apoyo a los dos sacerdotes de barriadas, cuyos colegas del movimiento de la teología de la liberación estaban desapareciendo. Luego los sacerdotes fueron secuestrados y torturados en la Escuela Superior de Mecánica de la Armada (ESMA), que la junta utilizaba como centro clandestino de detención.
Sergio Rubin, el biógrafo autorizado del papa, argumenta que la Iglesia católica en general cometió un error al no confrontar a la junta, al tiempo que activistas argentinos por los derechos humanos han manifestado que Bergoglio nunca colaboró con la dictadura.
Jalics, que tiene un poco más de 80 años, se encuentra en estos momentos fuera de Alemania y no fue posible contactarlo para preguntarle sus comentarios más allá del comunicado. Thomas Busch, un portavoz de los jesuitas en Munich, dijo que la conversación entre Jalics y Bergoglio ocurrió en el año 2000.
En su comunicado, publicado en la página de internet de los jesuitas alemanes, Jalics no dio detalles sobre lo que hablaron respecto del secuestro.
"No puedo comentar sobre el papel del padre Bergoglio en estos sucesos", afirmó. Sin embargo, deseó "al papa Francisco grandes bendiciones de Dios en su puesto".

 Nueva versión: lo hicieron callar



19/03/2013

"Mi hermano fue un canje entre la Iglesia y la dictadura"

Rodolfo Yorio, hermano de uno de los dos jesuítas capturados y torturados por la Junta Militar de Videla cuando el hoy papa Francisco era el superior de la Compañía de Jesús, denuncia que en aquella época Jorge Mario Bergoglio "desarmó las pastorales en las villas miseria" de los sacerdotes que atendían a los pobres en esas chabolas

 ANA DELICADO

 El padre Orlando Yorio fue capturado y torturado durante la dictadura argentina.


Rodolfo Yorio es hermano de uno de los dos curas capturados y torturados durante la dictadura argentina (1976-1983) cuando estaban bajo la orden del jesuita Jorge Bergoglio, que este martes asume el pontificado como Francisco. El secuestro de los sacerdotes, que fueron liberados a los cinco meses, ha sido la baza principal que se ha agitado para vincular al nuevo Papa con el régimen militar. En esta entrevista, Yorio analiza la actuación del Sumo Pontífice y el papel de la Iglesia católica en aquellos años.

P.- ¿Qué responsabilidad tiene Bergoglio en el cautiverio que sufrieron su hermano Orlando y Francisco Jalics?
Los dos quedaron desprotegidos de la autoridad provincial, que era Bergoglio, antes de ser secuestrados durante cinco meses. A Orlando le aplicaron una inyección como droga de la verdad en el único interrogatorio que tuvo, y ahí le dijeron: "Hemos ido a su casa porque nos dijeron que había armas, material subversivo, mujeres y municiones. No encontramos nada, pero va a permanecer sin libertad algún tiempo" También añadieron: "Usted tiene una desviación teológica porque cuando el Evangelio habla de los pobres, se refiere a los pobres de espíritu. Y usted se ocupa de los pobres materiales, y los organiza. Eso no es subversivo todavía, pero puede llegar a serlo".
P.- ¿Cree que Bergoglio es responsable por colaboración o por omisión?
Por omisión. Dejó correr versiones e injurias sobre ellos. Los puso en situación de riesgo y no trató de evitarlo.
P.- ¿Tiene alguna sospecha de quién calumnió a su hermano?
Fue un sector de la Iglesia, no sólo una persona.
P.- Bergoglio ha explicado que no tenía contactos para ayudar a su hermano y a Jalics una vez fueron capturados.
Él dijo que había hablado dos veces con [el ex dictador Jorge] Videla y con [el ex jefe de la Armada Emilio] Massera. Yo no creo que sea cierto. Quien salvó a mi hermano fue la Nunciatura.
P.- ¿Cómo lo sabe?
Mi hermano estuvo cautivo cinco meses encapuchado en una casa, con una cadena entre los pies y las manos que estaba soldada a una bala de cañón. En esos ciento y pico de días de cautiverio, nunca supo si cada día era el último. Antes de su libertad, les pusieron tanto a Jalics como a mi hermano una inyección para dormirlos, y los abandonaron en un descampado. Antes de eso, la guardia que los cuidaba les dijo: "Hoy tienen una visita importante". Les permitieron bañarse, los cambiaron de ropa, los volvieron a poner en la habitación encapuchados y ahí entró alguien para verlos, que estuvo dos minutos, y se fue. El domingo 23 de octubre fueron liberados.
P.- ¿Quién cree que los visitó?
El Nuncio Pío Laghi, el embajador del Vaticano en Argentina en ese momento.
P.- ¿Qué hizo Orlando apenas reapareció?
Lo primero que hizo fue llamar a su jefe, Bergoglio, quien le dijo: "No te puedo ayudar". Una persona que estaba con él fue testigo de esa conversación cuando lo llamó mi hermano, y nos contó su inmediata reacción. ¿"Y quién era"?, le preguntó esta persona. "Yorio, que lo soltaron", respondió Bergoglio. "¿De dónde?" "Estaba secuestrado". "¿Y cómo es que aquí no sabíamos nada?". "Nada, que se joda". Hasta ahí, Bergoglio no sabía que la Nunciatura había intervenido.
P.- ¿Qué pasó después?
Llegó la Policía a casa buscando a mi hermano porque había orden presidencial de que fuera a hacer la denuncia de privación ilegítima de libertad. Nosotros nos lo habíamos llevado a a otro lado.
P.- Pero al final su hermano fue a la Policía un día después de ser liberado.
Cuando Orlando fue a presentar la denuncia, lo hizo acompañado de gente de la Nunciatura. Es decir, que ya estaba bajo protección diplomática. Aclaro que el oficial que tomó la denuncia puso "no se acuerda" en todas las respuestas. En el mismo momento de hacer la denuncia, la Policía ya tenía listo su pasaporte y su DNI.
P.- ¿Y cómo reaccionó Bergoglio ante esto?
Se asustó. Tenga en cuenta que el almirante Massera jugaba una vez por semana al tenis con el nuncio apostólico. Entonces Bergoglio cambió y facilitó todo. Llamó al obispo de Quilmes, Jorge Novak , habló maravillas de mi hermano para que lo aceptara, le compró el pasaje para Italia, y ahí Orlando fue enviado a Roma a estudiar derecho canónico.

Bajo la orden jesuita

P.- ¿Su hermano llegó a ser expulsado de la orden?
Mi hermano quedó fuera de la orden jesuita cuando ya estaba en Roma. Cuando fue secuestrado era todavía parte.
P.- ¿No le habían quitado la protección institucional?
No, eso no se puede retirar. Sí le quitaron las licencias para dar misa, y no Bergoglio, sino [el entonces arzobispo de Buenos Aires Juan Carlos] Aramburu, titular de la Iglesia argentina.
P.- ¿Y a Jalics tampoco lo expulsaron?
Mo hubieran podido hacerlo jamás, porque tenía votos perpetuos.
P.- O sea que los dos pertenecían a la orden cuando fueron secuestrados.
Sí, estando bajo la responsabilidad de Jorge Bergoglio. Él no quería encargarse de las labores pastorales que hacían en la villa. Pero todo sacerdote debe estar encardinado bajo una autoridad. Es cuando Bergoglio les dijo: "Bueno, si se quieren quedarse en las villas, los voy a ayudar, pero necesitan otra autoridad, un obispo". Y los mandó a ver algunos, pero todos se negaban: "No, Bergoglio nos dio malos informes de ustedes", decían. En ese interín fueron secuestrados. Bergoglio no los quería, así de simple.
P.- ¿Por qué no los quería?
Decía que estaba muy presionado, pero nunca se supo por quién.
P.- ¿Cuál creía su hermano que fue el papel de Bergoglio en su secuestro?
Él presentó un recurso de amparo al padre Moura, que era el secretario general de la orden jesuita a nivel mundial, donde relató toda la historia.
P.- ¿Y cita expresamente a Bergoglio?
Sí. Orlando era vicedecano de Teología en la Universidad de San Salvador. Le habían sacado la cátedra sin explicación, y luego comenzaron las calumnias. Y Bergoglio nunca se ocupó de desmentirlas, aunque era su obligación por ser su superior.
P.- ¿Orlando pensaba que Bergoglio estaba detrás de su secuestro?
No sé si tanto. Sí creía que estaba detrás de separarlo de la orden.

Bergoglio, "argentino y peronista"

P.- ¿Qué relación tuvo Bergoglio con la organización de la derecha peronista Guardia de Hierro?
Bergoglio simpatizó toda su vida con esa organización, que [en 1973]se hizo cargo de la Universidad de San Salvador . En 1976 nombraron a Massera "honoris causa".
P.- ¿Bergoglio tuvo contacto directo con Guardia de Hierro una vez pasó a ser superior provincial de los jesuitas en 1973?
La Universidad de San Salvador, que es una  de las más importantes de Buenos Aires, está en manos de los jesuitas. La Iglesia fue derivando a laicos a determinadas administraciones, y una de ellas fue esta universidad. Bergoglio no era el rector, pero en términos generales tenía alguna responsabilidad sobre los laicos que puso y que echaron a mi hermano de la cátedra de Teología.

El papel de Bergoglio durante la dictadura

P.- ¿Sabe de acciones directas de Bergoglio para rescatar a gente secuestrada?
No. Pero sí rescató, protegió y escondió a gente que podía ser secuestrada.
P.- ¿Quiénes son?
No se lo puedo decir, los perjudicaría. Pero no le demos tanto palo a Bergoglio. La cantidad de gente, del periodismo y de la sociedad civil que tuvo relaciones con la dictadura es muy grande. Como dice San Agustín: "Primero la verdad". A Orlando le ofrecieron volver a la orden después de su estancia en Roma, y Orlando puso la condición de que se aclarara todo el tema de calumnias que nadie avalaba.
P.- Usted ha dicho que su hermano y Jalics eran un escollo para que Bergoglio alcanzara lo que quería conseguir.
No entiendo por qué Bergoglio desarmó las pastorales en las villas, y ahora se presenta como el Papa villero.
P.- Pero ¿adónde quería llegar Bergoglio?
Y... ahora es el Papa. Y un político muy fuerte, una persona con mucha tenacidad y talento. Es muy hábil para ascender al poder.
P.- ¿Y por qué Jalics y Orlando eran en eso un problema?
Aunque ya los han sacado de circulación, Jalics tenía libros de Teología que se usaban en las cátedras. Y posiblemente Bergoglio no estaba conforme con esa Teología, que es algo que escriben los hombres, no Dios. Y mi hermano, como titular de Teología, posiblemente daba una interpretación de lo teológico más popular.
P.- ¿Cree que Bergoglio sabía del peligro que corría su hermano al retirarle su apoyo?
Sí, era una obviedad. Además se lo dijeron. "Nos estás poniendo en riesgo, nos van a matar".
P.- En el operativo en el que fueron secuestrados su hermano y Jalics también estaban cuatro catequistas y dos de sus esposos, que continúan desaparecidos. ¿Sabe si Bergoglio tiene sobre esto alguna relación?
Es difícil que Bergoglio haya actuado de manera directa o pedido el secuestro y muerte de alguien, pero sí podría haber mirado para otro lado. En la Iglesia argentina, no obstante, hay gente mucho peor que él, incluso curas que participaron en torturas. Hay prelados mucho más peligrosos y crueles que Bergoglio.
P.- ¿Por qué cree que Bergoglio dejó de ser jesuita en 1979, cuando todavía estaba vigente la dictadura?
Es un misterio, un agujero negro. Nadie sabe ni dice nada. La orden le sacó el cargo de superior provincial y lo envió a un convento en Córdoba (centro de Argentina). Estando en ese convento, de repente lo llamó el jefe de la Iglesia argentino, el monseñor Antonio Quarracino, y le firmó el decreto que lo convirtió en obispo. Y ahí empezó una carrera meteórica.
P.- ¿Qué cree que pasó?
Creo que Quarracino necesitaba un heredero. Y ahí Bergoglio se olvidó de los jesuitas. ¿Qué le importaba, si ya era obispo, y luego sería cardenal?

Informes inexistentes

P.- ¿Usted habló con Bergoglio alguna vez cuando su hermano estaba en cautiverio?
Sí, más de una vez.
P.- ¿Qué le dijo?
Que iba a ver qué podía hacer. Nunca pretendimos que armara una fuerza de tareas para rescatar a Orlando. Sólo le pedimos que nos mostrara cuáles eran esos informes que lo calumniaban. Pero jamás los exhibió.
P.- ¿Usted ha visto algún documento en el que se hablara mal de su hermano o Jalics?
No, ni yo, ni nadie. Hay un solo informe que rescató [el periodista argentino Horacio] Verbitsky de la Cancillería. Cuando Jalics volvió a la Argentina, Bergoglio firmó una nota en la que dijo que Jalics era una persona disociadora de la comunidad cristiana.
P.- ¿Y cree que hay por escrito acusaciones contra su hermano?
No, nadie puede haber firmado esos informes, porque para eso hay que tener pruebas. Pero sí que se harían comentarios. La Iglesia es como el Vaticano, un lugar de chismes, de intrigas y de muerte. Nosotros tenemos un  reclamo con la Iglesia: queremos que se nos diga qué actos administrativos determinaron que mi hermano debía irse de la orden. Y  si no hay, que lo reconozcan.
P.- ¿Han hecho un reclamo formal?
No, porque necesitamos un canonista -un abogado de la Iglesia- y todavía no lo hemos conseguido. Hace dos años mi hermana fue a ver a uno en la Universidad Católica Argentina, pero la atendió en la vereda [acera], y ni siquiera la hizo pasar.
P.- ¿Y  bajo qué justificación se negó a ayudarles?
Dijo que eso era cosa del pasado.

Psicópata cruel

P.- ¿Cuándo fue la última vez que usted habló con Bergoglio?
Cuando vino a casa de mi madre y dijo que de Jalics todavía se hablaba, pero que de Orlando ya no. Nos dio la idea de que mi hermano estaba muerto.
P.- Dijo que lo habían fusilado.
Sí, se lo dijo a mi madre, además.
P.- ¿Qué sentido tenía afirmar algo así?
Porque tiene una personalidad disociada. Ahora es un santo. Pero una persona puede ser dos cosas al mismo tiempo.
P.- Y si ahora es un santo, ¿qué era antes?
Un psicópata cruel. Comenzó con un marketing directo de pobre después de volver del ostracismo del monasterio. Ahí comenzó a ser otra persona, hasta físicamente. Antes era alto y corpulento, de mucha presencia. Cuando volvió, su aspecto físico daba pena. Así empezó con su campaña de austeridad y pobreza.
P.- ¿Por qué lo considera un psicópata cruel?
Por testimonios de quienes lo han conocido internamente, y de cosas que ha hecho.
P.- ¿Qué cosas ha hecho?
Olvídelo. Me van a acusar de injurias, y yo estoy hablando ahora de un jefe de Estado. Eso no lo pierdo de vista. Sólo tenemos un reclamo: primero, la verdad. Que alguien en la Iglesia se haga cargo de esos supuestos informes contra mi hermano.
P.- ¿Pero usted cree que era un psicópata cruel?
No lo creo, lo sé. Bergoglio funciona en base a objetivos. Si usted le sirve, no corre peligro. Si se convierte en un inconveniente, se ocupa de destruirlo.
P.- Una injuria es un agravio difamatorio. Pero usted dice tener base para llamarlo así.
Que lo digan los que lo han sufrido.

Cuestión de negocios

P.- Sin embargo, el Premio Nobel de la Paz argentino Adolfo Pérez Esquivel ha desvinculado a Bergoglio de la dictadura.
Me consta que Bergoglio protegió a gente, y no pudo haberlo hecho de no tener un vínculo que se lo permitiera. A lo mejor la mayoría de esas relaciones fueron para bien, pero otras no lo fueron tanto. Quien tiene la capacidad de proteger, tiene también la facultad de desproteger. 
P.- El primero que vinculó a Bergoglio con el régimen militar fue el defensor de los derechos humanos Emilio Mignone. ¿De qué lo acusaba?
De entregar sacerdotes, monjas, catequistas. Yo así lo pensaba por entonces. Ahora creo que Bergoglio hizo sólo pecado de omisión.
P.- ¿Por qué cambió de opinión?
Por la reconstrucción de los hechos. ¿Qué sentido tenía tener guardados a dos curas cinco meses cuando los militares eran dueños de la vida y de la muerte? Le puedo contar para qué.
P.- ¿Para qué?
La dictadura buscaba una base en la sociedad civil y religiosa. Había un vínculo importante entre el nuncio y Massera, y Videla quería que el Episcopado recibiera a su ministro de Economía José Alfredo Martínez de Hoz. Supongo que el nuncio convenció a los obispos. Orlando fue liberado un domingo. A las 48 horas el Episcopado estaba recibiendo al ministro de Economía. Así se explica que hubiera una visita importante, como dijo la guardia, al lugar del cautiverio de Orlando y Jalics cuando estaban secuestrados.
P.- Cree entonces que la liberación de los dos curas está relacionada con el encuentro de Martínez de Hoz y los obispos.
Tal cual. Fue un canje. Su libertad salió en los diarios inmediatamente, y cuando mi hermano y Jalics fueron liberados, se despertaron del sueño inducido en medio del campo y descubrieron que tenían dinero en los bolsillos. Así que la dictadura hizo sus negocios. ¿Por qué no los mataron y los tuvieron encerrados tanto tiempos? Eran una pieza de la negociación. Si la Armada hubiera estado segura de las acusaciones que recaían sobre ellos, los habrían matado en 24 horas.

El nuevo Papa

P.- ¿Siente rencor hacia Bergoglio?
Sí. Pero yo no puedo ser autorreferencial. A nosotros nos pasó algo malo con él. A otra gente no. Ahora, puedo estar en desacuerdo de que quiera una Iglesia pobre. Para mí, esto es una gilada. La opción por los pobres es también que la Iglesia comprenda cuál es el origen de la pobreza, que es la acumulación de riqueza por un sector muy reducido dentro de una lógica capitalista terrible. Acá crece la villa 31 y crece Puerto Madero [el barrio más rico de Buenos Aires], ¿cómo puede ser? Cuando Juan Pablo II donó su anillo a la gente de Brasil, ¿qué resolvió?
P.- Bergoglio ha dicho ahora que la Iglesia debe ser para los pobres.
En buena hora, pero lo que se precisa es una Iglesia que actúe sobre las causas de la pobreza. Habla del sufrimiento de los pobres pero no de la usura internacional que deja a la gente sin casa y sin comida. Yo espero una actitud más firme, y ojalá la tenga.





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