De Gabriel Carbajales
“El que caga donde
come, es de otra manada; a la primer cagada, por pequeña que sea, volvélo a su
redil o cócele el culo; jamás te arrepentirás…”
Esta
mañana, a sabiendas de que trato de valerme, como muchas y como muchos, de las
armas virtuales que el capitalismo también pone en nuestras manos en este jugar
con fuego de la “democracia” y la “libre expresión de ideas y pensamientos” de
la burguesía, alguien me envió la siguiente misiva, a cuyo pie luce un garabato
que sugiere la firma de un tal “Héctor Amodio”.
No me
entretengo, por supuesto, en someterla a la consideración de grafólogos,
arqueólogos o antropólogos de ninguna academia, y la transcribo tal cual la he
recibido, sin reenvío ni al diario “El País” de Montevideo o Madrid, ni a Radio
Carve o Telemundo.
No me ocupo
tampoco de las moralejas, que caen de suyo nomás:
“(…) He podido sobremorir más de 40 años sin que hayan
pesado sobre mi conciencia esas cosas que pesan en las conciencias de algunos
de los personajes más jodidos de Shakespeare o Dostoievski, y que en general terminan
en el suicidio o el autoflagelamiento masoquista como una manera de la
contrición cristiana o algo parecido.
Nada que ver.
No me he suicidado porque no tengo ni un solo rasgo
psicológico, moral o espiritual, nada, absolutamente nada, que pueda hacerme comparable
al peor de los individuos, al más ruin y venal, que, sin embargo, de algún modo
busque sentirse redimido o aliviado por el duro arrepentimiento y la
autoeliminación al menos en los momentos culminantes de su vida.
Soy, sí, uno de los peores y más abyectos
individuos que han pisado esta tierra, pero no hay nada de ficción literaria o
arrebatos místicos de compunción conventual en mi prolongado y autoelegido sobremorir.
Nada hay en mí de esos remordimientos de conciencia
que habitualmente afectan a la gente que ha tenido algún severo traspié moral y
pretende redimirse imponiéndose drásticas rectificaciones de conducta que
permitan hacerlo sentir, todavía, gente, aunque conviviendo con angustias
infranqueables.
Soy el único desaparecido del Uruguay del que
alguna gente cree poder esperar aún una carta suya, pues mi desaparición no es
de la misma categoría que la del resto, del cual, en algunos casos, soy coautor
de las torturas y los asesinatos que precedieron a la desaparición.
La mía no es una desaparición vulgar ni fruto de lo
que algunos llaman erróneamente “traición”. Muy por el contrario, desaparecí, empecé
a sobremorir, a tener la apariencia de un enigma, cuando alcancé el grado más
elevado de consecuencia respecto a mis propias pautas de vida, que nunca oculté
aunque los demás no fueran capaces de percibirlas en mis propios actos
cotidianos, al menos en el entorno de la primera etapa de las dos de mi vida que
me han hecho famoso como sin duda lo soy.
“Traición” hubiese sido no actuar como actué
indefinidamente.
Desaparecí en el ejercicio de la más absoluta y muy
meditada coherencia que ha regido mi vida y que sigue rigiendo mi sobremorir
desde por lo menos aquel año de 1972 a partir del cual la historia no puede ser
contada sin mí.
Desaparecí protegido por ladrones, torturadores y
asesinos con y sin uniforme militar, pertenecientes a mi mismo mundo de seres
que viven gustosamente con la mierda al cuello día y noche, aunque vivan
empleando palabras como “honor”, “principios”, “rectitud”, etc., etc., etc. Me
hice humo amparado por especímenes de mi misma calaña, por más que yo, entre
ellos, fuese nada más que un pinche, un alcahuete, un advenedizo, un colado, un
vocacional del vivir la vida garroneando y ventajeando a diestra y siniestra
por mandato heredado de una estirpe que no era la mía, precisamente (soy hijo
de gente humilde, de trabajo, y no sé muy bien cómo a pesar de ello, salí como
salí: jodido a más no poder).
Empecé a sobremorir en mi muy especial
desaparición, asistido por mafiosos con rango de gobernantes y defensores de la
patria, la democracia y la libertad, a los que no podés darles la espalda ni mamado,
mucho menos si tenés cosas serias que contar sobre qué, cómo y hasta cuándo
hicieron durante una docena de años y más, pues en algunas de esas cosas yo fui
coautor, cómplice, encubridor, socio, hasta instigador de muy buena gana y con
tanta idoneidad como el mejor graduado en la universidad militar de la muerte y
en los escuadrones de Acosta y Lara, Campos Hermida, Castiglione y otros que no
nombro porque muchos aún viven y podrían caer en manos de alguna jueza o fiscal
desnorteado.
Si ustedes creen que yo puedo escribir cartas aún,
que puedo andar lo más campante por el mundo con identidad trucha sin que nadie
lo sepa o sabiéndolo solamente los servicios yanquis; si creen que las cartas
recibidas por algún medio, son mías mismo y no fraguadas por las mismas
oficinas de la CÍA que redactan editoriales del diario “El Paìs” de Montevideo
o de Madrid; si algún medio alienta expectativas de contar con mis servicios
para vender la mejor primicia de primera plana, estarán o no en lo cierto…
Pero nadie puede esperar de mí un arranque de
sinceramiento culpable que arrastre de las patas a algunos de mis congéneres de
la miseria burguesa para sacarlos de la impunidad… y ¡vaya si tendría para
decir!. ¡Vaya si hay delitos de lesa humanidad que podrían aclararse muy bien
si yo cantara!.
Nadie espere un solo dato que me haga fácilmente
ubicable como para exponerme a la tentación de alguna Mariana Mota que ande por
el mundo cazando chorros y asesinos a pesar de la heroica campaña de la SCJ
uruguaya.
A todos debe quedarles claro:
1.- Siendo muy joven –antes del accionar
sistemático del MLN--, cuando trabajaba como operario gráfico en el diario BPcolor,
de Montevideo, y a veces arrimaba al Sindicato de Artes Gráficas y me veía con
Gerardo Gatti y otras obreras y obreros gráficos, le robaba plata de los
bolsillos de sus ropas, en los vestuarios del diario, a mis propios compañeros
del taller; no lo hacía en grandes cantidades a cada cual, pero sumando una y
otra “punga”, me hacía la extra del día prácticamente día por medio. Nadie pudo
acusarme fehacientemente nunca, aunque muchos estaban convencidos de que era yo
el chorro furtivo y, sin embargo, la dejaban pasar para no pudrirla o no meterse
en líos. Así hasta que pasé a la “clande” y me empezaron a promover en la “orga”
por mi parla, mi capacidad de observación, mi iniciativa, mis dotes
organizativos y otras supuestas virtudes que parecían ser “mi forma de ser”.
2.- En una de las primeras expropiaciones del MLN,
me llevé un televisor para mi uso personal. Lo consideré algo natural, un
derecho que compensaba la vida sacrificada y arriesgada que implicaba la “lucha
clandestina” y sus obvias limitaciones.
3.- Obviamente que cuando pude meter mano a una
parte de otra expropiación bastante más importante como fueron las libras
esterlinas sacadas de la mansión de los Mailhos (familia involucrada en la
industria del tabaco y el negocio financiero), no titubeé un segundo y supe
quedarme con unas cuantas que, por otra parte, resultaron un buen auxiliar para
horas más difíciles de mis andanzas.
4.- Cuando fracasé en mi propósito de salir del
Uruguay, tratando de desvincularme del MLN allí, pero actuando a distancia, en
otro país, como dirigente-delegado suyo, me juramenté en cagar de alguna manera
a quienes se opusieron tajantemente a esa alternativa. Lo mismo hice con
algunos de los que se atrevieron a mirar con codicia a “La Negra Mercedes”, mi
mujer, pretendiéndola. De algún modo, algún día, me las cobraría, como
efectivamente lo hice, con creces, por cierto.
5.- En la fuga de fines del ´71 del Penal de Punta
Carretas, “El Abuso”, a la salida del túnel nos entregaban a cada cual un arma
de fuego con la que nos desplazaríamos de ahí en más. Me tocó un revólver que
no me gustó; así que convencí al que salía atrás mío con una pistola
automática, de mayor calidad y capacidad de fuego, de que el revólver era mejor
fierro, e hicimos el desigual trueque que en cierto modo fue posible gracias a “mi
prestigio militante” y a mi conocimiento de fierros.
Estos son apenas cinco detalles, cinco anécdotas,
que pintan de cuerpo entero lo que yo llamo coherencia y consecuencia. No
enumeraré otras posteriores, ésas que significan mi realización íntegra como
escoria social irrecuperable y que son, precisamente, lo que otros llaman “traición”.
Y que quede claro: no es que yo haya estado de
colado en el lugar y en el momento equivocados. Estuve donde estuve y cuando
estuve, porque otros creyeron que individuos como yo podemos ser
revolucionarios; lo que sí puede ocurrir es que en el desarrollo aleatorio, caprichoso
y tumultuoso de la historia, de no ocurrir ciertas circunstancias, especímenes
como yo podamos seguir de largo y llegar vaya a saber uno hasta dónde, hasta
que ¡zas!…
(aquí la carta se torna ilegible casi por completo,
y sólo pueden descifrarse, como codificadas y al final, estas palabras: “alguien me busca como para terminar de matarme,
pero mi sobremorir cierto o imaginado es buen negocio editorial al menos,
todavía, y tal vez sirva para que algunos pierdan unas horas de sueño…”.
Debajo de la supuesta firma, dice, ostensiblemente agregado por alguien que no parece
ser el que firma: “El que caga donde come,
es de otra manada; a la primer cagada, por pequeña que sea, volvélo a su redil
o cócele el culo; ¡jamás te arrepentirás!…”).
Gabriel –Saracho- Carbajales, Montevideo, 12 de
abril de 2013 (dos días antes del 41º aniversario del día en que los futuros golpistas
se cobraron con el cobarde asesinato del matrimonio Martirena y los demás
compañeros, la ejecución de buena parte de la plana mayor impune del “Escuadrón
de la Muerte” al servicio de la burguesía que enseguida ordenó la más bestial
cacería humana del Uruguay “moderno”, en la que Héctor Amodio Pérez se cobró
todas sus cuentas pendientes desde que nuestros ojos distraídos priorizaron las
formas por encima de los contenidos sagrados de la Revolución y los valores
ideológicos básicos se convirtieran en una cuestión “teórica”).
.
No voy a defender a Amodio Pérez,porque no leí su carta y no sé todos los misterios que guarda la logia del MLN.-Pero me pregunto si no será (Amodio Pérez) el chivo expiatorio que necesitaba el MLN para tapar todas las transas que hicieron(que hoy hacen)los MLN que siguen en juego.-Y algunos otros que se han sumado a darles palos.- Mientras tanto, quien habla de Píriz Budes? Y del Negro Mansilla con los dólares que se quedó del secuestro de los hermanos Borng?nadie trata de traidor al Martínez Platero que dejó abandonados en cuba a 600 uruguayos.- El cómo te digo una cosa,te digo la otra,no me sirve,compañeros.-
ResponderEliminarY doy la cara :Estrellita Núñez requerido 348.
Es iposible y rídiculo creer que solo Amodio es el traidor, al MLN lo traicionaron varios, y muchos hoy ostentan cargos políticos, por algo quieren perdonar a los asesinos, no hace falta ser muy inteligente para darse cuenta.
ResponderEliminarAmodio es el que lleva todas las culpas.