Sirio López Velasco (lopesirio@hotmail.com)
El 7 de agosto de 1970 eran detenidos en Montevideo Raúl Sendic Antonaccio y casi todos los miembros de la Dirección del Movimiento de Liberación Nacional – Tupamaros.
En ese preciso momento me encontraba reunido con el Grupo en Formación del MLN-T, que entonces integraba. La radio proclamaba con gran entusiasmo la feliz victoria de las fuerzas represivas, mientras detallaba los nombres y antecedentes de los detenidos. El Responsable de nuestro grupo se retiró de la reunión para enterarse con exactitud de lo que estaba pasando. Y nos dejó leyendo uno de los primeros Documentos internos de la Organización. Pero nuestra desazón era tanta que tras la lectura de algunos párrafos y del intercambio de preguntas sin respuesta acerca de lo que estaba ocurriendo, decidimos dar por terminada la reunión y cada uno tomó su rumbo.
Se salió de la casa de Norma Scópice, que era donde estábamos reunidos, con un intervalo de diez minutos entre un compañero y otro, para que ningún vecino o transeúnte percibiera que en aquella casa había un grupo reunido. Volví meditabundo al diminuto altillo que compartíamos con un colega de la Facultad de Medicina. Y preferí la penumbra para imaginar qué podría pasar, y si también me tocaría la prisión o la muerte, hasta que me dormí sin percibirlo.
Hoy, cincuenta años después de aquel hecho hago un balance de lo que creía, conocía y esperaba en aquella época, con lo que creo, conozco y espero hoy, cuando me acerco a los setenta años. Entonces pensé que en pocos años tomaríamos el poder, como lo hicieron los barbudos cubanos al entrar en La Habana el 1 de enero de 1959, y que rápidamente haríamos la reforma agraria y la reforma urbana, daríamos a los trabajadores el control de las empresas, y estatizaríamos la Banca y el Comercio Exterior (medidas indispensables en cualquier proyecto socialista en Uruguay), al tiempo en que romperíamos la dependencia respecto del Imperialismo yanqui y desarrollaríamos una economía, educación, salud y políticas de vivienda independientes (como es indispensable en cualquier proyecto de liberación nacional).
Dos años después éramos derrotados militarmente por la brutal represión articulada por la oligarquía y el Imperio. Entonces conocimos el exilio por orden de la joven Dirección que había asumido las riendas del MLN-T. Y en ese período descubrimos que el mundo era algo mucho más amplio y complejo de lo que habíamos percibido a través del pequeño ojo de la cerradura, que es Uruguay.
Vino en Chile la confirmación de que un intento socialista en A. Latina está condenado al fracaso si no está apoyado sobre una sólida fuerza armada miliciana, que aplaste cualquier golpismo oligárquico-imperialista. Chile también nos reveló la realidad e importancia de las comunidades indígenas organizadas (que en Uruguay habían sido masacradas y disueltas a mediados del siglo XIX) para cualquier proyecto socialista en muchos países latinoamericanos donde la población indígena es demográficamente muy representativa.
Cuba nos mostró la realidad de escasez, persistencia, solidaridad internacionalista y alegrías de un pueblo que día a día intentaba construir el socialismo, al tiempo en que no dudaba de ni una sola palabra de Fidel y no sabía leer entre líneas las noticias del “Granma” (órgano oficial del Partido Comunista cubano).
Europa nos reveló una clase obrera organizada política y sindicalmente que había aceptado el capitalismo y trataba de mejorar su suerte en los límites de ese sistema. Pero descubrimos allí la perspectiva ambiental-ecológica.
Al mismo tiempo, la presencia en Bélgica, Francia u Holanda de refugiados que venían de países europeos supuestamente socialistas, demostraba que había algo podrido en el reino de Dinamarca. Con asombro y burla oímos a una historiadora derechista francesa vaticinando la desarticulación de la URSS y del campo socialista europeo. Pero en 1991 su profecía se cumplió casi exactamente. Cuba se vio privada de toda la ayuda y del intercambio económico amistoso que mantenía con la URSS y los países del CAME, y proclamó el Período Especial en Tiempos de Paz, mientras temía una invasión yanqui en cualquier momento.
Un compañero que residía en la Isla nos comentó cómo él y todos sus vecinos adelgazaron a ojos vista. Treinta años después los cubanos todavía sufren de aguda escasez alimentaria y carencias en el transporte público y en la calidad de la vivienda, y no son pocos (incluyendo a intelectuales, académicos y dirigentes) los que sueñan para la Isla una realidad similar a la de la actual China.
El problema y la pregunta es si ese país, a pesar de ser dirigido por un Partido que sigue autodenominándose “comunista”, merece ser catalogado como “socialista” en el sentido de Marx y del Che, cuando su economía reposa en gran parte en la acción de enormes empresas privadas (varias de ellas multinacionales) que explotan a millones de trabajadores, al tiempo en que algunos de sus multimillonarios dirigentes integran o se reúnen con el Comité Central del Partido Comunista de China.
Y entonces hoy sintetizo algunas ideas y expectativas centrales de mi credo como sigue. El capitalismo sigue siendo nefasto, como decía Marx, para las dos fuentes de la riqueza, que son el ser humano y la Tierra. En el Tercer Mundo centenares de millones de personas pasan hambre, mueren de enfermedades perfectamente prevenibles o curables, o llegan al fin de su vida (semi)analfabetas. La alienación capitalista, tanto en el Tercero como en el Primer Mundo, sigue haciendo de los seres humanos las víctimas de sus propias creaciones (como lo mostró genialmente Chaplin en “Tiempos Modernos”), al tiempo en que los separa de los otros y de la Naturaleza circundante.
Simultáneamente el capitalismo contamina y destruye a tal punto que hoy se teme por la sobrevivencia de buena parte de la Humanidad y del Planeta. En A. Latina se vio surgir y caer a varios Gobiernos llamados “progresistas” que no se animaron a ir más allá del capitalismo. El Estado Plurinacional boliviano acaba de ser derrocado por un Golpe oligárquico-racista-imperial. Entonces, a la vista de todo eso y para bien de la Humanidad y del Planeta, planteamos la necesidad de superar el capitalismo en el Ecomunitarismo, donde se realice el principio que reza “de cada uno según su capacidad y a cada uno según su necesidad, respetando los equilibrios ecológicos y la interculturalidad”.
En ese contexto habrán sido abolidos los Ejércitos y las Policía, pero sólo una fuerza armada de todo el pueblo permitirá avanzar hacia esas extinciones.
Claro que lo acontecido desde la caída de Sendic en aquel 7 de agosto de 1970 y mis 33 años de docencia universitaria (me) muestran que para llegar a la realización de aquel principio se necesitará una persistente educación problematizadora-ambiental-ecomunitarista generalizada y, también, que el camino será obstaculizado por la feroz resistencia del Imperio y las oligarquías. Y será muy difícil y dubitativo a causa de los errores propios que no dejarán de jalonar cada intento (aunque logre integrarse en una Patria Grande latinoamericana, soberana y solidaria).
Sólo con muchos esfuerzos y fracasos será posible avanzar hacia las diversas dimensiones constitutivas del Ecomunitarismo, que son: una economía ecológica y sin patrones, una educación ambiental generalizada (que incluya una educación sexual orientada al disfrute del libre placer compartido y que supere el machismo y la homofobia, y que integre también una educación física que promueva un deporte educativo, no competitivo-individualista y no crematístico), una política de todos (anclada en la democracia directa o al menos participativa, que acepte la forma representativa como último recurso, pero exigiendo la revocabilidad y rotación en los diversos cargos), una comunicación simétrica que ponga en manos de las comunidades los actuales medios privados de comunicación, y una estética de la liberación que permita a cada ser humano producir y apreciar las bellezas del arte, de la Naturaleza y de la vida.
Creemos que todos los obstáculos que hemos mencionado en lo que respecta a la superación del capitalismo y la búsqueda del Ecomunitarismo valdrán la pena para las generaciones que me sucederán, pues la continuidad del capitalismo (que nunca caerá solo, si no hay fuerzas populares que lo derriben y suplanten) pone en riesgo su propia vida, la de sus descendientes, y la de buena parte de la vida existente en la Tierra.
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