miércoles, 26 de agosto de 2020

Vivencias en Abya Yala

Abya Yala es el nombre con que se conoce al continente que hoy se nombra América, que literalmente significaría tierra en plena madurez o tierra de sangre

 

Por una conjunción ecomunitarista de vivencias en Abya Yala 

Por: Sirio López Velasco | Martes, 25/08/2020 

 

 El Golpe de fines de 2019 en Bolivia tuvo un claro componente racista anti-indígena (además y junto al ingrediente oligárquico, combinado con el intervencionismo yanqui y de sus aliados en el país y en la región). Así, por ejemplo, en las movilizaciones golpistas fueron agredidas las mujeres indígenas que vestían sus atuendos tradicionales, la golpista que se autoproclamó Presidenta entró al Palacio presidencial portando una Biblia y diciendo que quería exorcizarlo de la brujería india que allí había encontrado cobijo bajo los gobiernos de Evo Morales, y la bandera Wiphala fue descartada (y luego reasumida formalmente ante la indignación popular). Cuando en agosto de 2020 numerosos bloqueos trancaron en todo el país importantes carreteras, exigiendo la realización de las elecciones el 6 de setiembre (después de que ya habían sido postergadas dos veces) y la renuncia de la golpista, Ministros y dirigentes golpistas caracterizaron a los indígenas, campesinos y obreros movilizados, como "salvajes" y "bestias".

(Las elecciones han sido fijadas para el 18 de octubre de 2020). Ahora bien, en ese período resurge la prédica indigenista que en Felipe Quispe (El Mallku) reivindica al Qullasuyu y no a Bolivia, y reclama que los indígenas se autogobiernen, caracterizando como inválido todo lo que no sea originario, en una suerte de racismo invertido que responde al racismo oligárquico y pro-imperialista. El profesor universitario Dr. Simón Yampara, de origen aimara, da argumentos profundos en favor de esa postura, en la primera media hora del video "Felipe Quispe (El Mallku) Conversatorio Quillasuyu o Bolivia", disponible en youtube (grabado en la tercera semana de agosto de 2020). Resumo de la siguiente manera sus dos argumentos de mayor peso: 1) En los pueblos originarios el Tiempo se concibe en forma de espiral cíclica, por lo que el presente y el futuro siempre se alimentan del pasado, mientras que en la cultura mestizo-criolla importada de Europa el Tiempo es lineal y se rige por el lema "pasado-pisado"; 2) Los pueblos originarios se sienten parte inmersa en el todo de la Pacha Mama y en ese sentir se dan por meta el "bien vivir", que difiere del confort occidental que usa la Naturaleza como simple recurso agotable y glorifica la tecnología; Yampara dice que hay dos vertientes en esa segunda vivencia: la liberal-burguesa y la socialista (o supuestamente socialista que habría primado en los gobiernos de Morales). En trabajos que publicamos durante dichos gobiernos criticamos el hecho de que su política económica, con el supuesto fin de distribuir ayudas sociales, pactó con el extractivismo (incluyendo el ejecutado por multinacionales), transó con el capitalismo, y chocó con el modo de vida y expectativas de diversos grupos indígena-originarios-campesinos (que progresivamente se apartaron de Morales), en vez de ser coherente con el ideal del "bien vivir" anclado en el comunitarismo milenario de los pueblos originarios. Ahora bien, aquella crítica no significa que la propuesta ecomunitarista se limite a reivindicar un estacionamiento o vuelta paralizante a esa tradición.

La prueba de que ni los defensores del Qullasuyu pueden prescindir de la contribución de la cultura blanca-occidental lo muestran, por ejemplo, los hechos de que el Dr. Yampara defiende sus tesis usando términos debidos a la Filosofía europea (como el concepto de "horizonte" tan explorado por Gadamer), y que tanto él como Quispe se valen de los recursos de internet (que no es precisamente una invención aimara o quechua) para divulgar sus ideas y captar adeptos. Por eso el Ecomunitarismo, a partir de las tres normas fundamentales de la Ética (que nos exigen, respectivamente, luchar para garantizar nuestra libertad individual de decisión, realizar esa libertad en la búsqueda de consenso con l@s demás, y preservar-regenerar la salud de la naturaleza humana y no humana), reivindica una construcción teórica y práctica intercultural del nuevo orden socioambiental que camine hacia la superación del capitalismo (especialmente en nuestras tierras, y sobre todo en los países de Abya Yala donde las poblaciones originarias tienen hoy un significativo peso demográfico, aunque sea en una de su regiones). Esa dimensión intercultural debe ser transversal a todas las dimensiones constitutivas del ecomunitarismo: la economía ecológica y sin patrones, la política de todos (basada en la democracia directa, de raíz comunitaria local), la educación ambiental ecomunitarista socialmente generalizada (en la educación formal y no formal, desde la comunitaria y la maternal hasta la Universidad, y que incluye una educación sexual del libre y sano placer consensuado, superadora del machismo y la homofobia, que existen tanto en las culturas originarias como en las occidentales, y, también, una educación física que promueva el deporte formativo no individualista-competitivo ni crematístico), una comunicación simétrica (que ponga en manos de las comunidades los medios hoy usados como instrumentos del capitalismo), y una estética de la liberación (que permita a cada persona crear y disfrutar de la belleza en la vida, el arte y la naturaleza humana y no humana, en vez de reducirla a simple consumidora de la pseudocultura de masas).

Para tanto habrá de producirse, mediante un diálogo incesante, una conjunción entre lo que la cultura occidental aporta como instrumentos teóricos y prácticos para superar el capitalismo y caminar hacia el ecomunitarismo, y las tradiciones y vivencias originarias, negras y asiáticas que desde siempre se han opuesto al capitalismo en nombre de una integración solidaria entre personas y del respeto a la Pacha Mama. Esto último significa (como ocurre en la visión cíclica-en-espiral del Tiempo) la recuperación, renovada y ampliada, de las prácticas tecnológico-productivas originarias que reducen, reutilizan y reciclan los insumos y residuos, y usan energías limpias y renovables.

Por eso el ecomunitarismo supera con esa conjunción tanto al racismo colonial, muy vivo hasta hoy en los Estados latinoamericanos, como al racismo invertido que pretende renunciar a las contribuciones positivas de la cultura occidental y de otras culturas no indias para la superación del capitalismo. En la construcción de esa conjunción, el Estado Plurinacional, que en Bolivia había empezado a erigirse antes del Golpe (con los defectos inevitables en todo ensayo pionero), es un espejo en el que deben mirarse nuestros países (para adaptarlo y corregirlo según cada realidad), al tiempo en que caminan hacia la constitución de una solidaria y soberana Abya Yala vivida como Patria Grande, abierta a la cooperación solidaria y ecológica con todos los pueblos del mundo. En ese contexto cada comunidad y Estado proporcionará a cada persona y familia un "bien vivir" frugal (como lo exige la tercera norma fundamental de la Ética), intentando acercarse a la realización del principio que reza "de cada uno según su capacidad y a cada uno según su necesidad, respetando los equilibrios ecológicos y la interculturalidad". Las Milicias Populares serán el instrumento de defensa de ese Estado contra cualquier intentona golpista de la oligarquía racista y del Imperio.

 

 

 

 


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