Aurelio González perdió el acceso al archivo fotográfico que logró ocultar de la dictadura y rescatar 30 años después
Doble desaparición
Samuel Blixen
Brecha 18 noviembre, 2021
Cuando Aurelio González, el Gallego, que se metamorfoseó de obrero de la construcción en fotógrafo, dio por concluido su exilio y retornó a Uruguay en octubre de 1975, las emociones del reencuentro con su familia, sus amigos, sus camaradas del Partido compitieron con la ansiedad por concretar el otro reencuentro, aquel que cerraría el círculo de lo que quizás fue el más grande acto de militancia personal: el ocultamente de unos 43 mil negativos del archivo fotográfico del diario El Popular, órgano oficial del Partido Comunista, en medio de la furiosa represión tras la disolución de las cámaras.
Fue en los primeros días de julio de 1973, en plena huelga general, cuando era inminente el cierre de El Popular y el allanamiento de la redacción, con el consiguiente y previsible destrozo de cuanto pudiera ser destrozado. Aurelio tuvo tiempo, un tiempo que latía tan acelerado como el corazón, de guardar aquellos 43 mil negativos en latas y esconderlas en un oscuro pasadizo del Palacio Lapido, entre el primer y el segundo piso, un lugar hecho como a medida para esconder algo en ese edificio «modernista ortodoxo» de 18 y Río Branco, organizado por sus arquitectos «en distintos volúmenes [que] escalonan las alturas [y] manejan un cuidadoso equilibro de horizontales y verticales»; en definitiva, un laberinto. Allí dejó Aurelio en cajitas de lata el trabajo de 18 años como fotógrafo desde los primeros registros para el diario Justicia, un testimonio que era a la vez historia en imágenes y confesión de una sensibilidad social que conectaba su oficio con las luchas de clase, con las luchas del pueblo, oficio en lucha.
En cuanto pudo, en aquellos días de finales de octubre de 1985, Aurelio regresó al Palacio Lapido. No encontró las latas, no encontró el pasadizo, ni siquiera encontró aquel rellano entre el primer y el segundo piso; el edificio había sido remodelado. El archivo fotográfico escondido de El Popular (cuyo escondite Aurelio no reveló a los policías durante el interrogatorio que lo decidió a refugiarse en la embajada de México en 1975 y que constituyó un apreciado secreto durante su periplo por México, España y Holanda) había desaparecido.
La perseverancia de Aurelio está a tono con su historia personal. Nacido en Marruecos, donde su padre, un militar español, cumplía servicio en la zona bajo tutela española, viaja a España por cuenta propia y a los 17 años se enrola en la Marina. Un año después se lo ve encarando tareas pesadas en el puerto de Tánger, y a los 19, prisionero en Casablanca por haber ingresado ilegalmente al Marruecos francés, es deportado a Larache, donde lo espera el servicio militar obligatorio. Dos años después se escabulle en las bodegas de un barco y viaja como polizón hasta Montevideo, dejando definitivamente atrás aquel escenario colonial que moldeó a Francisco Franco como futuro dictador. Fotógrafo aficionado y obrero de la construcción, su militancia comunista lo encamina hacia El Popular, hacia el Palacio Lapido y hacia el pasadizo del entrepiso que en 1985 ya no existe.
Aquellas latas desaparecidas, la mitad de los negativos de su autoría, representan el registro minucioso de una determinación: captar en imágenes la historia diaria de las ocupaciones obreras, las movilizaciones estudiantiles, la barbarie represiva, los desmanes de los grupos nazis, los asaltos a la universidad, el multitudinario dolor por los asesinatos de estudiantes, las marchas campesinas, el golpe. La historia personal de Aurelio se confunde con la historia de un país.
El misterioso silencio sobre aquel archivo fotográfico confirmaba, en todo caso, que no había sido secuestrado. Reincorporado al periodismo fotográfico, Aurelio hizo para La Hora Popular lo que antes había hecho para El Popular: documentar la vida cotidiana desde un ángulo ideológico. De alguna manera, nunca perdió la esperanza de reencontrar aquellos negativos. La pista llegó recién en 2006 de la mano de un joven, Quique, quien, siendo un pibe de 12 años que ayudaba a su padre en tareas de construcción en el Lapido, había encontrado unas latas en unos vericuetos del edificio. Cuando finalmente la noticia llegó a Aurelio, no fue demasiado difícil ubicar lo que él calificó como «un monte de latas» y confirmar otros dos extremos de la increíble historia: el archivo estaba en el fondo de un ducto, un lugar diferente al escondite elegido por Aurelio; y por la forma en que estaban apiladas las latas, en medio de escombros y materiales de construcción, era evidente que algunos obreros habían calibrado la importancia del hallazgo y habían buscado un refugio más seguro para aquel tesoro.
A partir de entonces, Aurelio saltó a la notoriedad en innumerables entrevistas, charlas y conferencias; era incontrastable que él había escondido el archivo, que él no había abandonado nunca su búsqueda y que, aunque medió la suerte (que siempre aparece, y no es casual en tales circunstancias), el rescate había sido fruto de su empeño. Pero los 43 mil negativos significaron automáticamente un problema. Debía acondicionarlos, preservarlos y guardarlos de manera correcta. Necesitaba las condiciones mínimas, que no estaban a su alcance, en particular la digitalización de la totalidad del material. Acudió al Centro de Fotografía (CDF) de Montevideo, un organismo que actúa desde 2002 en la órbita de la División e Información de la Intendencia de Montevideo. Las autoridades del CDF aceptaron recibir aquel acervo y acordaron llevar adelante la digitalización. Y así comenzó lo que al final sería –así lo siente Aurelio – la segunda desaparición del archivo.
Aurelio cuenta que, hasta donde sabe, el CDF digitalizó una pequeña parte de los negativos entregados, alrededor de 4 mil, y que se le impide el acceso a la totalidad. Lo que en principio fue para Aurelio una oportuna solución, terminó siendo una disputa por la propiedad. En 2017 Aurelio debió enfrentar una situación que resultó particularmente dolorosa en su condición de militante. Ese año, el secretario general del Partido Comunista, Juan Castillo, firmó un documento por el que el Partido donaba todos los negativos al CDF, es decir, a la Intendencia de Montevideo. El razonamiento fue lineal. El Partido era propietario del diario El Popular y El Popular era propietario del archivo.
Ese fue el argumento central de Castillo y sus abogados en el juicio civil promovido por Aurelio. «El archivo no es tuyo», dice Aurelio que le dijo Castillo, a quien refiere como «señor», como para subrayar que para él dejó de ser un camarada.
Aurelio todavía no se hace a la idea de que debe renunciar a los negativos que con el mismo empeño ocultó y rescató. Quizás solo por ello debería acceder a un trato preferencial, pero, cuenta, el CDF ni siquiera pone el crédito de su autoría en los libros en los que se reproducen sus fotografías y que el CDF comercializa. Después de todo, él es el autor de la mitad, si no más, de lo que se conoce como el archivo fotográfico de El Popular. Sería otro motivo de reflexión determinar dónde se ubica el derecho de autor en el trabajo de un fotógrafo de prensa y qué valor tiene, en la escala de derechos, el ojo que sabe apreciar, a través del lente, el instante que merece ser registrado porque se está captando algo más que una imagen. Ese sentido de trascendencia (cuando una carga a caballo de coraceros, más que una galopeada blandiendo sables, es el régimen desenfundando la brutalidad) es lo que rebosa en todas las fotos de Aurelio. Y es eso lo que se le niega y se le roba.
>>> Respuesta del "Tidopar"
21 noviembre 2021
Ante nuevas versiones de prensa que recogen una visión sesgada, parcial e inexacta de un reclamo de Aurelio González sobre un conjunto de negativos de fotografías del diario El Popular, consideramos necesario hacer estas breves precisiones.
El archivo de 48.626 negativos, está compuesto por parte de las fotos sacadas por todo el equipo de fotografía del diario El Popular, no por un solo fotógrafo. Trabajaron en El Popular y sacaron muchas de esas fotos, hoy reclamadas, Hermes Cuña, Julio Alonso, Héctor Bonomi, Sergio Pereyra, Daniel Bauer, Francisco González, Héctor Mesa y otros más.
Esos negativos fueron escondidos por una decisión política de la dirección del diario El Popular, no fue ni una decisión ni una acción individual, participaron de la misma otros fotógrafos y compañeros. Por ejemplo, al mismo tiempo se ocultaron los dineros del diario, para que las fuerzas represivas no los ubicaran y esa acción la realizaron compañeras de administración, entre ellas Norma Cedrés, muerta en prisión luego. También se ocultaron piezas y máquinas de imprenta para ir generando condiciones para seguir saliendo con instrumentos clandestinos de propaganda -como Carta- si la clausura del diario era definitiva. Fue parte de una estrategia de lucha contra la dictadura, repetimos, no fue ni una decisión ni una acción individual, como erróneamente se está afirmando. Eso no le quita méritos, al contrario, a las y los compañeros que participaron de estas acciones, que fueron varias y varios, aunque sus nombres no sean tan publicitados.
Las fotos cuyo destino se cuestiona y su propiedad, erróneamente se reclama, no fueron tomadas por iniciativa propia, las coberturas, incluida la de la Huelga General, fueron planeadas y dirigidas por la dirección del diario, integraron la acción colectiva, periodística y fotográfica, de El Popular. Fueron realizadas, además, con medios financieros y materiales, cámaras, rollos y laboratorio, de El Popular.
El hallazgo de los negativos tampoco fue una acción ni una búsqueda individual. Han circulado y siguen circulando versiones con ciertas licencias de relato que no se ajustan estrictamente a los hechos.
Desde muy poco tiempo después de su recuperación los negativos están en el Centro Municipal de Fotografía, donde han sido resguardados en condiciones óptimas, en cámaras de frío, limpiados y están siendo clasificados y digitalizados. La labor es altamente compleja porque es un material vasto y no hay manera, en un número muy importante de negativos, determinar la autoría de los mismos y a veces ni su fecha.
El Popular fue un diario nacido por decisión del Partido Comunista del Uruguay, es parte de la orientación resuelta en su XVI Congreso e integraba la estrategia para la construcción de la unidad social y política del pueblo, clave para la revolución en Uruguay. Fue atacado y sus trabajadoras y trabajadores perseguidos por esa condición. Hecho este que intenta ser cuestionado y al hacerlo, también objetar la autoridad para decidir sobre las fotos.
Las fotos ni están desaparecidas, ni secuestradas, ni fueron robadas, están en el Centro Municipal de Fotografía, y tanto la dirección del PCU, como El Popular, como la Asociación de Ex Trabajadores del diario El Popular, lo hemos expresado por escrito, estamos de acuerdo en que sigan allí, porque están mejor preservadas que en ningún otro lado. Y, lo que es más importante, porque allí van a estar al servicio de todo nuestro pueblo. Esas fotos, como las notas, como todo el trabajo realizado por las y los compañeros del diario El Popular no le pertenecen ni a una persona, ni a una organización, son parte del acervo histórico de nuestro pueblo, verdadero protagonista de lo que se narró y se fotografió.
NI el PCU, ni El Popular, ni la Asociación, pretendieron nunca quedarse con las fotos para uso exclusivo, ni nada que se le parezca. Lo que buscamos, y estamos convencidos de que es lo correcto y más justo, es que estén a disposición de todo nuestro pueblo y queremos garantizar que no se utilicen para beneficio personal de nadie. Se está trabajando para garantizar el acceso público a todas las fotos y si por esto se logra generar algún recurso, no será ni para el PCU, ni para El Popular, ni para ninguna persona: será destinado a financiar un museo que está promoviendo la Asociación de Ex Trabajadores del diario El Popular.
Finalmente aclarar, porque tampoco se dice, que el reclamo que es noticia en estos días fue llevado a sede judicial por quien lo hace. No fuimos nosotros quienes buscamos ese juicio ni este enfrentamiento que lamentamos mucho, que nos produce pena. Pero es necesario informar que hubo un juicio en el que el reclamo fue que se le devolvieran las 48.256 fotos que considera “de su propiedad” y una indemnización por no poder “comercializar su obra” por 50 mil dólares. El Juzgado Letrado Civil de 13° Turno, con fecha 15 de octubre de 2021, a través de la Sentencia 73/2021, decidió que: “Se desestimará íntegramente la demanda”.
En ese juicio declararon varios ex trabajadores y trabajadoras del diario El Popular, el PCU, la dirección del semanario El Popular, el CMF y la Intendencia, defendiendo la justeza de la decisión de mantener el archivo en el CMF. La Justicia falló a favor de esta posición, y no de la que se está difundiendo en estos días.
Además, esa sentencia, que desestima íntegramente la demanda, no fue apelada por quien inició el juicio.
No respondemos cuando nos tratan de señor, porque de sobra sabemos dónde está el verdadero enemigo. Jamás nos creeremos héroes de nada ni calificaremos de villanos a los compañeros por cambiar su forma de actuar y proceder. Allá ellos.
Honor y gloria a todas y todos, las y los, ex trabajadores de El Popular, que lo han dado todo y no han pedido nada por ello.
Montevideo, 21 de Noviembre de 2021
Juan Castillo
Secretario General
Partido Comunista de Uruguay
El argumento de que participaron otros atistas y trabajadores en esas fotos apoyaría que hablen todos con su propia voz, los que la tengan, no uno en nombre de ellos, salido de la galera. La propiedad intelectual, si no es del autor, mucho menos del patrón del autor, y peor, quien dice ser heredero del patrón. A mí me sacaron una foto de estudiante peleando con un milico, que salió en portada de El Poñular. Los dueños de la imagen somos el milico y yo.
ResponderEliminarEl día que el intendente sea de otro palo.... chau archivo.
ResponderEliminarPobre gallego. denle las cosas que son de él, se jugó la vida por ellas. dejen de joder.
Clarito que el señor Aurelio está en busca o bien de dinero o bien de reconocimiento o bien de copyright. Todo muy propio de un comunista.
ResponderEliminaracá también está la lucha de clases, hay muchos antecedentes, de los "vivos", que invocan, organizaciones, partidos, fundaciones, para quedarse con el acerbo cultural que otros han hecho, les ha pasado a músicos, poetas, cantantes, por nombrar a alguien Marcos Velazquez, que murió en la pobreza, donde está la obra que hizo para las escuelas, quien la tiene, josé germán araujo que lo echaron a trompadas los "vivos" y "orgánicos" de la cx 30, las lacras "vivas" y "orgánicas" están acechando siempre para apoderarse de la tarea intelectual y práctica, sino que te lo cuente Trotzky, que lo mandaron asesinar, con Rivera, Frida Kalo, Pablo Neruda y Mercader.....
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