De: Veronika Engler
Optar
por no ir a votar el 23 de junio implica ejercer un derecho
democrático, abstenerse marca una posición frente al tema. Es importante
que se entienda que penalizar el aborto no impide su práctica, por el
contrario, han muerto muchas mujeres por falta de garantías médicas. La
maternidad debería ser un acto consciente y deseado, no una obligación
impuesta por otros. Desde la historia de la creación del hombre y la
mujer nos han hecho sentir culpables, inferiores, e incapaces de tomar
decisiones. Desde entonces hemos avanzado lentamente, aceptar que otros
tienen el derecho de decidir sobre nuestros cuerpos es retroceder, es
entregarles el control sobre nuestra sexualidad y nuestras vidas.
Más
allá de la discusión filosófica o incluso bioética con respecto al
punto en que el feto debe considerarse persona, y sin que se haya podido
consensuar en qué momento el aborto es lícito o desde cuando deja de
serlo, puedo demostrar que ya existen seres humanos; niños y niñas en
situación de extrema vulnerabilidad. Es de suponer que quien promueve la
defensa y protección del embrión dentro del vientre de la madre, vela
por las vidas que existen fuera de él, protege sus derechos y lucha por
los y las niñas que, por ejemplo, venden estampitas o revuelven en
nuestra basura. Quienes defienden la vida, deberían estar en contra de
la propuesta de encerrar adolescentes cada vez más jóvenes cuando
escapan a nuestro control. La campaña que se lleva a cabo
con el fin de que los ciudadanos concurran a votar el 23, culpabiliza a
la mujer y la coloca en el mismo banquillo de acusados en el que hemos
estado sentadas varias veces. En esta campaña se recurre a spot
publicitarios, propaganda impresa y reparto de fetos de yeso. Se podría
utilizar ese dinero para informar sobre métodos anticonceptivos, ayudar a
los adolescentes a tomar consciencia a la hora de tener relaciones
sexuales, o invertir en fomentar la maternidad responsable, en vez de
cercenar el libre albedrío que tanto nos ha costado alcanzar.
La
ley que existe en Uruguay despenaliza, no legaliza el aborto, no es lo
ideal ya que frente a la decisión de interrumpir el embarazo, la mujer
debe seguir cuatro pasos que implican consulta con ginecólogo,
entrevista con un equipo interdisciplinario, cinco días de reflexión y
si a pesar de eso quiere continuar, debe coordinar con el ginecólogo de
nuevo. El escritor Italo Calvino escribió en 1975: “En el aborto la
persona que es vulnerada física y moralmente es la mujer”, este proceso
hace que se sienta aún más expuesta y cuestionada, pero reconozco que
así todo es mejor contar con esta ley a que se penalice el aborto.
Las
mujeres no necesitamos que otros decidan por nosotras, hace tiempo que
nos liberamos del cinturón de castidad y del derecho de pernada, ahora
votamos si queremos, o nos abstenemos de hacerlo. El 23 muchas y muchos
nos quedaremos en casa, yo no voto para perder los derechos que tanto
nos ha costado ganar.
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