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La tortura es un
crímen de lesa humanidad cuando es el Estado el que la lleva adelante.
La tortura es siempre tortura y no esta condicionada al tipo de partido o
gobierno que está al frente del Estado en un momento dado. Y no
prescribe.
Los malos tratos, denigrantes y violentos son también tortura de acuerdo a la Convención Internacional contra la Tortura.
El hecho de que Uruguay dice comprometerse JUNTO CON LOS EE.UU. en la defensa "común" de los DD.HH. no hace más que empeorar las cosas. Solo Mujica puede creer que es un "éxito" el escribir una Declaración común sobre el tema. Precisamente junto a los mayores violadores de los DD.HH. de todo el mundo.
Colectivo Noticias Uruguayas Los malos tratos, denigrantes y violentos son también tortura de acuerdo a la Convención Internacional contra la Tortura.
El hecho de que Uruguay dice comprometerse JUNTO CON LOS EE.UU. en la defensa "común" de los DD.HH. no hace más que empeorar las cosas. Solo Mujica puede creer que es un "éxito" el escribir una Declaración común sobre el tema. Precisamente junto a los mayores violadores de los DD.HH. de todo el mundo.
GABRIELA CORTIZASsáb may 24 2014
"El Comité expresa su seria preocupación por
los informes recibidos en los que se denuncian casos de malos tratos a
menores internados en los centros de menores del Sistema de
Responsabilidad Penal de Adolescentes (Sirpa)", señala el informe del
Comité de ONU hecho público ayer.
Según la información que manejó el Comité -informes,
entrevistas y visitas- "los casos de malos tratos documentados consisten
en palizas, posiciones de estrés como `el paquetito` -atar a
las personas de pies y manos enganchando los grilletes por detrás-,
castigos de carácter vejatorio y humillantes incluida la desnudez
forzada, castigos colectivos, registros sin ropa e invasivos y el uso de
medios de coerción en el interior de los centros".
Se conmina a la suspensión de funciones a los funcionarios acusados y que se proteja e indemnice a las víctimas.
El informe se publicó luego de que el Sirpa contestara
en Ginebra 87 preguntas formuladas por el Comité contra la Tortura,
varias de ellas expuestas en base a las denuncias de golpizas y
maltratos presentadas en el informe de la Institución Nacional de
Derechos Humanos (Inddhh) el pasado mes de abril.
Villaverde.
El informe de ONU pone en una difícil situación al
director del Sirpa, Ruben Villaverde, a quien se cuestionó duramente por
estas situaciones denunciadas.
Cuando el Sirpa hizo públicas la situación de
reclusión, fuentes del Frente Amplio habían adelantado a El País que
quedaron en una posición "difícil" porque no se quiere debilitar a
Villaverde en un año electoral, y se pretende evitar confrontar con las
organizaciones de derechos humanos.
Además, "dolió" que se denuncien "torturas" en un
gobierno frenteamplista y les resulta difícil aludir a los derechos
humanos de los menores como argumento para no bajar la edad de
imputabilidad y, al mismo tiempo, recibir cuestionamientos sobre la
vulneración de estos derechos en los centros de reclusión que tiene el
propio Estado.
"Exhortamos al sistema político a rever el rol del
actual presidente del Sirpa (Villaverde), a quien consideramos una
persona no idónea para el trabajo con adolescentes, teniendo en cuenta
especialmente sus apreciaciones en diferentes medios de prensa
descalificatorias de los adolescentes detenidos, sus familias, los
defensores de derechos humanos y por haber formulado afirmaciones
indirectas de apoyo a la pena de muerte", sostuvo en ese momento el
Comité de Derechos del Niño.
El escenario empeora para Villaverde, quien ahora tiene que enfrentar las críticas del organismo internacional.
"Preocupan los informes recibidos en los que se
señala que el endurecimiento de la legislación penal aplicable a los
menores infractores habría supuesto un aumento significativo en el
número de menores privados de libertad", señala el informe del Comité.
El aumento de la población de menores recluida,
continúa el informe, contribuiría al "deterioro en las condiciones de
detención del Sirpa".
La ONU criticó que Uruguay no facilitara datos sobre la tasa de ocupación de los centros de reclusión para menores.
"Según la información que dispone el Comité, los
centros Ser y Piedras, de la Colonia Berro, registran situaciones de
hacinamiento agravadas por el hecho de que los menores permanecen hasta
23 horas al día confinados en sus celdas", dice el informe.
El Centro de Ingresos de Adolescentes Femeninos
(CIAF) y el Centro de Privación de Libertad (Ceprili) también presentan
condiciones precarias, en particular deficiencias en los servicios de
abastecimiento de agua y saneamiento.
Además, la ONU manifiesta preocupación por la
supuesta administración de psicofármacos "con fines de control" aunque
esta información fue refutada por la delegación que viajó a Ginebra para
contestar las preguntas de ONU. "El Comité sigue preocupado por los
informes que indican irregularidades en este sentido, en particular
respecto de las menores internadas".
Tareas.
A su vez, el Comité contra la Tortura criticó que el
Inddhh carezca de autonomía presupuestaria y de "todos los recursos
necesarios para un funcionamiento plenamente adecuado".
El Inddhh fue el encargado de elaborar el lapidario
informe sobre las condiciones de reclusión de los menores infractores
en la mayoría de los centros del Sirpa.
La polémica sobre las condiciones de reclusión en el
Sirpa detonó en medio de una campaña electoral que incluye un
plebiscito para bajar la edad de imputabilidad de 18 a 16 años que el
Frente Amplio rechaza. El plebiscito será en octubre.
Esta campaña también es criticada en el informe de
ONU. "El Estado debe garantizar que su sistema de justicia de menores
respete los estándares internacionales", apuntó.
Críticas a cárceles
El Comité Contra la Tortura criticó las condiciones
en los centros penitenciarios. La separación entre procesados y
condenados, el hacinamiento y la dilatación de los juicios son las
principales preocupaciones. Se aconsejó "redoblar los esfuerzos" para
que se apliquen medidas sustitutivas. Además, ONU pidió información
precisa sobre muertes en cárceles.
Comité contra la Tortura Observaciones finales sobre el tercer informe periódico de Uruguay by Alberto Cabrera
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viernes 23 de mayo del 2014 a las 12:52 hs
El Comité de Naciones Unidas sobre la Prevención
de la Tortura y otros Tratos Inhumanos solicitó este viernes a Uruguay
que vele por que la edad mínima de responsabilidad penal establecida sea
acorde con las normas internacionales y manifestó su preocupación ante
su posible rebaja.
"El Comité expresa su preocupación ante el llamamiento a una consulta plebiscitaria el 26 de octubre de 2014 sobre la propuesta de rebaja de la edad mínima de responsabilidad penal a los 16 años y el enjuiciamiento de jóvenes en conflicto con la ley como adultos en casos de delitos graves, como forma de luchar contra la criminalidad en el Estado parte", según unas conclusiones presentadas hoy.
Añade que "preocupan también al Comité los informes recibidos en los que se señala que el endurecimiento de la legislación penal aplicable a los menores infractores habría supuesto un aumento significativo en el número de menores privados de libertad, con el consiguiente deterioro en las condiciones de detención en los centros del Sistema de Responsabilidad de Adolescentes (SIRPA)".
Este comité analizó el 29 y el 30 de abril pasado la aplicación por parte de Uruguay de la Convención contra la Tortura y otros Tratos Inhumanos o Degradantes y, ya entonces, varios miembros mostraron su preocupación por el plebiscito.
Ese proyecto recabó más de 350.000 firmas ciudadanas, muchas más de las necesarias, y surgió tras años de quejas por el paulatino deterioro de la seguridad pública, tras la crisis económica de 2002.
Ante la proximidad del referéndum, el comité recuerda que "el Estado parte debe garantizar que su sistema de justicia de menores respete los estándares internacionales en la materia, especialmente las directrices de las Naciones Unidas para la prevención de la delincuencia juvenil".
En particular, los expertos "urgen" a Uruguay a "velar por que la edad mínima de responsabilidad penal establecida sea acorde con las normas internacionales" y a "aplicar la privación de libertad a menores infractores como último recurso y por el periodo más breve posible, y que se revise periódicamente con miras a eliminarla".
Instan a que Montevideo "adopte medidas sustitutorias de la prisión preventiva, siempre que sea posible", y "vele por que las condiciones de detención en los centros de internamiento de menores sean compatibles con la Convención y otras normas internacionales de derechos humanos, garantizando su cuidado y protección, así como su educación y formación profesional".
Respecto a la situación actual, el comité refleja con pesar las cuotas de hacinamiento en los centros de menores y solicita que se "redoblen los esfuerzos" para evitarlo.
Asimismo, pide a Uruguay que "establezca un mecanismo de queja eficaz, independiente y accesible que garantice la investigación pronta, exhaustiva e imparcial de las denuncias de tortura y malos tratos a menores internados en centros del SIRPA".
El comité llama explícitamente a que se vele por que en los presuntos casos de tortura o malos tratos se "suspenda inmediatamente" de sus funciones a los sospechosos mientras dure la investigación.
Asimismo, demanda que se investiguen las presuntas irregularidades que se hayan podido producir en la administración de medicamentos a menores internados.
- 23 Mayo 2014
- Escrito por: Samuel Blixen
- Sirpa: entre la complicidad política y las confesiones de Villaverde
Una reiterada incapacidad para sortear situaciones incómodas, unida a
cierto orgullo político mal entendido, embretan a los administradores
del poder en trampas que, como los cepos, se cierran más cuando se
intenta salir del brete. La última de estas situaciones (el lector
seguramente podrá recordar otras en las que los esfuerzos por
ocultarlas, por desmentirlas, por desviar la atención, sólo aumentaron
el precio político) se está dando como un calco, como el inevitable
segundo –o tercer– tropezón con la misma piedra, en las reacciones a las
denuncias sobre malos tratos en centros de reclusión de menores
infractores.
El oficialismo –aquella parte acostumbrada a no disentir con el arriba, esa parte que interpreta la obsecuencia como pasaporte a la permanencia– se sintió molesto cuando la Institución Nacional de Derechos Humanos (inddhh) entregó a la Comisión de Población de la Cámara de Representantes un informe en el que consignaba que se habían comprobado episodios de malos tratos y violaciones a los derechos del niño en varias visitas realizadas al Sirpa. (Las situaciones comprobadas habían sido comunicadas previamente a las autoridades de ese organismo.) La airada reacción del jerarca al frente del Sirpa, Ruben Villaverde, y las de algunos senadores y diputados del oficialismo, ocurrió entonces, no por los hechos, sino por su divulgación.
Villaverde desmintió la acusación, afirmando que se trataba de casos viejos, de situaciones antiguas, cuestionó a la inddhh y reivindicó los resultados de una política que había reducido a cero los motines y las fugas en el Sirpa. Los legisladores del oficialismo, en una reunión de bancada que analizó el tema, respaldaron a Villaverde, al presidente del inau (que no había sido mencionado), y se sumaron a las críticas contra la inddhh. Tabaré Vázquez santificó el asunto reivindicando el concepto de “fugas cero” y sin mencionar las denuncias de malos tratos.
A partir de entonces los argumentos estuvieron a tono con las novedades y revelaciones que empeoraban la situación. Cuando se conocieron detalles de las denuncias en juzgados (sobre golpizas e incluso una violación), la senadora Lucía Topolansky atribuyó algunos sucesos al nerviosismo por la abstinencia de drogas que supuestamente sufren los menores recluidos; cuando se conocieron los “estilos” de algunos funcionarios integrantes de un grupo conocido como “los brazos gordos”, el dirigente sindical Joselo López explicó que los menores presos no son “nenes del Crandon”. Pero cuando las denuncias multiplicaron el cuadro de torturas, Ruben Villaverde optó por admitir parte de la realidad: se refirió a los funcionarios que habían sido separados de sus cargos, a las denuncias que ya estaban en los juzgados y a otras que él prometía realizar. Extrañamente, el viraje de Villaverde –que de hecho confirmaba el informe de la inddhh– no modificó la actitud de los parlamentarios oficialistas, que ignoran la nueva realidad confirmada. La oportuna “licencia” de la directora del hogar Ser, Jessica Barrios, denunciada penalmente por su responsabilidad en los malos tratos, que surge como una nueva “confesión”, tampoco modificó la postura política.
Pero puede interpretarse que Villaverde admitió una pequeña parte de la historia para preservar el resto en secreto, y para evitar una intromisión en el esquema de funcionamiento de las cárceles para menores. Tal es lo que se desprende de los conceptos que vehementemente vertió en una reunión con funcionarios del Sirpa.
“Yo estoy aquí porque me pusieron el ministro del Interior y el presidente –explicó Villaverde–. Para el gobierno, el principal problema son los menores infractores. Yo dejé de ser director de la opp para venir a atender esto. No es casualidad, porque este va a ser el problema más complejo que el gobierno lleve adelante. Yo me preparé para dirigir los números de este país, no para dirigir una cárcel, pero yo soy un soldado de este gobierno.” Y como un buen soldado, “yo soy el que tengo que aguantar y poner la cara de pelotudo ante la prensa”. ¿Por qué esa cara de pelotudo? Porque “conmigo, no se toca la estabilidad, yo no puedo permitir que haya gente desestabilizando adentro”, y es imposible determinar a quién iba dirigida la amenaza. Villaverde se preguntó, ante su auditorio, si él era injusto. “Sí, soy plenamente consciente de que he sido injusto en más de una oportunidad –se respondió, aludiendo a los menores recluidos–. Porque lo más importante no es que yo sea justo, si yo fuera justo tendría que ir a la televisión a hacer 45 denuncias, y pedir renuncias, y no solucionaría absolutamente nada. La única forma de solucionar una cantidad gigantesca de problemas que tenemos es matar problemas. Y solucionarlos.”
Las confesiones de Villaverde ante los funcionarios que dirige, el pensamiento descarnado sin cara de pelotudo, confirman que en ciertos círculos del poder las fugas cero bien valen malos tratos, aun para algunos gobernantes que sufrieron las torturas en carne propia. ¿Acaso la tortura es repudiable en un prisionero político pero tolerable en un delincuente común? ¿Y cuánto es permitido? ¿Un sopapo para combatir la abstinencia? Las denuncias hablan de cortes en la cara, palizas, electricidad en los testículos. La reposición en sus cargos de funcionarios que han sido sumariados y procesados (alguno identificado en el escalafón como “educador”) sugiere que se necesitan “brazos gordos” para mantener la estabilidad en las cárceles que alojan menores.
En otros círculos del gobierno, en cambio, la complicidad con lo que ocurre en el Sirpa es consecuencia de un cálculo político: no se puede admitir un escándalo sobre torturas en vísperas de elecciones. Barrer para abajo de la alfombra es un recurso repetido, y el cálculo consiste en apostar a que la memoria de la gente se diluye –o se marea– con yingles y consignas. Todavía tienen a favor la indiferencia de la oposición, embarcada en la baja de la edad de imputabilidad.
¿Habrá que resignarse? Los pibes seguirán siendo golpeados en el Sirpa, aislados, sancionados y con las visitas suspendidas; los funcionarios golpeadores serán restituidos y defendidos por el sindicato, los miembros de la Institución Nacional de Derechos Humanos seguirán arando en el desierto en el que los pusieron los legisladores que los votaron.
- 16 Mayo 2014
- Escrito por: Eliana Gilet/Leticia Pérez
El discurso de la comisión delegada del Sistema de Responsabilidad Penal Adolescente (Sirpa), encabezada por Ruben Villaverde, y el del sindicato de trabajadores del inau (suinau), en manos de Joselo López, ha permeado a los integrantes del secretariado ejecutivo del pit-cnt, que rechazó sumarse al pedido de renuncia de la dirección del Sirpa.
Hay dos coincidencias centrales en ambas posiciones: que el informe de la inddhh es “incompleto” porque “no ha contemplado la voz de los trabajadores”, y que el pedido de renuncia de la dirección del sistema planteado por el grueso de las organizaciones de la sociedad civil –que se robusteció con el apoyo de la feuu la semana pasada y de Crysol, en ésta– desconoce “los avances” logrados. Confluyen así en una tercera cuestión: quitar del centro de la discusión las denuncias de malos tratos y torturas sufridos por los pibes presos. En eso se muestran cautos. “Hay que esperar los resultados de las investigaciones”, dicen casi al unísono, respetar “el debido proceso” y dar garantías a los acusados.
Mirtha Guianze llega de una nueva visita a un centro de reclusión juvenil, respira hondo y explica a Brecha: “Somos un mecanismo de prevención de la tortura, vamos a seguir haciendo informes en todos los lugares donde haya personas encerradas”. El de la inddhh “es un mecanismo preventivo, no reactivo. Tenemos que monitorear, y cuando tenemos elementos hacemos un informe a las autoridades primero, para entablar un diálogo”. Eso fue lo que sucedió en este caso. “Cada informe se fue poniendo en conocimiento de la dirección del Sirpa. Fueron enviados desde acá, pero además hemos tenido reuniones.”
Guianze relata que fueron tres las situaciones prioritarias en esta etapa de control del sistema penal adolescente: la de las mujeres “que muchas veces no se les da mucha bolilla, y hay muchas de ellas presas con sus hijos”, la del Hogar Desafío, que debería albergar menores entre 13 y 15 años pero, según comenta, “estaban mezclados con los mayores”, y la del Centro Ser, ese sí de la Colonia Berro, “en el que no hay hacinamiento pero sí una situación de violencia institucional que es palpable y de la que sabemos por distintas vías: por funcionarios actuales, organizaciones sociales instaladas allí, familiares, e incluso trabajadores de otros hogares”. Explica que según el protocolo que guía su tarea, el equipo se reparte para entrevistar a la dirección del centro visitado y a los funcionarios. “Hay conversación formal e informal con los funcionarios.” La fiscal cuenta que “se obtuvo un relato coherente que nos dio la certeza de que los castigos continuaban.”
Lo afirmado por la titular de la inddhh se condice con lo denunciado públicamente por un grupo de familias de internos de ese mismo centro. Los episodios de violencia se incrementaron una vez que la nueva dirección, encabezada por Jessica Barrios, tomó control del Ser en julio de 2013. Ella misma ha sido denunciada por maltrato, y según pudo saber Brecha, continúa en su puesto.
Puerta giratoria. “La institución tiene los mecanismos para deshacerse de los funcionarios que hayan incurrido en faltas graves, y eso es lo que debe dictaminar si realmente todas estas cosas que salen a la opinión pública se concretan.” Las palabras, que bien podían haber sido dichas ayer o la semana pasada, están publicadas en un artículo de este semanario fechado el 24 de junio de 2005. Pertenecen a Joselo López. Una rápida revisión del archivo permite identificar otro mecanismo que también se ha reeditado como un loop en esta nueva ola de denuncias: desacreditar a los denunciantes –el argumento clásico es “miren que éstos no son nenes de mamá”– y confiar en la capacidad del sistema para investigarse a sí mismo.
“En los últimos dos años ha habido 26 denuncias por malos tratos. Se resolvió investigar en todos los casos y hacer la denuncia penal cuando correspondía”, aclara a Brecha Mónica Rodríguez, asesora letrada de la Comisión Delegada del Sirpa. “En cinco de los casos surgieron elementos delictivos”, aclara. Tres terminaron en procesos penales y dos se encuentran aún en etapa de presumario. Sólo uno de los acusados fue condenado a prisión. Los otros dos fueron procesados sin prisión y “están trabajando en el Sirpa”. “Estuvieron sancionados, cumplieron la sanción y el procesamiento. Cuando cumplen con la medida impuesta pueden volver a su lugar de trabajo, en la medida en que eso no afecte el servicio”, afirma Rodríguez.
Las 21 investigaciones que restan aún no han concluido. Brecha requirió información a la abogada sobre la fecha de presentación de esas denuncias, la cantidad de funcionarios involucrados y el estado actual de las mismas. Esa información no estaba sistematizada. Un pedido similar fue realizado por la Comisión de Población y Desarrollo de la Cámara de Representantes, que viene estudiando el tema. Los datos debían ser presentados en la mañana de ayer, pero la sesión fue cancelada.
El “proceso administrativo” en que todos confían es el que rige las faltas de todo funcionario público, el del decreto 500. En el Sirpa está a cargo del departamento de Jurídica, del que Rodríguez es parte. “Dependiendo de la complejidad que tenga el caso puede demorar de dos a cuatro meses”, declaró la abogada.
Las cifras citadas corresponden sólo a los dos años de vida que lleva el Sirpa. ¿Hubo alguna depuración de funcionarios con antecedentes de violencia en el traspaso del Semeji al actual Sirpa? “No, no podemos hacer eso. Si el funcionario está trabajando y si algún día tuvo una sanción y cumplió con su sanción, sigue trabajando.
No todos los casos en los que hay malos tratos tienen una entidad gravísima, y no en todos los casos es necesario separarlo del cargo o pedir la destitución. Es Jurídica la que estipula la gravedad y el plazo. Con base en esos elementos, la comisión delegada toma la resolución. Si lo que surge es que el hecho es gravísimo, se da paso a la justicia y ésta resuelve”, concluye.
Hay al menos dos casos conocidos públicamente en que funcionarios sumariados por hechos graves pasaron a integrar la dirección de alguno de los hogares. El primero fue el del ya famoso “Popeye”, “que estuvo a cargo de la dirección del Ser”, según confirma Rodríguez, y el otro, más reciente, fue la designación de Francisco Ponce al frente del Centro de Ingreso, Estudio, Diagnóstico y Derivación (ciedd), inaugurado a fines de abril de este año. Ponce estuvo involucrado en el caso de Fabián Tomé, el chico que denunció al funcionario José Albín –uno de los procesados por la justicia que ya está en libertad– por haber abusado sexualmente de él. Según consta en el expediente judicial, Ponce le tomó declaración al chico abusado en frente del funcionario denunciado. Cuando en la inauguración de este centro el periodista de La Diaria Federico Zugarramurdi consultó a Jorge Gago, integrante de la dirección, por los antecedentes del director, éste respondió: “ese sumario se terminó hace largo rato” (La Diaria, 23-4-2014).
El debido proceso. Ahora bien, si de lo que se trata es de garantizar el debido proceso, ¿cuál es el mecanismo de protección para quienes denuncian maltratos estando dentro del centro de reclusión? La pregunta se trasladó tanto a Edgardo Oyenart como a Fernando Pereira, ambos integrantes del secretariado ejecutivo del pit-cnt. Ninguno de los dos supo contestar. ¿Cuál es entonces el protocolo que limita el uso de la fuerza? Tampoco. “Entiendo que esas preguntas hay que hacérselas al cuerpo especializado, a Joselo López”, responde Pereira. López, por su parte, dice a Brecha que lo que rige su actividad son las “directrices de Riad”: “es la capital de Arabia Saudita”, instruye. Lo cierto es que esa norma no dice una sola palabra del uso de la fuerza en los centros de reclusión.
La que sí logra responder a esa pregunta y a la anterior es Mirtha Guianze. “Afirman que tienen un protocolo, que siguen las reglas, que lo tienen todo escrito. Ese protocolo no lo hemos visto. Desde el principio pedimos que hubiese un reglamento para que los muchachos pudieran conocer sus sanciones y les fueran notificadas y tuvieran manera de recurrirlas. Eso así no funciona, no hay nadie que recurra sanciones. En algunos lugares se los han dado para leer y en otros no.”
Y esto no es de ahora. En el año 2000, hace 14 años, la Suprema Corte de Justicia ordenó a dos jueces de menores pronunciarse sobre la situación relevada por el Comité de los Derechos del Niño, durante 1999. Una de ellas, Graciela Berro, señalaba entonces: “Merece un renglón aparte el tema de las sanciones que puedan llegar a ser aplicadas por un educador. (…) El trabajo del Comité de los Derechos del Niño observa que ‘las reglas no son claras y que cualquier funcionario puede establecer sanciones en forma arbitraria’. Por otra parte, expresa que dichas sanciones no se notifican al menor ni a su defensor y no hay derecho a efectuar descargos o recurrir contra las mismas. (…) Este tema es sumamente delicado y se encuentra estrictamente vinculado con el ejercicio del poder y sus límites en un Estado de derecho, estimando la sede que deben incrementarse los controles sobre el funcionariado no técnico”.
La norma, según las múltiples fuentes consultadas, es la falta de criterios claros, generales y públicos, tanto para el uso de la fuerza, para los llamados “criterios de seguridad”, así como para los que determinan que un chiquilín acceda a planes de estudio y trabajo.
“Lo que estamos reclamando son registraciones independientes y fiables. Nosotros hacemos recomendaciones, pero no tenemos ningún método coactivo. Este mecanismo es disuasivo, no es que hayamos hecho esto y ahora vamos a parar. Es un tema de voluntad política”, insiste Guianze. “Es la gran impunidad de la gente que es intocable. Si no deshacen ese núcleo… El mejor control para los derechos humanos es el de los propios trabajadores, que a su vez temen perder el trabajo si denuncian. Hay una gran dificultad para conseguir pruebas en los contextos de encierro, eso sumado a la vulnerabilidad de los que están adentro, ¿cómo hacer?”
La discrecionalidad de las direcciones es la marca del sistema. La multiplicidad de situaciones según la dirección que se tenga, también. Si, como se sostiene, las direcciones de los hogares son elegidas por la comisión delegada del Sirpa ¿hasta dónde llega, entonces, su responsabilidad?
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