De Gabriel "Saracho" Carbajales
A
196 años del nacimiento de Karl Marx
La
socialtraidora del siglo XXI en cuerpo y alma
Más allá del hartazgo masivo -intermitente pero
insoportable- producido por la maquinaria mediático-electorera “aceptada socialmente” como demagogia de feria
dominguera a la hora de levantar los puestos de venta, las campañas electorales
“a la criolla” se regían hasta no hace mucho tiempo por criterios “publicitarios”
que aun promoviendo el engaño a troche y moche, auto-limitaban su propia osadía
irrespetuosa a los confines de un marketing aparentemente “inofensivo”, que
comprabas o que desechabas según tu capacidad de entendimiento, tu autoestima o
tus más elementales reflejos instintivo-defensivos.
Es decir, mentían, lisa y llanamente, como lo hace
cualquier campaña publicitaria del mundo capitalista; prometían el oro y el moro;
te atomizaban con cuentos de hadas y paraísos perdidos recuperables a la vuelta
de la esquina; te agarraban de cande sin piedad, como lo seguirán haciendo
hasta que llegue el “¡basta!”…
Pero había, sin embargo, un territorio al que
tácita y unánimemente ninguna “fuerza política” se atrevía a penetrar ni por
asomo ni por descuido: el territorio en el que la mentira industrializaba se
transforma en burla, en escarnio, en ofensa, en golpes bajos a la moral y el
honor de la principal y abrumadoramente mayoritaria “fuerza política” que
existe y a la que va dirigida prioritariamente la publicidad proselitista del
gran circo democrático burgués: el pueblo trabajador, ese “sujeto social” que invariablemente
define la “preferencia popular”.
Ni el más reaccionario de los candidatos
transgredía, otrora, la “regla de oro” de no mojarle la oreja o ridiculizar a
la enorme masa de laburantes que por ahora siguen soñando, en su inmensa
mayoría, el sueño de “cambiar algo” cautivados
por la gigantesca quimera del “sufragio universal” y de la participación
entusiasta en la “mayor fiesta cívica” conocida, etc., etc., etc.…
Menos aun, alguien su hubiese atrevido a hacerlo a
partir de frivolizar o bastardear hechos cuya irradiación sensitiva es de una
magnitud impactante y de una impresionante permanencia, como, por ejemplo, la
muerte de un trabajador en un accidente laboral a todas luces facilitado por
las condiciones materiales en que se produce el mismo y por otros factores que
hablan a las claras de la nula consideración de los que cortan el bacalao por
la tan mentada “salud pública”:
José Bustabad, obrero de la Intendencia de Montevideo,
cayó el viernes 25 de abril de un camión, traspasó la línea de sus ruedas, siguió
en su caída hasta la línea del piso de la fosa mecánica, y, por no existir la
rejilla que reglamentariamente debiera haber existido sobre un hueco
suplementario al que van a parar residuos de combustibles, aceites y otros
restos químicos, terminó sus días aspirando durante casi 20 minutos esos mismos
residuos tóxicos cuyo contacto podía haberse impedido con una simple reja sobre
dicho hueco (sumémosle los 20 minutos más que demoró en llegar la ambulancia de
la emergencia móvil).
Claro que tranquilamente puede haber ocurrido que
el trabajador sufriera alguna enfermedad (crónica o súbita) que hubiera
explicado la resbalada y la consiguiente caída; claro que todos nos morimos porque
el corazón dejó de funcionar; claro que la muerte suele ser el resultado de
múltiples y complejísimos factores de entre los cuales no siempre es fácil
discernir de buenas a primeras el o los que resultaron determinantes (mucho
menos cuando tras el fallecimiento no se realiza la correspondiente autopsia,
como pasó “raramente” con Bustabad).
Claro que sí, que todos podemos ponernos a payar sobre
asuntos como este, sobre si los ángeles tienen pene o vajina o si “al
principio” fue el big-bang o la creación divina. Todos podemos ponernos medio
tontos ante el impacto de lo inadmisible que es, sin dudas, la muerte absurda
de un hombre joven en la situación más absurda imaginable en un mundo y un país
en los que lo absurdo es tan cotidiano que es explicable que a veces seamos
tontos por necesidad, como quien dice.
Pero lo que es indudable a la luz de los
increíbles comunicados de la administración municipal emitidos apenas se
conoció la muerte de Bustabad y de las declaraciones públicas de algunos
“actores políticos” en repudiables “tertulias” radiales y televisivas; lo que
es indudable es que en la actual campaña electorera se rompió dramáticamente aquella
“regla de oro” de no meterse con los sentimientos de los laburantes, mucho
menos en medio de tamaña desgracia como la ocurrida con el Compañero Bustabad*.
No solamente ha sido violada esa regla que está en
la tapa del libro; el mismo gobierno ha asumido con tal indolencia y
atrevimiento irrespetuoso este hecho luctuoso ocurrido cinco días antes del Día
Internacional de los Trabajadores, que mientras se llevaba a cabo el sepelio
del trabajador, se comenzó a agitar desde el oficialismo el cuco, nuevamente,
del decreto de “esencialidad” de los servicios de limpieza de la IMM,
aribuyéndosele una vez más a ADEOM la responsabilidad respecto a la súper
abundancia de mugre callejera en una ciudad en la no hace falta ningún paro
sindical por la muerte de un obrero para visualizar lo muy obvio: Montevideo ha
colapsado sanitariamente de tal manera que hace muchísimo rato que debían haber
sido destituidos todos los jerarcas del área, por inútiles, por lo menos, y
capaz que hasta a la misma intendenta que sale con cara de actriz dramática a
estigmatizar “con carpeta” al funcionariado.
Las comunicaciones oficiales emitidas, las
palabras de algunos que la posaron de comunistas tiempo atrás y de otros
oportunistas de la “nueva guardia” que reniegan en los hechos de todo lo que
invocan declarativamente; la reacción de los reaccionarios que se dan el lujo
de llamarse “de izquierda”, fue tan asquerosamente ladina y deshonesta, tan
falta de ese algo que hasta algunos de los reaccionarios clásicos al menos
simulan; tan pero tan repudiable, que aquí bien puede afirmarse que se cumple
aquello de que “el pez por la boca muere”…
Y murió, nomás.
Efectivamente, de una vez por todas ha quedado en
evidencia la existencia alarmante y triste de lo que algunos clásicos de la
doctrina revolucionaria llamaban a principios del siglo XX “socialtraidora”…
“Determinar el comportamiento de
un caso para otro, adaptarse a los acontecimientos del día, a los virajes de
las minucias políticas, olvidar los intereses cardinales del proletariado y los
rasgos fundamentales de todo el régimen capitalista, de toda la evolución del
capitalismo, sacrificar estos intereses cardinales en aras de las ventajas
reales o supuestas del momento: esa es la política revisionista” (…) “Los jefes
de esta aristocracia obrera se pasaban constantemente al campo de la burguesía,
que los mantenía de manera directa o indirecta. Marx se granjeó el odio, que le
honra, de estos canallas, por haberles tildado públicamente de traidores. (...)
La victoria del proletariado revolucionario es imposible sin luchar contra este
mal, sin desenmascarar, poner en la picota y expulsar a los jefes oportunistas
socialtraidores (…)”. Lo decía Lenin, que no está muy de moda, por cierto, y
que no es palabra santa, naturalmente, aunque “algo” junaba el tipo en materia
de personajes de gran verba “revolucionaria”…
Socialdemocracia, no; socialtraidora, corriente
arribista devenida en enemiga declarada y confesa de los principios con cuya
prédica han ido alcanzando cierto ascendiente entre el mismo proletariado que
hoy ridiculizan y agravian con la saña y la mala leche que ni un burgués puede
exhibir, por recato político, sencillamente.
Si nos sumamos a las “insinuaciones” de la socialtraidora
de que Bustabad fue utilizado para lograr no se sabe qué “réditos” político-sindicales;
si nos hubiésemos dejado llevar por la pretensión de disociar esta muerte de
las condiciones aberrantes en que se produjo y que el gremio municipal venía
denunciando elocuentemente desde mucho tiempo atrás; si fuésemos tan ideológicamente
degenerados como para dejar picando la idea de que ADEOM pretende judicializar
una muerte “debida al alcoholismo” crónico que los mal nacidos suelen
atribuirle al que debe ensuciarse las manos para ganarse honestamente el pan de
cada día; si nos hacemos eco de las imbecilidades de un “payaso rojo” desteñido
como Esteban Valenti vociferando en la 14 AM que ningún gobierno departamental
puede gobernar teniendo un gremio como el que tiene el de Montevideo; si hasta por
descuido nos tentáramos por plegarnos a estos arrebatos fascistoides despreciables,
démonos por recibidos también de socialtraidores, aun no deseándolo.
Por último, más allá de que todo esto se produce
en medio de la campaña electorera en ciernes y que significa que se ha entrado
en el nunca antes penetrado territorio de la subestimación y el ninguneo
tramposo hacia el pueblo trabajador, sería un error atribuírselo al
apasionamiento de burócratas inservibles defendiendo sus tibias sentaderas,
nomás.
La muerte del Compañero Bustabad –más allá de
leguyelerías respecto a la manoseada “ley de responsabilidad empresarial” que
se parece a la trampa armada por el mismo ratón- pone en la superficie de
nuestra realidad la explicación de todo lo demás. No hay errores, no hay
equivocaciones, no hay distraídos o confundidos en disparatadas “estrategias
reformistas”…
La historia repite los momentos en lo que en un
simple gesto político se condensa toda la basura ética acumulada durante
muchísimos años de farsa y doble discurso.
No hay distraídos de ninguna especie.
Hay una ideología miserable; ya ni siquiera restos
contaminados de viejos y sagrados principios. Hay una ideología que ya no puede
disimular más nada… Ponele el nombre que quieras, pero, políticamente hablando,
es lo dicho:
La SOCIALTRAIDORA del siglo XXI en cuerpo y alma,
en el Uruguay también.
*El asterisco junto al apellido Bustabad no es
porque sí, como no lo es la palabra Compañero: José Bustabad era (es) un capataz
que no por serlo dejó de ser eso más importante que cualquier “título”: Un Compañero.
Gabriel –Saracho- Carbajales, Montevideo / 5 de Mayo
de 2014, año de la dignidad y fecha del cumpleaños 196 de Karl Marx.
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