lunes, 5 de mayo de 2014

En el cumpleaños de Carlitos

Gráfico de "Saracho"

De Gabriel "Saracho" Carbajales


A 196 años del nacimiento de Karl Marx
La socialtraidora del siglo XXI en cuerpo y alma

Más allá del hartazgo masivo -intermitente pero insoportable- producido por la maquinaria mediático-electorera  “aceptada socialmente” como demagogia de feria dominguera a la hora de levantar los puestos de venta, las campañas electorales “a la criolla” se regían hasta no hace mucho tiempo por criterios “publicitarios” que aun promoviendo el engaño a troche y moche, auto-limitaban su propia osadía irrespetuosa a los confines de un marketing aparentemente “inofensivo”, que comprabas o que desechabas según tu capacidad de entendimiento, tu autoestima o tus más elementales reflejos instintivo-defensivos.
Es decir, mentían, lisa y llanamente, como lo hace cualquier campaña publicitaria del mundo capitalista; prometían el oro y el moro; te atomizaban con cuentos de hadas y paraísos perdidos recuperables a la vuelta de la esquina; te agarraban de cande sin piedad, como lo seguirán haciendo hasta que llegue el “¡basta!”…

Pero había, sin embargo, un territorio al que tácita y unánimemente ninguna “fuerza política” se atrevía a penetrar ni por asomo ni por descuido: el territorio en el que la mentira industrializaba se transforma en burla, en escarnio, en ofensa, en golpes bajos a la moral y el honor de la principal y abrumadoramente mayoritaria “fuerza política” que existe y a la que va dirigida prioritariamente la publicidad proselitista del gran circo democrático burgués: el pueblo trabajador, ese “sujeto social” que invariablemente define la “preferencia popular”.
Ni el más reaccionario de los candidatos transgredía, otrora, la “regla de oro” de no mojarle la oreja o ridiculizar a la enorme masa de laburantes que por ahora siguen soñando, en su inmensa mayoría, el sueño de  “cambiar algo” cautivados por la gigantesca quimera del “sufragio universal” y de la participación entusiasta en la “mayor fiesta cívica” conocida, etc., etc., etc.…

Menos aun, alguien su hubiese atrevido a hacerlo a partir de frivolizar o bastardear hechos cuya irradiación sensitiva es de una magnitud impactante y de una impresionante permanencia, como, por ejemplo, la muerte de un trabajador en un accidente laboral a todas luces facilitado por las condiciones materiales en que se produce el mismo y por otros factores que hablan a las claras de la nula consideración de los que cortan el bacalao por la tan mentada “salud pública”:
José Bustabad, obrero de la Intendencia de Montevideo, cayó el viernes 25 de abril de un camión, traspasó la línea de sus ruedas, siguió en su caída hasta la línea del piso de la fosa mecánica, y, por no existir la rejilla que reglamentariamente debiera haber existido sobre un hueco suplementario al que van a parar residuos de combustibles, aceites y otros restos químicos, terminó sus días aspirando durante casi 20 minutos esos mismos residuos tóxicos cuyo contacto podía haberse impedido con una simple reja sobre dicho hueco (sumémosle los 20 minutos más que demoró en llegar la ambulancia de la emergencia móvil).

Claro que tranquilamente puede haber ocurrido que el trabajador sufriera alguna enfermedad (crónica o súbita) que hubiera explicado la resbalada y la consiguiente caída; claro que todos nos morimos porque el corazón dejó de funcionar; claro que la muerte suele ser el resultado de múltiples y complejísimos factores de entre los cuales no siempre es fácil discernir de buenas a primeras el o los que resultaron determinantes (mucho menos cuando tras el fallecimiento no se realiza la correspondiente autopsia, como pasó “raramente” con Bustabad).
Claro que sí, que todos podemos ponernos a payar sobre asuntos como este, sobre si los ángeles tienen pene o vajina o si “al principio” fue el big-bang o la creación divina. Todos podemos ponernos medio tontos ante el impacto de lo inadmisible que es, sin dudas, la muerte absurda de un hombre joven en la situación más absurda imaginable en un mundo y un país en los que lo absurdo es tan cotidiano que es explicable que a veces seamos tontos por necesidad, como quien dice.

Pero lo que es indudable a la luz de los increíbles comunicados de la administración municipal emitidos apenas se conoció la muerte de Bustabad y de las declaraciones públicas de algunos “actores políticos” en repudiables “tertulias” radiales y televisivas; lo que es indudable es que en la actual campaña electorera se rompió dramáticamente aquella “regla de oro” de no meterse con los sentimientos de los laburantes, mucho menos en medio de tamaña desgracia como la ocurrida con el Compañero Bustabad*.
No solamente ha sido violada esa regla que está en la tapa del libro; el mismo gobierno ha asumido con tal indolencia y atrevimiento irrespetuoso este hecho luctuoso ocurrido cinco días antes del Día Internacional de los Trabajadores, que mientras se llevaba a cabo el sepelio del trabajador, se comenzó a agitar desde el oficialismo el cuco, nuevamente, del decreto de “esencialidad” de los servicios de limpieza de la IMM, aribuyéndosele una vez más a ADEOM la responsabilidad respecto a la súper abundancia de mugre callejera en una ciudad en la no hace falta ningún paro sindical por la muerte de un obrero para visualizar lo muy obvio: Montevideo ha colapsado sanitariamente de tal manera que hace muchísimo rato que debían haber sido destituidos todos los jerarcas del área, por inútiles, por lo menos, y capaz que hasta a la misma intendenta que sale con cara de actriz dramática a estigmatizar “con carpeta” al funcionariado.

Las comunicaciones oficiales emitidas, las palabras de algunos que la posaron de comunistas tiempo atrás y de otros oportunistas de la “nueva guardia” que reniegan en los hechos de todo lo que invocan declarativamente; la reacción de los reaccionarios que se dan el lujo de llamarse “de izquierda”, fue tan asquerosamente ladina y deshonesta, tan falta de ese algo que hasta algunos de los reaccionarios clásicos al menos simulan; tan pero tan repudiable, que aquí bien puede afirmarse que se cumple aquello de que “el pez por la boca muere”…
Y murió, nomás.
Efectivamente, de una vez por todas ha quedado en evidencia la existencia alarmante y triste de lo que algunos clásicos de la doctrina revolucionaria llamaban a principios del siglo XX “socialtraidora”…
“Determinar el comportamiento de un caso para otro, adaptarse a los acontecimientos del día, a los virajes de las minucias políticas, olvidar los intereses cardinales del proletariado y los rasgos fundamentales de todo el régimen capitalista, de toda la evolución del capitalismo, sacrificar estos intereses cardinales en aras de las ventajas reales o supuestas del momento: esa es la política revisionista” (…) “Los jefes de esta aristocracia obrera se pasaban constantemente al campo de la burguesía, que los mantenía de manera directa o indirecta. Marx se granjeó el odio, que le honra, de estos canallas, por haberles tildado públicamente de traidores. (...) La victoria del proletariado revolucionario es imposible sin luchar contra este mal, sin desenmascarar, poner en la picota y expulsar a los jefes oportunistas socialtraidores (…)”. Lo decía Lenin, que no está muy de moda, por cierto, y que no es palabra santa, naturalmente, aunque “algo” junaba el tipo en materia de personajes de gran verba “revolucionaria”…

Socialdemocracia, no; socialtraidora, corriente arribista devenida en enemiga declarada y confesa de los principios con cuya prédica han ido alcanzando cierto ascendiente entre el mismo proletariado que hoy ridiculizan y agravian con la saña y la mala leche que ni un burgués puede exhibir, por recato político, sencillamente.

Si nos sumamos a las “insinuaciones” de la socialtraidora de que Bustabad fue utilizado para lograr no se sabe qué “réditos” político-sindicales; si nos hubiésemos dejado llevar por la pretensión de disociar esta muerte de las condiciones aberrantes en que se produjo y que el gremio municipal venía denunciando elocuentemente desde mucho tiempo atrás; si fuésemos tan ideológicamente degenerados como para dejar picando la idea de que ADEOM pretende judicializar una muerte “debida al alcoholismo” crónico que los mal nacidos suelen atribuirle al que debe ensuciarse las manos para ganarse honestamente el pan de cada día; si nos hacemos eco de las imbecilidades de un “payaso rojo” desteñido como Esteban Valenti vociferando en la 14 AM que ningún gobierno departamental puede gobernar teniendo un gremio como el que tiene el de Montevideo; si hasta por descuido nos tentáramos por plegarnos a estos arrebatos fascistoides despreciables, démonos por recibidos también de socialtraidores, aun no deseándolo.

Por último, más allá de que todo esto se produce en medio de la campaña electorera en ciernes y que significa que se ha entrado en el nunca antes penetrado territorio de la subestimación y el ninguneo tramposo hacia el pueblo trabajador, sería un error atribuírselo al apasionamiento de burócratas inservibles defendiendo sus tibias sentaderas, nomás.
La muerte del Compañero Bustabad –más allá de leguyelerías respecto a la manoseada “ley de responsabilidad empresarial” que se parece a la trampa armada por el mismo ratón- pone en la superficie de nuestra realidad la explicación de todo lo demás. No hay errores, no hay equivocaciones, no hay distraídos o confundidos en disparatadas “estrategias reformistas”…
La historia repite los momentos en lo que en un simple gesto político se condensa toda la basura ética acumulada durante muchísimos años de farsa y doble discurso.
No hay distraídos de ninguna especie.
Hay una ideología miserable; ya ni siquiera restos contaminados de viejos y sagrados principios. Hay una ideología que ya no puede disimular más nada… Ponele el nombre que quieras, pero, políticamente hablando, es lo dicho:

La SOCIALTRAIDORA del siglo XXI en cuerpo y alma, en el Uruguay también.

*El asterisco junto al apellido Bustabad no es porque sí, como no lo es la palabra Compañero: José Bustabad era (es) un capataz que no por serlo dejó de ser eso más importante que cualquier “título”: Un Compañero.

Gabriel –Saracho- Carbajales, Montevideo / 5 de Mayo de 2014, año de la dignidad y fecha del cumpleaños 196 de Karl Marx. 






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