Queridos
compañeros:
Los llamamos
al recuerdo de aquel año 1964, cuando la
segunda marcha cañera llega a Montevideo y acampa en la calle Cuñapirú.
Hoy nos
ocupa Ana María Silva, la cañerita
que recibió un balazo policial
en la pierna izquierda. Ella y su familia habían llegado a Montevideo pidiendo
tierra para trabajar, integrando el sindicato de UTAA.
Siete operaciones no fueron suficientes para
devolverle el movimiento y la salud.
Ella, que llegó a la Capital con catorce años de edad, sana, alegre y
esperanzada, volvió lisiada para siempre.
¿Quién se
responsabilizó por el daño que le causó la represión policial?
A Ana María
no la amparó ninguna ley.
Vivió una vida
de dificultades, trabajó siempre en negro, de doméstica. Crió siete hijos. Sufrió violencia en su
persona, durante años, a manos de su marido. Aguantó porque tenía hijos chicos
y, como tantas mujeres, no lo denunció.
Casi
cincuenta años después, un joven
sociólogo que está haciendo un trabajo en Bella Unión, me pone en contacto con
ella nuevamente, en diciembre de 2013.
Ana
María
Silva tiene sesenta y tres años, Se mueve con muletas. Todo el costado
izquierdo, donde recibió el balazo, se desarrolló menos. Tiene
problemas de riñón, de diabetes, de columna. Se ataca de vértigo y
se cae muy seguido. Siempre está en manos de médicos.
Me cuenta
Agustín que la encontró con muchos problemas, no sólo de salud. Tiene una
jubilación de seis milpesos; paga dos mil pesos de alquiler, entre agua luz y
un préstamo que sacó para el quiosco del que la despojaron apenas le quedan mil
para comer. Ana María vive con una nieta que trabaja de empleada doméstica y
estudia en la UTU de bella Unión.
Nos
comunicamos y Ana María me cuenta en una carta, entre otras cosas, que “había pedido al alcalde para abrir un
quiosco al frente de mi casa para
trabajar y sostenerme ya que podía
trabajar sentada, y por su intermedio la
intendente Patricia Ayala me mandó los bloques y material para hacerme el quiosco .Y o pagué la mano de obra, saqué
un crédito, pagué diez mil pesos. Me iba muy bien en época de zafra del arroz y
la caña. Yo mejoré la casa compré
puertas y ventanas, hice revocar,
revestí el baño, puse patio de hormigón. Cuando la mejoré a mi marido se le
ocurre pedirme la casa. Cuando yo estaba trabajando mejor. Me dijo que me
tenía que ir porque pidió el divorcio y la casa era de él y en el quiosco no
podía trabajar más porque todo estaba edificado en terreno de su familia. Me
echó de casa.”
Nos
enteramos de que la casa que alquila en Cuaraí, ubicada en un barrio municipal,
está a la venta en ciento cincuenta mil
pesos uruguayos. Hay interesados en comprarla y prisa por venderla. No tenemos
tiempo de organizar una colecta. Una compañera adelantó el dinero, pero
necesita que se lo devolvamos.
En Cuaraí,
Colacho Esteves estuvo presente en la transacción de compra de la casa. Ana María, que no sabía del préstamo,
llorosa, dijo “Decile a los compañeros que pusieron, que gracias, que muchas
gracias”.
Pedimos su
colaboración para reunir los ciento cincuenta mil pesos del préstamo.
José Díaz y
Ricardo Elena abrieron la cuenta Nº 40559, colectivo “Ana María Silva
(cañera)”. En cualquier agencia de REDPAGOS pueden depositar su contribución.
Como
siempre, contamos con ustedes.
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