martes, 30 de septiembre de 2014

Toscas palabras




Gabriel -Saracho- Carbajales, 

Montevideo / 29 de setiembre de 2014 / Primavera de la Dignidad..
Toscas palabras en vísperas de un octubre 
que no será como los de antes


Estas líneas toscas, caprichosas, algo embroncadas, disparadas a primera sangre en la media tarde de una jornada de primavera luminosa como las de antes, han surgido de una asociación libre de ideas locamente motivadas, estoy seguro, por lo que mis oídos habían escuchado a primeras horas de la mañana en una emisora capitalina (y que me quedó dando vueltas en la cabeza) y, luego, pasado el mediodía, por una vivencia fortísima que no estuvo prevista en mi poco planificada y ya sexagenaria agenda vital.

Durante un par de horas (y altero el orden cronológico) anduve para arriba y para abajo, al rayo del sol, solo conmigo mismo y mis intermitentes cavilaciones de viejo filosofón, recorriendo los senderos burocráticos de la periferia de un Cementerio del Norte en el que también hay diferencias sociales y una callada lucha de clases entre los que vamos a jeder a los tubulares marginales y los que tienen la suerte (es un decir, por cierto) de pasar a “mejor vida” ocupando esos suntuosos panteones marmóreos que salen más caros que una vivienda decorosa para vivir una familia de trabajadores honrados.

Tenía la “misión”, encomendada razonablemente por la familia (más propensa que yo a la lógica angustia que provoca esta ingrata circunstancia), de hacerme cargo de rescatar de la “reducción” los restos de mi vieja, Obdulia, fallecida el 24 de Agosto de 2912, con 93 años de los que los diez últimos habían sido un mero respirar entre confusiones, alucinaciones y pérdida total de reflejos y capacidad racional, extremos que, sabiamente, los antiguos esquimales evitaban a sus seres queridos, llevándoles en esas condiciones a morir en los confines más lejanos del territorio gélido del Ártico.

Como ocurre en el cine (que es recreación de la realidad), cuando iba hacia lo que llaman “urnario” cargando una cajita de plástico llena de los huesos todavía pesados que habían sostenido la humanidad de mi madre (aun no trocados “en otro estado de la materia”), viví necesariamente una sucesión de reflexiones y sensaciones muy especiales, “ilustradas” por imágenes muy lejanas y como en sepia, de Obdulia y su manera de ser, que aparecían como un documental, y ahí descubrí que había una que estaba como congelada, entera, en mi memoria sensitiva, desde mis doce años, en 1962, y que, creo, “volvió al presente” estimulada por lo que me había dejado impactado escuchando la radio unas horas antes en este enésimo y aburrido torneo “democrático” de la “República Oriental del Uruguay”:

Obdulia le decía a mi viejo: “Gabriel, son todos iguales; nunca harán nada por los pobres, ni siquiera los que vienen de una familia humilde... Convencete”. “Eso decís vos, que ya no creés en nadie”, respondía el viejo, ya desocupado crónico y eterno votante del Partido Socialista, a diferencia de ella, ama de casa y “eterna” votante de un batllismo ya muerto, al que dejó de votar en 1958 para tentar suerte con los blancos del campechano “Chicotazo” (ex colorado riverista y gorila) y compañía.

Su sentencia respecto a las chances que suponía para el pueblo trabajador meterse en los “intersticios” dejados por el sistema, era categórica, y, consecuentemente, en 1962 no le “prestó” el voto a nadie, agitando su conclusión entre toda la familia y todas las vecinas del barrio, pese a su menos diez en materia de “educación” política.

“Nos viven jodiendo los colorados y los blancos; tanto da que gane el que sea. Esto está podrido de arriba a abajo. Son todos iguales...”, Declaraba sin pelos en la lengua y sin importarle demasiado que se le tildara de “antidemocrática” por vía del desengaño o el descontento.

La “psicología política”, si es que se existe, se encargará de determinar cuánta influencia tuvo este proceso político de una mujer sencilla y semi-analfabeta, en la vida de sus hijos. Pero lo que sí es cierto es que su prédica no dejó en ninguno de ellos la idea de que no había nada que hacerle y que debíamos resignarnos al consuelo de intentar “cambiar todo” ilusamente cada cuatro o cinco años, yendo religiosa y eternamente a cumplir con nuestro “deber ciudadano” de seguir consagrando la opresión y la explotación como forma natural e inmodificable de vida.

Por eso es que, mientras deambulaba entre altísimos árboles del “camposanto”, medio afiebrado y conmovido por vivencias ancestrales casi que de los tiempos del taparrabos y las cavernas, no pude disociar aquellas imágenes de una ignorante mujer de barrio lanzando tempraneras diatribas contra esto que llamamos “democracia burguesa”, de estos tiempos en los que, esta mañana, una emisora de radio permitió a una ilustrada personalidad de la política oriental, emitir el juicio fundamentalista de que son “agentes del imperialismo” los anónimos militantes que han estado empapelando la ciudad en los últimos días con artesanales y sugerentes pegatinas que dicen, nomás, “No Voto”, junto a la querida y todavía desafiante imagen de un Ernesto “Ché” Guevara joven, combativo e inmortalmente revolucionario.

Valgan, pues, estos párrafos como merecidísimo reconocimiento hacia alguien que no pudo o no supo leer ni a Lenin ni a Bakunin, pero que predicó con el ejemplo de la sencillez y el convencimiento de los que van aprendiendo que la vida es lucha...

Y valgan, también, como expresión de severo rechazo a una metodología que mi vieja, si hubiese tenido “educación política”, habría diagnosticado como síndrome de la enfermedad senil del democratismo “de izquierda”, sectario, pedante y divisionista...

Gabriel -Saracho- Carbajales, Montevideo / 29 de setiembre de 2014 / Primavera de la Dignidad..




1 comentario:

  1. Ver algunas correcciones necesarias.
    Por ejemplo: la mamá falleció en 2912 ...
    Un abrazo. Bello el tono literario de la nota.

    LIC. MARTHA LIDIA FERREIRA

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