domingo, 12 de agosto de 2012

Se fue Fernando Garín

Centro de Instrucción de la Marina Juan Lindolfo Cuestas entre Washington y Sarandí.


Vivan los compañeros
Hoy en la localidad de Lovaina, Bélgica dejó de existir después de una enfermedad Fernando Garín oriundo de Juan Lacaze,



Fernando Garín era el nombre del tupamaro infiltrado en la Marina, que llegó al grado de cabo y que, bajo el mando de Raúl Sendic, fué el artífice de la planificación y el desarrollo de la operación,. El compañero se hizo cargo de reducir al soldado que estaba de guardia en la azotea del cuartel: (...) “ al aproximársele Garín y decirle que viene a relevarlo, sorprendido el guardia argumenta que aún no es la hora. Al tiempo que se va acercando, Garín que esos policías que vé (tupas disfrazados de policías que estaban en la vereda) han venido a buscarlo y que tendrá que acompañarlos; cuando llega junto a él lo encañona, pero el hombre se resiste, negándose a entregar su fusil y focejeando por él. Sólo se rinde cuando siente en la cabeza el caño del arma de Garín. Ésta, ya con el AR15 en su poder, apunta al guardia de abajo, y le grita que no se mueva, mientras unica al reducido en la misma línea de fuego”.
El relato escrito en el Penal de Punta Carretas por el recordado Fernando “Falsa Escuadra” Rodríguez, deja la sensación de que todo se balanceaba sobre una telaraña que, por cualquier imprevisto, se podía cortar y la veintena de tupamaros quedar sin otras salidas que atravesar al Ciudad Vieja –previsible masacre- o salir a todo trapo por la rambla, donde de chocar con un patrullero quedarían encajonados. Por supuesto que en la planificación se tomaron en cuenta hasta los más mínimos detalles –no en vano participó de ella Garín-, pero lo fortuito fue un aspecto fundamental para que las armas pasaran al campo de la revolución sin que se haya disparado un sólo tiro.
Los compañeros fueron dueños del cuartel durante más de una hora; la fotografía con la bandera de Artigas con la estrella y la “T”, símbolo de los tupamaros, ondeando del mástil del cuartel de la Marina, salió en tapa en todos los diarios y en todos los noticieros televisivos. La operación provocó en la gente la sensación de que a partir de ese día la cosa iba muy en serio, no era lo mismo que después de la toma de Pando, lástima que ese sentimiento reviritió sobre nuestro grupos armados en forma de triunfalismo, algo que tuvo consecuencias muy negativas..
Con el resto de la dirección histórica del MLN (T) presa en Punta Carretas, Raúl se hizo cargo de coordinar la planificación y de comandar el desarrollo de la operación, siempre poniendo el cuero para sustentar sus ideas. Fernán Pucurull fué otro compañero importante en la concreción de la tarea. Raúl Sendic sabía muy bien que la toma de un cuartel puede terminar en desastre como en el Moncada o Monte Chingolo, que el episodio de la Marina en Uruguay había sido exitoso por una dosis de fortuna, tenía la experiencia suficiente para admirar la toma de La Tablada y comprender que no piudeira alcanzar sus objetivos.
De la misma manera que la caída de Sendic en la Ciudad Vieja (1972) marcó en lo subjetivo un punto final de la lucha guerrillera, muchísimos tupas sentimos que desde el 28 de abril de 1989 se navega a la deriva y que, para peor de males, se ha perdido la brújula y ya no se sabe ni dónde queda el norte. La muerte de Sendic dejó al movimiento tupamaro sin el ancla que lo enganchaba con el pensamiento revolucionario.

Del libro de Zabalza Raúl Sendic el tupamaro, su pensamiento revolucionario


 Operación Centro de Instrucción de la Marina
 del libro “Actas Tupamaras”

El CIM está enclavado en la rinconera que forman el arranque de la Rambla Portuaria y el extremo Este del Puerto de Montevideo. Delante de él se extiende la ciudad; detrás suyo la Bahía. Para entrar o salir de él se debe cruzar la ciudad o bordearla por la Rambla costanera. Operar en el CIM es hacerlo en la boca del lobo.
El Centro de Instrucción ocupa casi una manzana delimitada por Juan Lindolfo Cuestas al Este; Washington al Norte; y la Rambla al Oeste; al Sur el Servicio de Balizamiento que ocupa una angosta faja a lo largo de la calle Sarandí. Es una vieja construcción de una planta con un primer piso en algunos sectores. Por Washington, a unos 5 metros de J. L. Cuestas, está ubicada la única puerta y al otro extremo de la cuadra, a pocos metros de la Rambla hay un portón para entrada de vehículos.
De acuerdo con los informes proporcionados desde adentro por el compañero Fernando Garín que ocupaba un puesto de ordenanza, se planifica la acción.
Habrá que reducir a seis guardias: dos en el exterior, en la esquina de Cuestas y Washington, uno de ellos que estará en la vereda y el otro en la azotea. Los cuatro restantes estarán adentro; serán un cabo y un ordenanza en la Oficina de Guardia (se descuenta un segundo ordenanza que será el propio Garín); un cuartelero en el dormitorio de tropa y un suboficial en el Casino de Oficiales, donde se entretiene mirando televisión.
La demás gente duerme en diversos lugares además de los dormitorios. Oficina de Radio, Arsenal, Enfermería y calabozos. También en el Casino de Tropa puede haber algunos jugando a las cartas.
Intervendrán en la acción 20 compañeros, dos compañeras, un auto y un camión.
DÍA 29 DE MAYO, 1970 

A las 13 horas se hace contacto telefónico con Garín para ver si hay novedades. Todo marcha bien. A las 17 se repite el contacto con el mismo resultado. En dos oportunidades anteriores la operación debió suspenderse por novedades en el objetivo.
A la 1 y 10 de la madrugada del 30 de mayo se hace un nuevo contacto que será el último, pues se confirma la acción para la hora 1 y 45.
Mientras un compañero realizaba este contacto desde un bar, por las cercanías permanecía estacionado el camión. Una pareja «de enamorados» ocupaba la cabina; la caja, toda cubierta por una lona podía contener, según las apariencias, cajones, verduras, comestibles, cualquier cosa, menos, 17 personas.
Cuando se aguardaba el regreso del compañero, aparece un policía, que se acerca a la cabina e interroga y pide documentos a la pareja. Bajo la lona, 17 caños apuntan al inoportuno. Entre cansado y borracho, más lo segundo que lo primero, el uniformado apoya una mano en la baranda, o al menos esa fue su intención. En realidad esa fue su intención. En realidad, se apoyó, lona por medio en el brazo de un compañero que se mantuvo lo más quieto posible. Por suerte el hombre no estaba en condiciones de diferenciar entre madera y un antebrazo. Le alcanzan los documentos, los mira, los devuelve y se va. La lona se infla del respiro hondo de los compañeros. De haber tenido que enfrentar al milico, los 17 amontonados y dispuestos a meter bala, aquello pudo haber sido un desastre. Pero la caña o el vino lo arreglaron todo. También algo se aprendió.
Por otro lado antes del contacto telefónico, Garín comprueba en el cuartel que su arma no funciona. Recurriendo a su ingenio mata dos pájaros de un tiro: simulando hacerle una broma le saca el arma al cabo de guardia y le deja la suya propia.
APROXIMACIÓN

 Confirmada la ejecución del operativo, a la hora adecuada y por distintas vías, se dirigen al CIM el camión y un coche con tres compañeros, los que en la primera etapa del copamiento harán las veces de agentes de investigaciones.
El camión se detiene en Cuestas entre Sarandí y Reconquista a cuadra y media de Cuestas y Washington. A su izquierda hay una cancha de fútbol. Aquí, unos 10 metros más adelante la pareja vuelve a sus «amores» aunque con sus ojos puestos en el coche de «tiras» que ha estacionado en Sarandí a pocos metros de Cuestas. Desciende Tino, llega a la esquina y espera de Garín la señal convenida. Pero allá a la cuadra sólo ve al guardia en la azotea. Nada de Garín. Pasan largos los segundos; Tino espera, los del coche y los del camión esperan; la pareja también espera. Todos están impacientes y tensos.
Es una madrugada brumosa. Cerca de allí, entre ruido de tachos y palas contra el suelo que retumba en el silencio hondo del barrio dormido, se mueve un camión que recoge basura.
Al minuto de espera aparece Garín en la vereda de Cuestas. Simula contemplar el estado del tiempo y arrimándose a la pared para no ser visto por el guardia de la azotea -el otro está por Washingtonarroja el casco al aire y lo recoge. Es la señal.
Ahora el coche de Tino se dirige al objetivo y estaciona en la esquina. Los dos «tiras» que bajan son interceptados por el guardia. Desde la azotea se oye que el otro guardia amartilla su fusil R-15. Identificándose como agentes de investigaciones los compañeros piden hablar con el Oficial de Guardia. El puerta que ha ido a avisar regresa con un ordenanza y retorna su puesto.
El ordenanza no es otro que Garín. Los “tiras” le reiteran que necesitan hablar con el Oficial de Guardia, porque un marinero de la repartición ha tenido problemas con la policía. Garín les exige documentos que examina prolijamente bajo la mirada atenta de los dos guardias. ”Convencido” de la autenticidad de los documentos, el ordenanza hace pasar a los “tiras” con el argumento de que “es un asunto para vos”. En cuanto al cabo, luego de comprobar los documentos y oír explicaciones va a buscar al Suboficial de Guardia que se entretiene mirando TV en el Casino de Oficiales contiguo a la sala. Al volver el cabo con el suboficial, los “tiras” vuelven a plantear su problema. En la antesala, Garín conversa con el ordenanza. Disimuladamente los “tiras” observan a sus interlocutores, hasta que Garín, después de varios circunloquios, desarma al ordenanza. Entonces ellos hacen lo propio con el cabo y el suboficial. Tras la sorpresa y el susto los tres quedan junto a la pared, desarmados y con los brazos en alto.
Entretanto afuera también ocurren cosas: segundos después de que los “tiras” entran al Cuartel, la pareja, todo arrumacos marcha por la vereda lentamente rumbo al coche. Cuando lo enfrenta es interceptada por un “tira” que ha quedado con él. Les pide documentos, los mira inquisitivamente, los interroga: ¿Qué hacen a estas horas por la zona?, ¿dónde viven, dónde trabajan? La pareja se defiende y discute en voz alta, mientras los guardias desde sus puestos oyen y ven. En cierto momento la mujer manifiesta que es estudiante del IAVA.
- Ah, estudiante, y nada menos que del lAVA!, exclama el “tira” y agrega autoritario: - Quédense acá; vamos a arreglar esto con el Oficial en cuanto venga.
La pareja aunque protesta, se queda. Los guardias por su parte contemplan la escena. El de la azotea deja de hacerlo al aproximársele Garín y decirle que viene a relevarlo. Sorprendido el guardia argumenta que aún no es la hora. Al tiempo que se va acercando, Garín le explica que los policías han venido a buscarlo y que tendrá que acompañarlos; cuando está junto a él lo encañona, pero el hombre se resiste, negándose a entregar su fusil y forcejeando por él. Sólo se rinde cuando siente en la cabeza el caño del arma de Garín. Este, ya con el R-15 en su poder apunta al guardia de abajo y le grita que no se mueva, mientras ubica al reducido en la misma línea de fuego. Simultáneamente la pareja y el “tira” se abalanzan sobre él. También él se resiste y aunque forcejea y aprieta el M-1 contra su cuerpo termina rindiéndose.
IRRUPCIÓN
Cuando la pareja y el “tira” se despegan del coche para reducir al guardia, el camión por su parte, inicia rápida marcha hacia el objetivo. Casi encima de éste, frena abruptamente. El compañero que maneja ha visto un centinela que le parece verdadero. Ocurre que se ha actuado con suma rapidez y en 10 segundos se ha reducido al guardia, y un compañero ocupa su lugar. La transformación se ha logrado y se logrará después con otros compañeros, agregando solamente a la camisa y el pantalón grises, un casco marinero.
Cimbrándose aún el camión por la frenada, el conductor ve retirar las barreras que clausuran el tránsito peatonal en la cuadra de Washington y entra a ella estacionando frente a la puerta. Bajan los 17 y marchan cuartel adentro, cada uno con un cometido. Lacho sube a la azotea para suplantar a Garín. Otro compañero debe “relevar” al guardia, pero se retrasa, por lo que Lacho arrastrándose sobre el piso para no ser visto desde la calle, apunta al guardia y lo mantiene en su puesto en mera función de silueta. Llega el demorado y queda de guardia con la capa y el casco del reducido. Este baja con Lacho quien lo lleva junto a los demás al Casino de Oficiales que custodian dos compañeros.
Luego de esto rápida y simultáneamente se procede a reducir a quienes se encuentran en distintas dependencias. En el dormitorio de Oficiales del primer piso, es reducido el Oficial de Guardia que dormía desde que fuera relevado por el suboficial; en el Servicio de Buceo de planta baja, se reduce a dos; en el dormitorio de cabos del primer piso, a tres; mientras en la enfermería se hace lo propio con seis más. Cabe aclarar que la enfermería sólo tiene de tal el nombre, porque es un simple dormitorio más que alojaba a personas en perfecto estado de salud.
En el dormitorio de reclutas son reducidos seis, los que asustados y preocupados manifiestan y vuelven a aclarar: “Nosotros somos reclutas, no tenemos nada que ver, somos reclutas”.
Vaya a saber qué pasaba por la mente de aquellos pichones marineros. Dos compañeros van al Arsenal cuya puerta encuentran entornada y sostenida en su posición por algún objeto pesado. Al ser abierta de una patada, se produce un ruido considerable. Aunque más considerable y pesado es el sueño de los dos marineros que allí duermen a pata suelta. Recién despiertan al cabo de varios sacudones y mientras uno tiembla el otro tiene la lengua afectada por una espléndida borrachera. Conversa, bromea, chichonea con el compañero que se ha quedado vigilando, lo invita con un cigarro y de tanto en tanto se descarga sobre el otro reducido.
- Pero no temblés, carajo. No seas jodido. No nos van a hacer nada. Tomá un cigarro, baja esas mano -y dirigiéndose al compañero- ¿Verdad que las puede bajar?
Aunque el compañero asiente, el otro sigue firme con las manos arriba. Piensa quizás que si las baja es hombre muerto. Quince minutos así, mientras su compañero dale que dale a la lengua como si fuera una maquinita de hablar.
38 Y TRUCO 
 En el Casino de tropa -de planta bajaun compañero llama a la puerta que está cerrada desde dentro. Al cabo de unos segundos le responde un “Qué pasa?”.
- De la guardia, responde. Abierta la puerta, encañona a quien lo recibe e imponiéndole silencio lo hace andar delante suyo hacia un ambiente del Casino donde otros tres esperan para continuar el truco interrumpido. Recorren un estrecho pasadizo interno formado por un tabique de madera y una pared.
Llegados ante quienes aguardan impacientes, apartando algo hacia un lado al que lleva delante, queda apuntando a la mesa y dice a tono con la situación creada: - Aquí gané yo: tengo 38 y somos tupamaros.
Y tenía nomás un 38 largo. Se resignan los truqueadores y van contra la pared con las manos en alto. Aunque asustados, a uno de ellos le queda para el humor y para preguntarle a quien tiene a su lado: - Che, ¿hace tanto frío que me tiemblan las piernas?...
El dormitorio de tropa próximo al portón en realidad es doble: planta baja y primer piso. Tiene unas seis cuchetas en cada nivel dispuestas en dos filas. En medio de ellas y a lo largo está la ropería.
Con un pretexto, Garín saca afuera al cuartelero que monta guardia en planta baja, del lado de adentro de la puerta.
Una vez alejados unos metros lo encañona y se lo entrega a Lacho. Con su M-1 terciada al pecho, el hombre se pone duro resistiéndose a ser desarmado, Sordo a las amenazas del compañero se aferra al fusil y forcejea. Lacho termina poniéndole su arma en la cabeza y arrancándole el fusil a viva fuerza, tras lo cual marcha al Casino de Oficiales donde están ya reducidos, guardias, cabo, ordenanza, oficial y suboficial. (Cuando éstos sean llevados a la Plaza de Armas, el patio enmarcado por las dependencias que van siendo copada, se sumarán a ellos los otros reducidos). Libre la puerta entran 10 compañeros, 5 para cada dormitorio, en sigilosa fila india. Abajo se aguarda para actuar en el momento en que se encienda la luz de arriba. Aunque encendida ésta, los de abajo no encuentran las llaves y se resignan a valerse del resplandor que viene desde lo alto.
En cada dormitorio, se ubica un compañero al extremo de la ropería, dominando así los dos sectores de cuchetas, a tiempo que bloquean la salida. En el dormitorio de arriba bloquea, además el acceso al armero - lugar donde cada marinero guarda “su” arma al dejar el servicio. Otros dos en cada sector se encargan de los sobresaltados marineros. Mientras uno les apunta, el otro les va atando las manos con alambre de cobre. A varios hay que sacarlos a tirones de sus cuchetas. Uno en especial, da más trabajo. Aunque tironeándolo el hombre sale hasta cierto punto pero de allí no pasa: el cuerpo sale y el brazo queda. ¿Qué ocurre? El hombre tenía una mano lastimada y se la había atado para dormir, a la cucheta superior “para que no se le subiera la sangre”. Ese se salva de que se le aten las manos. Aquí los reducidos suman alrededor de 24. Se recibe además a los dos del Servicio de Buceo.
SUEÑO PESADO
En la Oficina de Radio -planta baja- hay uno solo, que duerme profundamente. Tras muchos enérgicos sacudones un compañero consigue despertarlo. - Vamos, levántate, somos tupamaros, dice mientras le apunta.
- Dale vos, dejáme dormir, responde el semidormido que vuelve a acomodarse en su almohada.
- Vamos, vamos, rápido, que no podemos perder tiempo, y le retira las frazadas mientras lo sacude.
- Dale loco, qué hora para bromas: andá a joder a otro lado!, y dándose vuelta se tapa la cabeza.
El compañero no tiene más remedio que guardar el arma y sacarlo a tirones de la cama. Son los últimos en salir a la Plaza de Armas. Al ver a los demás, comprende que no se trata de bromas. Ya despierto como todos, masculla:
- A mí, a mí que me faltan seis meses para jubilarme.
El total de reducidos llega a 53 a los que se sumarán un arrestado que está en el calabozo, 8 que irán llegando de la calle y uno más que ya se verá cuándo y dónde aparece. Formados en la plaza, todos están en calzoncillos, excepto 10. No se les permitió vestirse para evitar movimientos riesgosos, a uno que tose se le alcanza una frazada. Hay otro que se lamenta:
- Justo, tan luego hoy, que mañana tenía franco.
Antes de llevarlos a los calabozos. Garín les arenga que en el mismo lugar se sometió a inhumanos plantones, se maltrató, se vejó de palabra y de hecho a los trabajadores de UTE. Lamenta que no estén ahora allí muchos de los Oficiales y tropa que peor se comportaron, que fueron los más duros con los trabajadores. Pero -continuó Garín-, con lo que a más de uno se le cayó el alma a los pies, algunos están presentes. Y mirando a los que iba aludiendo, expresaba...
- ¿Recordás fulano... y vos mengano... y vos zutano?..,
El plan preveía encerrar a los reducidos en tres calabozos que existen en el primer piso. Pero uno tenía rota la puerta, el otro estaba en reparaciones, y el tercero, en donde hay un arrestado no tiene capacidad para todos. La mayoría debe quedar en el corredor -arriba, junto a los calabozos- y en la escalera.
Dos compañeras y un compañero los custodian. Con la inmovilidad empieza a sentirse el frío de la madrugada y es necesario traer frazadas para los calzoncillos. Algunos se acurrucan en el suelo y recomienzan el sueño interrumpido. Entre ellos quizá, el de la Oficina de Radio, si es que no perdió el sueño pensando en su jubilación. La reducción del grueso de la gente que había comenzado a la 1 y 50, termina alrededor de las 2 y 20.
A LAS ARMAS
Encerrados los reducidos entra el camión, estaciona junto al arsenal y se comienza a cargarlo. En un pasamanos ágil y dicharachero, van corriendo cajones y cajones de armas largas y cortas, de municiones, etcétera.
Al mismo tiempo otros compañeros tratan de poner en marcha un camión de la Marina que está en el patio. Como no lo logran, buscan al chofer entre los reducidos, quien les explica que aunque el vehículo anda bien, tiene descargada la batería, se le hace arrancar empujándolo y se le lleva para cargar el botín del arsenal.
Simultáneamente desde la Oficina de Guardia se llama por teléfono a los compañeros que aguardaban en determinado lugar con el vehículo, (Copado el cuartel mismo resulta el más seguro y mejor lugar de trasbordo). No se previó hacer venir más vehículos porque se contaba con una camioneta «Marina». Pero en la tarde anterior se la había llevado a reparar. Se debe entonces distribuir la carga, lo mismo que los hombres, en tres vehículos en lugar de cuatro.
Mientras pasan los minutos crece la carga. El arsenal va quedando desierto a la par que los elásticos de los vehículos se van aplastando por el peso. En tanto, la guardia se va encargando de los marinos que, de tanto en tanto van llegando desde la calle, buscando la cama. Las veredas solitarias y el silencio de la madrugada denuncian sus pasos mucho antes de llegar. Saludan al centinela y marchan puerta adentro, hasta la Oficina de Guardia donde “el cabo y el ordenanza” frustran uno a uno a ocho seres que venían soñando en la cucheta caliente. La nota risueña está a cargo del cuarto o quinto marinero: muy suelto de cuerpo y ánimo, tranqueando apurado rumbo a la puerta, le dice al centinela al pasar:
- Hola, que tal che: ¿anda loco el cabo?
- No, hoy está fenómeno le contesta el «centinela».
Al acercarse a la Oficina de guardia, comprueba que el «puerta» no le mintió. Anda bien el cabo y está para las bromas, de ahí que lo apunte y lo intime a levantar los brazos. Pero a bromita, bromita y medio. Con un rápido movimiento, si detenerse hace como que saca un arma y apuntándole con la mano, le «dispara» con la boca: - Pum, pum, pum...
Y sigue de largo. El «cabo» debe perseguirlo y convencerlo de que aunque no está de mal humor, tampoco está de bromas.
EL CUARTEL QUEDÓ
Controlada la contraseña, los compañeros del vehículo llamado entran y se dirigen a cargar en la Oficina de Radio en primer término, luego a un depósito y por último al Servicio de Buceo. Del Arsenal, el camión «marino» se desplaza al dormitorio de tropa -en primer piso-, donde es vaciado el armero. Una vez hecho esto, dos compañeros van al dormitorio de abajo en busca de frazadas para tapar la carga. Al entrar, de abajo de una cucheta surge un tipo que alza las manos. Es un marino que, aprovechando la falta de luz en el momento en que se redujo a los demás, logró ocultarse, después fue al armero de donde sacó un fusil M-1 que cargó y... allí estaba el mozo en el suelo. Un detalle, un mínimo detalle olvidado -la ubicación de las llaves de la luz- pudo haber complicado y hasta frustrado, una acción planificada al menor detalle y ya prácticamente consumada en su etapa más compleja y riesgosa, como lo era la reducción de la guardia y demás gente. Felizmente, el «escondido» vio que el asunto era bravo y vaciló, tardó en decidirse.
A las 3 y 30 todo está cargado. El plan preveía salir y cubrir un determinado trayecto del recorrido en caravana, para dispersarse luego hacia los lugares de descarga. Al frente iría la camioneta «Marina» con seis compañeros uniformados ofreciendo así una apariencia insospechable. No contar con la camioneta impone modificar el plan.
Seis o siete compañeros desarmados, con sus documentos en orden, marchan a tomar ómnibus a unas tres cuadras del lugar, siendo vigilados en su trayecto por el «centinela» de la azotea. Con diez u once compañeros ubicados en ellos, los tres vehículos parten directamente por distintas vías hacia los lugares donde deben dejar su carga. Recibida ésta se distribuirá en cantidades menores entre las columnas, y aquí a su vez entre cantones y compañeros. En el cuartel quedan seis compañeros, que se retirarán en el coche de «tiras», 40 minutos después a las 4 y 10, de manera que, cuando se difunda la alarma, la cosa esté totalmente liquidada y no quede ni el olor. Los 40 minutos serán bien aprovechados: mientras tres compañeros continúan apostados en la vereda, azotea y Oficina de Guardia respectivamente, en tanto otro custodia a los reducidos los dos restantes se encargan de pintar leyendas -entre otras «Comando Indalecio Olivera Da Rosa», compañero muerto en acción- y de tomar fotos del arsenal vacío, de la bandera del M.L.N. en el mástil de la Plaza de Armas y de los reducidos a través de la puerta de rejas ubicada al pie de la escalera que lleva a los calabozos. Al partir, se cortarán los cables del teléfono y se cerrará la puerta de calle colocándose en ella un falso artefacto explosivo con un cartel que dice: «Por aquí pasó el pueblo».
Tras la descarga, el camión «marino» debe recorrer varios kilómetros hasta ser abandonado en un lugar que despiste a la represión. Al subir para conducirlo en este recorrido, el compañero Fernán Pucurull - pieza fundamental en la planificación, organización y ejecución del operativoexclama ufano y sonriente:
- Ahora que tenemos todo asegurado, si hay que ponerle el pecho a las balas, lo pondré contento; no me importa morir. Así parte. Dos días después sería muerto en la forma que señalamos en otro lugar del libro. Las expresiones del compañero Pucurull reflejan su clara conciencia de que, con este traslado masivo de armas, la correlación de fuerzas entre la represión y el Ejército del Pueblo sufriría un vuelco fundamental.
El volumen de armas obtenido estaba constituido por:
• 190 Fusiles Springfield.
• 120 Fusiles Garand M-1 (fusiles pesados de gran poder de fuego y alcance).
• 50 pistolas .45.
• 180 revólveres .38 largo, caño corto sin uso.
• 2 ametralladoras de pie (Trípode)
una de ellas en muy mal estado y que a los pocos meses fue recuperada por la policía en un cantón.
• 6 fusiles R-15 (de los que usan los yanquis en Vietnam).
• 2 metralletas Reissing, calibre 45.
• 90 granadas de demolición.
• 130 granadas gas y humo.
• 70.000 proyectiles de armas
largas y cortas (la mayoría, unos 60.000, de las primeras).
Completan la carga, equipos de radio, portátiles y fijo, máscaras anti-gas, equipos y otros implementos de buceo, palas y un pico articuladas, más las armas de coleccionistas que el gobierno «internó» para resguardarlas de los sediciosos, que venían expropiándolas casa por casa. Quedaron el cuartel y los marineros, menos uno que pasó a la clandestinidad.


1 comentario:

  1. Se nos fue pero vive con nosotros en cada dia de lucha y combate.

    Asi lo conoci en la casa de mi viejo en Belgica en el exilio junto a Daniel F, tu sonrisa siempre estara presente hermano. Aprendi de usteds a continuar la lucha estemos donde estemos tus conversasa con el viejo siempre fueron profundas y honestas tu decicion de entregarte a la lucha de lleno fue un ejemplo para mi siendo un guacho. Estando afuera en el exilio siempre plantiabas la vuelta con el pensamiento revolucionario de volver a continuar el combate contra el opresor Por eso y mucho mas y con unas larigamas te digo HASTA SIEMPRE FERNANDO SOS DE LOS MUERTOS QUE NUNCA MUEREN SI HABRA PATRIA PA TODOS MENOS PA LOS TRAIDORES
    Sabremos cumplir.
    el hijo de un TUPA
    Ramiro

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