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La embajadora de Estados Unidos en Uruguay, Julissa Reynoso, organizó una cena en su residencia del Parque Batlle. El motivo de la convocatoria fue homenajear a Sonia Sotomayor, primera mujer hispana el integrar la Corte Suprema norteamericana.Al encuentro acudieron el presidente José Mujica, el expresidente Tabaré Vázquez, el ministro de Educación y Cultura, Ricardo Ehrlich y el rector de la Univerdad de la República, Rodrigo Arocena. Participantes de la reunión aseguraron que la principal preocupación que Mujica le planteó a Reynoso fue promover la cooperación en educación. La diplomática fue receptiva a que un mayor número de estudiantes universitarios se capaciten en Estados Unidos en biología aplicada a la agricultura.
El rector Rodrigo Arocena, enfatizó a Subrayado que "la Udelar tiene relaciones de intercambio y colaboración científica con todos los países del mundo desde hace décadas". "Hay que tener conocimiento propio para colaborar en esa materia con los demás", puntualizó Arocena.
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“¡ESTA ES LA
VERDADERA ALIANZA ANGLO-URUGUAYA!!!".
Mientras
oigo en la cantora que Mujica y algún ministro fueron invitados a cenar en la
residencia particular de la embajadora yanqui seguramente para afianzar el
internacionalismo democrático interracial heroicamente defendido por los
valientes y solidarios marines que llegan al paisito para entrenarnos en la
defensa del mundo libre y librarnos del eje del mal…
Mientras
me imagino cómo habrá sido el cordial encuentro nocturno, qué finos licores
habrán degustado, cuál habrá sido el envidiable postre, qué bromas de boliche
habrá gastado el “primer premier” criollo en tan afable compañía; mientras mis
neuronas tratan de amoldarse a la “nueva realidad” e interpretar tanta fruición
de amistad norte-sur…
¡Zas!!!...
…Me quedo
sin cantora, sin calefón, sin heladera, sin pantalla chica, sin una puta
lamparita encendida…
Y me quedo
también con la intriga de saber si “el mejor presidente del mundo” morfó una
deliciosa pulpita del Pepe al horno –ella, no él, obvio- o esas repugnantes
hamburguesas de hule que come el infeliz pueblo yanqui aunque no seguramente la
representante diplomática del gran tigre de papel ansioso por involucrarnos en
la sacra cruzada de protección globalizada del planeta tierra, incluida la
gentil y obediente ex Banda Oriental del Río de La Plata.
No me quedo
a oscuras porque es el soleado mediodía de una jornada que parece prometer
inminentes temperaturas primaverales. Pero sí me quedo sin el servicio de
energía eléctrica estatal que nos brinda amigablemente UTE, “la energía que nos
une”, como nos dice convincentemente el gran capitán Diego haciendo malabares
con la gloriosa globa celeste de la resurrección inefable de la garra charrúa.
Una vecina
que está olímpicamente colgada desde siempre y no paga ni un destello de
lamparita de bajo consumo, y que vive reafirmando su perpetua exhortación a que
siga su ejemplo, me lanza la fina ironía que le surge cuando ve llegar la
inofensiva camionetita privada con escalera en la baca, con un par de
uniformados pinza en ristre, que traen la orden de cortarme el suministro del
vital servicio ciudadano “por deudas impagas”.
--Vecino -me dice la buena señora-,
¡le vienen a colocar el cable!...
Tiene
razón. Me habían venido a meter bien profundo el cable que nos tenemos bien
merecidos los tarados que solemos asumir nuestros gastos ciudadanos “como dios
manda”, en lugar de plegarnos a la extensa y obligada multitud pueblerina que
apenas está en condiciones de pagar diariamente los tres panes hechos con
harina para los chanchos y algún ácido de mágica acción, y el par de litros de
leche que te la cobran más barata si ya pasó su fecha de vencimiento.
Tiene
razón. Los que no estamos invitados a cenar con las grandes personalidades de
este mundo; los que somos “legalistas” y sacrificamos una suculenta porción de
nuestro salario para hacer posible “la energía que nos une” siempre y cuando no
tengamos hijos chicos que alimentar aunque más no sea miserablemente; los que
todavía somos prolijos con las demandas de nuestros acreedores públicos y
privados, somos unos reverendos imbéciles.
Imbéciles
de cabo a rabo.
Jamás me llega una factura de UTE; jamás, tampoco,
ninguna intimación de pago con fecha de corte. Si reclamo, me dicen que es
cuestión de la empresa tercerizada que se encarga de esos menesteres que el Estado
ha dejado en manos privadas pagando muy buena guita a los que no brindan ningún
servicio.
Por otra parte, desde que el contador está en la
vereda, la ruedita que gira y gira contabilizando mi uso de energía pública,
gira a la velocidad del sonido, como la montaña rusa, y, desde entonces, debo
pagar seis veces más de lo que venía pagando hasta hace un par de años, sin contar
los sucesivos aumentos de las tarifas.
Imbécil, imbécil total.
Esa noche, por suerte, tuve un hermoso y
reconfortante sueño de subdesarrollado imbécil pero esperanzado: el Pepe y la embajadora,
rodeados de tan célebres personalidades, estaban ya en las postrimerías del
grato y novedoso agasajo yanqui-oriental, cuando la luz se apagó del golpe y porrazo, y todos, re-cagados,
se quisieron mirar imaginando lo peor y desconfiando hasta del gato…
El milagroso apagón se prolongó gratamente unos cuantos
minutos, y mi sueño terminó cuando desde la vereda, llena de botones súper
fornidos y armados hasta con granadas nucleares, llegaron a la modesta residencia
diplomática unos gritos impresionantes, con la voz cascada y como de mamerto
del querido Gallego Antonio, diciendo:
-- ¡Agarren el papel higiénico, señores, vinimos de nuevo por Dan
Anthony Mitrione!!!.
Surrealismo puro, ni qué hablar; humor onírico más
negro que Obama…
Ya totalmente despierto, en la madrugada, recordé
espontáneamente la siguiente y bien auténtica anécdota contada hace más de 40
años –en su círculo de poderosas amistades- por Sir Geoffrey Jackson, ex embajador
británico secuestrado por el MLN-Tupamaros el 8 de enero de 1971 y mantenido en
la Cárcel del Pueblo hasta fines de ese mismo año, en los prolegómenos de la
gran derrota ´72 / ´73:
Los prisioneros del MLN hacían sus necesidades
líquidas en una lata de aceite de dos litros, intermitentemente vaciada por las
compañeras y los compañeros que se alternaban en las guardias.
A Jackson se le había llenado su lata, y, muy cortésmente,
otro prisionero, el empresario y chupasangre “oriental” Ricardo Ferrés, le ofreció
la propia, casi vacía, sosteniéndola desde su celda contra el tejido de separación
entre ambas improvisadas celdas.
Mientras Ferrés brindaba tan importante servicio de
internacionalismo proimperialista, el inglés –al que siempre habrá que
reconocerle un estoico y ejemplar comportamiento que contrastaba con la melindrosa
y maricona actitud de Pereyra Reverbel, por ejemplo, y un sentido del humor que
trasciende la lucha de clases- se mandó una magistral reflexión del cuño más sarcástico
e irónico imaginable, que solamente podía esperarse de algún extremista que se
pasara por las bolas el falluto protocolo del buen burgués que participa en grandilocuentes
cenas “de camaradería democrática”.
Dijo el gringo a los gritos y a las risas mientras
Ricardito le aguataba amablemente la lata:
“¡ESTA ES LA VERDADERA ALIANZA ANGLO-URUGUAYA!!!.”
En medio de tanta oscuridad, la memoria y el humor son
el bálsamo de los pobres, al menos mientras no podamos sacarnos del lomo tanta
garrapata mugrienta y tanto escarnio con los sentimientos del pueblo.
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