martes, 7 de agosto de 2012

Borrador 3: Barrio, tupamaros y discrepancias organizativas

La orga de los oficialatas 

Ángela Álvarez MILITANTE REVOLUCIONARIA, NUNCA OFICIALISTA 

.
En realidad Ángela, su compañero Mario y sus tres hijos eran nuestros vecinos cercanos, en el barrio del Hospital de Clínicas. Mis 2 hijos (un poco más chicos) jugaban con sus hijos…y nosotros poco a poco nos fuimos conociendo… También se compartía el cuidado de los niños y hasta el trabajo. Amaya mi compañera de entonces, se formaba como enfermera y trabajaba en el Clínicas y con varias otras personas tenían además de esa coincidencia en el trabajo, militancia gremial y también política con Ángela. Recuerdo también, con mucho cariño, a Silvia Cuello (y algunas otras cuyos nombre no recuerdo), que era de esas mujeres aguerridas tanto en su actividad gremial y política pública como constituyendo grupo de apoyo a compañeros que asumían un trabajo clandestino.

Poco a poco, por otros compañeros, fui sabiendo que en esa casa, desde hacía muchos años, había reuniones importantes de la Orga y una militante vieja, aguerrida y querida del barrio también me contó, que muchos de los que salían en los diarios como más buscados, habían vivido en esa casa, o pasaban por ella y que por años, ella los consideró vecinos amables… Que hasta el propio Bebe Sendic no sólo venía seguido, sino que había sido “vecino” en algún período.

Ángela y su compañero Mario, me explicaron que como Tupas, estaban muy descontentos con como se estaba llevando la cosa en los últimos años, que la Orga era una burocracia infernal. Agregaban: que cómo siempre dice el bebe “somos un elefante en el desierto”, demasiado pesado como aparato…y en vez de que cada vez más gente se una a la lucha, la gente entra y se les da tareas pajeras del aparato…, incluso se saca gente de los gremios en lucha para ponerlos en servicios…, en vez de armar a la gente que lucha te piden todos los fierros para el aparato que luego manipulan sólo algunos tipos”. Con el tiempo también fui conociendo a otros “amigos” y compañeros, en general bastante mayores que yo, con mucho más experiencia en las luchas proletarias, que afirmaban lo mismo y que contaban hechos precisos al respecto. La propia Ángela, por su experiencia, edad y compromiso militante, era escuchada con mucho respeto por la banda de jóvenes que éramos nosotros.

La crítica era a la vez radical, importante y sorprendentemente simple. La misma hacía eco en varios de nosotros que habíamos llegado a críticas similares por una vía mucho más intelectual. Todos los que habían sido parte del proceso de fraccionamiento de los Tupas (que llevan a la división del FER y a la constitución de otras varias estructuras diferenciadas de la Orga, como el FRT, el 22 de diciembre….) habían llegado a conclusiones parecidas. Los que veníamos del sector estudiantil, docente, bancarios…la cosa había pasado por elementos más teóricos:
-       crítica del foquismo y defensa de la necesidad de un partido de cuadros
-       lucha de masas y lucha por la insurrección proletaria como perspectiva
-       crítica de la “liberación nacional” y del proyecto reformista (veíamos que la falta de crítica a los bolches había llevado a ser en los hechos una especie de brazo armado del reformismo)

Por otra parte la participación en gremios en lucha así como la influencia de las luchas internacionales (contra la guerra de Vietnam, la de los negros en Estado Unidos, la de los obreros y estudiantes en Francia, Italia, México…) nos habían impregnado de posiciones revolucionarias y todo lo que venía del PC, del PS y del sindicalismo oficial lo considerábamos reformista, reaccionario. No sólo nos enfrentábamos cotidianamente en las luchas con los agentes de los “bolches” que nos reprimían, sino que rechazábamos totalmente sus consignas reformistas (nacionalizaciones o reformas agrarias), contraponiéndoles consignas revolucionarias: abolición de la propiedad privada y del salario,  revolución sexual, destrucción del Estado, lucha contra el trabajo, crítica de la moral burguesa, etc. Cuando ellos gritaban “unidad” te daban un garrotazo en la cabeza y cerraban las puertas de la Universidad para que no nos refugiásemos en la misma cuando nos corrían los milicos. Decían querer preservar la autonomía de la universidad, nosotros en lucha abierta contra ellos sosteníamos que dicha autonomía no servía para nada sino la ejercíamos protestando y peleando contra el Estado.

Por eso los elementos que Ángela y otros compañeros, que fuimos conociendo, aportaban nos resultaron tan complementarios con lo que mis compañeros más próximos pensaban. No sólo criticaban la concepción foquista que predominaba en los Tupas, sino la concesión a los bolches que significaba hacerle el juego a la alianza electoral frentista. El partido llamado “comunista” estaba para nosotros del otro lado de la barricada y defendía un proyecto social reaccionario.

Muchos de nosotros recibíamos entonces la repugnante propaganda rusa (¡decenas de revistas por semana casi gratis!) que era una inmunda apología del trabajo y de la organización de la sociedad en función del mismo, que veíamos como la cara pública de la militarización del trabajo a nivel nacional y que nos permitía afirmar que de socialismo en ese país, no había nada.  La propaganda de los bolches criollos de que lo de los campos de concentración era un invento de la reacción nos parecía sencillamente ridícula y la denunciábamos a menudo.  Si bien no sabíamos todavía hasta que punto   era un país abiertamente capitalista, sosteníamos claramente que no era socialista y en las polémicas que había se hablaba de un  modo de producción diferente al socialismo (teoría de la burocracia como “nueva clase social”) y al capitalismo, con una clase explotadora y violentamente opresora. Por otra parte algunas publicaciones hechas por el MRO y por Abran Guillén probaban claramente que Rusia funcionaba como una potencia militarista e imperialista en todo el bloque y el COMECOM (Mercado Común de los países de Europa del Este). Ángela se decía “libertaria” y compartía con nosotros esa visión de que los “bolches” representaban una fuerza tan enemiga como el propio gobierno nacional.

En base a esas coincidencias básicas, Ángela y sus compañeros próximos , nos fueron explicando elementos sobre el aparato de los Tupas que desconocíamos. Así nos dijeron que el Bebe, que desde hace años era clandestino,  “varias veces tuvo que agarrar sus cosas y marcharse”, que incluso “estuvo a monte varios meses”, que “hasta pasó mal por no tener donde dormir y porque no le daban medios…y que hasta “estuvo laburando en la construcción como simple peón” .

Así, sin conocer mayores detalles fuimos sabiendo que ellos, desde que Sendic había sido apresado (caída de Almería) se habían opuesto al funcionamiento que querían imponerles, y que habían seguido actuando y haciendo acciones directas en forma autónoma. Que la Orga les había pedido que entregasen las armas, pero que no sólo no lo habían hecho, sino que se habían encontrado con otros grupos de compañeros que pensaban, más o menos lo mismo, y que seguían desarrollando su propia estructura en forma autónoma en relación a los Tupas. Incluso que varias veces los Tupas oficialatas los habían amenazado pero que no aflojaron. Así fuimos entendiendo que las posiciones de Ángela sobre el Frente tenían una base más completa y que teóricamente había también una ruptura con el Frentismo y el aparatismo dominante en los Tupas.

Con el tiempo, nos pasaron algunos documentos escritos elaborados por compañeros que “estaban en la misma situación que ellos”.  Luego supimos que su autor era el “comeuñas”, Mario Navillat, otro de los fundadores de los Tupas, que en base a los Grundrisse de Marx había elaborado unos borradores, en los que recuerdo se afirmaba la necesidad del proletariado de llevar adelante la guerra social al mismo tiempo ocupando y haciendo funcionar la producción. Hablaba de “autogestión”, pero esa palabra ha sido tan desvirtuada que me parecería desvirtuar el trabajo mismo, de esos valiosos compañeros, el utilizarla hoy sin otra explicación. Desconozco si ese documento fue o no conservado, pero recuerdo vagamente que se explicaba que asumiendo la producción y la distribución directamente, el proletariado iniciaba la superación del trabajo alienado. Insistía en que, en ese proceso, el proletariado va viendo y mostrando que tanto el patrón como el sindicalismo y el sindicato (que, con su burocracia, se basa en la separación y alienación del trabajo) no son indispensables y que se muestran como lo que son: una traba en la defensa de sus intereses. Agregaba que los lugares de trabajo ocupados y produciendo, debía defenderse hasta con las armas en la mano y extender, dicho proceso, a toda la producción social, para ir generando la sociedad futura que se concebía como un proceso, y a la vez, como resultado de la guerra social. Era una concepción estratégica global.

Sin embargo, el acuerdo que más unificaba a esos compañeros “inorgánicos” y cada vez más contrapuestos con “la Orga oficialata” (era así que los críticos denominabamos a los mandamases que entonces rodeaban al “Ñato”) era la convicción de que el aparatismo centralista iba a la catástrofe, que “ninguna organización estructurada en forma piramidal puede enfrentar la represión” y quien mejor había expuesto esto había sido Marighella.

Algunos compañeros me han señalado que parece incoherente que Marighela, que pasó a la historia como el extremo del foquismo y el militarismo (y que por eso su ruptura con el reformismo burgués sea relativa), haya podido influenciar a compañeros que en los hechos se afirmaron en rotura con esas concepciones. La respuesta está en que de Marighela el único documento que realmente era conocido era el Mini Manual del Guerrillero Urbano, en el cual se critica explícitamente la estructura tradicional de la organización, indentificable con el oficialismo Tupa y se preconiza la acción de los grupos guerrilleros actuando descentralizadamente, desarrollando infraestructura y actuando con total autonomía con respecto al centro. En estas afirmaciones los compañeros habían encontrado los mejores elementos para contraponerse a la centralización burocrática Tupamara.
Sólo a título de síntesis cito a continuación uno de los pasajes más representativos de Mariguela en la cual queda clara esa concepción: “…es esencial el evitar cualquier rigidez en la organización para permitir la mayor cantidad de iniciativa posible por parte del grupo de fuego. El viejo tipo de jerarquía, el estilo del izquierdista tradicional no existe en nuestra organización. Esto significa que, a excepción de la prioridad de objetivos designados por el comando estratégico, cualquier grupo de fuego puede decidir en asaltar un banco, secuestrar o ejecutar un agente de la dictadura, una figura, identificada con la reacción, o un espía norteamericano, y puede llevar acabo cualquier tipo de guerra de propaganda o de nervios en contra de un enemigo sin la necesidad de consultar con-el comando general. Ningún grupo de fuego puede permanecer inactivo esperando ordenes de arriba. Su obligación es de actuar. Cualquier guerrillero urbano que quiere establecer un grupo de fuego y empezar acción puede hacerlo y de esta forma hacerse parte de la organización.
Por eso, explicaba Ángela y los otros compañeros, el modelo tiene que ser el de los grupos independientes que actúan en base a decisiones del grupo mismo, y en eso estaban. No había que esperar nada de una estructura central, que además trababa la acción, sino comenzar a actuar. El concepto mismo de la organización, como conjunto coordinado de grupos de acción independientes, era rotundamente opuesto a “La Orga” de los oficialatas.

Esa realidad, de los grupos independientes, fue al principio, socialmente mucho más importante de lo que recoge la historia oficial, como ha pasado en todas partes del mundo, pero ni los dirigentes de las “orgas” lo consideraron importante (en la práctica lo despreciaron y fueron sectarios con los compañeros que actuaron de esa manera), ni los milicos que en todo veían, una estructura militar y centralizada tal como ellos funcionaban, fueron capaces de entenderlo. Los mismos medios de comunicación sólo veían las acciones en términos de aparato y también contribuyeron a ocultar dicho fenómeno y a consolidar la historia tal como mejor convenía a la represión: como una lucha de aparato contra aparato.

Los CAT (comando de apoyo Tupamaro), los GAF (grupo de acción en formación), el fenómeno de los CAT denominados “silvestres”…, fueron también una forma aparatista de interpretar, canalizar, visualizar y encerrar una realidad mucho más amplia y compleja, por la cual el proletariado tendía a organizarse para la pelea. Según dicha visión y canalización todo iba hacia los Tupas o se hacía en su apoyo; en los hechos el aparatismo fue liquidando o cooptando el accionar autónomo por diferentes procedimientos.

A tantos años, de nuestra gran derrota, resulta importante recordar que justamente, en los años de mayor lucha, el fenómeno de autonomización y de la acción (mal llamada)“inorgánica” tuvo un gran desarrollo, hasta que falta de una perspectiva revolucionaria propia, comienza a desgastarse. La fuerza de dicho fenómeno va decayendo durante todo el año 71, en la misma medida que la protesta se la va encerrando en el electoralismo y el aparatismo, hasta liquidarla totalmente en los años siguientes.

Incluso antes de que se teorizara la autonomía de los grupos de acción, principalmente en los años 1968 y 69, al mismo ritmo que nadie más creía en que las cosas pudieran solucionarse por vía electoral, era cosa de todos los días el organizarse para luchar, en las fábricas, lugares de estudio, barrios, oficinas, en la salud,… La gente veía que el nivel público de organización era insuficiente y con total normalidad se creaba un nivel de organización semiclandestino que se compartía sólo con algunos. En todas partes había varios niveles de organización y pelea, a veces tres o cuatro en el mismo lugar de trabajo o gremio. Así habían surgido grupos que hacían acciones (asustar a algún carnero, tirar unas bombas de alquitrán, alguna molotov con temporizadores, miguelitos…) y que también leían, discutían y se formaban, en base a alguno con mayor experiencia, en el manejo elemental de las armas o en las cuestiones teóricas de la revolución…En esos años ese tipo de agrupación en el medio obrero, en los bancarios o en las agrupaciones estudiantiles era cosa cotidiana y la autonomía era un hecho.

Fue después que, ese riquísimo proceso de afirmación de la clase, se fue canalizando hacia el aparato. Hoy pienso que lo que más contribuyó a ese proceso de canalización fue la relación de fuerzas entre las clases, el hecho de que a pesar de todo, las luchas se perdían (en el sentido del resultado inmediato: los cañeros recibían palo y no tierra, los obreros frigoríficos perdían los 2 kilos de carne, la UTE seguía aumentando y cobrando sus tarifas, los planes de austeridad pachequistas habían logrado bajar brutalmente el salario real de todos los asalariados del país) y ello generaba un sentimiento social de que la represión podía más. El movimiento mismo no sabía como dotarse de una estrategia ofensiva que llevara al triunfo.

Al mismo tiempo, como contradiciendo esa serie de derrotas, las acciones centrales llevadas a cabo por los Tupas, caían siempre como los “muchachitos de la película”, no sólo eran muy buenas y simpáticas, sino que ganaban y creaban la impresión de que al final : tenían que ganar.

Con Ángela y otros compañeros siempre comentábamos que muchos obreros o gente de barrio decía: “que voy a hacer yo si no sé ni tirar un tiro y me cago todo”, “a mi no me reclutan porque soy un animal”, “no vamos a andar tirando molotovs cuando la cosa se resuelve con bazucas”, “los Tupas son unos cracks”.  Evidentemente que la prensa, la televisión y las propias fuerzas represivas empujaban a ver las cosas en este sentido, los responsables siempre eran los “innombrables”, los “subversivos”…, las acciones era siempre con ingenio e ingeniería y, como además no se podían nombrar, todos pensaban en “los Tupas” (o a veces en algún otro aparato).
La orga de los oficialatas

Poco a poco, la clase misma iba perdiendo protagonismo frente al mundo de los aparatos y la espectacularización del accionar armado. Poco a poco la población se fue sintiendo impotente para actuar y más espectadora de una pelea que la superaba y a la cual sólo podía asistir como espectadora. Lo cierto fue que ya durante el año 70/71 el encuadramiento aparatista se iba imponiendo y resultaba cada vez más difícil en el medio obrero, estudiantil o barrial, mantener estructuras autónomas de organización proletaria y se fue creando la sensación de que frente a la represión organizada y centralizada, sólo una organización como los Tupas podía hacerle frente. Lo que por supuesto llevó a que muchos sólo se sentían capaces de aplaudir a quien hiciera el mejor gol y que sin que nos diéramos cuenta, se estaba allanando el terreno, para que la represión pudiese actuar, sin obtener más, que una reprobación que también, sería pasiva.

Cuando nos conocimos con Ángela y se dio esa confluencia entre grupos de diferentes experiencias, aquella actividad real barrial de los grupos de acción independiente ya tenía menos importancia social, ya se lo estaban comiendo las polarizaciones tal como estaban planteadas oficialmente y gracias al espectáculo.

Con frentismo policlasista y aparatismo ya íbamos al muere. ¡Aunque conocí alguno que lo dijo, que lo predijo, la mayoría de nosotros creíamos que el partido recién empezaba y que todavía estaba todo por hacer!


.

0 comentarios:

Publicar un comentario

No ponga reclame, será borrado