Ángela Álvarez MILITANTE
REVOLUCIONARIA, NUNCA OFICIALISTA
.
En realidad Ángela, su compañero Mario y sus tres hijos eran
nuestros vecinos cercanos, en el barrio del Hospital de Clínicas. Mis 2 hijos
(un poco más chicos) jugaban con sus hijos…y nosotros poco a poco nos fuimos
conociendo… También se compartía el cuidado de los niños y hasta el trabajo.
Amaya mi compañera de entonces, se formaba como enfermera y trabajaba en el
Clínicas y con varias otras personas tenían además de esa coincidencia en el
trabajo, militancia gremial y también política con Ángela. Recuerdo también,
con mucho cariño, a Silvia Cuello (y algunas otras cuyos nombre no recuerdo),
que era de esas mujeres aguerridas tanto en su actividad gremial y política
pública como constituyendo grupo de apoyo a compañeros que asumían un trabajo
clandestino.
Poco a poco, por otros compañeros, fui sabiendo que en esa casa,
desde hacía muchos años, había reuniones importantes de la Orga y una militante
vieja, aguerrida y querida del barrio también me contó, que muchos de los que
salían en los diarios como más buscados, habían vivido en esa casa, o pasaban
por ella y que por años, ella los consideró vecinos amables… Que hasta el
propio Bebe Sendic no sólo venía seguido, sino que había sido “vecino” en algún
período.
Ángela y su compañero Mario, me explicaron que como Tupas, estaban
muy descontentos con como se estaba llevando la cosa en los últimos años, que
la Orga era una burocracia infernal. Agregaban: que cómo siempre dice el bebe
“somos un elefante en el desierto”, demasiado pesado como aparato…y en vez de
que cada vez más gente se una a la lucha, la gente entra y se les da tareas
pajeras del aparato…, incluso se saca gente de los gremios en lucha para
ponerlos en servicios…, en vez de armar a la gente que lucha te piden todos los
fierros para el aparato que luego manipulan sólo algunos tipos”. Con el tiempo
también fui conociendo a otros “amigos” y compañeros, en general bastante
mayores que yo, con mucho más experiencia en las luchas proletarias, que
afirmaban lo mismo y que contaban hechos precisos al respecto. La propia Ángela,
por su experiencia, edad y compromiso militante, era escuchada con mucho
respeto por la banda de jóvenes que éramos nosotros.
La crítica era a la vez radical, importante y sorprendentemente
simple. La misma hacía eco en varios de nosotros que habíamos llegado a
críticas similares por una vía mucho más intelectual. Todos los que habían sido
parte del proceso de fraccionamiento de los Tupas (que llevan a la división del
FER y a la constitución de otras varias estructuras diferenciadas de la Orga, como
el FRT, el 22 de diciembre….) habían llegado a conclusiones parecidas. Los que
veníamos del sector estudiantil, docente, bancarios…la cosa había pasado por
elementos más teóricos:
-
crítica del foquismo y
defensa de la necesidad de un partido de cuadros
-
lucha de masas y lucha por la
insurrección proletaria como perspectiva
-
crítica de la “liberación
nacional” y del proyecto reformista (veíamos que la falta de crítica a los
bolches había llevado a ser en los hechos una especie de brazo armado del
reformismo)
Por otra parte la participación en gremios en lucha así como la influencia
de las luchas internacionales (contra la guerra de Vietnam, la de los negros en
Estado Unidos, la de los obreros y estudiantes en Francia, Italia, México…) nos
habían impregnado de posiciones revolucionarias y todo lo que venía del PC, del
PS y del sindicalismo oficial lo considerábamos reformista, reaccionario. No
sólo nos enfrentábamos cotidianamente en las luchas con los agentes de los
“bolches” que nos reprimían, sino que rechazábamos totalmente sus consignas
reformistas (nacionalizaciones o reformas agrarias), contraponiéndoles
consignas revolucionarias: abolición de la propiedad privada y del
salario, revolución sexual, destrucción
del Estado, lucha contra el trabajo, crítica de la moral burguesa, etc. Cuando
ellos gritaban “unidad” te daban un garrotazo en la cabeza y cerraban las
puertas de la Universidad para que no nos refugiásemos en la misma cuando nos
corrían los milicos. Decían querer preservar la autonomía de la universidad,
nosotros en lucha abierta contra ellos sosteníamos que dicha autonomía no
servía para nada sino la ejercíamos protestando y peleando contra el Estado.
Por eso los elementos que Ángela y otros compañeros, que fuimos
conociendo, aportaban nos resultaron tan complementarios con lo que mis
compañeros más próximos pensaban. No sólo criticaban la concepción foquista que
predominaba en los Tupas, sino la concesión a los bolches que significaba
hacerle el juego a la alianza electoral frentista. El partido llamado
“comunista” estaba para nosotros del otro lado de la barricada y defendía un
proyecto social reaccionario.
Muchos de nosotros recibíamos entonces la repugnante propaganda
rusa (¡decenas de revistas por semana casi gratis!) que era una inmunda
apología del trabajo y de la organización de la sociedad en función del mismo,
que veíamos como la cara pública de la militarización del trabajo a nivel
nacional y que nos permitía afirmar que de socialismo en ese país, no había
nada. La propaganda de los bolches
criollos de que lo de los campos de concentración era un invento de la reacción
nos parecía sencillamente ridícula y la denunciábamos a menudo. Si bien no sabíamos todavía hasta que punto era un
país abiertamente capitalista, sosteníamos claramente que no era socialista y
en las polémicas que había se hablaba de un
modo de producción diferente al socialismo (teoría de la burocracia como
“nueva clase social”) y al capitalismo, con una clase explotadora y
violentamente opresora. Por otra parte algunas publicaciones hechas por el MRO
y por Abran Guillén probaban claramente que Rusia funcionaba como una potencia
militarista e imperialista en todo el bloque y el COMECOM (Mercado Común de los
países de Europa del Este). Ángela se decía “libertaria” y compartía con
nosotros esa visión de que los “bolches” representaban una fuerza tan enemiga
como el propio gobierno nacional.
En base a esas coincidencias básicas, Ángela y sus compañeros
próximos , nos fueron explicando elementos sobre el aparato de los Tupas que
desconocíamos. Así nos dijeron que el Bebe, que desde hace años era clandestino,
“varias veces tuvo que agarrar sus cosas
y marcharse”, que incluso “estuvo a monte varios meses”, que “hasta pasó mal
por no tener donde dormir y porque no le daban medios…y que hasta “estuvo
laburando en la construcción como simple peón” .
Así, sin conocer mayores detalles fuimos sabiendo que ellos, desde
que Sendic había sido apresado (caída de Almería) se habían opuesto al
funcionamiento que querían imponerles, y que habían seguido actuando y haciendo
acciones directas en forma autónoma. Que la Orga les había pedido que
entregasen las armas, pero que no sólo no lo habían hecho, sino que se habían
encontrado con otros grupos de compañeros que pensaban, más o menos lo mismo, y
que seguían desarrollando su propia estructura en forma autónoma en relación a
los Tupas. Incluso que varias veces los Tupas oficialatas los habían amenazado
pero que no aflojaron. Así fuimos entendiendo que las posiciones de Ángela
sobre el Frente tenían una base más completa y que teóricamente había también
una ruptura con el Frentismo y el aparatismo dominante en los Tupas.
Con el tiempo, nos pasaron algunos documentos escritos elaborados
por compañeros que “estaban en la misma situación que ellos”. Luego supimos que su autor era el “comeuñas”,
Mario Navillat, otro de los fundadores de los Tupas, que en base a los
Grundrisse de Marx había elaborado unos borradores, en los que recuerdo se
afirmaba la necesidad del proletariado de llevar adelante la guerra social al
mismo tiempo ocupando y haciendo funcionar la producción. Hablaba de
“autogestión”, pero esa palabra ha sido tan desvirtuada que me parecería desvirtuar
el trabajo mismo, de esos valiosos compañeros, el utilizarla hoy sin otra
explicación. Desconozco si ese documento fue o no conservado, pero recuerdo
vagamente que se explicaba que asumiendo la producción y la distribución
directamente, el proletariado iniciaba la superación del trabajo alienado.
Insistía en que, en ese proceso, el proletariado va viendo y mostrando que
tanto el patrón como el sindicalismo y el sindicato (que, con su burocracia, se
basa en la separación y alienación del trabajo) no son indispensables y que se
muestran como lo que son: una traba en la defensa de sus intereses. Agregaba
que los lugares de trabajo ocupados y produciendo, debía defenderse hasta con las
armas en la mano y extender, dicho proceso, a toda la producción social, para
ir generando la sociedad futura que se concebía como un proceso, y a la vez,
como resultado de la guerra social. Era una concepción estratégica global.
Sin embargo, el acuerdo que más unificaba a esos compañeros “inorgánicos”
y cada vez más contrapuestos con “la Orga oficialata” (era así que los críticos
denominabamos a los mandamases que entonces rodeaban al “Ñato”) era la
convicción de que el aparatismo centralista iba a la catástrofe, que “ninguna
organización estructurada en forma piramidal puede enfrentar la represión” y
quien mejor había expuesto esto había sido Marighella.
Algunos compañeros me han señalado que parece incoherente que
Marighela, que pasó a la historia como el extremo del foquismo y el militarismo
(y que por eso su ruptura con el reformismo burgués sea relativa), haya podido
influenciar a compañeros que en los hechos se afirmaron en rotura con esas
concepciones. La respuesta está en que de Marighela el único documento que
realmente era conocido era el Mini Manual del Guerrillero Urbano, en el cual se
critica explícitamente la estructura tradicional de la organización,
indentificable con el oficialismo Tupa y se preconiza la acción de los grupos
guerrilleros actuando descentralizadamente, desarrollando infraestructura y
actuando con total autonomía con respecto al centro. En estas afirmaciones los
compañeros habían encontrado los mejores elementos para contraponerse a la
centralización burocrática Tupamara.
Sólo a título de síntesis cito a
continuación uno de los pasajes más representativos de Mariguela en la cual
queda clara esa concepción: “…es esencial
el evitar cualquier rigidez en la organización para permitir la mayor cantidad
de iniciativa posible por parte del grupo de fuego. El viejo tipo de jerarquía,
el estilo del izquierdista tradicional no existe en nuestra organización. Esto
significa que, a excepción de la prioridad de objetivos designados por el
comando estratégico, cualquier grupo de fuego puede decidir en asaltar un
banco, secuestrar o ejecutar un agente de la dictadura, una figura,
identificada con la reacción, o un espía norteamericano, y puede llevar acabo
cualquier tipo de guerra de propaganda o de nervios en contra de un enemigo sin
la necesidad de consultar con-el comando general. Ningún grupo de fuego puede
permanecer inactivo esperando ordenes de arriba. Su obligación es de actuar.
Cualquier guerrillero urbano que quiere establecer un grupo de fuego y empezar
acción puede hacerlo y de esta forma hacerse parte de la organización.
Por eso, explicaba Ángela y los otros compañeros, el modelo tiene
que ser el de los grupos independientes que actúan en base a decisiones del
grupo mismo, y en eso estaban. No había que esperar nada de una estructura
central, que además trababa la acción, sino comenzar a actuar. El concepto mismo de la organización, como
conjunto coordinado de grupos de acción independientes, era rotundamente opuesto a “La Orga” de los oficialatas.
Esa realidad, de los grupos independientes, fue al principio,
socialmente mucho más importante de lo que recoge la historia oficial, como ha
pasado en todas partes del mundo, pero ni los dirigentes de las “orgas” lo
consideraron importante (en la práctica lo despreciaron
y fueron sectarios con los compañeros que actuaron de esa manera), ni los
milicos que en todo veían, una estructura militar y centralizada tal como ellos
funcionaban, fueron capaces de entenderlo. Los mismos medios de comunicación
sólo veían las acciones en términos de aparato y también contribuyeron a
ocultar dicho fenómeno y a consolidar la historia tal como mejor convenía a la
represión: como una lucha de aparato contra aparato.
Los CAT (comando de apoyo Tupamaro), los GAF (grupo de acción en
formación), el fenómeno de los CAT denominados “silvestres”…, fueron también
una forma aparatista de interpretar, canalizar, visualizar y encerrar una
realidad mucho más amplia y compleja, por la cual el proletariado tendía a
organizarse para la pelea. Según dicha visión y canalización todo iba hacia los
Tupas o se hacía en su apoyo; en los hechos el aparatismo fue liquidando o
cooptando el accionar autónomo por diferentes procedimientos.
A tantos años, de nuestra gran derrota, resulta importante recordar
que justamente, en los años de mayor lucha, el fenómeno de autonomización y de
la acción (mal llamada)“inorgánica” tuvo un gran desarrollo, hasta que falta de
una perspectiva revolucionaria propia, comienza a desgastarse. La fuerza de
dicho fenómeno va decayendo durante todo el año 71, en la misma medida que la
protesta se la va encerrando en el electoralismo y el aparatismo, hasta
liquidarla totalmente en los años siguientes.
Incluso antes de que se teorizara la autonomía de los grupos de
acción, principalmente en los años 1968 y 69, al mismo ritmo que nadie más
creía en que las cosas pudieran solucionarse por vía electoral, era cosa de
todos los días el organizarse para luchar, en las fábricas, lugares de estudio,
barrios, oficinas, en la salud,… La gente veía que el nivel público de
organización era insuficiente y con total normalidad se creaba un nivel de
organización semiclandestino que se compartía sólo con algunos. En todas partes
había varios niveles de organización y pelea, a veces tres o cuatro en el mismo
lugar de trabajo o gremio. Así habían surgido grupos que hacían acciones
(asustar a algún carnero, tirar unas bombas de alquitrán, alguna molotov con
temporizadores, miguelitos…) y que también leían, discutían y se formaban, en
base a alguno con mayor experiencia, en el manejo elemental de las armas o en
las cuestiones teóricas de la revolución…En esos años ese tipo de agrupación en
el medio obrero, en los bancarios o en las agrupaciones estudiantiles era cosa
cotidiana y la autonomía era un hecho.
Fue después que, ese riquísimo proceso de afirmación de la clase,
se fue canalizando hacia el aparato. Hoy pienso que lo que más contribuyó a ese
proceso de canalización fue la relación de fuerzas entre las clases, el hecho
de que a pesar de todo, las luchas se perdían (en el sentido del resultado
inmediato: los cañeros recibían palo y no tierra, los obreros frigoríficos
perdían los 2 kilos de carne, la UTE seguía aumentando y cobrando sus tarifas,
los planes de austeridad pachequistas habían logrado bajar brutalmente el
salario real de todos los asalariados del país) y ello generaba un sentimiento
social de que la represión podía más. El movimiento mismo no sabía como dotarse
de una estrategia ofensiva que llevara al triunfo.
Al mismo tiempo, como contradiciendo esa serie de derrotas, las
acciones centrales llevadas a cabo por los Tupas, caían siempre como los
“muchachitos de la película”, no sólo eran muy buenas y simpáticas, sino que
ganaban y creaban la impresión de que al final : tenían que ganar.
Con Ángela y otros compañeros siempre comentábamos que muchos
obreros o gente de barrio decía: “que voy a hacer yo si no sé ni tirar un tiro
y me cago todo”, “a mi no me reclutan porque soy un animal”, “no vamos a andar
tirando molotovs cuando la cosa se resuelve con bazucas”, “los Tupas son unos
cracks”. Evidentemente que la prensa, la
televisión y las propias fuerzas represivas empujaban a ver las cosas en este
sentido, los responsables siempre eran los “innombrables”, los “subversivos”…,
las acciones era siempre con ingenio e ingeniería y, como además no se podían
nombrar, todos pensaban en “los Tupas” (o a veces en algún otro aparato).
La orga de los oficialatas
Poco a poco, la clase misma
iba perdiendo protagonismo frente al mundo de los aparatos y la
espectacularización del accionar armado. Poco a poco la población se fue
sintiendo impotente para actuar y más espectadora de una pelea que la superaba
y a la cual sólo podía asistir como espectadora. Lo cierto fue que ya durante
el año 70/71 el encuadramiento aparatista se iba imponiendo y resultaba cada
vez más difícil en el medio obrero, estudiantil o barrial, mantener estructuras
autónomas de organización proletaria y se fue creando la sensación de que
frente a la represión organizada y centralizada, sólo una organización como los
Tupas podía hacerle frente. Lo que por supuesto llevó a que muchos sólo se
sentían capaces de aplaudir a quien hiciera el mejor gol y que sin que nos
diéramos cuenta, se estaba allanando el terreno, para que la represión pudiese
actuar, sin obtener más, que una reprobación que también, sería pasiva.
Cuando nos conocimos con Ángela y se dio esa confluencia entre
grupos de diferentes experiencias, aquella actividad real barrial de los grupos
de acción independiente ya tenía menos importancia social, ya se lo estaban
comiendo las polarizaciones tal como estaban planteadas oficialmente y gracias
al espectáculo.
Con frentismo policlasista y aparatismo ya íbamos al muere.
¡Aunque conocí alguno que lo dijo, que lo predijo, la mayoría de nosotros
creíamos que el partido recién empezaba y que todavía estaba todo por hacer!
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