Ángela Álvarez MILITANTE
REVOLUCIONARIA, NUNCA OFICIALISTA
Enviado por Ricardo
Es así que, aproximadamente entre los meses de abril y julio de
1971, aquella coordinadora, que Ángela y otros compañeros habían forjado,
impulsa varias tentativas de apropiar armas con el objetivo de “armar la gente
que lucha”. Pero las condiciones eran
cada vez más difíciles y poco a poco los compañeros que coordinaban llegaron a
la conclusión que el control sobre todos los depósitos de armas en el país era
total y que la única forma de dar un salto de calidad era recurrir a importar
varios miles de armas que, en contraposición a lo que se estaba haciendo de
concentrar en los locales de los Tupas, debían ser entregadas a los proletarios
en lucha. Para lo cual comunicaban, los compañeros más veteranos, habían los
contactos necesarios en el exterior, pero teníamos que reunir los fondos
necesarios.
A tales efectos una parte de los compañeros que coordinaban se
pusieron a la obra y seleccionaron objetivos y comenzaron a hacer algunas
acciones. Pero la heterogeneidad del equipo que se decidió que actuara era
terrible. Había compañeros con una gran experiencia y otros demasiado jóvenes e
inexperimentados, había algunos consecuentes y otros irresponsables…, pero por
sobre todas las cosas muy rápidamente el grupo que operaba, no tenía la
coherencia de una disciplina común. Muchas veces discutí con Ángela y otros
compañeros y luego discutimos con Sendic, de esa otra cara de la autonomía que se revelaba problemática cuando se debía
asumir tareas arriesgadas. Dichas tareas requerían una disciplina estricta, que
era difícil improvisar, en una coordinadora o un grupo que sólo se reunía para
operar.
En ese período decisivo cada grupo o compañero seguía con sus
actividades, con su militancia en el lugar de trabajo, de estudio o barrial y
en algunos casos con su colaboración con otros grupos y organizaciones
“políticas”, porque eso se consideraba primordial, y al mismo tiempo, se hacían
esas tareas, instrumentadas por esa coordinación de grupos con el objetivo de
“armar masivamente a la gente que pelea”.
En cuanto a la coordinación misma, si bien alguna de las
operaciones efectuadas fue positiva, en el sentido de que se hizo la
expropiación y se obtuvo algo de dinero, también hubo grandes problemas en las
acciones que se intentaron, por errores, por irresponsabilidades, por falta de
coherencia ente los compañeros…y el proyecto general no se concretó en los
plazos establecidos.
También hubo choques importantes entre compañeros sobre criterios
de seguridad, utilización de los fondos expropiados, etc. Lo cierto es que poco
a poco la coordinadora funcionó cada vez menos, cada uno de los grupos y compañeros
continuaron con su actividad anterior, salvo los compañeros más próximos a
Navillat, O’Neill y Arazatí López que habrían seguido con él, hasta que,
habiendo sido denunciados e identificados (más de una año después) logran salir
del país.
Incluso entre los compañeros del barrio hubo un cierto
distanciamientos por un conjunto de factores diferentes., incluso personales. Tuvimos
nuestras diferencias y distanciamientos con Ángela y sobretodo con su compañero
Mario. El hecho culminante de ese distanciamiento fue el hecho de que ellos
comenzaron a trabajar y le abrieron las puertas a “compañeros” que algunos los
veíamos como un peligro, por lo BOCAMAROS que eran. ¡Como Jobita Silveira que
contaba a todo el barrio sus hazañas Tupamaras!
A tantos años de lo sucedido, lo que más interesa subrayar, cuando
se habla de aquella tentativa no es tal o cual acción, operativo, o “hazaña”
específica de tal o tal compañero o grupo de compañeros, sino por el contrario la
contraposición total entre dos proyectos, que por otra parte superan nuestras
experiencias particulares: el reformista
y el revolucionario. La derrota logró hacer desaparecer a éste último de la
escena política en Uruguay durante décadas. Descuartizado el movimiento
revolucionario, en el período 71/76 por el terrorismo de Estado, nadie más
cuestionaba el capitalismo. Toda la oposición fue dominada por el frentismo y
el reformismo, hasta los “fraccionalistas” y “anarquistas” fueron destruidos
como organización autónoma y/o cooptados hacia el frentismo (PVP).
Por eso mismo, hoy que se vuelve a hablar de revolución, de
planteo y estrategia, de volver a poner sobre el tapete los fundamentos
revolucionarios, tan olvidados, me parece esencial decir que era por eso que
peleábamos todos nosotros y no por cambiar algunas jetas en el gobierno por
otras. Volvamos entonces a la Negra Angela para volver a poner aquellos
fundamentos al orden del día.
¡No tiene gollete y es insultante, que se pretenda hacer creer que
miles de luchadores sociales que dieron su vida, luchaban para entronar un
Seregni, un Vazquez, un Mujica, un Huidobro…que como era de esperar hacen la
misma política que un Chicotazo o un Pacheco Areco!
Luego de la fase, en la que participamos en esa coordinación de
grupos, los encuentros con Ángela fueron menos seguidos, en la medida en que no
hacíamos una actividad específica juntos, pero los pocos que hubo no fueron
menos fructíferos, en el plano de comprensión mutua y de acuerdos globales. Fue
entonces que tomamos más tiempo para leer, intercambiar y discutir hasta muy
tarde. También influenciados y contribuyendo con algún compañero del FRT se
hicieron algunas estructuras de, formación e intercambio, en las que algunos
participábamos.
Con el correr de los meses, nos fuimos dando cuenta que lo que el
fenómeno del frente había aparecido como sustituto y hasta de consolador del
conjunto de estructuras de lucha de masas que había antes. Ya no había
proletarios organizados por sus intereses en la fábrica, el centro de estudio,
el barrio, en todas partes luchando contra el régimen; sino sólo “masas
frentistas”. En esas reuniones más informales y teóricas comprobábamos que al
mismo tiempo que se había ido diluyendo la polarización entre revolución y
contrarrevolución se fue imponiendo una división en términos de derecha e
izquierda, que en vez de unificar a la gente la dividía por ideologías
burguesas. Además, constatábamos, que lo que iba ganando a las masas frentistas
era un proyecto ideológico totalmente democrático burgués, que no nos
interesaba para nada. ¡Nadie agarraba las armas para cambiarle la jeta al
régimen como querían los programas del Frente!
Como docente en Ciencia Política en Derecho, incluso recibí una
propuesta del Frente de integrar la comisión de redacción del programa del
Frente, pero nunca la acepté, ni pensé que se podía reformar el reformismo.
El reformismo, para nosotros (es decir todos los que nos sentíamos
unificados por la lucha revolucionaria internacional), no era el menor de los males como nos decían
los aparatistas (los más fierreros no se daban cuenta que eran los más
conciliadores en lo programático con el reformismo), sino bien por el
contrario, la careta más cínica del capitalismo y de la contrarrevolución. No
nos interesaba para nada una lucha para mejorar un poco el capitalismo con alguna
u otra reformita.
Ángela decía clara, calma y públicamente, que ella se consideraba libertaria
y contraria al reformismo; nosotros seguíamos defendiendo la tendencia
revolucionaria y empujando en todas partes su organización. Las consignas
venían de las manifestaciones mismas por ejemplo del FER “queremos al ministro
tal colgado con las tripas de tal burócrata del Pc”, “no habrá revolución hasta
que el último capitalista no sea colgado con las tripas del sindicalista tal o
cual” (¡en general incluían un bolche!), etc.
El rechazo de la izquierda y derecha del sistema y de los
imperialismos yanqui y ruso era la tendencia internacional de lo que fue el
gran movimiento de los años 65/68 y con ella nos identificábamos. El proyecto
social que vislumbrábamos se había ido gestando internacionalmente en contraposición
al reformismo y para nosotros estaba expresado en un movimiento mundial del que nos considerábamos parte: las revueltas del
proletariado negro en USA, la lucha contra la guerra de Vietnam en todas partes,
la revolución cultural en China, las revueltas proletarias en Córdoba, México,
Paris, Italia…,la “primavera Checa” y el enfrentamiento a los tanques rusos…
En todas esas revueltas la izquierda del sistema, socialdemócrata
o “bolche” había mostrado su carácter contrarrevolucionario. Todos queríamos al Che y su lucha, aunque no
nos cerraba mucho que haya confiado nada menos que en los bolches, y nos
decíamos ¡qué otra cosa que la traición podía haber esperado de ellos! Ninguno
de nosotros haría confianza a Monje, ni a Arismendi y nos preguntábamos
desconsolados: ¿cómo el Che había caído en esa trampa? ¿cómo era posible que el
Che no supiera que eran sus enemigos?
La historia oficial ha dividido la cosa como si la única
diferencia entre la izquierda burguesa y los revolucionarios fuera, que la
primera estaba por las reformas sindicales y la salida electoral y los segundos
estábamos por la lucha armada. La diferencia era mucho más profunda y
cualitativa. Pero sobre la misma se ha escrito muy poco. Aunque no se trataba
de una estrategia acabada, los que nos decíamos revolucionarios sabíamos que
los caminos eran totalmente diferentes. A nosotros no nos interesaba reformar,
ni nacionalizar nada, y las consignas de ese corte nos parecían conformistas, cómplices
con el capitalismo. La revolución era para nosotros un cambio total de la vida
del ser humano que comenzaba por la destrucción de la “sociedad mercantil
generalizada” (que es como Marx define el capitalismo).
Sin gritar estas verdades, no se entendería lo que quiero decir
con el título: ¡hasta que punto la lucha de Angela al ser revolucionaria, no
podía ser nunca oficialista Tupa!
La lucha contracorriente fue, en aquellos años, muy común en
muchísimos compañeros tanto adentro como afuera de los Tupas. Fue una verdadera
Tendencia Revolucionaria del proletariado en este rincón del mundo, que se
levantaba junto con esa misma tendencia a la destrucción del capitalismo que
conmovió al planeta desde Córdoba a
Pekín, desde Praga a Paris...
Con el lavado de cerebro a la población, con la desaparición de
compañeros, con la tortura y masacre el Estado hizo también lo posible por hacer
desaparecer también la memoria hasta del “porqué luchábamos”. El Museo de la
Memoria en Uruguay es una burla sobre todo eso y podríamos llamarlo “museo de
la organización del olvido” o de la
distorsión histórica.
La derrota hizo que después hasta se olvidara socialmente el por
que luchaba toda una “generación” de luchadores sociales: en la que había
veteranos octogenarios y botijas que recién entraban al liceo. Durante años, a
los pocos locos que siguieron luchando contracorriente se los ninguneó y
marginó, diciendo que todo eso era utópico y predominaba la política de lo
posible, el Frente Amplio, el “hay que ser realista” y el “mal menor”.
Hoy a tantos años está quedando en evidencia que lo utópico no es la revolución, sino al
contrario imaginarse que el capitalismo se puede mejorar y que esa política
de “lo posible”, del “realismo oportunista, del mal menor, que ya entonces
defendían los Tupas oficialatas, termina adonde debía terminar: en contrarrevolución; en los basurales de la historia.
Vuelvo al 71. Es paradójico que fuera en ese período que hacíamos
menos cosas juntos, que nos fuimos dando cuenta de lo importante que eran los
acuerdos globales que ligaban a los compañeros que luchaban por la revolución,
en contraposición con quienes defendían el reformismo. Tal vez porque ya nos
sentíamos más minoritarios y a contracorriente que antes, cuando nos veíamos luchando
junto a todos en la calle. En el 68/69, nos sentíamos capaces de todo por la
fuerza que imponía el movimiento social; a fines del 71, ya teníamos ese
sentimiento de aislamiento, que nos llevaba al matadero físico y también a
nuestra liquidación como opción social revolucionaria.
Organizativamente Ángela, Mario y el puñado de compañeros más
próximos a ellos siguieron siendo, durante esos meses, un grupo militante relativamente
autónomo, hasta luego del Abuso y la discusión con Sendic. A pesar de ello fue
durante esos meses que actuaron bastante coordinadamente con la organización
“22 de diciembre”, aunque también sé que, como siempre, también colaboraban con
estructuras de los Tupas.
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