Enviado por Ricardo
Durante esos agitados meses del 71 nos veíamos muy esporádicamente
con Ángela y con compañeras y compañeros que había conocido por ella. Me consta
que en esos meses, hasta el Abuso (el gran escape de la cárcel de Punta
Carretas) y el reencuentro con Sendic, ellos siguieron contribuyendo y
aportando todo tipo de apoyo (incluso económico gracias a las expropiaciones
realizadas), a los Tupas, tanto para preparar “la que se viene” (sin dudas
prepararon el Abuso), como para asegurar la clandestinidad de las fugadas de
Cabildo y otros compañeros. Al mismo
tiempo continuaron su militancia junto con compañeros del “22 de diciembre”. De
más está decir que los equipos de sanidad funcionaban permanentemente y Ángela
y otras nurses y enfermeras, así como un puñado de médicos, seguían pecando por
ayudar a compañeros de todos los grupos y organizaciones.
Que yo sepa, el propio Navillat seguía, con un puñado de compañeros,
su proyecto de coordinación y expropiaciones con el objetivo de comprar unas
2000 armas para “armar la clase y no un aparato”, en forma claramente
contrapuesta a los oficialistas Tupas, tanto desde el punto de vista teórico
como organizativo. Pero al mismo tiempo contribuyó, cada vez que se requirió,
en la atención medica de las que acababan de salir así como de otros compañeros
clandestinos.
Es decir se seguía actuando antisectariamente a pesar de que desde
la Orga, cada vez se le hacía más la guerra a esas alternativas y en general a
cualquier otra estructura de pelea que no fuera la que los aparatistas
controlaban. Querían el monopolio de la
lucha armada y algunos así lo reivindicaban. Eso era casi una excepción en
el movimiento social de entonces. No sucedía así con las otras organizaciones o
estructuras de la Tendencia, ni tampoco con los anarcos (de diversos
horizontes, desde la FAU a los de Bellas Artes) que mostraban solidaridad y
apertura a todo trabajo conjunto.
Poco a poco, en toda la tendencia (“inorgánica”) se iba asimilando
el oficialismo tupa, el aparatismo, como lo más filo bolches y consecuentemente
como liquidadores de la Tendencia revolucionaria en beneficio del Frenteamplismo
acrítico.
El “26 de marzo”, a pesar de que en su seno militaron entrañables
y queridísimos compañeros revolucionarios, como organización consolidada, nunca
asumió una práctica clasista y comprometida que se demarcara del reformismo
burgués frenteamplista. No criticaban públicamente a los partidos burgueses del
Frente, ni tampoco apoyaban a quienes hacíamos dicha crítica. Al contrario,
repetían esa ideología del “estilo tupa”, “los hechos nos juntan y las palabras
nos separan”, para llamarte a silencio. Aunque en los hechos se llegaba a una
contraposición general con los sindicatos y estructuras oficiales, se oponían
sistemáticamente a denunciar el carácter contrarrevolucionario de las
organizaciones del PC, así como de la política entreguista de la CNT, la FEUU,
la CESU…
Sintétizando: la política
Tupa oficial “antisectaria”, con los
reformistas y contrarrevolucionarios, era en realidad (por su empirismo y
silencio programático), hocicante con
ellos.
Simultáneamente era totalmente
sectaria con los revolucionarios.
Un día, Ángela viene a buscarme relativamente temprano a mi casa
por algo “importante” y me lleva a su casa. Estaba ella y un solo compañero más,
a quien no conocía, sin más presentaciones, charlamos de todo, respetando como
siempre los elementos de compartimentación elementales. El compañero no pedía,
ni proponía nada concreto, sino que intercambiamos ideas, propuestas,
pareceres, en un cuadro de confianza que Ángela nos garantizaba mutuamente.
Hablamos de los problemas suscitados por la centralización de
armas en la Orga y coincidimos en que era jodido y suicida. También de que se
contradecía aquel principio histórico de centralización política y
descentralización logística. Hablamos del barrio, el Clínicas y Parque Batlle
que conocía bien, de la polarización existente socialmente en el mismo. Habían
caído muchísimos compañeros y locales en la zona y al mismo tiempo había en el
mismo bastiones de los milicos, vecinos que colaboraban abiertamente y
denunciaban, así como bombas que explotaban en la noche contra militantes
revolucionarios o presumidos tales.
¿Cómo se podía paralizar la acción facha y colaboracionista de la
gente con los grupos represivos?
Recuerdo que hablamos del asesinato de Ramos Fillipini que habían
secuestrado en su casa, a unas pocas cuadras de ahí. Le contamos con Ángela que
algunos habíamos ido al comité del Frente, para proponer acciones frente a ello
y que habíamos propuesto que cambiaran el nombre del Comité que se llamaba “18
de mayo” y pusieran como nombre del Comité “Ramos Fillipini”. Por supuesto
nuestra propuesta fue rechazada por la burocracia. Unas semanas después esos de
la burocracia, pasaron vergüenza cuando Alba Roballo cuando visitó el comité
dijo que debieran no tener miedo de ponerle el nombre de un “luchador social”
como Ramos Filippini. La crítica de la Doctora daba en el clavo ardiente,
aunque evidentemente tampoco podía ganar como propuesta. En el Frente sólo
pocas voces asumían esa lucha solidaria, y para el frentismo, los compañeros
muertos no eran más que “sediciosos”.
Ángela le explicó al compañero los últimos allanamientos y
represiones de varios de nosotros por denuncias de gente del barrio y también
de que yo, como expreso legal, era una víctima potencial del escuadrón de la
muerte. Hablamos de la autodefensa, de la imperiosa necesidad de defenderse a
tiros y de estar armados. Evidentemente que varios compañeros en el barrio
estaban armados, pero que en mi caso no era posible porque me allanaban a
menudo y me venían a buscar bastante seguido (4 veces ese año). Al Bebe, le
resultó sumamente positivo el hecho de que en el barrio algunos vecinos
(¡evidentemente que Ángela había estado en la cosa!) me habían propuesto
instalar una red de timbres. Se pondría un timbre al interior de mi casa que yo
tocaba y automáticamente sonaba en la casa de 4 o 5 vecinos más, que salían de
su casa con lo que tenían para defender y simultáneamente por medio de todo
tipo de ruido y música a todo lo que daba, se despertaban a todo el barrio cosa
de que si, a pesar de todo, se llevaban a alguien haya la máxima cantidad de
testigos posibles. Era un lindo proyecto y todos dijimos que debería impulsarse
en todos lados, que era un ejemplo de lo que podía y debía hacer la gente, para
que no te agarraran sólo, para parar al
escuadrón de la muerte e identificar a sus ejecutantes. El compañero subrayó
que era algo que impulsaba la autorganización
desde abajo. Coincidimos en que ese tipo de cosas era lo que más faltaba, que
había que difundir el ejemplo y que la Orga no había realmente impulsado ese
tipo de cosas.
Sin embargo la aceleración de los acontecimientos sociales hizo
que ese, como tantos otros proyectos, no hubo ni tiempo, ni posibilidades de
llevarlo adelante, la nefasta vorágine aparatista nos seguía deglutiendo.
Ángela y el compañero siguieron hablando de varios temas,
estructuras y compañeros concretos y quehaceres, pero yo por respeto no escuché
mucho y no recuerdo nada más; salvo que
luego me dijeron si podía disponer de un vehículo para llevar al
compañero para que no anduviera en la calle. Hubo que salir a pedir prestado,
pero esa noche se logró solucionar la cosa y después de dar varias vueltas lo
dejé en algún lugar de Montevideo.
Yo no conocía al Bebe más que las fotos que había en los diarios,
por lo que no lo había reconocido. Si era el mismísimo Bebe…, pero hablamos
como si no fuera…, él no se había puesto ningún cartel y yo no había
preguntado…ni cuando lo dejé en la calle sabía que lo era. Además en toda la
conversa había actuado como no oficialista patrocinando la organización y el
armamiento de grupos independientes y de barrio. No tengo claro ni la fecha
aproximada en la que tuve ese primer encuentro pero supongo que sería a fines
del 71.
Luego supe que inmediatamente después del Abuso, había habido
alguna primera comunicación de Ángela y sus compañeros más próximos con Sendic
y que otros “abusos” habían contactado con ellos. Sin embargo esas conversas no
había permitido ni clarificar la situación, ni hacer cambios cualitativos en
términos organizativos. Incluso Mario y Ángela habían hecho alguna ida al
interior del país para “aclarar cosas” con viejos compañeros pero vinieron
bastante desilusionados y no sé gran cosa de esas “aclaraciones”.
Desde el Abuso, pasaron algunos cargadísimos meses antes de que
Sendic reapareciera con cierta regularidad. Sólo entonces y más allá de las
divergencias recomenzamos a laburar juntos con él, contribuyendo, de diversas
maneras, a lo que él llamó “esfuerzo general para asumir las circunstancias más
allá de los problemas anteriores”
Me cuesta mucho recordar ahora como se fue dando ese proceso,
porque se me confunden bastante los hechos, pero puedo afirmar que Ruffo se fue
enterando de nuestros esfuerzos organizativos que se habían desarrollado,
durante el año y pico, que ellos habían estado presos. Me consta que entendió
perfectamente ese proceso y que le pareció totalmente coherente que se luchara
por armar las luchas del pueblo en vez de armar a la Orga. Conociendo los
compañeros y las contradicciones, le pareció correcto que los compañeros
siguieran en esa línea de acción.
De hecho legitimó la rebeldía contra los oficialatas, de quienes
se habían opuesto al encuadramiento y el desarme que la “Orga” había intentado.
Incluso lo primero que hizo fue preguntarles si necesitaban más armas y también,
me consta, que hubo una mejora en los viejos fierros que tenía Ángela y los
compas más próximos. Simultáneamente y consciente de la gravedad de la
situación, que se estaba preparando, no le resultaba en absoluto contradictorio
en llamar a contribuir con la Orga en ese proceso general que se está
preparando y que muchos llaman “la
guerra”.
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