Si ya pasaste los 50 pirulos largos y te sentís muy jovat@ y medio depre; si te quedaste en Viglietti y los Beatles masterizados y todavía andás mascullando ocurrencias sobre si “foco-partido” será o no un dilema falso; si aún te quedan ganas de andar leyendo las fábulas de Eleuterio El Brillante o restos de nostalgismo canero como para seguirle entrando a los versos conductistas de Mauricio El Profundo…
Si tenés la idea de que oponerse a la estafa
de Aratirí es únicamente un capricho de radicales sin nada qué hacer, amas de
casa aburridas, ambientalistas delirantes, rentables oeneges y pitucaje puntaesteño
pavoneándose en despampanantes cero kilómetro, y encima ninguno de tus niet@s o
hij@s post “proceso” te invitó a la movida del miércoles 21 de noviembre de un
tal “Manu Chao” y su banda cosmopolita en el Velódromo de Montevideo, te
perdiste, la verdad, no solamente una magnífica jornada de atrevida y
energizante creatividad musical a flor de piel, sino también la posibilidad de
ver con tus propios ojos cómo no es cierto que la juventud se haya ido al
carajo y le chupe un quinoto lo que está pasando en y con este mundo en el que
se pretende eternizar los cuentos del “progreso”, el “desarrollo” y lo “humanamente
estratégico”, mientras el mismo capital monopólico que la emprende con la
minería a cielo abierto a inda mais, la emprende financiando también el amasije
de la infancia palestina entrampada cobardemente por el nazionalsionismo en la
franja de Gaza.
“Manu Chao” no es otro que José
Manuel Arturo Tomás Chao, nacido en París
el 21 de junio de 1961, de madre vasca y padre gallego, activistas,
ambos, de la causa popular republicana alejados de España por la cruel
dictadura antiobrera de Francisco Franco y el Opus Dei aliados a Hitler y Mussolini,
a fines de la tercera década y principios de la cuarta del siglo XX.
“Manu Chao” canta en español,
francés, inglés,
italiano, gallego, árabe y por tugués, y, si se cuadra,
le entra a cualquier otro idioma o dialecto de cualquier rincón del planeta. Se
hizo músico cantando y tocando la guitarra en los arrabales, los micros y el metro
de París, en una niñez-adolescencia rebelde e irreverente que heredó de sus padres
como innegociable legado contradictor y libertario, enemigo de cuanto
autoritarismo nos quieran imponer los buenos modos burgueses y la fuerza de la
costumbre.
Recién a los 25 años, “Manu” alcanzó
la popularidad co-armando con amigos y su hermano Antoine la banda “Mano Negra”, y a los 34,
en 1991, pasó a la fama mundial como solista con su nueva banda multifacética “Radio
Bemba”, que combina audazmente géneros y estilos con tal genialidad, que su
osada mezcolanza cristaliza en interpretaciones de notable fuerza y originalidad,
con un algo de conjunción mágica que hace que uno imagine estar escuchando los primeros sonidos
que el “homo sapiens” le iba arrancando a su propia animalidad, entre cuevas pétreas,
caudalosos ríos y furiosos cielos, maestros de la inefable música de la naturaleza
en libre albedrío y un movimiento perpetuo que invita al meneo hasta con los
sonidos del silencio.
El miércoles 21, como era esperable, “Radio
Bemba” y Manu, la rompieron sin concesiones a la más mínima ortodoxia académica.
Hay que suponer que lo hicieron, además, altamente motivados por lo que había
estado ocurriendo durante unas cuantas horas previas al toque: “Manu” había estado
retenido en la Aduana oriental en averiguaciones sobre qué cuernos venía a hacer
a Montevideo…
Una vez finalizada la ardua y altamente necesaria
investigación estatal, el artista fue dejado en libertad, pero se le quedaron
con el maletín con los CDs recientemente grabados bajo el subversivo título de
“No a la mina”, que, obviamente, no se refiere al personaje más lastimosamente
frecuentado por el tango rioplatense y las cadencias y decadencias de Sabina,
sino a la brutal parafernalia engatusadora de los megaproyectos de minería a
cielo abierto y accesorios, donde sea (le dijeron a la productora que la pretensión
de ingresar la valija, ¡oh, dios!!!, significa “intento de contrabando”…).
Pero si la actuación es de destacar por su
invalorable valor estético y su vivificante y contagioso vigor rítmico, también
corresponde destacar un gesto que condice con la solvencia ética de estos
músicos internacionales e internacionalistas: en la movida se dio cabida sin
condicionamiento alguno a la presencia activa de la recientemente conformada
Asamblea Nacional Permanente en Defensa de la Tierra y los Bienes Naturales, amplísimo
colectivo social que reúne decenas de organizaciones e individualidades de todo
el país identificadas por la campaña de sensibilización ciudadana alertando sobre
la amenaza del proyecto Aratirí y sus cráteres y el extensísimo mineroducto
complementario, que junto a la ya instalada planta de celulosa de Upm (Botnia),
Montes del Plata y etc., etc. y el dragado del Puerto de La Paloma, Rocha,
constituyen un agravamiento de nuestra ya inadmisible dependencia político-económica
y seguros riesgos de despilfarro irreversible de agua y contaminación irreversible
de nuestro suelo
Entregando información escrita y charlando
con algunos cientos de los miles de jóvenes que acudieron al llamado de “Manu
Chao”, lo que pudo constatarse no es apatía o indiferencia juvenil, sino la
ignorancia generalizada que producen los grandes medios de prensa y el canto de
sirenas oficialista “inversionista” en boga, presentando los megaproyectos
saqueadores como salvación de la “economía nacional” y como “fuentes de trabajo”
seguras. Apenas enterada de los reales móviles de Aratirí y compañía y las consecuencias
de sus incursiones neo-colonizadoras, la inmensa mayoría de quienes arrimaban a
la mesita de la Asamblea Permanente o recibía los volantes desparramados por
una veintena de activistas, no dudó en estampar su firma en una papeleta dirigida
al gobierno, oponiéndose a la instalación de la minera y a los demás planes extractivos
del latifundio multinacional.
Por otra parte, un paréntesis en la actuación
de la banda, permitió que desde el escenario cuatro mujeres (una uruguaya, una
chilena, una argentina y otra del pueblo mapuche) gritaran enérgicamente a los
cuatro vientos un contundente rechazo regional a las políticas que acentúan la
tenencia oligárquica de la tierra y la malversación irresponsable de nuestros
bienes naturales, provocando una ruidosa manifestación de apoyo desde las
abigarradas tribunas que se hicieron eco unánime de la consigna “¡La tierra no
se vende; la tierra se defiende!!!...”.
A l@s poc@s jovat@s que anduvieron en el
agite acompañando a los que a lo sumo llegaban a los 30 abriles repartiendo
volantes y chamuyando sin descanso, les costó poco no sentirse como sapos de
otro pozo entre tanta juventud capaz de manifestarse con sana alegría y
bulliciosa frescura contra tanta tristeza “desarrollista” y otros versos del posibilismo
claudicante que ha cerrado los ojos decretando la inexistencia de gente de
pueblo que, de a poco, pero convincentemente, va asimilando los impactos de una
agresión que no es cosa del futuro, sino del mismo presente que se pretende
esconder abajo de la alfombra, renegando de todo lo que ayer se sostuvo como
razón de ser y colaborando con los que hacen pomada el planeta para engordar
cajas fuertes que van estallando de tanta mierda acumulada en tanto tiempo.
A los distraídos o demasiado cascoteados por
los años que pesan sobre el lomo y a veces producen desaliento y confusión; a
los más jóvenes que sin proponérselo se contagian de la claudicación “de arriba”;
a los que la ven y creen que nada puede hacerse “porque no hay forma de
doblarle el codo al gran monopolio”; a los que de una u otra manera subestiman
las energías y las capacidades populares para resistir y para vencer… solamente
una sugerencia: volver a meter oreja tratando de oir la música de la naturaleza
e interpretar el llamado de nuestra propia historia humana, de nuestros
instintos más elementales, de un pasado de lucha y dignidad que no es cosa de
libros de historia y que vive solamente sofrenado por el poder, pero que apenas
nos liberamos de esquemas, atavismos conservadores y “buenas costumbres” que
nos dicen que la alegría y el desenfado de los más jóvenes, es sinónimo de
relajo y guarangadas faloperas; apenas abrimos los ojos para mirar sin cataratas
de moralina burguesa, salta a la vista un potencial social que únicamente
necesita de sí mismo y de su propia creatividad, para convertirse en fuerza
imparable de razones irrebatibles.
A “Manu Chao” y “Radio Bemba”, un sencillo y
merecido gracias de pueblo por invitarnos a gozar de la muy buena música
popular y por hacernos ver que cuando las cosas se hacen sin sobreestimar lo mercantil
y sin olvidar nuestras mismas raíces, la lucha es, también, una fiesta.
(¡Y ojalá otros artistas populares contraigan
este virus de solidaridad en la resistencia, aunque por unos instantes les
secuestren algún CD que de alguna manera reproduciremos y volantearemos por más
que se nos llame “contrabandistas” o “radicales”!).
Gabriel –Saracho- Carbajales, Montevideo, 23
de noviembre de 2012.-
que buena Nota Gracias Gabriel, Graciela del pueblo mapuche
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