Imágenes de las protestas en Brasil por la subasta de campos petroleros
Raúl Zibechi
ALAI AMLATINA, 21/10/2013.- El 15 de febrero de 2006 se publicaba el
segundo número del Boletín Global Europeo de Anticipación (GEAB, por sus
siglas en inglés), una nueva herramienta para el debate político
estratégico con una mirada diferente a la que venían exponiendo los
hegemónicos think tanks británicos y estadounidenses, promovido por el
Laboratorio Europeo de Anticipación Política (LEAP), localizado tanto
geográfica como geopolíticamente en Europa central.
En esa fecha, casi siete años atrás, el boletín titulaba su análisis:
“El fin de Occidente como lo conocemos desde 1945”, y anunciaba “una
crisis económica y financiera de una dimensión comparable a la de 1929”.
Destacaba siete aspectos de la crisis que se estaba gestando: la
pérdida de confianza en el dólar, la explosión de los desequilibrios
financieros estadounidenses, crisis del petróleo, pérdida de liderazgo
global de Estados Unidos, desconfianza del mundo árabe-musulmán,
ineficiencia de la gobernanza mundial y creciente incertidumbre en la
Unión Europea.
A la vista de lo ocurrido en los últimos siete años, pueden sacarse dos
conclusiones iniciales: no estamos frente a una extraordinaria capacidad
de predicción sino ante la utilización rigurosa de herramientas
analíticas, entre las que destaca la capacidad de mirar en el largo
plazo las grandes tendencias, aquellas que no se visibilizan si nos
conformamos con pocos datos y del corto plazo. La segunda, es que en
momentos de confusión como los actuales, podemos fiarnos de ese tipo de
análisis que, aún sin creerlos infalibles, pueden orientar en momentos
de incertidumbre.
Euforia en el caos
En febrero de 2006 el GEAB comenzaba a manejar el concepto de “crisis
sistémica global”, quizá la más consistente de las herramientas de su
arsenal teórico. Más adelante, en febrero de 2009, hablarán de la
“desarticulación geopolítica mundial”, para referirse a la completa
modificación de la arquitectura política construida por los países
triunfantes en la Segunda Guerra Mundial, que tuvo sus manifestaciones
en los acuerdos de Bretton Woods (por los que se crearon el Banco
Mundial y el Fondo Monetario Internacional), y en la creación de las
Naciones Unidas, entre otros.
Cuando el GEAB anunció la crisis con epicentro en Estados Unidos, la
Reserva Federal (FED) se aprestaba a dejar de publicar las cifras del
M3, que hacen referencia a la masa monetaria que permite medir la
liquidez o el dinero circulante. Para los analistas fue un momento de
inflexión: en nueve años la masa monetaria se había duplicado. Además la
FED dejaba de publicar los datos respecto a depósitos a largo plazo,
acuerdos de recompra y datos de los depósitos en dólares en los bancos
fuera de los Estados Unidos. Según analistas europeos esa decisión
“podría convertir las inversiones al otro lado del Atlántico en un
ejercicio de fe ciega en las declaraciones que haga la FED, más que en
un ejercicio de toma de decisiones basada en datos económicos concretos”
(Mario Mueller en oroyfinanzas.com 14 de noviembre de 2005).
Un pequeño hecho como éste, era capaz de revelar la profunda debilidad
del dólar y de la economía estadounidense. Una situación que era,
apenas, “indicador y factor central de la crisis sistémica global”. Por
ésta entienden un cambio del sistema que, en rigor, comenzó en 1989 con
la caída del muro de Berlín y el fin del sistema bipolar Estados
Unidos-Unión Soviética. El haber comprendido que se transita una crisis
sistémica, les permitió, “en un momento en que todos los indicadores
económicos públicos estaban eufóricos”, anticipar la crisis en base al
“análisis transdisciplinario” de un equipo de investigadores.
Caos en el caos
En estos siete años se sucedieron un conjunto de hechos que terminaron
de debilitar la posición de Estados Unidos en el mundo. Quizá el hecho
mayor sea la crisis de 2008 (anticipada por un puñado de analistas,
entre ellos el GEAB), que determina varias transiciones globales. Sólo
recordar algunas de las más trascendentes: en 2010, por primera vez
desde que existen mediciones, los países emergentes superan a los
desarrollados como receptores de inversión extrajera directa según el
informe anual de UNCTAD. No fue un año excepcional, ya que la tendencia s
confirmó en los tres años siguientes, sino un viraje de hondas
repercusiones en el orden global.
En 2010 China destronó a Estados Unidos como la mayor potencia
manufacturera, ya que su producción industrial representó el 19,8 por
ciento de la mundial, mientras la de su competidor fue del 19,4 por
ciento (France Presse, 14 de marzo de 2011). Los principales indicadores
de la industria muestran un viraje profundo: China produce más de 20
millones de vehículos por año, frente a la mitad de Estados Unidos que
siempre había llevado la delantera (en 2000, Estados Unidos fabricaba 10
millones de vehículos frente a dos millones de China).
En 2011 China se convirtió en la segunda potencia científica del mundo
sólo detrás de Estados Unidos, cuya posición se erosiona, superando a
todos los países de Europa, mientras países como Irán y Turquía
desarrollan su sector científico a ritmos tan vertiginosos como los
chinos (El País, 29 de marzo de 2011).
A mediados de 2011 la agencia S&P degradó la calificación de Estados
Unidos, lo que debe considerarse como un punto de inflexión que
confirmó que “lo imposible estaba plasmándose” (GEAB, 17 de diciembre de
2011). En 2013 llegó la quiebra de la ciudad de Detroit, anunciando que
otros municipios seguirían sus pasos.
Más recientemente, el deterioro de la capacidad de liderazgo de
Washington comenzó a ser reconocida por una asombrosa variedad de
medios, que hasta tiempo atrás ignoraban el asunto. La intervención de
Rusia en la crisis de Siria, forzando a Occidente a aplazar
indefinidamente la intervención militar, fue anotada como un síntoma
mayor de la decadencia estadounidense. A principios de octubre los
analistas bromearon al comprobar cómo el “pivote Asia Pacifico” definido
con toda pompa por la Casa Blanca, como la clave de su
reposicionamiento estratégico para contener a China, fracasaba
estrepitosamente.
La reunión del Foro de Cooperación Asia Pacífico (APEC) en Bali, fue la
apoteosis para China cuando debería haber sido la puesta en escena del
pivote por parte de Barack Obama. La situación interna le impidió
viajar. La falta de consenso entre demócratas y republicanos, ha
consumido todas las energías de la Casa Blanca. Los presidentes Xi
Jingpin (China) y Vladimir Putin (Rusia) fueron las estrellas del
encuentro de la APEC en Bali, donde el chino recordó sus deberes a la
Casa Blanca, en el sentido de que no puede permitir un default.
Según Pepe Escobar en Asia Times, “China fue la estrella del show de
APEC”, una alianza de 21 países que representa la mitad de la producción
y el comercio mundiales (Asia Times, 8 de octubre de 2013). China es el
mayor socio comercial de la región, cuestión que contrasta con el
Acuerdo Transpacífico impulsado por Obama que, según Escobar, es “un
gran chanchullo corporativo que reducirá los aranceles para beneficio
únicamente de las multinacionales estadounidenses”.
Recuerda que APEC fue inicialmente un foro afín a Estados Unidos, cuando
en la cumbre de Indonesia, en 1994, “un incontestable Bill Clinton
parecía dictar el futuro de Asia Pacífico”. En contraste, “Obama ha
estado demasiado ocupado girando hacia su persona en lugar de girar
hacia Asia”. Por eso, cuando se realice la próxima cumbre de APEC, en
2014 en Pekín, para entonces Obama puede haber encontrado tiempo para
girar hacia Asia, pero “para entonces será demasiado poco, demasiado
tarde”.
El tobogán del dólar
El muy circunspecto Financial Times, portavoz del capital financiero,
publicó un artículo titulado “Sistema basado en el dólar es
inherentemente inestable” (Financial Times, 2 de octubre de 2013). El
artículo firmado por Ousméne Mandeng, actual director del grupo de
gestión de inversiones Pramerica, ex director gerente del banco UBS y ex
jefe de división en el FMI, sostiene que el sistema monetario
internacional no funciona correctamente y que el culpable es el dólar.
El problema, en su opinión, es que Reserva Federal “no es probable que
subordine sus objetivos nacionales a las necesidades de la economía
internacional” y que siendo el dólar una moneda nacional dominante en el
mundo, debería existir una convergencia entre el emisor y el resto del
mundo, “lo cual evidentemente no es el caso”. La desestabilizadora
guerra de divisas en curso no encuentra organismos internacionales (FMI,
G-20) capaces de apaciguarla, mientras “los políticos carecen de coraje
para reformar las bases del sistema y se inclinan por jugar en los
márgenes”.
Ante este panorama, Mandeng defiende la necesidad de “reducir la
dependencia del dólar” para que la economía mundial funcione mejor, y de
ese modo se puedan evitar “crisis cambiarias recurrentes y alta
volatilidad de precios de los activos”. En suma, dice que “la economía
internacional necesita más monedas” y que la diversificación ayudaría a
la economía del mundo a sostenerse sobre una base más amplia y
“protegerse contra las vicisitudes de la política nacional de Estados
Unidos”. Una mirada sugerente, sobre todo porque proviene del núcleo del
sistema financiero.
Es justamente lo que vienen haciendo cada vez más países en el mundo.
Días atrás trascendió que India está trabajando en “la posibilidad de
pagar a Irán por los suministros de petróleo con divisas como el rublo,
el yuan o el yen para eludir las sanciones impuestas por Estados Unidos y
la Unión Europea a la República Islámica de Irán, de realizar cualquier
transacción por el crudo iraní en dólares y euros” (Russia Today, 5 de
octubre de 2013).
Mucho más importante es el acuerdo alcanzado por el Banco Central
Europeo y el Banco Central de China para intercambiar yuanes y euros, o
sea realizar su comercio sin acudir al dólar (CNN Money, 10 de octubre
de 2013). La Unión Europea es el mayor mercado de China y acuerdos de
este tipo (ya firmó uno similar en junio con el Banco de Inglaterra)
debilitan al dólar y aumentan el poder del yuan que ya es la novena
moneda más transada en el mundo y camina hacia su creciente
internacionalización.
La sustitución del dólar por otras divisas como monedas de reserva, ya
no es un tabú y se debate abiertamente en los foros mundiales. No es, en
absoluto, un debate ideológico, sino acerca de la creciente
desconfianza en la capacidad de Estados Unidos para pagar su enorme
deuda de casi 17.000 billones de dólares, mayor que su PIB anual. Lo que
está en debate es “la capacidad de Estados Unidos y del Reino Unido
para financiar sus déficits públicos, ya descontrolados” (GEAB, 18 de
junio de 2009).
Al no haberse reformado el sistema financiero, causante de la crisis de
2008, las cosas no han hecho sino empeorar. La mirada estratégica es
nítida: “En 40 años de desequilibrios comerciales estadounidenses y de
variaciones bruscas de sus cotizaciones, el dólar como pilar del sistema
monetario internacional fue la correa de transmisión de todos los
resfriados de Estados Unidos hacia el resto del mundo, y este pilar que
ahora se desestabiliza es el núcleo del problema mundial, porque hoy
Estados Unidos ya no sufre un resfriado sino de una peste bubónica”
(GEAB, 16 de junio de 2013).
En efecto, una economía deficitaria acostumbrada a que el resto del
mundo la financiara, pero que a su a vez era garantía de estabilidad, un
papel que ya no puede seguir cumpliendo por el deterioro de su posición
en el mundo. Cuando las cosas se ponen de ese modo, sólo queda patear
la pelota hacia adelante. Eso fue lo que se sucedió con el ataque al
euro, decidido por un grupo de banqueros estadounidenses en febrero de
2010 (The Wall Street Journal, 26 de febrero de 2010). La segunda medida
para aplazar la crisis fue la “flexibilización cuantitativa”
(Quantitave Easing) decida por la FED, por la cual se inyectan 45 mil
millones de dólares mensuales a través de la compra de obligaciones
públicas. El problema es que cualquier anuncio de que se retirarán esos
estímulos tiene efectos nocivos para “los mercados” que se han vuelto
dependientes de los estímulos.
Deuda impagable y crisis política
En diciembre de 2001 el GEAB presentó sus anticipaciones referidas al
futuro de la superpotencia. El título del boletín lo dice todo:
“2012-2016: Estados Unidos insolvente e ingobernable”. La conclusión es
que lo alguna fue el “buque insignia” del mundo parece haberse
convertido en un “barco a la deriva”. Uno de los núcleos del análisis
efectuado hace ya dos años, consiste en lo que denominan “la parálisis
institucional estadounidense y la desarticulación del bipartidismo
tradicional”. Como se verá, el análisis parece calcado del libreto que
demócratas y republicanos están escenificando estas semanas que gira
sobre un telón de fondo de recesión y depresión económicas.
El análisis sostiene que las principales instituciones del país, la
Presidencia, el Congreso y la FED, “se revelan impotentes para decidir o
poner en ejecución políticas significativas”. Este auténtico “bloqueo
institucional” está mostrando la desarticulación del bipartidismo
republicano-demócrata por la gravedad de la crisis, que no admite paños
tibios y, sobre todo, porque en la última década dejó de haber
“permeabilidad entre las visiones políticas de ambos partidos”. En
efecto, la aparición del Tea Party entre las filas republicanas y de
Occupy Wall Street (OWS) en los linderos del Partido Demócrata, supone
una fisura entre ambas colectividades en base a intereses
irreconciliables.
“El presidente no puede hacer gran cosa cuando el Congreso no tiene
mayoría estable al estar profundamente dividido en las grandes
orientaciones del país”, que se orienta hacia una división en cuatro
fuerzas sociales, apunta el GEAB. Lo posible son apenas acuerdos de
último minuto, pero ninguna solución de fondo ante la incapacidad de
programar nuevos equilibrios presupuestarios. Detrás del Tea Party y de
OWS hay dos propuestas incompatibles: sacrificar la reforma de la salud y
otros gastos sociales del gobierno de Obama o sacrificar el gasto
militar.
Entre las elecciones de 2014 y las presidenciales de 2016, estiman que
podrá situarse el momento más crítico para el país. Los intereses de los
poderosos, alineados por el complejo militar-industrial, pueden j
ugar la carta de un “salvador” para salir del caos actual. El general
David Petraeus puede ser un buen candidato. Todo indica que lo peor está
por venir: aún cuando negociaciones de última hora consigan
(consiguieron..) llegar a un acuerdo para elevar transitoriamente el
techo de la deuda, el daño a la credibilidad del país está hecho.
Mucho más allá de la pelea entre republicanos y demócratas, el problema
de fondo el otro: “El país no afronta un crisis ´normal´, incluso
´grave´ como la de 1929, sino una crisis histórica del tipo de las que
ocurren sólo una vez cada cuatro o cinco siglos” (GEAB, 17 de diciembre
de 2011). Tal vez fue esa convicción la que lleva a las autoridades
chinas a considerar que “tal vez sea el momento para que un mundo
atónito comience a considerar la construcción de un mundo
desamericanizado”(Xinghua, 13 de octubre de 2013).
- Raúl Zibechi, periodista uruguayo, escribe en Brecha y La Jornada y es colaborador de ALAI.
martes, 22 de octubre de 2013
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