por Walter Pernas
04 Octubre 2013
Un padre de 83 años ante el hallazgo de los restos de su hijo
Otra
familia de un detenido desaparecido uruguayo en Argentina pudo
confirmar la crueldad de la represión regional que terminó con la vida
de un joven de 22 años, integrante de la Juventud Peronista. Su nombre
era Heber Eduardo O’Neill Velázquez.
“Yo sabía que vivo a mi hijo no lo iba a encontrar, pero al menos
estos huesitos que aparecieron en Argentina me dejan la tranquilidad de
que, después de 37 años de búsqueda, y al final de mi vida, puedo saber
la verdad.”
Ever O’Neill tiene 83 años y vive en Rocha, donde
atendió la llamada de Brecha. Con hablar sereno, de frases cortas y
largos silencios, reflexionó de esta manera ante el hallazgo de los
restos de su hijo, Heber Eduardo O’Neill Velázquez, desaparecido en
Buenos Aires en 1977. Y agradeció el trabajo de técnicos y autoridades
de Uruguay y Argentina que colaboraron en todos estos años.
En los
últimos tiempos mantuvo una comunicación constante con la Secretaría de
Derechos Humanos para el Pasado Reciente, y en las últimas semanas,
consciente de la fragilidad de su salud pero sin que sus fuerzas
amainaran en la lucha, le confió a uno de sus miembros que no quería
morir sin encontrar a su hijo.
El lunes 30 de setiembre recibió esa llamada que de alguna manera él siempre esperaba: ahora puede llorar a su hijo muerto.
Eduardo
O’Neill tenía 22 años cuando el 18 de enero de 1977 fue detenido “en el
trayecto de su reparto de vino, en una plaza ubicada entre las calles
Estomba y Montenegro, barrio La Paternal” de la ciudad de Buenos Aires,
según consta en la investigación histórica sobre detenidos desaparecidos
ordenada en 2006 por la Presidencia de la República.
Lo encerraron
en la comisaría número 39 y luego fue trasladado al centro clandestino
de detención Pozo de Quilmes. El 18 de febrero de ese año, “en muy malas
condiciones físicas por las torturas recibidas, es conducido al centro
clandestino de detención El Vesubio”, señala el documento.
Celmar
Alves Heredia, otro joven detenido en aquellas circunstancias, brindó
testimonio ante el Secretariado Internacional de Juristas por la
Amnistía en Uruguay, en audiencia que el 8 de agosto de 1978 se
desarrolló en París: “(...) Momentos más tarde Eduardo O’Neill es
liberado, se le entregan objetos personales y se le hace firmar el libro
de salidas. Luego es llevado a un calabozo donde se lo escucha gritar
momentos después: ‘No firmen ningún tipo de papel, esto es una trampa,
no van a ser liberados’. Al escucharlo, los guardias entran en su celda y
comienzan a golpearlo (...)”, declaró.
Este hecho es atribuido a
“policías uniformados pertenecientes a la Seccional número 39 de la
Policía Federal. Según la circular número 12 del sijau, la seccional
estaba a cargo del comisario Carvallo”.
La familia O’Neill comenzó a
buscarlo de inmediato por comisarías e instituciones del gobierno
argentino, sin resultado. Obteniendo mentiras en cada organismo al que
se presentaban.
Un parte diplomático describe: “Con fecha 15 de
agosto de 1978 su padre señor Heber Germán O’Neill García denuncia su
desaparición ante el señor ministro de Relaciones Exteriores” de la
República Argentina. Y entre los documentos que se acopiaron para la
investigación consta un ejemplar de Compañero, periódico del Partido por
la Victoria del Pueblo, fechado el 1 de setiembre de 1978, que bajo el
título “¿Dónde están?” registra su nombre en la “nómina de uruguayos
vistos en prisión en Buenos Aires, en fecha 18 de enero de 1977”.
Por
“Oficio confidencial número H3-2/978 (2255), de la Embajada de Uruguay
en la República Argentina, fechado en Buenos Aires el día 17 de octubre
de 1978” se informa que según la División Búsqueda de Personas
Desaparecidas de la Policía Federal Argentina “el día 21-I-977 fue
procesado por actividades subversivas” con intervención del “Consejo de
Guerra Estable número 1” a donde fue “remitido” el detenido el “día
28-I-977”.
Pero al solicitarse información a ese organismo de la
dictadura, se obtuvo por respuesta la siguiente: “En mi carácter de
presidente del Consejo de Guerra Especial Estable número 1/1, tengo el
agrado de dirigirme al señor cónsul a los efectos de informarle que en
este Consejo de Guerra no existe ningún antecedente relacionado con el
ciudadano uruguayo Heber Eduardo O’Neill Velázquez”.
Desde entonces
Ever soportó obstáculos de toda índole, pero no claudicó en la búsqueda
de su hijo, quien dejaba una hija pequeña, Yamila, quien ahora también
podrá dar sepultura digna a los restos de su padre. La Secretaría de
Derechos Humanos para el Pasado Reciente ha comenzado los contactos para
cumplir con los pasos del sepelio que decida la familia.
Las
investigaciones penales tomarán en cuenta esta nueva información que
puede servir como prueba para eventuales acciones contra criminales de
lesa humanidad.
Se trata de un caso de coordinación represiva
regional, como los que se practicaban bajo el Plan Cóndor. Ya en su
momento, al pedir la condena de varios criminales militares uruguayos,
la entonces fiscal Mirtha Guianze se había referido al caso de O’Neill
para significar cómo se daba la coordinación del aparato represivo y
cuál era la actitud del gobierno uruguayo: “No admitieron las
operaciones en Argentina, ni en otros países, ni las
detenciones-desapariciones, y aun brindaron reiteradamente informes en
los que se falseaban los hechos”, aseveró.
Durante el gobierno de
facto, el Ministerio de Relaciones Exteriores integraba el Consejo de
Seguridad del Estado. En función de ello, una de las tareas primordiales
de la Unidad de Derechos Humanos era servir de enlace y de ejecutor de
las políticas que diseñaba el Servicio de Información e Inteligencia de
las Fuerzas Armadas, en particular del Departamento II, Exterior. Cuando
la reapertura democrática, en 1985, se localizaron diversos archivos
con abundante información sobre lo que el Servicio de Información de
Defensa ordenaba trasmitir al exterior en relación con los de-
saparecidos. Muchos de estos documentos revestían la autodenominación de “secretos”.
“Así,
por ejemplo –explicaba la fiscal Guianze–, en el caso de Heber Eduardo
O’Neill, detenido desaparecido en la República Argentina, existía un
‘memo’ secreto que informaba, mucho tiempo después de su desaparición,
que dicho ciudadano estaba vivo, en la República Argentina, a
disposición del ‘Tribunal de Guerra’ argentino”, señaló. Durante la
dictadura esta información integró un amplio archivo guardado en la
cancillería.
La fiscal recordó que “en los estertores del gobierno
autoritario se dio orden de destruir dichos documentos, pero la misma no
se ejecutó” y que “los documentos referidos se hallaban en el Archivo
Histórico del Ministerio de Relaciones Exteriores”, según surge
textualmente de un informe confidencial firmado el 3 de mayo de 1996 por
la abogada Silvia Izquierdo, del Departamento de Derechos Humanos de la
cancillería.
Caso Mota y Batallón 13
Cancillería enfrenta a la scj
La cancillería uruguaya decidió dejar en evidencia a la Suprema Corte
de Justicia (scj) ante la onu por el caso del traslado de la jueza
Mariana Mota (removida el 15 de febrero, cuando debía decidir en cerca
de 50 causas de graves crímenes contra los derechos humanos durante la
dictadura). El anuncio del canciller Luis Almagro cayó como un balde de
agua fría en la Suprema Corte, que hasta el momento no ha recibido un
revés tan directo por parte del Poder Ejecutivo.
Si bien es conocida
la mirada divergente del gobierno y de la scj en este tipo de casos,
ahora la situación parece ingresar en un campo de mayor tensión. De
hecho, es la cancillería la que debe dar la cara a la hora de enfrentar a
organismos internacionales que requieren la adopción de medidas de
Estado acordes al derecho internacional de derechos humanos.
Almagro
ya había mostrado su disgusto por decisiones de la corporación que han
desatendido el cumplimiento de la sentencia del caso Gelman, aun cuando
la Corte Interamericana (cidh) insistió en que la scj uruguaya debía
rever sus posturas y resolver que los delitos cometidos bajo terrorismo
de Estado constituyen crímenes de lesa humanidad.
Con ese asunto
abierto ante la cidh, Almagro decidió jugar sus cartas con mayor
agresividad institucional, por cuanto incluirá el caso de Mota en el
examen periódico universal del Consejo de Derechos Humanos de la onu
(febrero de 2014).
También deberá exponer sobre los avances en cuanto
a los temas vinculados a la desaparición forzada de personas y la
responsabilidad que le cabe al Estado. En ese sentido, se mantienen
buenas expectativas de que las nuevas excavaciones en el Batallón 13 por
parte del equipo de arqueólogos a cargo de José López Mazz determinen
hallazgos de restos de detenidos desaparecidos.
Los trabajos se
realizan con base en información cotejada entre planos y testimonios de
personas que en estos últimos tiempos se han acercado a la Secretaría de
Derechos Humanos para el Pasado Reciente o, incluso, ante el propio
antropólogo, dijeron a Brecha fuentes oficiales.
Se cuenta con
testimonios de ex soldados, cuyos nombres se mantienen en el anonimato
por razones de seguridad, que han señalado lugares donde se habrían
enterrado cuerpos.
Nuevas piezas en el rompecabezas del Cóndor
04 Octubre 2013
Escrito por: Fabián Kovacic desde Buenos Aires
Tres policías federales argentinos irán a juicio oral el año próximo por
causas vinculadas a Automotores Orletti y el Plan Cóndor. El juez
federal Daniel Rafecas acaba de confirmar la existencia de un grupo de
tareas dedicado a perseguir extranjeros, en particular uruguayos, entre
1975 y 1980. Los oficiales de inteligencia de la Policía Federal
argentina Rolando Nerone y Oscar Gutiérrez serán juzgados en 2014 como
responsables del secuestro, asesinato y desaparición del matrimonio
uruguayo Roger Julien-Victoria Grisonas, según decidió el juez Rafecas.
Junto a ellos compartirá juicio otro policía federal vinculado al centro
clandestino Automotores Orletti, José Ferrer, acusado por el juez del
secuestro de Ana María del Carmen Pérez –embarazada de ocho meses– y
Gustavo Adolfo Gayá, y del asesinato de su esposa, Estela María Moya de
Gayá, en un operativo realizado el 14 de setiembre de 1976 en el barrio
porteño de Chacarita. Pérez, Gayá y Victoria Grisonas fueron vistos en
los días siguientes en Orletti.
A estos tres funcionarios policiales
se agregará el ex agente de inteligencia Miguel Ángel Furci, apropiador
de la uruguaya Mariana Zaffaroni, secuestrada tras el asesinato de sus
padres, en el nuevo juicio oral que resolverá acerca de los crímenes
cometidos por la banda de argentinos y uruguayos de Orletti. El juicio
oral recayó en el Tribunal Oral Federal Uno, el mismo que condenó en
2011 a cuatro miembros del staff de Orletti: los agentes de inteligencia
Eduardo Ruffo, Raúl Guglielminetti, Honorio Martínez Ruiz y el general
Rodolfo Cabanillas. También fueron parte del juicio los oficiales de
ejército Ruben Visuara y Néstor Guillamondegui, pero el primero falleció
durante los días de audiencia y el segundo quedó imposibilitado de
participar por un accidente vascular.
Nerone y Gutiérrez fueron
hallados responsables por Rafecas de coautoría de “privación ilegal de
la libertad agravada” de Victoria Grisonas y el homicidio de Roger
Julien, ocurrido el 26 de setiembre de 1976 en la localidad de San
Martín, zona donde también fueron secuestrados Ary Cabrera Prates y Hugo
Donadío, igualmente integrantes del Partido por la Victoria del Pueblo
(pvp).
Del auto de procesamiento emitido por Rafecas se desprenden
varias puntas de investigación para avanzar con más certezas por el
camino de la génesis y desarrollo del Cóndor. El juez ya reconoce la
existencia del llamado Grupo de Tareas 5 (gt5) a partir de los
documentos firmados de puño y letra por su responsable, el teniente
coronel Ramón Nieto Moreno, en los que Nerone es felicitado por su
desempeño el día del operativo en casa de los Julien. Ya había sido
probada la existencia del Departamento de Asuntos Extranjeros de la
Policía Federal, precisamente en los autos de procesamiento emitidos por
Rafecas sobre Nerone y Gutiérrez en mayo de 2011 y julio de 2012. Sin
embargo, el juez aún no da por acreditada la pertenencia de los dos
policías acusados al gt5 y apenas menciona que “se habrían encontrado en
comisión” en ese novedoso grupo de tareas paramilitares.
Rafecas
recuerda el testimonio de otro represor del ejército, Juan Antonio del
Cerro, en la reapertura de la causa 450, conocida como “Primer Cuerpo de
Ejército” y cuyo principal responsable era el jefe de esa área, el
general Carlos Suárez Mason. Del Cerro mencionó en su declaración un
organigrama sobre los grupos de tareas divididos según las
organizaciones políticas y armadas perseguidas: “el gt5, con asiento en
el side, trabajaba tupamaros, mir chileno y mir boliviano, controlando
también elementos de la Junta Coordinadora Latinoamericana”, sostiene
Del Cerro.
La declaración de Gutiérrez ante Rafecas acerca del
movimiento de documentación manejada en Asuntos Extranjeros indica la
capacidad de esa repartición para analizar la situación de los exiliados
uruguayos, chilenos y paraguayos en Buenos Aires en esos días de 1976,
incluso cuando los ciudadanos extranjeros tenían algún tipo de
protección de parte de organismos oficiales internacionales como el
acnur. El imputado admite el “duro trabajo administrativo” en Asuntos
Extranjeros, que estudiaba la situación de los exiliados. “Teníamos una
vida pública, dábamos la cara. Venía por ejemplo Rodolfo Walsh a pedir
por detenidos y después nos acusaron a nosotros de su detención. Una
locura”, sostuvo. Walsh, escritor vinculado a Montoneros, fue
secuestrado por grupos de tareas.
Sin embargo Guitiérrez admitió la
relación entre su organismo y la detención de ciudadanos “extranjeros en
operativos antisubversivos”. “Recuerdo haber participado de la
detención de muchos tupamaros, pero no recuerdo sus nombres, seguramente
detuve a personas por ser elementos subversivos, pero en tal caso la
detención la hacíamos nosotros, la anotábamos en el registro y quedaban
detenidos en nuestra dependencia y luego se los expulsaba del país”,
dijo Gutiérrez al juez.
Y se extendió: “Detener a extranjeros era
cosa de todos los días, no hay que olvidar que nosotros teníamos al
sector de Migraciones, las listas de detenciones de personas venían de a
diez o 15 personas. Por ejemplo, a fines de 1975 descubrimos el mayor
arsenal de tupamaros en Argentina, tenían 500 quilos de trotil, cajones
de manzanas (llenas) de Magnun 357, una cantidad de armas impresionante,
eso fue en la calle La Rioja 765, las armas pertenecían a los tupamaros
e intervino allí el juez federal Sarmiento, y allí hubo detenidos y no
pasó nada”.
Según el escrito de Rafecas, “aún no ha sido esclarecida
del todo la relación existente entre el personal estable de Orletti y
las personas que prestaron servicios en la Superintendencia de Seguridad
Federal. Lo cierto es que los elementos con los que hasta el momento
contamos permiten advertir una vinculación y apreciar la participación
de personal del Departamento de Asuntos Extranjeros y de la Dirección
General de Inteligencia de la Superintendencia”. Pero al mismo tiempo
toma los testimonios de Eduardo Dean Bermúdez, militante del pvp
secuestrado en Buenos Aires en 1976, quien ya trasladado de Orletti a
Montevideo en octubre de ese año en uno de los vuelos entre los dos
países recuerda que sus captores uruguayos mencionaron la existencia en
el grupo de dos miembros de inteligencia de la Policía Federal
argentina, uno especializado en la investigación de uruguayos y el otro
de ciudadanos chilenos exiliados en Buenos Aires.
Dos nombres nuevos. Según datos recogidos por Brecha hace seis años y
entregados en julio pasado a la justicia federal argentina, en ocasión
de suscribirse en Santiago de Chile los acuerdos entre las fuerzas
armadas de la región para implementar un plan de operaciones conjunto
que a la postre sería llamado Plan Cóndor, el jefe de la delegación
argentina era el capitán de navío Jorge Casas, y fue acompañado por el
teniente primero Enrique Giorello, uno de los hombres que más tarde
operaron en Orletti. El encuentro se produjo en noviembre de 1975, según
lo documenta el investigador estadounidense John Dinges en su libro
Operación Cóndor. Una década de terrorismo internacional en el Cono Sur
(Ediciones B, 2004).
Otro de los hombres que viajaban frecuentemente a
la capital chilena entre 1975 y 1981, por lo menos, fue Luis Nelson
González, un especialista en inteligencia sobre organizaciones políticas
chilenas. Podría ser el hombre que Eduardo Dean Bermúdez mencionó en su
declaración cuando en 2011 se sustanció el juicio oral en la causa
Orle-
tti. Giorello llegó a ser funcionario de la Casa Militar en
tiempos de la presidencia de Fernando de la Rúa (1999-2001), mientras
que González perteneció al side bajo la presidencia de Carlos Menem, en
los noventa. Algunos lo mencionan como un activo agente en México
durante la detención del ex jefe del erp argentino Enrique Gorriarán
Merlo, en 1995.
La elevación a juicio oral llegó el mismo día en que
se cumplían 37 años del secuestro del matrimonio Julien-Grisonas. Quizá
se abra de ahora en adelante una nueva veta para avanzar con más pistas
firmes sobre el Plan Cóndor.
viernes, 4 de octubre de 2013
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