de Gabriel Carbajales
Recién anoche, a cuarenta años de haberlo
conocido en el afamado cuartel fascista de La Paloma, del Cerro, supe que “El
Mono Douglas” es en realidad Daniel Alberto Antonio Moreira Morales,
“el recluso número 778” para los desalmados que gerenciaron el campo de
concentración maragato en el que hoy el sistema sigue triturando vidas principalmente
muy jóvenes llevadas a situaciones límite por infancias y adolescencias de una
miseria diseñada en los bancos y los ministerios de economía y del interior de
un país en el que desde que nos conocemos, nos hablan de “desarrollo” y “mejoramiento
de las condiciones de vida” de los que pareceríamos haber nacido para estar sobrando
en un mundo regido por valores que de humanos no tienen un gramo y que te condenan
a parecerte a tus verdugos o a rebelarte de algún modo para no ser simplemente
“excedente demográfico” sin cabida en la vallada geografía del “sistema republicano”
del capitalismo obsecuente-dependiente.
Y digo que Daniel “es”, porque aunque
se nos haya ido de última parranda buyanguera el sábado pasado a las seis de la
mañana en el hospital de Minas, este “Mono” Compañero es otro más de los muy
queribles seres de este mundo capaces de morir para seguir viviendo en la
dimensión moral y espiritual que jamás conocerán nuestros verdugos del
“proceso”, de aquel proceso descarnado de violencia burguesa, y de este de hoy,
de violencia disfrazada y de burlón gargarismo anticonsumista y aletargante,
que ofende y embrutece a plena conciencia (por ahora).
Con María Isabel, Compañera y amiga
común que lo veía al “Mono” con mucho más frecuencia que yo, habíamos acordado
en la impresionante marcha en defensa de la tierra, el agua y la vida del último
viernes, irlo a visitar el domingo, sin presentir para nada que su enfermedad
fuera tan grave como para que pasara lo que pasó y nos quedáramos sin poder
darle el abrazo que necesitábamos los tres y que tratamos de sustituir hablando
anoche de él, preguntándonos qué pasó en su vida alejada del mundanal ruido
(había dejado Montevideo hace algunos años para meterse de lleno en un proyecto
de vida rural-artesanal y de nuevos vínculos sociales con la gente de “pata en tierra”)
y concluyendo, por fuerza, que esta muerte en la plenitud de los 60 y poco de
años, es otro crimen de lesa humanidad que sólo podrá ser juzgado y castigado
como corresponde el día que triunfen los principios y las metas humanas por las
que “El Mono Douglas” jamás dejó de luchar.
Nos conocimos con “Douglas” –su
seudónimo de lucha en el viejo Movimiento de Liberación Nacional- en la segunda
mitad del año de la derrota de quienes nos habíamos propuesto oponer la
violencia “artesanal” de los de abajo a la violencia profesional de los de
arriba de esta sociedad de la opresión y el crimen, finada ya aunque parezca
tener vida y aunque siga desplegando una furia antiobrera y antipopular cotidiana
a la que hoy apenas podemos oponerle una resistencia completamente defensiva que,
sin embargo, se nos cobra como si todavía estuviésemos en los turbulentos
´60/´70 empuñando unos vetustos fusiles de utilería y unos pininos ideológicos
que, la verdad, eran moco de pavo al lado de la ideología brutal y asesina de
los que terminarían siendo los verdaderos sediciosos y terroristas del orden burgués.
“El Mono Douglas” –apodo que fusionó
su nombre de guerrillero con el que surgió de su impresionante agilidad y
versatilidad física admiraba desde las ventanas del celdario maragato cuando
jugaba al fútbol, al basquetbol o a lo que fuera- entró a la “sala de máquinas”
de Artillería Uno en los primeros días de junio del ´72, con apenitas 20 y pico
de años, y salió de “Libertad”, con unos 35, a mediados de 1984, en ciernes del
“regreso democrático” que él decidió aprovechar para sintetizar sus inacabables
ímpetus revolucionarios con una actividad cultural capaz de hacerle desarrollar
vocaciones artísticas tardíamente descubiertas, con lo que sería su manera de
proseguir lo que antes trató de cristalizar en la confrontación frontal con los
que siguen diseñando los destinos de la inmensa mayoría de la humanidad:
Daniel Moreira Morales es uno de esos genuinos genios
de la cultura de abajo, verdadero pionero de un arte popular que había dormido
durante decenas de carnavales en el corazón de los barrios: apenas volvió a
poner un pie en la otra “Libertad”, se metió y comprometió de lleno, en cuerpo
y alma, con la “antimurga BCG”, esa joyita irreverente y ácidamente cuestionadora,
nunca bien ponderada, nunca reconocida como matriz potencial de un carnaval
abortado, que rompió los esquemas de la ideología fabricante de la cultura en
la que “la gente” somos solamente espectadores inertes que aplaudimos y aplaudimos
pasivamente el cuplé criticón del gobierno y los políticos más pegadizo de cada
año, y nada más…
Todavía siento en mi piel el beso y el
abrazo del “Mono Douglas” a la una de la madrugada de una noche de tablado oesteño
demorado para recibir a las últimas y los últimos salidos de los campos de
concentración de Punta de Rieles y de San José, en 1985, sorprendiéndome,
atrapándome cálidamente, enamorándome de la antimurga BCG en una de sus bajadas
de la tarima del poder de un carnaval ya tan mercantilizado como el fútbol, en
el que un conjunto de “locos de la bolsa” (teatreros y murgueros de alma) le
mostró al pueblo laburante que todo lo debemos esperar “de nosotros mismos” y
que nunca será tarde para concretar un destino que diseñemos nosotros y no los
dueños de todo el carnaval burgués de siempre.
Los energúmenos torturadores del “Mono”
por ahí andan, sueltos, lo más panchos, haciendo buenos negocios con empresas
“de seguridad” y otros curritos con que complementar sus miserables
jubilaciones de “militares retirados” después de la gran cobardía de aplastar al
movimiento popular oriental con picana, muerte y desapariciones por las que no
habrá ni olvido ni perdón, jamás-
“El Mono Douglas”, siempre joven, siempre vital,
siempre revolucionario y socialista en serio, sigue en nosotros aunque su
corazón no haya podido seguirle el tranco de hombre bueno, de buen amigo, de
hermano de la vida, mismo, de inmortal de veras… y poder decirlo sin que suene
a lisonja póstuma y falsa, es lo mínimo que se merecen Compañeros y Compañeras
así, como él.
A la Compañera y Amiga María Isabel,
mi agradecimiento –nuestro agradecimiento- por haberme dejado compartir el
dolor con ella y por haber sentido que estaba bien no haberme llamado el
domingo no ya para combinar la ida a Minas, sino para decirme que “El Mono”
había muerto mientras nos disponíamos a visitarlo.
Y a vos, querido “Douglas”, dejanos
lagrimear un poco para enseguida seguirla hasta donde nos dé la nafta con tu
ejemplo enérgico y contagiante, y para sentir que la muerte es nada más que un
nudo en la garganta tratando de nombrarte y decirnos que son los que viven como
vos, la materia prima de esta amada revolución que sólo es un sueño utópico en
las cabezas y las almas vacías de los que están muertos aunque vivan y
conspiren contra ella al santo cuete, por completo.
¡Hasta la Victoria, “Douglas”!
¡Siempre hasta esa victoria que será inevitable y por la que vos seguirás empuñando
todas las armas necesarias aunque algún músculo se nos afloje y nos deje sin
poder pisar los tablados humildes pero enaltecedores del pueblo laburante y
revolucionario alzando las banderas salvadoras y creadoras del Socialismo!.
¡Habrá patria obrera y murguera de verdad,
para todos, “Mono”!... ¡Nos vemos!.-
Gabriel –Saracho- Carbajales, 22 de
octubre de 2013.-
Gracias por esta nota. Por ti supe que murió, en uno más de mis intentos de encontrarlo...Era amigo mío, vecino, persona entrañable. Estuve buscándolo por la Feria y no lo encontré. El destino nos separó, y aquí estoy en Buenos Aires. Me angustia pensar que estuvimos cerca, yo tengo mi casa en Las Flores...Monito, Dani, seguís viviendo en todos los que te quisimos. Lastima no habernos encontrado.... un abrazo y beso gigantes.
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