viernes, 10 de agosto de 2012

Agosto de 1994

La masacre de Jacinto Vera

Por Jorge Zabalaza


.
Se pregunta y me preguntan. Este árido artículo es una tentativa de explicar las razones de fondo del fenómeno.  


 La primera mitad de la década del ’90 estuvo marcada por la implosión del capitalismo de Estado en la URSS y el aluvión reaccionario que provocó.  Las internacionales burguesas se sintieron dueñas del universo para toda la eternidad. En Uruguay, esa soberbia neoliberal fue acompañada por el crecimiento sostenido de las cifras.  Crecieron el Producto Bruto Interno, el salario real y el consumo privado. Descendió notablemente la inflación y el déficit fiscal. El trunfalismo y su propia impronta clasista indujeron al presidente Lacalle a aplicar a rajatabla el modelo recomendado por el Consenso de Washington y, a los pocos días de iniciado su gobierno, aumentó el IVA y el impuesto a las retribuciones personales, política de ajuste fiscal o, mejor dicho, de expropiación de masa salarial. El fiscalazo fue reforzado con la disolución de los consejos de salarios y la campaña para reglamentar el derecho de huelga, medidas de guerra contra los asalariados.Lacalle intentó redondear su proyecto con una ley que privatizaba las empresas públicas y que fue rechazada por una abrumadora mayoría en el plebiscito del 13 de diciembre de 1992. Meses más tarde el presidente Lacalle firmó el Tratado de Asunción que dió origen al Mercosur, forma concreta de sus acuerdos ideológicos y políticos con Carlos Saúl Menem, Fernando Collor de Melo y Andrés Rodríguez. Por supuesto, entonces no se oyó a los grandes medios de comunicación protestar por el signo ideológico de ese verdadero Plan Cóndor del Neoliberalismo. La eliminación de las barreras aduaneras en la región fue el gran negocio para las transnacionales con sede San Pablo que buscaban expandir su mercado y un pésimo negocio para las empresas uruguayas que abastecían el mercado interno.  Los perjuicios que provocó el Mercosur desataron resistencias generalizadas.... hasta los estancieros y los grandes agricultores se movilizaron para rechazarlo.

Las consecuencias sociales del “lacallismo” no se hicieron esperar, la brecha social se hizo abismo profundo, abundaron los conflictos sindicales, las ocupaciones de terrenos por el cooperativismo, las movilizaciones estudiantiles, hubo lucha popular para impedir la privatización de las empresas estatales. Los desalojos en masa a quienes no podían pagar el alquiler o la cuota del Banco Hipotecario, impulsaron la emigración hacia la periferia de Montevideo para tomar terrenos baldíos de propiedad estatal y privada. Lacalle fue escenógrafo y guionista de la obra que se representó años después, en el 2002, cuando la crisis bancaria hizo estallar las presiones sociales que se venían acumulando. El carácter antipopular de su gobierno hizo que los partidos identificados con las políticas neoliberales perdieran consentimiento popular, al tiempo que ayudó a fortalecer la influencia del Frente Amplio, que en ese entonces parecía opuesto al esquema fondomonetarista. Las elecciones de 1994 comprobarían que si bien el neoliberalismo partía en dos la sociedad, el electorado se dividía en tres tercios, uno de los cuales respaldaba a las promesas del trío Seregni-Vázquez-Astori.

El partido de la amortiguación



Electo por un Frente Amplio que todavía olía a izquierda,Tabaré Vázquez asumió como Intendente de Montevideo en 1990, precisamente cuando Lacalle lo hizo con la presidencia de la república. El gobierno municipal contrapuso el modelo “neoliberalismo con políticas sociales” al “neoliberalismo con políticas de ajuste” que aplicó Luis Lacalle. Se rebajaron a seis las horas de trabajo de los funcionarios municipales, pero se sustituyó a los trabajadores presupuestados con empresas tercerizadas, ONGs, becas y pasantías, una forma diplomática de recortar los derechos laborales y salariales de los trabajadores. El proceso de descentralización política del gobierno municipal, eje prográmatico frenteamplista, fue aplicado con tantos temores que en los hechos se lo castró y fue una vana desconcentración de las oficinas administrativas con las decisiones políticas hipercentralizadas en manos del Intendente. Se creó el banco de materiales de construcción para auxiliar a familias que los necesitaran, pero al tiempo que se reprimió severamente la venta callejera que era el modo de vida de muchas de esas familias. La forma de gobernar del primer gobierno frenteamplista fue un elemento decisivo en la renovación ideológica del Frente Amplio,  eufemismo conque se encubrió el recorte del programa popular.

   

Sin su gran enemigo rojo, el capitalismo dejó de precisar partidos políticos para la guerra contra el “comunismo internacional” y comenzó a promover los partidos para la “paz social”, paz con los incluídos en el sistema y guerra violenta a los excluídos de él.  Se pretendía generalizar al mundo la experiencia de la socialdemocracia europea, que fuera recreada con éxito en la España de Felipe González, el país más parecido al Tercer Mundo en el Mercado Común Europeo. Paralelamente al “salvajismo” del Consenso de Washington, los organismos internacionales agitaron la idea de los “pactos sociales”, una forma de asegurarse el consentimiento pacífico de las víctimas del neoliberalismo.  Los dueños del mundo ya no sentían a la izquierda latinoamericana como una quintacolumna de la URSS, comenzaron a pensarla  como un posible sucedáneo de la socialdemocracia europea y les extendieron  el permiso de acceder al gobierno, siempre y cuando, por supuesto, se comprometiera a mantener el acceso libre de las empresas transnacionales a las economías nacionales. Se abrió el embudo de las tentaciones en América Latina. Tabaré Vázquez, Danilo Astori y Líber Seregni se zambulleron de cabeza.

En esos mismos meses se produjo una trascendente escisión en el Partido Comunista del Uruguay. Mayoría electoral en el Frente Amplio y fuerza predominante en el movimiento sindical, los dirigentes del PCU se empantanaron en un debate público sobre las ideas que estaban llevando a la disolución de la URSS. La discusión fue encarnizada. La muerte de Rodney Arismendi facilitó la huída en masa de los “renovadores”;  todo el Comité Ejecutivo del PCU, casi todo su Comité Central y todos sus parlamentarios pasaron a ser los principales sustentadores del “neoliberalismo con políticas sociales”. Esteban Valenti fue santificado al ser uno de los asesores personales de Tabaré Vázquez, para quien negoció en secreto una privatización del Casino Carrasco mientras el pueblo juntaba firmas con la ley de empresas públicas de Lacalle. Varios de los principales dirigentes huídos del Partido y la UJC fundaron Asamblea Uruguay con Danilo Astori. La cúpula del mayor aparato de izquierda se pasó con armas y bagajes a la socialdemocracia. Ya nada podría detener la metamorfosis del Frente Amplio.  

En el territorio ideológico identificado con la consigna “ni olvido ni perdón a los torturadores” nació en 1989 el Movimiento de Participación Popular (MPP). Su primer lustro de vida se caracterizó por la intensa inserción política en todas las movilizaciones populares y por el escaso caudal electoral recogido, que de todas formas alcanzó para que  Helios Sarthou y Hugo Cores fueran diputados. Integrado al Frente Amplio pero estrechamente comprometido con la lucha social y la acción directa,  el propósito del MPP  fue actuar de “polo ideológico”, una estaca revolucionaria clavada en la punta izquierda de la coalición para frenar su derechización. Las condiciones creadas por las políticas de Lacalle, que provocaron la radicalización de las luchas y cuestionaron la estrategia amortiguadora del Frente Amplio, abrieron espacios para que el MPP cosechara lo sembrado en el movimiento popular. En agosto de 1994 ya contaba con una fuerza militante capaz de sostener al mismo tiempo la movilización en el Hospital Filtro  e intervenir activamente en la campaña contra la “minirreforma”.





La Masacre de Jacinto Vera.



El Estado Español reclamó a tres de los ciudadanos vascos detenidos por la policía de Montevideo. Un par de miles de personas marcharon desde Plaza Libertad hasta jefatura de policía exigiendo que les otorgaran el asilo político. Los hechos colocaron al país en la pantalla internacional y el gobierno de Lacalle los extraditó para dar muestra de su mano dura. Como la extradición equivalía a entregarlos a los torturadores, los vascos optaron por hacer una huelga de hambre seca, medida por la que fueron internados en el Hospital Filtro al estar en peligro sus vidas.  Durante varios días se mantuvo una vigilia frente al hospital para impedir cualquier maniobra que intentara la policía o, por lo menos, para ser testigos de ella. El martes 24 agosto de 1994, el PITCNT declaró paro general y convocó a manifestar en solidaridad con los vascos. FUCVAM se sumó al movimiento. La convocatoria y el desarrollo de la movilización se difundía al instante desde CX 44 Radio Panamericana, propiedad del MLN (T), gracias a lo cual la acción militante no pudo ser aislada y se transformó en una movilización masiva, increíble, tan populosa que hasta la Mesa Política del Frente Amplio concurrió en pleno y con Tabaré Vázquez y el general Líber Seregni a la cabeza.

El 11 de agosto el ministro de Interior Ángel María Gianola había alentado a la Guardia Republicana a  “combatir disturbios o grandes manifestaciones” con todos los medios disponibles. La arenga tuvo sus efectos y a las cinco de la tarde del martes 24, sin ningún tipo de justificación, la Republicana arremetió a caballo, sable en mano, apaleando mujeres con bebés, ancianos y niños. La multitud se defendió de la agresión policial. Empujado contra las vallas policiales por el ataque, el cordón de autodefensa enfrentó a mano limpia y pedradas a los represores. 44 agentes contusos, ninguno de gravedad.  En cambio, desde varios patrulleros dispararon a matar. Asesinaron  a Fernando Morroni. Hirieron de cuatro balazos en la espalda a Esteban Massa, enfermero que asistía en el suelo al lastimado Ruben Sassano. El estudiante Carlos Font fue internado con pérdida de masa encefálica por un balazo en la cabeza. Mónica Ramírez militante Fucvam también internada con heridas de balas en el vientre. Esa noche, en extrañas circunstancias, fue asesinado Roberto Facal al llegar a su casa en Jacinto Vera, barrio prácticamente tomado por las patotas policiales. Quedaron heridos más de 100 manifestantes en la operación represiva, 15 de ellos a balazos. El miércoles 25 de agosto miles acompañaron a Fernando hasta el Cementerio del Norte. Su asesinato permanece impune todavía, pese a que el actual presidente de la república y varios de sus ministros estuvieron entre los convocantes a la manifestación y fueron testigos de la violencia policial en la Masacre de Jacinto Vera.

La minirreforma.

“Minirreforma” fue bautizado un paquete de 14 enmiendas constitucionales producto del  acuerdo entre Julio María Sanguinetti, Jorge Batlle, Luis Alberto Lacalle, Liber Seregni, Danilo Astori y Tabaré ´Vázquez, los grandes lideres del momento. De inmediato los dos tercios de los diputados y senadores la aprobaron a tapas cerradas, hecho festejado con alborozo por los medios de prensa y la partidocracia. Cuando en la Dirección Nacional del MPP Helios Sarthou hizo trizas el contenido del engendro tripartito e informó sobre sus alcances, la irritación fue general. El PCU y el  MPP rechazaron la “minirreforma”,  salieron a debatir públicamente contra la derecha y recorrieron los comités de base de todo el país discutiendo con los sectores socialdemócratas del Frente Amplio. Las organizaciones de jubilados, el PITCNT y otras organizaciones sociales se sumaron a la campaña contra la “minirreforma”. CX 44 Radio Panamericana  se transformó  en vocero de la campaña. Las bases frenteamplistas se encargaron de contradecir los fundamentos que exponían la recién nacida Asamblea Uruguay, el Partido Socialista y la Vertiente Artiguista. La oposición a la “minirreforma” tuvo eco en la población y lo que había sido iniciativa de un par de organizaciones partidarias se transformó en correntada incontenible. El domingo 28 de agosto de 1994 se realizó el plebiscito  y la “minirreforma” fue rechazada por el electorado, que votó contra la opinión de todos los popes de la política.

Lucha social y acción directa.

Muchos de los que estaban en Jacinto Vera habían sido militantes en las comisiones barriales que juntaron firmas contra la ley de impunidad  e hicieron la campaña por el Voto Verde. Otros provenían de la reorganización de los comités de base y las coordinadoras del Frente Amplio, hasta ese momento ligados a las reivindicaciones vecinales y a la lucha por los derechos humanos. Un tercer grupo venía directamente de las ocupaciones de terrenos, ya fueran cooperativistas de FUCVAM  o de las comisiones de vecinos surgidas en el boom de los asentamientos irregulares. También estuvo presente mucha gente joven que traía la experiencia de la lucha contra las razzias y que luego canalizaron sus inquietudes en la formación de varias radios comunitarias. Había además muchísimos estudiantes liceales de la “coordinadora” que venían de luchar a brazo partido contra la “reforma de Rama”. Estaban además  las agrupaciones ampliadas sindicales que dieron los duros conflictos del Bão, Colagel y Juan Benzo en la industria química, de Cocacola y Norteña en la bebida,  de Isabella en la metalurgia, el de la Asociación Española y el Casmu en la salud privada y el del Hospital de Clínicas. Los que enfrentaron a las patronales del transporte en los conflictos de ONDA y de CUTCSA, los que ocuparon el Victoria Plaza y la Terminal Cruces cuando la huelga de los 83 días en la construcción, los compañeros despedidos de FUNSA con complicidad de Romero y los de la pesca que habían escrachado al Presidente Lacalle en su casa. Asimismo había militantes del taxi, los de la huelga de hambre de Promopes, los ferroviarios del “tren bajo control obrero”, los funcionarios del INAME, los judiciales, los municipales y los del registro civil, los educadores que luchaban por la enseñanza (profesores de secundaria y de la UTU, del magisterio y funcionarios de la universidad) y, finalmente, los trabajdores del Espinillar agremiados en URDE, que se vinieron caminando desde Constitución junto a los de UTAA. No era poca cosa la experiencia de resistencia y lucha social acampada frente a las vallas policiales que rodeaban el Hospital Filtro.

Una fuerza militante que avanzaba con un horizonte insurreccional y echaba raíces en las historias de lucha libertaria de principios del siglo XX  y en la tendencia clasista y combativa de los ’70. Dispersa o agrupada en varias organizaciones, esa militancia encontró otro punto de reunión en el MPP de 1989, donde coincidieron y debatieron diferentes vertientes del pensamiento crítico de origen marxista y libertario. Un núcleo activo que estaba demostrando su capacidad para convocar los ancianos, niños y madres con coches de bebé que integraban la abigarrada multitud entorno al Hospital Filtro y para intervenir con iniciativas en los mecanismos de la democracia formal logrando que el 63% del electorado rechazara la “minirreforma”.  Una militancia intransigente que participó en ocupaciones de tierras y de fábricas, en marchas y campamentos, que todos los Primero de Mayo llegaba al acto de la central obrera en la Columna CerroTeja, embanderada con la consecuencia y el compromiso de clase. Que el 24 de agosto resistió la represión salvaje de la policía en Jacinto Vera, pero también tenía un senador, dos diputados y ediles en Montevideo y Trinidad para denunciar y actuar con espíritu extraparlamentario. Que estaba dentro del Frente Amplio pero en permanente discrepancia y crítica,  aliado en la calle con los grupos y partidos extrafrenteamplistas. Como todos caminaban hacia el mismo punto, el horizonte insurreccional que compartían, esa dispersa y desordenada fuerza militante demostró ser capaz de actuar con efectividad y de golpear coordinadamente.

La tarea asignada por el sistema.

Horizonte revolucionario, clasismo, combatividad y convocatoria de masas... proceso incipiente pero lleno de promesas. La prensa reaccionaria y los sectores neoliberales del Frente Amplio calibraron el peligro de inmediato  y, como de costumbre, sacaron los fantasmas de  los ’70 de su buhardilla. Su estrategia fue asustar a los pusilánimes para que disuadieran a los espíritus más rebeldes. La derecha atacó a los “subversivos”, arreciando en particular contra los tupamaros; el Frente Amplio se desentendió y adjudicó su derrota electoral de 1994 al agrupamiento de radicales insoportables. Había que separar aguas urgentemente pensaban..

La política de acumular en la lucha social y la acción directa parecía correcta y cosechaba resultados concretos. Hacía ya tiempo que varios ex-guerrilleros no parecían muy convencidos de continuar andando ese camino que el MPP venía recorriendo desde su nacimiento. Acariciaban el cráneo que siglos antes acarició Hamlet, su dilema era si continuar o no andando ese camino que el MPP venía recorriendo desde su nacimiento. Se resistían a involucrarse en otra ruptura violenta con el sistema. Se inclinaban por aceptar el rol que ofrecía el sistema y sumarse a la correntada electoralista sin abandonar el discurso revolucionario, por abrazarse lealmente con los aliados socialdemócratas, aunque hubiera que expulsar del MPP a los que no entendían la “etapa” ni los “tiempos”. La duda ya era  concesión y conciliación.

Se tomaron el tiempo suficiente para desterrar de su memoria los desaparecidos y asesinados, para cambiar de anteojos y tergivesar su propia historia, para hacerse amigos de empresarios y militares y para ganarse la confianza de las corporaciones transnacionales y del Pentágono. Transa va, transa viene, arrastraron mucha gente por la culebrera senda del olvido y perdón a los culpables, del “malinchismo” con el capital transnacional y del apoyo a las vergonzosas misiones de paz. Insensiblemente fueron sacando la política de los espacios libres callejeros y la encerraron en el parlamento y los organismos del Frente Amplio. Convirtieron a los militantes con arraigo social en “soldados” fieles. Les hicieron perder su esencia revolucionaria. Así se interrumpió la acumulación de fuerzas militantes y lograron estupidizar el entorno del MLN-MPP. ¡Tarea cumplida! Su trabajo les valió el aplauso y las felicitaciones de la derecha y  la socialdemocracia que les daba la bienvenida a la “democracia”.

Agosto de 1994, fue el nudo. En la disyuntiva entre el desarrollo de la fuerza militante y el beneplácito del sistema, dieron un paso adelante y se arrojaron cuesta abajo por el embudo de las tentaciones. Entonces ya estaban en compañía de miles de conversos y feligreses, cada cual tan responsable como sus dirigentes de que transformar al movimiento revolucionario en un aparato político cuyo único fin es asegurar el consentimiento para la conciliación de clases. Cuando sobrevino la crisis bancaria en el 2002 y los indignados se reproducían en todos los sectores sociales, el MLN-MPP ya había sido domesticado y se sintió su ausencia. La Masacre de Jacinto Vera fue decisiva para torcer la voluntad de los ex-guerrilleros e instalar una nueva religión en el escenario político del Uruguay. La religión del enchastre: más PLUNAs y más BOTNIAs y más SEALs y más megaoperativos y más cárceles para los pobres. Son responsables de sus opciones pues hicieron abortar deliberadamente el otro camino, el que comenzaba a recorrer la fuerza militante acampada en Jacinto Vera. La historia no los absolverá.

0 comentarios:

Publicar un comentario

No ponga reclame, será borrado