Enviado por Ricardo
Ángela Álvarez MILITANTE REVOLUCIONARIA, NUNCA OFICIALISTA
Luego de esa confusa y espontánea entrada en escena pública, como
era obvio quisimos conocernos mejor y ver que podíamos hacer juntos. Muchos de
los que habían apoyado a Ángela, en el comité del Frente Amplio, y ella misma
se consideraban “independientes” y como tales, reclamaban que el “26 de marzo”
que se suponía que los representaba lo hiciese realmente, que era absurdo que
el “26” fuese tan oficialista y filo PC.
El compañero de la mesa del 26, terminó por reconocer que su
posición no había sido la mejor. El propio 26 a nivel nacional, se enteró del
lío que se había armado en el comité y había propuesto que los compañeros
independientes, que en el fondo “tenían razón” fueran a discutir con la
dirección nacional para integrarse al trabajo conjunto.
Es decir mientras un sector totalmente reformista había definido
que la propia base del frente era casi su enemiga y había que disciplinarla a
prepo, el “26” considera que esos compañeros expresan una posición correcta
pero que deben ser “encuadrados” para que no sigan creando problemas.
La reunión se lleva a cabo unos días después y en la misma
participa por un lado Ángela y un conjunto de compañeros jóvenes (entre los
cuales mi compañera entonces, Amaya) y por el otro el delegado del 26,
respaldado por varios de la dirección nacional, entre los cuales el propio
Sassano.
En resumen, la dirección nacional del 26 sostiene que no se pueden
ir a plantear “esas cosas” a los comités porque dividen y llevan a grandes
polarizaciones, pero que esos compañeros tienen razón y que para eso deben
organizarse en “La Orga” (es decir en los Tupamaros). “Tienen razón en las
posiciones, pero las mismas no se pueden llevar adelante en los comités”.
Pero entonces, decían Ángela y el grupo de jóvenes que ella había
llevado, “los comités de base se los regalamos a los bolches”! ¡Eso le hace el
juego al reformismo, a la burguesía! “Nosotros queremos que los comités sean
comités de lucha revolucionaria, que sea la organización del barrio, para
apoyar los gremios en lucha y para la lucha por los presos por luchar”.
La dirección del 26 argumentaba así: “un frente supone
compromisos, nosotros para mantener la unidad, no podemos declararle la guerra
a todos los reformistas porque eso no es nuestro estilo, nosotros sólo podemos
mostrarnos mejores que ellos en la práctica”. “La verdadera política nuestra no
la podemos hacer en el Frente, sino en organizaciones específicas creadas para
ello”…
Ángela formulaba claramente que el someterse a la disciplina que
quería imponer en el “26” era renunciar al clasismo y a la lucha revolucionaria
en nombre de un Frente policlasista y electorero que terminaría aislando a las
organizaciones armadas.
Y en realidad era eso lo que se jugaba. Sería más o menos el mes
de mayo de 1971, las grandes luchas sociales de los años anteriores (frigoríficos,
cañeros, bancarios, estudiantes, o las concentradas en tal o tal fábrica –Tem,
Seral, Funsa, Bao…contra los aumentos de la UTE…) habían sido las mayores en la
historia del país, pero no habían logrado consolidar estructuras territoriales
y barriales propias capaces de imponer una opción de poder. Aunque si había
habido embriones de esas estructuras que surgían para apoyar las luchas
proletarias como sucedió con las venidas de los cañeros a Montevideo, la lucha
en el Cerro y la Teja para la defensa de los 2 kilos de carne,...hasta el
desarrollo de comités para resistir a los aumentos de UTE y el préstamo compulsivo…en
donde se organiza la gente en los barrios para pelear y resistir. Muchos
compañeros ya éramos más o menos conscientes de que para el Estado uruguayo era
mucho más fácil el triunfo si se embretaba al pueblo en el frentismo y en el
electoralismo y se destruía la tendencia revolucionaria que se había ido
haciendo fuerte en los años anteriores.
En la reunión no hubo acuerdo sobre la perspectiva, porque la
contraposición de fondo era muy importante, pero como la mayoría de los que se
decían independientes, siguieron diciéndose del 26, aunque no ocultaban sus
diferencias con los “oficialatas”, subsistieron más o menos ambas tendencias,
como también subsistieron en todos los niveles y organizaciones incluido en el
seno de los Tupamaros.
Había algo que nos unificaba, más allá de las posiciones
diferentes y era la solidaridad contra el enemigo común y a pesar de ese
desacuerdo entre por un lado la clásica posición de la Tendencia Revolucionaria
y por el otro los aparatistas (y frente amplistas del 26). La realidad empujaba
siempre a aquella frase, que también nos llevó a la ruina y la derrota: “los
hechos nos unen, las palabras nos separan”.
Yo sólo entendí la gravedad de dejar la discusión teórica y
programática, como secundaria y privilegiar la unidad con los “que se estaban
jugando las pelotas” mucho después. En
ese momento Ángela, como muchos otros y yo mismo (sin darle demasiado peso a las
consecuencias de las rupturas que se habían producido entre la tendencia
revolucionaria y el aparatismo y lo que significaba en realidad aquel “estilo
tupa”) privilegiábamos la “unidad” con todos aquellos que habían empuñado las
armas, sin darnos cuenta hasta que punto, esa “unidad” sin principios llevaba
al triunfo del frentismo y del aparatismo, y consecuentemente al plan del
enemigo de desarmar la energía social del proletariado, a través del frentismo,
para reprimir a los grupos guerrilleros por separado.
En aquel momento, esa solidaridad elemental primaba tanto que hizo
posible que, en cuanto a lo de los presos políticos, se lograse un salto
cualitativo. El tema para nosotros era vital, porque nuestros compañeros más
queridos y jugados, estaban presos o clandestinos y que los comités del Frente
no se ocuparan del tema, era para nosotros insoportable y ninguno de nosotros
veíamos ningún interés en un Comité en que ni siquiera se pudiera luchar por
ellos. Hay que recordar que el 26, era
todavía más independiente que lo que después fue, como brazo político de los
Tupas, y más bien guardaba tanto las formas, para que no se pudiera verificar
que en realidad tendía a ser eso, que en el Comité por la libertad de los
presos, que funcionaba desde hacía algún tiempo, no tenía participación oficial
como organización y no la tuvo hasta mucho después. Ángela había introducido el
tema además porque (explicaría después en varias reuniones con otros
compañeros), no tenía ninguna confianza ni en el Frente, ni en el 26, ni en la
dirección que estaba afuera de los Tupas… para pelear enserio por la libertad
de nuestros compañeros presos.
Por mi parte, yo había
concurrido a varias reuniones y participado en diferentes acciones de
propaganda y solidaridad con los presos y puedo testimoniar que en esas
primeras reuniones no tuvieron el apoyo que merecían ni por parte del 26
(evidentemente los Tupas no podían aparecer como tales en ese comité) ….En
efecto, en esas reuniones participaban mayoritariamente padres y familiares de
los presos (recuerdo a la madre de los Cabrera como una de las más
consecuentes), varios ex presos, el MRO (Ariel Collazo era su figura más
visible), Alba Roballo o algún representante de esa agrupación, algún delegado
del grupo de Erro y del grupo de Michelini, delegados de diferentes gremios en
lucha que tenían compañeros presos, compañeros estudiantes del FER, principalmente
del IAVA o el nocturno, así como miembros de otros grupos chicos… Pero
sobretodo era una actividad muy minoritaria y marginal y además muy mal vista
por los legalistas y reformistas.
Por eso tuvo importancia que Ángela lograse el compromiso, por
parte de la dirección del 26 de apoyar lo que ellos pudieran hacer en la lucha
por los presos. El mismo compañero que había estado oscilando en la mesa como
delegado del “26”, a partir de esa fecha, asumiría concretamente esa lucha como
algo indispensable. Claro que, eso también obedecía a una línea que se impuso
desde “la Orga”, por la que poco a poco, se empezaron también a ocupar de los
presos.
Pero si exceptuamos ese punto lógico y saludable, esa tendencia
política no se distinguía en gran cosa del reformismo burgués del Frente y por
ello no nos sentíamos en absoluto representados. Ángela como los compañeros que
luego me iría presentando y en general los que seguíamos considerándonos de la
Tendencia considerábamos al Frente como un conglomerado de Partidos burgueses,
cuyo programa era integralmente reformista, que buscaban utilizar y canalizar
la energía revolucionaria de las masas y ponerla al servicio del Estado. Por eso rechazábamos igualmente el apoyo
crítico hecho oficialmente por los Tupas. Si había una cosa que teníamos claro
era que ese frente reformista no nos representaba, porque se necesitaba LA
REVOLUCIÓN.
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