PUBLICADO EN CARAS&CARETAS EL VIERNES 19 DE OCTUBRE DE 2012
SE ADMITE “AQUIESCENCIA” CON LA JUP EN LA MUERTE DE RODRIGUEZ MUELA
Aprueban reparación integral a la familia del estudiante asesinado en el Liceo 8 en 1972. La Juventud Uruguaya de Pie no era del aparato estatal pero tenía su “apoyo”. El dictamen se presentará como prueba para reactivar la causa contra el mayor (r) Enrique Mangini Usera y la banda de la JUP que cometió el homicidio. La confesión de la complicidad del Estado convierte el caso en un crimen de lesa humanidad.
ROGER RODRIGUEZ/ rogerrodriguez@adinet.com.uy
Una comisión especial del Poder Ejecutivo se pronunció en favor de una reparación integral a la familia del estudiante Santiago Rodríguez Muela, quien fue asesinado en el Liceo 8 de Montevideo el 11 de agosto de 1972 “por personas vinculadas a una organización de extrema derecha (Juventud Uruguaya de Pie) que no eran agentes del Estado, pero que contaban con el apoyo y la aquiescencia de agentes del mismo”.
El informe, por el que se recomienda otorgar la indemnización económica prevista en el artículo 11, literal A, de la Ley 18.596, será presentado como prueba en la paralizada causa judicial contra la JUP que está en manos de la jueza penal de 8° Turno, Graciela Eustachio, quien ya había actuado en un caso similar cuando ordenó el procesamiento con prisión de integrantes del Escuadrón de la Muerte, que también atentó en aquellos años.
El juicio contra la Juventud Uruguaya de Pie fue iniciado el 23 de octubre de 2009 por la tía de Santiago, María Muela, quien denunció como responsable del crimen al mayor (r) Enrique Mangini Usera y otros siete miembros de la organización armada estudiantil que aparecen implicados en la causa criminal que originalmente había instruido en los años setenta el juez Milton Cairoli y que fue desarchivada dos años antes como prueba en un juicio de prensa.
En febrero de 2007 el mayor Mangini Usera propició un juicio por difamación contra un periodista del diario La República donde se reveló la participación que en el homicidio de Rodríguez Muela había tenido el militar, cuya identidad se investigó tras ser fotografiado armado en un juzgado al que ingresó, acompañando al torturador Eduardo Ferro, como guardaespaldas del general (r) Iván Paulós, quien por primera vez declaraba ante la justicia.
El expediente del juicio de prensa, en el que el periodista (quien suscribe) fue sobreseído en primera y segunda instancias, fue agregado como prueba en el reclamo de reparación previsto en la ley aprobada el 18 de setiembre de 2009 por la que se decidió reparar “integralmente a las víctimas de la actuación ilegítima del Estado en el período comprendido entre el 13 de junio de 1968 y el 28 de febrero de 1985”, cuando comenzó la transición de la dictadura.
María Muela había presentado la denuncia contra la Juventud Uruguaya de Pie cuatro días antes de que se aprobara la Ley 18.831 con la que la mayoría parlamentaria evitó que ese 1° de noviembre prescribieran las violaciones a los derechos humanos ocurridas en la dictadura y ahora, a partir de la aprobación de la reparación familiar, podrá alegrar que ante la confesa complicidad del Estado en el caso califica como un imprescriptible crimen de lesa humanidad.
Susana Escudero. A la derecha, la viuda de Santiago Rodríguez Muela. Una larga espera.
INFORME REPARATORIO
El dictamen que recomienda la reparación a la familia de Santiago Rodríguez Muela, valoró los testimonios surgidos de los expedientes judiciales y de un informe específico realizado por los historiadores de la Secretaría de Seguimiento de la Comisión para la Paz, donde confirman el carácter político y terrorista de las acciones de la JUP, que se movía como aparato armado estudiantil del propio Escuadrón de la Muerte.
El instructor del caso señaló en su alegato ante la Comisión Especial creada por la ley reparatoria 18.596 que era elocuente el testimonio de la esposa del estudiante, que también estaba presente aquel 11 de agosto de 1972, cuando el homicidio se produce “en el marco de una asamblea de padres y estudiantes de dicho centro educativo, y perpetrado por una banda de la JUP que irrumpe de forma violenta en el mismo”.
De la prueba judicial también se subrayó el testimonio de José Luis Veiga, diputado del Partido Demócrata Cristiano, quien presidió la investigadora parlamentaria y en una de las causas judiciales declaró: “Dicha comisión pudo constatar que en el Liceo 8 una banda integrada por personas que en totalidad no eran de ese liceo, lo asaltaron y en el transcurso de ese episodio asesinaron a Rodríguez Muela”.
El informe, fundamenta la “aquiescencia” requerida por la ley en el propio testimonio del legislador “…los responsables del asalto estuvieron permanentemente comunicados, se les permitió declarar, se les permitió cambio de ropas y una buena presentación para ir al Juzgado en un obvio intento de obstruir a la justicia (…) De la investigación surgió también que las Fuerzas Conjuntas y la policía facilitaron la desaparición de armas, la presunta arma homicida fue vaciada en las afueras del liceo, todo lo cual quedó expreso en el trabajo de la Comisión”.
En las actas parlamentarias se destaca la denuncia del diputado Jorge Zeballos (Movimiento Nacional de Rocha): “Esas tres personas nos dieron la pauta de que ha habido negligencia policial y, además la absoluta seguridad de que quienes habían invadido el local y asesinado a Rodríguez Muela, recibieron un tratamiento preferencial de parte de las autoridades policiales. Y yo creo que esto es indignante, repulsivo y no concibo de las autoridades de mi país, a cualquier nivel, la protección indebida para aquellos que cometen un crimen”.
“Surge en consecuencia, de la prueba documental colectada, el indudable acaecimiento de un accionar ilegítimo de agentes del Estado que brindaron cobertura e impunidad y colaboraron en la obstrucción a la justicia (elementos básicos de la referencia apoyo o aquiescencia) en el homicidio perpetrado por un grupo de extrema derecha (JUP) al estudiante Nelson Santiago Rodríguez Muela.”, concluye el informe.
Santiago
Nelson Santiago Rodríguez Muela había nacido el 4 de octubre de 1947 en el seno de una sencilla familia de trabajadores, con un padre empleado en la ANCAP y su madre dedicada a las tareas del hogar. El joven, que a los 21 años se había casado con Susana Escudero, era militante del Partido Comunista Revolucionario (PCR) y trabajaba en la misma empresa pública que su padre, pero además estudiaba en el Liceo Nº 8 nocturno.
Entre abril y agosto de 1972 se registraron 230 atentados de corte derechista contra liceos, facultades y comités de base del Frente Amplio, en los que se pintaron consignas como "Viva Pacheco, Hitler volverá”, firmados por la MNG (Movimiento Nueva Generación), el CREI (Coalición Renovadora de Estudiantes Independientes) y la JUP (Juventud Uruguaya de Pie), que encabezaría el ataque al Liceo 8 en el marco de otros atentados a centros de estudios.
Rodríguez Muela fue asesinado de un balazo en la noche del 11 de agosto de 1972 por una patota armada de la JUP que encabezaba Enrique Mangini Usera (sobrino del jefe del Servicio de Información y Defensa, coronel Ramón Trabal) e integrada por Claro Monalli, Ricardo Druillet, Haroldo Rosso, Homero Corbo, Wilfredo De Bellis, Juan Llugdar, Osvaldo Lencina, Milton Fernández y Juan Díaz Do Santos.
Siete de los miembros de la banda de la JUP eran mayores de edad y terminaron procesados por atentado a la propiedad privada por su asalto al Liceo 8, pero la causa por el homicidio de Rodríguez Muela que entonces (y aún luego del golpe de Estado del 27 de junio de 1973) instruyó el juez Milton Cairoli fue archivado, sin perjuicio, hasta su reapertura en 2009. En dictadura el grupo de “jupos” fue beneficiado por una amnistía a presos comunes.
El asesino de rodriguez Muela entra armado al juzgado
El Asesinato de Rodriguez Muela
Júpiter Irigoyen |
"Rodríguez Muela estaba en mis brazos...tembló y murió"
TIENE 79 AÑOS, DOS HIJOS, MILITA EN EL FA Y ES DIRIGENTE DE PASIVOS DE UTE
Júpiter Irigoyen tiene 79 años. En 1972 sus dos hijos cursaban secundaria en el Liceo 8. Hoy el varón es ingeniero, la menor es escritora. Uno de siete hermanos, Júpiter era funcionario de UTE, pero había sido uno de los gremialistas destituidos aquel año.
Trabajó como albañil, en Agromac y otras empresas. Luego de la dictadura. fue restituido y se jubiló. Dirigente de los pasivos de UTE, hoy milita en comedores infantiles de Jardines del Hipódromo y Bella Italia. Incluso es delegado de un comité de base en una coordinadora del Frente Amplio.
Su voz cobra fuerza cuando recuerda aquella pesadilla que vivió hace 35 años, y aún sigue recordando cada día, hasta hoy, cuando las venas y tendones del cuello se le tensan frente a la vanidad del asesino, y ante la impunidad de un crimen que aún exige justicia.
El pasado 30 de octubre, cuando el general (r) Iván Paulós debió declarar por primera vez ante un juez civil, apareció custodiado por dos guardaespaldas de lentes oscuros y acompañado por un grupo de militares jubilados que llegaron a la calle Misiones para solidarizarse con el ex mando de la dictadura.
Uno de los guardaespaldas era el conocido represor coronel Eduardo Ferro, asesino del escribano Fernando Miranda en 1974 y jefe del operativo de secuestro de Lilián Celiberti y Universindo Díaz en Porto Alegre en 1978, entre otros crímenes de lesa humanidad.
Pero ese día el protagonismo lo tuvo el otro custodio, un desconocido, que arengó a los viejos militares a gritar consignas y que exhibía sin pudor una pistola calzada en una funda de cuero. El desconocido fue identificado por LA REPUBLICA, era el mayor (r) Enrique Mangini Usera, el asesino del estudiante Santiago Rodríguez Muela en 1972.
Enrique Mangini Usera ingresó al Ejército luego del incidente del Liceo 8 como uno de los miembros de la patota de la Juventud Uruguaya de Pie (JUP) que el 11 de agosto de 1972 asesinó al estudiante Santiago Rodríguez Muela. Vivía entonces en Avenida Brasil.
En el arma de Caballería, Mangini nunca se destacó militarmente y siempre estuvo bajo la protección de conocidos represores, como el ex coronel Gilberto Vázquez y otros miembros de la Logia Tenientes de Artigas que le ayudaron a obtener misiones en la ONU.
Conocido como "El Zapato", Mangini llegó a ser jefe de la Base Antártica de Uruguay, pero terminó pasando a retiro obligatorio "por alcanzar la edad máxima prevista para la permanencia en situación de actividad en su grado"
Por celular, la voz entrecortada de Júpiter Irigoyen
evidenciaba emoción y firmeza. Había ido hasta la redacción de LA
REPUBLICA luego de leer el artículo en el que se individualizó al mayor
(r) Enrique Mangini -el custodio que se había exhibido armado el día en
que el general Iván Paulós fue a declarar a un juzgado- como el asesino
del estudiante Santiago Rodríguez Muela en 1972.
En el hall del edificio en el que vive se produjo la entrevista entrecortada por los saludos cariñosos y respetuosos de los vecinos que entraban y salían. Irigoyen elude los formalismos y cuenta su historia, una historia que hasta ahora algunos hubieran querido que no se supiera...
-En esos tiempos se había formado la APAL, la Asociación de Padres de Alumnos Liceales. El director del Liceo 8 era una excelente persona, pero existía un enfrentamiento entre estudiantes y profesores, porque los muchachos no veían claro. Entonces, decidimos hacer una reunión de profesores, padres y estudiantes del Liceo 8 que se realizó en el Club Platense. Estuvo lleno. Allí se demostró que el problema no era entre estudiantes, padres y profesores, sino que tenían que estar los tres juntos porque el enemigo era el gobierno que no resolvía las cosas para que ellos pudieran estudiar.
-¿Qué edad tenían sus hijos?
-En ese tiempo estaban en segundo y tercero de liceo.
-¿Y la reunión del Platense había sido buena?
-Claro. Eso los calentó. Por eso querían dar un escarmiento, porque el Liceo 8 y el Dámaso Antonio Larrañaga eran los más combativos. Entonces hicieron un anuncio de que iban a asaltar el liceo.
-¿La JUP anunció el asalto?
-Sí, por eso esa noche del 11 de agosto no reunimos profesores, padres y alumnos...
-¿Usted en qué trabajaba?
-Yo entonces trabajaba en Agromac, era capataz de planta, allá, por Camino Durán. A mí me habían destituido de la UTE. Vivía en el barrio Jardines del Hipódromo.
-¿Y habían planificado algo ante el anuncio del asalto por parte de la JUP?
-Se había corrido la bola de que iban a asaltar el Liceo. En la mañana me llamó el director, porque estaba preocupado debido a que algunos botijas habían entrado damajuanas con nafta. Me fui para allá. Yo tenía 36 años, pero ellos me decían el abuelo. Cuando se ponían medio inquietos yo siempre iba y los calmaba.
-¿Qué pasó en aquella reunión?
-Hablamos. Yo les dije: si ustedes creen que pueden ganarle a mafiosos que son profesionales de las armas y además no tienen escrúpulos ninguno, están equivocados. Lo que hay que tener es el coraje de hacer la reunión y mantener la resistencia. Poder individualizarlos y denunciarlos, esa es la única arma que tenemos. En eso quedamos de acuerdo. Incluso les habíamos explicado que si alguno de ellos tenía, así fuera una navaja, nos iban a responsabilizar a los padres y profesores...
-¿A qué hora empezó la reunión?
-La hicimos a eso de las 8 de la noche. Estábamos unas quince o veinte personas... (se le quiebra la voz y hace un gesto de dolor y angustia, que lo obliga a tragar saliva)... A mí me dolió que se dijera que a Rodríguez Muela le dieron por la espalda porque salió disparando. El no salió huyendo, fue a buscar una silla para defenderse...
-Santiago Rodríguez Muela era un estudiante de 22 años, pero también era sindicalista, ¿era una dirigente conocido en el liceo?
-Era un trabajador que quería progresar y estudiaba el liceo nocturno. Trabajaba en Ancap y tenía conciencia. Asumió gran responsabilidad al sumarse a ese pequeño grupo de personas que estábamos en la asamblea... Yo creo que estaba sentenciado ya..
-¿...?
-Fíjese que entraron ellos y el botija estaba en el salón de al lado. De la entrada del liceo un salón a la izquierda. Él fue el que los vio venir. "¡Se vinieron, se vinieron los fachos!", avisó. Entonces entraron armados...
-¿Cómo entraron? ¿Gritando, a lo malón?
-No. Sólo con armas en la mano.
-¿Cuántos eran?
-Los que comentan, unos catorce o quince...
-¿Usted qué pensó?
-Yo estaba tranquilo. Entraron y nos hicieron separar a todos contra la pared con las manos en alto. Eramos algunos padres, profesores y alumnos ¿el director?, no, el director no estaba en ese momento.
-A ellos ya los habían visto armados afuera...
-Sí. Habían pasado los de las Fuerzas Conjuntas y los vieron con las armas en la mano. También los vieron los custodias del club de la Fuerza Aérea...
-¿Entonces, después que los separaron y pusieron contra la pared?
-Entonces, éste que ya estaba predestinado, lo vio entrar al "Charla" al salón y fue detrás de él. Le metió el balazo y salió con la pistola con silenciador en la mano. El botija salió detrás, caminando, y cayó al suelo...
-¿Con silenciador?
-Sí. Yo algo de armas sabía, porque mi padre, Martín María Salomé Irigoyen, había sido comisario.
-¿Usted recuerda como era el que tiró el tiro?
-Era más delgado que en la foto que apareció en LA REPUBLICA. No tenía bigote y la cara era más angulosa. Al otro día lo volví a ver en el Sirocco, el bar que estaba entonces en 8 de octubre y Albo.
-¿Pero identifica positivamente al mayor retirado Enrique Mangini como el hombre que mató a Rodríguez Muela?
-Era más flaco, pero la cara de él es imborrable. Tendría 18 años entonces, pero la misma actitud...
-¿Ustedes qué hicieron cuando Rodríguez Muela cae?
-Cuando el botija cayó, fíjese que yo era mucho más joven, alto y pesaba como 100 kilos, atiné a agarrarlo pensando que se había desmayado o algo. Y uno me dijo "¡Déjelo que tiene un ataque de epilepsia!", pero yo ya sentía la sangre caliente en mis manos. Otro gritó que no me dejaran salir y yo ni pelota les di. Hervía y me rebelaba ante la injusticia que había visto. Yo creía que solo estaba herido, pero nunca supuse que estaba de muerte... (vuelve a tragarse la angustia)
-...
-Estaba en mis brazos, tembló y murió. Yo había agarrado por 8 de Octubre como para ir al Sindicato Médico...
-Hay testimonios que dicen que los de la JUP cerraron las puertas del liceo para impedir que sacaran el cuerpo...
-No, no. Cuando yo salí ni se animaron a pegarme un tiro... Afuera, cuando llegué a frente del Club de la Fuerza Aérea, salió un teniente de la sede de las Fuerzas Conjuntas con soldados y me dijo a dónde iba. Le contesté que lo llevaba porque los mafiosos le habían pegado un tiro. Me dijo que no, que lo llevara a enfrente que estaba el Sanatorio Achard. Le dije que sí, yo lo llevo para enfrente pero si usted me cuida la espalda. Me dijo que fuera con él. Era un teniente gordo, petizo. Cuando lo puse en la camilla me di cuenta que estaba muerto. Está muerto, dijeron.
-¿Usted hizo la denuncia?
-Yo lo que trataba era de hablar por teléfono para avisar. Pero me retuvieron. Es una vergüenza, le dije al teniente, es un estudiante y esto fue una operación militar. Y se me enojó el oficial. Entonces le digo: me alegro si se enoja, porque quiere decir que usted no es cómplice de esto. Me dijo que me fuera para mi casa... ¿Lo qué?, le digo, de acá no me voy hasta que llegue la policía, y voy a hacer la denuncia, porque si me voy este chiquilín va a aparecer tirado y van a decir que fueron ladrones o un ajuste de cuentas.
-Se quedó allí.
-Sí, como una o dos horas, hasta que cayó un suboficial de la policía que estaba indignado. "La puta madre que los parió, esto es un asesinato", decía. A él le hice la denuncia, le expliqué que estábamos en una reunión y lo que había pasado... Cuando me iba a ir, me presentaron a otro, un capitán de inteligencia, que me pidió el documento. No me voy hasta que me lo devuelva, le dije. Y estuvo un rato, seguramente fue a indagar mis antecedentes... Yo había estado alguna vez preso como estudiante y por el gremio de la UTE.
-Hubo en aquellos días una versión de prensa en la que se decía que el tirador tenía un montgomery y una bufanda roja...
-No sé, a mí me quedó la cara. Iba con un traje, manos bien cuidadas, un traje clarito, abajo bien arropado. Entonces era delegado, un tipo carón, de cara blanca y delicada.
-¿Y al otro día lo volvió a ver en el Sirocco?
-Sí, yo fui a hablar por teléfono y vi cuando empezaron a entrar algunos caras raras... así que me fui. Entonces pude haber llamado a los estudiantes y enfrentar a ese hombre, pero mi espíritu siempre había sido en favor de la justicia
-¿Dio su testimonio entonces ante la Justicia?
-Cuando se hizo la reconstrucción del hecho, a mi no me convocaron. Un patrullero llegó a mi casa y me dijo por qué no estaba en la reconstrucción, le dije que no me avisaron nada y fui con él, pero cuando llegamos ya se había terminado... Alguien no tenía interés en que yo fuera.
-¿Y hasta ahora no volvió a dar su testimonio?
-No. A la salida de la dictadura conté todo en una comisión parlamentaria, en la que estaba Antonio Marchesano, que fue ministro. Después, también fui a un Juzgado, por allá por la Aduana, y después que hablé, el actuario me dijo si me animaba a repetirlo adelante de sus compañeros, los llamó y volvía contarlo adelante de los funcionarios judiciales.
-¿Cómo recuerda a Rodríguez Muela?
-No puedo olvidarme de aquel muchacho. Era delgado, alto. Se comportaba siempre como un hombre lleno de responsabilidad. Le decían el "Charla", porque hablaba mucho. El era de la línea dura, maoísta. Yo era del Partido Comunista. Muchas veces habíamos conversado, era un compañero más allá de diferencias. Yo creo que hoy habría que ponerle su nombre a la plaza que esta allí en 8 de Octubre, porque fue un héroe y se lo merece.
-¿Qué piensa de la posibilidad de que su crimen pueda reabrirse a nivel judicial?
-Es que tiene que abrirse. El confiesa que lo mató. Yo lo reconozco que fue él. A mí no me va a venir a mentir. El no era policía, ni militar, ni nada, él fue un mafioso que hizo el trabajo sucio.
En el hall del edificio en el que vive se produjo la entrevista entrecortada por los saludos cariñosos y respetuosos de los vecinos que entraban y salían. Irigoyen elude los formalismos y cuenta su historia, una historia que hasta ahora algunos hubieran querido que no se supiera...
-En esos tiempos se había formado la APAL, la Asociación de Padres de Alumnos Liceales. El director del Liceo 8 era una excelente persona, pero existía un enfrentamiento entre estudiantes y profesores, porque los muchachos no veían claro. Entonces, decidimos hacer una reunión de profesores, padres y estudiantes del Liceo 8 que se realizó en el Club Platense. Estuvo lleno. Allí se demostró que el problema no era entre estudiantes, padres y profesores, sino que tenían que estar los tres juntos porque el enemigo era el gobierno que no resolvía las cosas para que ellos pudieran estudiar.
-¿Qué edad tenían sus hijos?
-En ese tiempo estaban en segundo y tercero de liceo.
-¿Y la reunión del Platense había sido buena?
-Claro. Eso los calentó. Por eso querían dar un escarmiento, porque el Liceo 8 y el Dámaso Antonio Larrañaga eran los más combativos. Entonces hicieron un anuncio de que iban a asaltar el liceo.
-¿La JUP anunció el asalto?
-Sí, por eso esa noche del 11 de agosto no reunimos profesores, padres y alumnos...
-¿Usted en qué trabajaba?
-Yo entonces trabajaba en Agromac, era capataz de planta, allá, por Camino Durán. A mí me habían destituido de la UTE. Vivía en el barrio Jardines del Hipódromo.
-¿Y habían planificado algo ante el anuncio del asalto por parte de la JUP?
-Se había corrido la bola de que iban a asaltar el Liceo. En la mañana me llamó el director, porque estaba preocupado debido a que algunos botijas habían entrado damajuanas con nafta. Me fui para allá. Yo tenía 36 años, pero ellos me decían el abuelo. Cuando se ponían medio inquietos yo siempre iba y los calmaba.
-¿Qué pasó en aquella reunión?
-Hablamos. Yo les dije: si ustedes creen que pueden ganarle a mafiosos que son profesionales de las armas y además no tienen escrúpulos ninguno, están equivocados. Lo que hay que tener es el coraje de hacer la reunión y mantener la resistencia. Poder individualizarlos y denunciarlos, esa es la única arma que tenemos. En eso quedamos de acuerdo. Incluso les habíamos explicado que si alguno de ellos tenía, así fuera una navaja, nos iban a responsabilizar a los padres y profesores...
-¿A qué hora empezó la reunión?
-La hicimos a eso de las 8 de la noche. Estábamos unas quince o veinte personas... (se le quiebra la voz y hace un gesto de dolor y angustia, que lo obliga a tragar saliva)... A mí me dolió que se dijera que a Rodríguez Muela le dieron por la espalda porque salió disparando. El no salió huyendo, fue a buscar una silla para defenderse...
-Santiago Rodríguez Muela era un estudiante de 22 años, pero también era sindicalista, ¿era una dirigente conocido en el liceo?
-Era un trabajador que quería progresar y estudiaba el liceo nocturno. Trabajaba en Ancap y tenía conciencia. Asumió gran responsabilidad al sumarse a ese pequeño grupo de personas que estábamos en la asamblea... Yo creo que estaba sentenciado ya..
-¿...?
-Fíjese que entraron ellos y el botija estaba en el salón de al lado. De la entrada del liceo un salón a la izquierda. Él fue el que los vio venir. "¡Se vinieron, se vinieron los fachos!", avisó. Entonces entraron armados...
-¿Cómo entraron? ¿Gritando, a lo malón?
-No. Sólo con armas en la mano.
-¿Cuántos eran?
-Los que comentan, unos catorce o quince...
-¿Usted qué pensó?
-Yo estaba tranquilo. Entraron y nos hicieron separar a todos contra la pared con las manos en alto. Eramos algunos padres, profesores y alumnos ¿el director?, no, el director no estaba en ese momento.
-A ellos ya los habían visto armados afuera...
-Sí. Habían pasado los de las Fuerzas Conjuntas y los vieron con las armas en la mano. También los vieron los custodias del club de la Fuerza Aérea...
-¿Entonces, después que los separaron y pusieron contra la pared?
-Entonces, éste que ya estaba predestinado, lo vio entrar al "Charla" al salón y fue detrás de él. Le metió el balazo y salió con la pistola con silenciador en la mano. El botija salió detrás, caminando, y cayó al suelo...
-¿Con silenciador?
-Sí. Yo algo de armas sabía, porque mi padre, Martín María Salomé Irigoyen, había sido comisario.
-¿Usted recuerda como era el que tiró el tiro?
-Era más delgado que en la foto que apareció en LA REPUBLICA. No tenía bigote y la cara era más angulosa. Al otro día lo volví a ver en el Sirocco, el bar que estaba entonces en 8 de octubre y Albo.
-¿Pero identifica positivamente al mayor retirado Enrique Mangini como el hombre que mató a Rodríguez Muela?
-Era más flaco, pero la cara de él es imborrable. Tendría 18 años entonces, pero la misma actitud...
-¿Ustedes qué hicieron cuando Rodríguez Muela cae?
-Cuando el botija cayó, fíjese que yo era mucho más joven, alto y pesaba como 100 kilos, atiné a agarrarlo pensando que se había desmayado o algo. Y uno me dijo "¡Déjelo que tiene un ataque de epilepsia!", pero yo ya sentía la sangre caliente en mis manos. Otro gritó que no me dejaran salir y yo ni pelota les di. Hervía y me rebelaba ante la injusticia que había visto. Yo creía que solo estaba herido, pero nunca supuse que estaba de muerte... (vuelve a tragarse la angustia)
-...
-Estaba en mis brazos, tembló y murió. Yo había agarrado por 8 de Octubre como para ir al Sindicato Médico...
-Hay testimonios que dicen que los de la JUP cerraron las puertas del liceo para impedir que sacaran el cuerpo...
-No, no. Cuando yo salí ni se animaron a pegarme un tiro... Afuera, cuando llegué a frente del Club de la Fuerza Aérea, salió un teniente de la sede de las Fuerzas Conjuntas con soldados y me dijo a dónde iba. Le contesté que lo llevaba porque los mafiosos le habían pegado un tiro. Me dijo que no, que lo llevara a enfrente que estaba el Sanatorio Achard. Le dije que sí, yo lo llevo para enfrente pero si usted me cuida la espalda. Me dijo que fuera con él. Era un teniente gordo, petizo. Cuando lo puse en la camilla me di cuenta que estaba muerto. Está muerto, dijeron.
-¿Usted hizo la denuncia?
-Yo lo que trataba era de hablar por teléfono para avisar. Pero me retuvieron. Es una vergüenza, le dije al teniente, es un estudiante y esto fue una operación militar. Y se me enojó el oficial. Entonces le digo: me alegro si se enoja, porque quiere decir que usted no es cómplice de esto. Me dijo que me fuera para mi casa... ¿Lo qué?, le digo, de acá no me voy hasta que llegue la policía, y voy a hacer la denuncia, porque si me voy este chiquilín va a aparecer tirado y van a decir que fueron ladrones o un ajuste de cuentas.
-Se quedó allí.
-Sí, como una o dos horas, hasta que cayó un suboficial de la policía que estaba indignado. "La puta madre que los parió, esto es un asesinato", decía. A él le hice la denuncia, le expliqué que estábamos en una reunión y lo que había pasado... Cuando me iba a ir, me presentaron a otro, un capitán de inteligencia, que me pidió el documento. No me voy hasta que me lo devuelva, le dije. Y estuvo un rato, seguramente fue a indagar mis antecedentes... Yo había estado alguna vez preso como estudiante y por el gremio de la UTE.
-Hubo en aquellos días una versión de prensa en la que se decía que el tirador tenía un montgomery y una bufanda roja...
-No sé, a mí me quedó la cara. Iba con un traje, manos bien cuidadas, un traje clarito, abajo bien arropado. Entonces era delegado, un tipo carón, de cara blanca y delicada.
-¿Y al otro día lo volvió a ver en el Sirocco?
-Sí, yo fui a hablar por teléfono y vi cuando empezaron a entrar algunos caras raras... así que me fui. Entonces pude haber llamado a los estudiantes y enfrentar a ese hombre, pero mi espíritu siempre había sido en favor de la justicia
-¿Dio su testimonio entonces ante la Justicia?
-Cuando se hizo la reconstrucción del hecho, a mi no me convocaron. Un patrullero llegó a mi casa y me dijo por qué no estaba en la reconstrucción, le dije que no me avisaron nada y fui con él, pero cuando llegamos ya se había terminado... Alguien no tenía interés en que yo fuera.
-¿Y hasta ahora no volvió a dar su testimonio?
-No. A la salida de la dictadura conté todo en una comisión parlamentaria, en la que estaba Antonio Marchesano, que fue ministro. Después, también fui a un Juzgado, por allá por la Aduana, y después que hablé, el actuario me dijo si me animaba a repetirlo adelante de sus compañeros, los llamó y volvía contarlo adelante de los funcionarios judiciales.
-¿Cómo recuerda a Rodríguez Muela?
-No puedo olvidarme de aquel muchacho. Era delgado, alto. Se comportaba siempre como un hombre lleno de responsabilidad. Le decían el "Charla", porque hablaba mucho. El era de la línea dura, maoísta. Yo era del Partido Comunista. Muchas veces habíamos conversado, era un compañero más allá de diferencias. Yo creo que hoy habría que ponerle su nombre a la plaza que esta allí en 8 de Octubre, porque fue un héroe y se lo merece.
-¿Qué piensa de la posibilidad de que su crimen pueda reabrirse a nivel judicial?
-Es que tiene que abrirse. El confiesa que lo mató. Yo lo reconozco que fue él. A mí no me va a venir a mentir. El no era policía, ni militar, ni nada, él fue un mafioso que hizo el trabajo sucio.
TIENE 79 AÑOS, DOS HIJOS, MILITA EN EL FA Y ES DIRIGENTE DE PASIVOS DE UTE
Júpiter Irigoyen tiene 79 años. En 1972 sus dos hijos cursaban secundaria en el Liceo 8. Hoy el varón es ingeniero, la menor es escritora. Uno de siete hermanos, Júpiter era funcionario de UTE, pero había sido uno de los gremialistas destituidos aquel año.
Trabajó como albañil, en Agromac y otras empresas. Luego de la dictadura. fue restituido y se jubiló. Dirigente de los pasivos de UTE, hoy milita en comedores infantiles de Jardines del Hipódromo y Bella Italia. Incluso es delegado de un comité de base en una coordinadora del Frente Amplio.
Su voz cobra fuerza cuando recuerda aquella pesadilla que vivió hace 35 años, y aún sigue recordando cada día, hasta hoy, cuando las venas y tendones del cuello se le tensan frente a la vanidad del asesino, y ante la impunidad de un crimen que aún exige justicia.
EL CUSTODIO
El pasado 30 de octubre, cuando el general (r) Iván Paulós debió declarar por primera vez ante un juez civil, apareció custodiado por dos guardaespaldas de lentes oscuros y acompañado por un grupo de militares jubilados que llegaron a la calle Misiones para solidarizarse con el ex mando de la dictadura.
Uno de los guardaespaldas era el conocido represor coronel Eduardo Ferro, asesino del escribano Fernando Miranda en 1974 y jefe del operativo de secuestro de Lilián Celiberti y Universindo Díaz en Porto Alegre en 1978, entre otros crímenes de lesa humanidad.
Pero ese día el protagonismo lo tuvo el otro custodio, un desconocido, que arengó a los viejos militares a gritar consignas y que exhibía sin pudor una pistola calzada en una funda de cuero. El desconocido fue identificado por LA REPUBLICA, era el mayor (r) Enrique Mangini Usera, el asesino del estudiante Santiago Rodríguez Muela en 1972.
EL "ZAPATO"
Enrique Mangini Usera ingresó al Ejército luego del incidente del Liceo 8 como uno de los miembros de la patota de la Juventud Uruguaya de Pie (JUP) que el 11 de agosto de 1972 asesinó al estudiante Santiago Rodríguez Muela. Vivía entonces en Avenida Brasil.
En el arma de Caballería, Mangini nunca se destacó militarmente y siempre estuvo bajo la protección de conocidos represores, como el ex coronel Gilberto Vázquez y otros miembros de la Logia Tenientes de Artigas que le ayudaron a obtener misiones en la ONU.
Conocido como "El Zapato", Mangini llegó a ser jefe de la Base Antártica de Uruguay, pero terminó pasando a retiro obligatorio "por alcanzar la edad máxima prevista para la permanencia en situación de actividad en su grado"
http://memoriaviva5.blogspot.com/2007/12/asesinato-de-rodriguez-muela.html
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