Basterra fue detenido-desaparecido en 1979 y logró sobrevivir a la ESMA gracias a
que por su profesión -obrero gráfico y fotógrafo- resultó útil como
mano de obra esclava para confeccionar documentos falsos.
"Tenía que hacer cuatro, pero yo hacía cinco y me guardaba una; sabía que algún día me iban a servir", dijo hoy Basterra.
Pero Basterra no sólo "robó" fotos de represores y torturadores. En
1983, poco antes de ser liberado, descubrió que existían fotos de todos
los desaparecidos que habían pasado por la ESMA, y que estas iban a ser
quemadas. Con riesgo para su vida escondió entre sus ropas todo lo que
pudo. Cerca de 100 negativos sirvieron luego para la memoria colectiva
en general, y los juicios en particular.
Acá algunas de las fotos rescatadas: Fernando Brodsky, Graciela Alberti e Ida Adad, que siguen desaparecidos
fotos de represores de la ESMA por Victor Basterra
Fotografías de personal de la Armada Argentina
http://www.desaparecidos.org/nuncamas/web/formularios/basterra_ara.htm
Fotografías de personal de Aeronáutica
http://www.desaparecidos.org/nuncamas/web/formularios/basterra_aero.htm
Fotografías de personal de la Prefectura Naval Argentina
http://www.desaparecidos.org/nuncamas/web/formularios/basterra_prefec.htm
Fotografías de personal de la Policía Federal
http://www.desaparecidos.org/nuncamas/web/formularios/basterra_polfed.htm
Fotografías de personal del Servicio Penitenciario Federal
http://www.desaparecidos.org/nuncamas/web/formularios/basterra_spf.htm
Fotografías de civiles
http://www.desaparecidos.org/nuncamas/web/formularios/basterra_civil.htm
Fotografías de extranjeros
http://www.desaparecidos.org/nuncamas/web/formularios/basterra_extran.htm
Testimonio de Victor Basterra
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Victor Basterra y su rescate de las imagenes que componen la muestra “rostros, fotos sacadas de la esma”
“Hubo algo de suerte y también un poco de temeridad”
Estuvo en la ESMA desde agosto de 1979 hasta diciembre de 1983, una
semana antes de la asunción de Raúl Alfonsín. Obligado a falsificar
documentación, Basterra se arriesgó a conservar las fotografías que
sirvieron en el Juicio a las Juntas y que hoy componen un recorrido
necesario.
“El único lugar que los tipos no requisaban era donde estaba el papel fotosensible: ahí guardé las fotos”, explica Basterra.
Por Oscar Ranzani
El 10 de agosto de 1979 un grupo de tareas de la ESMA entró por los
techos de casas vecinas a la de Víctor Basterra, en Valentín Alsina.
Cuando lo ubicaron lo secuestraron junto a su compañera de entonces,
Dora Laura Seoane, y a la hija de la pareja, María Eva, que tenía tan
sólo dos meses y diez días de vida. Su pareja y su hija fueron liberadas
una semana después. El no tuvo la misma suerte: siguió detenido en la
ESMA hasta el 3 de diciembre de 1983, una semana antes de que asumiera
Raúl Alfonsín. Con la precisión que dan las memorias marcadas a fuego,
Basterra recuerda que apenas llegó a la ESMA, lo trasladaron por una
escalera y dijeron: “Este va a la huevera” (la más grande de las salas
de torturas). “Me dieron para que tenga y tuve dos paros cardíacos”,
cuenta. Luego fue trasladado a Capucha, “un depósito de prisioneros”,
donde estuvo siete meses. “Un día me bajaron de ese altillo al sótano,
donde había un gabinete de documentación falsa.” Entonces, explica que
fue obligado a trabajar como mano de obra esclava para confeccionar
documentos falsos que utilizaban los militares. Su condición de obrero
gráfico le permitió sobrevivir en ese recinto tenebroso realizando
credenciales, DNI, cédulas de identidad y pasaportes falsos. Pero
Basterra, en la época en que la vida de los detenidos era clandestina y
la muerte también, cuando sacaba las fotos de los militares guardaba
siempre una copia en un lugar que no era sometido a las requisas
diarias. En salidas esporádicas, fue sacando de la ESMA esas fotos de
los represores que, durante la democracia, sirvieron como pruebas en
distintas instancias judiciales. Alrededor de ochenta de esas
fotografías integran la muestra Rostros. Fotos sacadas de la ESMA que,
junto a Spazi (des) aparecidos Argentina se están exhibiendo en el
Centro Cultural Recoleta.
Basterra comenzó a trabajar a los trece años en Publicidad Gráfica
Argentina, “que tenía un nombre rimbombante pero era un taller
chiquito”. Era la época de la autoproclamada Revolución Libertadora. “Me
adscribí al peronismo críticamente. Digo críticamente porque nunca
pertenecí a las estructuras partidarias del Partido Justicialista, sino
siempre desde la base”, explica. “En el año ’67 trabajaba en Ciccone y
comienzo a integrarme a la CGT de los Argentinos, a través de la
organización a la cual pertenecía: la Federación Gráfica Bonaerense. Eso
sí era una cantera de militancia. Era una efervescencia y además había
una formación que también se daba en la práctica: las tomas de fábricas y
talleres.” Más tarde integró las Fuerzas Armadas Peronistas (FAP).
Después, con el golpe fue secuestrado, torturado y, posteriormente,
obligado a confeccionar esos documentos.
La documentación falsa que utilizaban los militares, comenta
Basterra, les servía “para muchos fines: para hacer los operativos en
los lugares que iban porque tenían credenciales policiales, cédulas de
identidad, DNI y registros de conductor todos falsos, con otros
nombres”. Esos nombres eran tomados de personas reales. Basterra detalla
que el método de funcionamiento clandestino funcionaba de la siguiente
manera: si un militar tenía que viajar al Uruguay, los registros del
viaje a Uruguay que hacía cualquier pasajero común y corriente quedaban
en manos de la Prefectura. Como la Prefectura estaba bajo la orden de la
Armada, le otorgaba a la Armada ese listado. Luego se revisaban los
nombres en función de las edades, y si la edad de un pasajero común
coincidía con la del militar que necesitaba los documentos falsos, se le
pedía, a través de un enlace, al Departamento de Policía, los
antecedentes de ese pasajero. “Le bajaban el prontuario y les decían:
‘Está limpio. Podés utilizar el de fulano de tal’”, explica Basterra.
Como Basterra, entre otras tareas, tenía que sacar las fotos de los
represores, se dio cuenta de que era posible “tener las fotos de los
tipos. Pero yo no sabía qué hacer con ellas. ¿Dónde las guardaba? No
sabía. Y se me ocurrió que cuando venían los tipos a hacer requisas en
ese lugar donde yo estaba haciendo el trabajo como mano esclava, lo
único que los tipos no abrían era el lugar donde estaba el papel
fotosensible, porque si no se velaba. Entonces, como los tipos me pedían
cuatro documentos, yo hacía cinco fotos. Yo no sacaba el negativo. El
negativo, incluso, se lo daba a los tipos. La quinta foto la guardaba en
el papel fotosensible, entre los recortes de tiras de muestra.
Entonces, eso preservaba una especie de identidad que los tipos trataban
de ocultar con documentos falsos”. En salidas esporádicas que le
permitieron (“después de pasar toda una serie de padecimientos te
permitían hablar con tu familia. Pero no porque fueran buenos o porque
tenían un grado de humanidad. No. Era porque así la familia se quedaba
más tranquila y no hacía denuncias hacia afuera”), Basterra escondía las
copias de las fotos en sus genitales y las guardaba en casas de
familiares.
Además de las fotos de los represores, pudo recuperar negativos de
fotos que les tomaban los represores a los desaparecidos. Recuperar esas
fotos “fue un poco de suerte y también un poco de temeridad, porque era
una bolsa de negativos y la iban a quemar. Yo vi que había rostros.
Entonces, levanto un negativo, miro y en el fotograma aparecía yo
fotografiado. Me habían fotografiado en agosto del ’79 y detrás de ésa
había todo un montón de fotogramas donde están los compañeros”. Esas
fotos también se están exhibiendo en el C. C. Recoleta.
Cuando el 3 de diciembre de 1983 lo liberaron, previamente le
dijeron: “Te vas a tu casa, ni se te ocurra moverte ni hacer ninguna
declaración porque te matamos a vos y a tu familia. Quedate en el
molde”. En 1984, junto con el CELS, Basterra armó una carpeta y a fines
de julio “hicimos la presentación ante el Juzgado Número 30”. Un año más
tarde, esas fotos de los represores se utilizaron como pruebas en el
Juicio a las Juntas. “En ese momento también estaba funcionando la
Justicia Militar. Entonces, muchos de los elementos fueron a parar a la
Justicia Militar y muchos negativos que yo había aportado, con listados,
se perdió allí.” Las fotos también fueron publicadas por el diario La
Voz. Basterra cuenta también que una de ellas facilitó identificar a
Ricardo Miguel Cavallo en México. “¿Se acuerda de ese viejo reclamo
‘Aparición con vida y castigo a los culpables’? Bueno, yo aparecí con
vida y tenía los elementos para castigar a los culpables. Por lo menos, a
una parte de ellos”, afirma.
Fuente: Página12
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