BNA, un fenómeno cuya esencia está por verse, pero que no recula así nomás
Esta “república” sacada de la galera por la rapacidad del imperialismo británico en concomitancia con la rastrera traición pro oligárquica al artiguismo, sobrevive en pleno siglo XXI, increíblemente, como heredera ideológica, porfiada e ilusa, del primer reformismo batllista inteligentemente asustado por la aplastada Comuna de París y por los aplastantes avances del comunismo revolucionario que culminarían con la temible Revolución Soviética de octubre de 1917. Pero un tardío convidado de piedra asoma en el horizonte con aires también fantasmales y de aleatorias combinaciones ideológico-sociales no previstas en ningún manual.
La cosecha quietista del medio siglo de las utopías civilistas y los revisionismos decadentes
La aldea cimarrona del capitalismo dependiente del Cono Sur latinoamericano, timoneada sagazmente por Batlle y Ordoñez (el “Lenin de la burguesía” criolla, dirían Barrán y Nahum) y sus asesores político-ideológicos llegados de la Europa burguesa en crisis, fue pionero en los albores del siglo XX en la ejecución concreta de la alternativa “socialdemócrata” no revolucionaria y contra-revolucionaria, mucho antes de su aplicación “moderna” en el norte europeo también angustiosamente alarmado por “el fantasma” rojinegro que recorría el mundo desde mediados del siglo anterior...
En nuestro territorio subjetivo quedó sembrada con admirable pujanza, la idea de que la justicia y la igualdad sociales serían alcanzadas gracias a la conciliación de clases y al ejercicio de un “civilismo” que nunca nadie supo explicar muy bien qué era, pero que fue y sigue siendo factor de tremendo condicionamiento en lo que podríamos denominar “la idiosincrasia popular oriental”.
Aquel reformismo madrugador y piola construido con la colaboración “humanista” de derrotados/derrotistas anarco-liberales desterrados del “viejo mundo”, se ennovió durante toda la primera mitad del “siglo batllista” con un revisionismo marxista decadente, no del todo desaparecido, por cierto, que tradujo, practicó y sigue practicando como “conciliación de clases”, trasnochadamente, lo que los jefes rusos llamaban “coexistencia pacífica” entre capitalismo y socialismo en el marco de la famosa “guerra fría” posterior a la última y criminal gran confrontación interimperialista.
El romance nada platónico de más de cinco décadas entre los brotes exitosos del batllismo “progresista” y los subterfugios “táctico-estratégicos” de un dudoso comunismo vernáculo que negaba de hecho la lucha de clases y educaba a su gente más militante en la cultura del democratismo total y la gradualidad universal, nos dejó un carísimo legado de aletargamiento y pasividad resignada, apenas puesto en tela de juicio por los imberbes arrebatos de acción política armada que precedieron al golpe de estado de principios de los ´70, largamente soñado por la vanguardia fascista “cívico-militar” de la clase dominante (blanca, colorada, rosadito-verdosa, sabedora de que el fulgurante ciclo batllista estaba ya definitivamente agotado a pesar de los destellos tardíos y fatigados que no podían contener más la inevitable polarización social que sucedió a la efímera prosperidad nacional garroneada a un mundo “desarrollado” hambreado por las intermitentes pujas bélicas expansionistas y hegemonizantes allende los océanos).
“Deportimba” nacional con rula imantada y clientes cautivos de la fuerza de la costumbre
Padecemos, pues, desde los albores del siglo XX, de lo que no es exagerado concebir como arraigadísimo vicio social que la clase dominante, con jactancia petulante y burdos alardes chovinistas, expone como rasgo de paradigmática compenetración democrática y como expresión vital de la encomiable y envidiable “cultura política” de una “pequeña nación” y su “pueblo soberano, pacífico e ilustrado”.
Adolecemos de una auténtica, fuerte y atávica adicción colectiva por la timba electoral, que a estas alturas bien se le podría considerar como nuestro principal “deporte” nacional y, además, como una verdadera y persistente patología de masas:
Votar, votar y votar… para siempre perder, perder y perder, como si ésta fuese la marca de fábrica de la surrealista y sometida “sala de juegos” llamada República Oriental del Uruguay, pomposo título de la fértil pradera rodeada de agua “dulce” que supo ser parte clave de las efímeras Provincias Unidas del Río de La Plata en el sueño federativo emancipador del proceso artiguista.
Concurrir con fe religiosa y expectativas mágico animistas, cada cierto tiempo, a introducir en la urna la sacra papeleta que parece funcionar como prueba irrefutable de nuestra fe democrática e identidad civilista, es, sin embargo, realmente, el síntoma abrumador de una debilidad cultural y de un masivo desacomodo psicológico propio de tahúres consuetudinarios que viven la vida apostando a sabiendas de que los ganadores seguirán siendo indefectiblemente los pocos que digitan el negocio lúdico-político de la democracia burguesa como quien maneja un casino de pingües y fáciles ganancias arrancadas con desparpajo a una clientela ingenua cautivada por la necias creencias en los “reyes magos” del profesionalismo parlamentarista republicano.
La visita periódica y sistemática a las urnas, es la “deportimba” más extendida y perseverante de la aldea robada al federalismo artiguista; con ella, hemos perdido por paliza aún las pocas veces que ganamos, pero capaz que es cierto que no hay mal que dure cien años ni quien lo pueda aguantar…
Cenizas y diamantes de bijouterí en el espejismo post dictadura, con yapa y todo
El repliegue de la dictadura “cívico-militar”, explicablemente, dejó ver enseguida de la vuelta de los verdugos a los cuarteles, un natural reverdecimiento del espejismo electoral, pero, además, el emblemático y perseverante civilismo de los uruguayos, la bendecida democracia republicana, resucitaron de las cenizas represivas del más brutal terrorismo de Estado, con yapa y todo:
De finales de los ´80 hasta hoy, las campañas proselitistas atrás del voto, no cesan jamás, han convertido nuestra penosa adicción en genuina e insoportable drogadicción despenalizada…
Cuando aún no ha asumido el nuevo gobierno de turno tras el enémiso torneo electoral, prosiguen los contrapuntos interpartidarios apuntando a la siguiente contienda cívica, adobados con análisis de falsos politólogos y encuestólogos que arriman sin ninguna sutileza agua para tal o cual molino de los que administran la timba, hayan sido supuestos ganadores o supuestos perdedores, tanto dá..
Nos acostamos y nos despertamos escuchando las atrevidas monsergas moralizantes y ultracríticas de algún exponente del andamiaje burocrático-tecnocrático de la mega-industria electoralera, principal rubro del nuevo-viejo “Uruguay Productivo”.
Tan pero tan jodida viene la mano del sistemático encantamiento “democratico”, que hasta el mismo caudillejo de turno convertido en el nuevo papa de la banda presidencial, inaugura su supuesta primera magistratura con discursos que son la prolongación de los anteriores a la elección, plagados de promesas incumplibles y fieras cobranzas a los antecesores, aunque éstos hayan sido de su misma “divisa”, incluso.
El fenómeno BNA como engendro de una “deportimba” demasiado abusiva, que subleva y termina induciendo al rompimiento de sus propios moldes
Vivimos, así, en campaña electoral perpetua; tanto, que hoy, a casi dos años clavados del próximo campeonato a escala nacional, no hay prácticamente un solo “referente” que pretenda ocultar que la interminable cacería de futuros e incautos apostadores, ya está en pleno y prolijo funcionamiento y que no habrá “cogobernabilidad”, “ley de prensa” o cosa parecida que pueda detenerlos.
Hay ahora, sin embargo, un detalle nada menor, que hace a los contenidos más que a las formas:
Desde las municipales del 2010 con 200 mil votos en blanco y nulos, estando muy fresca la traición a la rosada anti impunidad de octubre del ´09, ha asomado un convidado de piedra que se asemeja al movimiento espontáneo e inorgánico de una multitud silenciosa y sin programa, sin artificiales liderazgos ni vanos acaudillamientos, sin cámaras ni micrófonos, que actúa como si fuera el conjunto milagrosamente autoconvocado de “jugadores anónimos” resueltos a combatir y combatirse a sí mismos, la histérica adicción “democrático-civilista” agravada por la demagogia proselitista cotidiana, alienante, tramposa, irrespetuosa, pero todavía bastante efectiva para quienes la practican con auténtico oficio de dueños del paño verde y de la perinola mágica del azar que no es azar, sino, sencillamente, ejercicio descarado y engañoso de la ruleta imantada del poder.
Por ahora, aunque les preocupa, los protagonistas visibles de la puja pre electoral, ni mencionan este fenómeno rupturista de dimensiones impredecibles y de connotaciones político-ideológicas que hay que dejar para la lectura más “científica” de los más atrevidos en cuanto a los pronósticos lúdico-políticos y las proyecciones sociales del asunto, que, sin dudas, trasciende lo meramente electoral.
Los exponentes de la institucionalidad partidaria, ni lo mencionan, pero ni qué hablar que en cada una de sus palabras, de su filo contra filo y punta propagandístico, el fantasma del creciente voto nulo / en blanco, está en la tapa del libro como señal clara de, por lo menos, la aparición de una efervescente voluntad de decir “¡no va más!!!”, esta vez del lado de los que han sido los eternos damnificados por una rula burguesa que gira y gira, todavía, con la camiseta pizarrera que se las sabe todas y un día se da cuenta de que la taba se dio vuelta, en serio y sin marcha atrás.
Me consta, nos consta, que al menos en los vericuetos virtuales de las redes casi subterráneas de la internet, algo se dice sobre el fenómeno BNA (en blanco, nulo, abstención). Se sabe que habremos de toparnos cada día más con centenares de interpretaciones analítico-epidérmicas y con más de una propuesta insólita y absurda acerca del trasnochado propósito de que alguien o alguienes se hagan cargo de hacer de adalides de los “jugadores anónimos” en rebeldía no civilista, emulando todo lo anterior invalidado en los hechos en materia de organización popular que rápidamente sucumbe tras las alianzas fundadas únicamente en el afán electoralista y la alocada carrera atrás de “al menos un representante”, para que en la colina parlamento tengamos una voz que hable por nosotros, los perdedores de toda la vida.
Entre un 15 y un 20 por ciento de opciones BNA vaticinan las encuestadoras un par de años antes del próximo “día D”; eso representa eventualmente, dicen algunos, un respaldo muy similar al que recibió el FA en su debut de 1971.
Otros opinan que la mayoría serán precisamente frentistas descontentos; que se tratará del “voto protesta”, el “voto castigo” o el “voto dignidad”… No son pocos los que intuyen que el grueso de los “iconoclastas” serán jóvenes absolutamente descreídos, manifestándose por primera vez en el plano formal eleccionario…
Algunos expresan la preocupación de cómo contribuir a la vinculación orgánica BNA pensando en perspectivas que vayan más allá de lo electoral, pero nadie podría aspirar en su sano juicio a demostrar que este fenómeno sea resultado de la acción de grupos “antisistema” o “radicales”, porque es muy evidente que estamos ante algo que se produce justamente a pesar de la casi inacción de alcance masivo de la “izquierda de intención revolucionaria” o “no oficialista”.
El fenómeno BNA, al contrario, ocurre a pesar de la “radicalización” contestaría y fragmentada, sin arraigo social y sin gestos que induzcan a pensar en la existencia de una perspectiva de lucha no dependiente de cada movida del gobierno, activa no solamente al golpe del balde.
Hay quienes desean demostrarnos la futilidad y hasta el “apoliticismo” o “neutralidad” BNA, argumentado que lo acertado sería que la masa dispersa pero ínclita BNA asumiera “su error”, volcándose a darle el respaldo a quienes persiguen infatigablemente un escaño parlamentario nacional o departamental, sin más chance que esa y reeditando la oferta de programas y plataformas que son como estar diciéndonos: “nosotros sí somos el FA; nosotros no te defraudaremos…”.
La suerte está echada, no hay paraguas que valga y la esencia del fenómeno habrá que encontrarla del lado de afuera de las urnas
Lo cierto, lo indisimuladamente cierto, es que cada conglomerado partidario de izquierda, de centro y de derecha, se devana los sesos tratando de dar con la estrategia pre electoral marquetinera más cautivante que pueda atrapar las esperanzas de los que han decidido no seguir el juego en atención a convicciones sin más “estrategia” que la voluntad espontánea y libre de no ceder ni un milímetro, no nuevamente, a la tentación puramente idealista de la ya demasiado aburrida y gastada “fiesta cívica” quinquenal.
Los más preocupados del oficialismo y unos cuantos de la misma “oposición”, han puesto todas sus esperanzas en que “el dios Tabaré” les saque las castañas del fuego BNA, ofertando la renovada imagen de “madurez” y “seriedad” que, por ahora al menos, no ha podido sustituir la imagen dejada por delicadas, jodidísimas actitudes políticas que comprometen al “progresismo” con intereses y estrategias decididamente reñidas con lo que identificamos como “soberanía” oriental y autodeterminación popular.
Toda la cohetería democratista montada en los albores del siglo XX desde el cagazo burgués y pequeño-burgués de entrecasa ocasionado por aquel fantasma rojinegro que se fue poniendo primero sólo rojo y luego rosado hasta la palidéz total, apunta sobre el fantasma BNA no solamente para desestimularlo y “cooptarlo” subjetivamente; apunta también para hacerlo moco cuando apenas tiene aspecto más bien paliducho tirando a rosado, antes de que crezca como fenómeno de masas activo aún después de los sagrados comicios y con aspiraciones de no ser únicamente “la protesta digna que castiga sin palo y sin piedra”, sino, tal vez, esa enorme, imprescindible, revolucionaria multitud que enseñe que las revoluciones no se fotocopian ni deben ser delegadas en fantásticas “representatividades” o “comandos de genios visionarios” que dictaminen cada paso y cómo darlo.
Entretanto, esperemos que la ocasión sea propicia para que entre dimes y diretes y diagnósticos de coyuntura y otras yerbas, asomen algunas ideas, algunas ocurrencias, algunas locuras, alguna creatividad, capaces de sustraernos de un lenguaje político demasiado acostumbrado a la fraseología revolucionaria hueca, que repite, repite y repite, como en un juego muy, pero muy parecido, al de votar, votar y votar, para seguir siempre igual, igual, igual y sin salir de perdedores y repetidores crónicos.
Gabriel –Saracho- Carbajales, Montevideo,
6 de enero de 2013.-
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