La apropiación inevitable de los mercados alimentarios por las estructuras del Estado camino al 2020
por Jérôme Defaix (traddución: Lila Rosenman Cordeu)
Tanto los objetivos de la Cumbre Mundial de la Alimentación (noviembre 1996) como los del « Millenium » (2000) no han sido alcanzados y tampoco lo serán en los plazos previstos. A pesar de algunos avances acotados entre 1970 y 1997, el problema del hambre en el mundo se profundiza, afectando cada vez a más personas de la población mundial. En la primavera de 2008, el panorama de dificultades alimentarias a nivel global era complejo. El mundo se asumía camino a lograr la autosuficiencia alimentaria, las hambrunas se entendían como situaciones residuales o intencionalmente provocadas, la abundancia se acompañaba de nuevas patologías, como la obesidad, ¿pero acaso no era todo esto preferible al hambre? Y de pronto todo cambió. Surgieron crisis de hambre en los países del sur y se cuestionó por qué la FAO y la OMC no habían podido evitar este desajuste del sistema alimentario mundial. Con el aumento de los precios de los alimentos entre 2006 y 2008, la cantidad de hambrientos en el mundo se elevó a mil millones.
Mapa del hambre
Para visualizar la magnitud del desafío, es necesario considerar mucho más que las variables agrícolas (tierra, rendimientos), sus dinámicas y las tensiones previsibles a las cuales serán sometidas y enfrentar el conjunto de factores económicos, sociales e institucionales que operan en el sistema alimentario mundial.
Inflación
Una demografía en continuo crecimiento
Para el 2050 será necesario alimentar alrededor de 2000 millones de personas más. La población mundial continuará aumentando durante décadas, afirma el estudio del OEP. El informe de la Oficina de Estadísticas sobre Población (OEP), un centro de investigación estadounidense, señala que la mayoría de los países del planeta poseen una tasa de natalidad superior a dos niños y que una gran parte de las mujeres está en edad de procrear. El estudio predice que China, con 1300 millones de habitantes, será superada por India en el 2050, que contará con 1600 millones. Estados Unidos permanecerá como el tercer país más poblado, pasando de 296 millones a 420 millones de habitantes.
¿Alimentos para comer o tirar?
Esther Vivas
Vivimos en el mundo de la abundancia. Hoy se produce más comida que en ningún otro período en la historia. La producción alimentaria se ha multiplicado por tres desde los años 60, mientras que la población mundial, desde entonces, tan sólo se ha duplicado. Hay comida de sobras. Pero 870 millones de personas en el planeta, según indica la FAO, pasan hambre y anualmente se desperdician en el mundo 1.300 millones de toneladas de comida, un tercio del total que se produce. Alimentos para comer o tirar, esa es la cuestión.
En el Estado español, según el Banco de los Alimentos, se tiran cada año 9 millones de toneladas de comida en buen estado. En Europa esta cifra asciende a 89 millones, según un estudio de la Comisión Europea: 179 kilos por habitante y año. Un número que sería incluso muy superior si dicho informe incluyera, también, los residuos de alimentos de origen agrícola generados en el proceso de producción o los descartes de pescado arrojados al mar. En definitiva, se calcula que en Europa, a lo largo de toda la cadena agroalimentaria, del campo al hogar, se pierde hasta el 50% de los alimentos sanos y comestibles.
Despilfarro y derroche versus hambre y penuria. En el Estado español, una de cada cinco personas vive por debajo del umbral de la pobreza, el 21% de la población. Y según el Instituto Nacional de Estadística, se calculaba, en 2009, que más de un millón de personas tenían dificultades para comer lo mínimo necesario. A día de hoy, pendientes de cifras oficiales, la situación, sin lugar a dudas, es mucho peor. En la Unión Europea son 79 millones las personas que no superan el umbral de la pobreza, un 15% de la población. Y de estos, 16 millones reciben ayuda alimentaria. La crisis convierte el malbaratamiento en un drama macabro, donde mientras millones de toneladas de comida son desperdiciadas anualmente, millones de personas no tienen qué comer.
Y, ¿cómo y dónde se tira tantísima comida? En el campo, cuando el precio cae por debajo de los costes de producción, al agricultor le resulta más barato dejar el alimento que recolectarlo, o cuando el producto no cumple los criterios de tamaño y aspecto dictados. En los mercados mayoristas y las centrales de compra, donde los alimentos tienen que pasar una especie de “certamen de belleza” respondiendo a los criterios establecidos, principalmente, por los supermercados. En la gran distribución (súpers, hipermercados…), que requieren de un alto número de productos para tener los estantes siempre llenos, aunque después caduquen y se tengan que tirar, donde se producen errores en la confección de pedidos, hay problemas de envasado y deterioro de los alimentos frescos. En otros puntos de venta al detalle, como mercados y tiendas, en los que se tira aquello que ya no se puede vender.
En restaurantes y bares, donde un 60% de los desperdicios son consecuencia de una mala previsión, el 30% se malbarata al preparar las comidas y el 10% responde a las sobras de los comensales, según un informe avalado por la Federación Española de Hostelería y Restauración. En casa, cuando los productos se estropean porque hemos comprado más de lo que necesitábamos, dejándonos llevar por ofertas de última hora y reclamos tipo 2×1, al no saber interpretar un etiquetaje confuso o por envases que no se adecuan a nuestras necesidades.
El desperdicio alimentario tiene causas y responsables diversos, pero, básicamente, responde a un problema estructural y de fondo: los alimentos se han convertido en mercancías de compra y venta y su función principal, alimentarnos, ha quedado en un muy segundo plano. De este modo, si la comida no cumple unos determinados criterios estéticos, no se considera rentable su distribución, se deteriora antes de tiempo… se desecha. El impacto de la globalización alimentaria al servicio de los intereses de la agroindustria y los supermercados, promoviendo un modelo de agricultura kilométrica, petrodependiente, deslocalizada, intensiva, que fomenta la pérdida de la agrodiversidad y del campesinado…, tiene una gran responsabilidad en ello. Poco importa que millones de personas pasen hambre. Lo fundamental es vender. Y si no lo puedes comprar, no cuentas.
Pero, ¿qué pasa si intentas recoger la comida que sobra? O bien te puedes encontrar con el contenedor cerrado bajo llave como ha hecho el consistorio de Girona, con los depósitos frente a los supermercados, alegando “alarma social” ante el hecho de que cada vez son más las personas que toman alimentos de la basura. O bien puedes enfrentarte a una multa de 750 euros si hurgas en los contenedores madrileños. Como si el hambre o la pobreza fuese una vergüenza o un delito, cuando lo vergonzoso y propio de delincuentes son las toneladas de comida que se tiran diariamente, fruto de los dictados del agrobusiness y los supermercados, y que cuentan, además, con el beneplácito de las administraciones públicas.
Los supermercados nos dicen que donan comida a los bancos de alimentos, en un intento de lavarse la cara. Pero, según un estudio del Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente, sólo un 20% lo hace. Y esto, además, no es la solución. Dar comida puede ser una respuesta de emergencia, una tirita o incluso un torniquete, en función de la herida, pero es imprescindible ir a la raíz del problema, a las causas del despilfarro, y cuestionar un modelo agroalimentario pensado no para alimentar a las personas sino para que unas pocas empresas ganen dinero.
Vivimos en el mundo de las paradojas: gente sin casa y casas sin gente, ricos más ricos y pobres más pobres, despilfarro versus hambre. Nos dicen que el mundo es así y que mala suerte. Nos presentan la realidad como inevitable. Pero no es verdad. Ya que a pesar de que el sistema y las políticas dicen ser neutrales no lo son. Tienen un sesgo ideológico y reaccionario claro: buscan el beneficio, o ahora la supervivencia, de unos pocos a costa de la gran mayoría. Así funciona el capitalismo, también en las cosas del comer.
El fantasma del Hambre
Número de personas sub-alimentadas em el mundo (la cifra es en millones)
Se observa el efecto de los precios de los alimentos en 2006/2008: más de mil millones de personas hambrientas en el planeta ...
"En ese momento, los países pequeños dependientes de las importaciones, en particular en África, han sido duramente golpeados por la crisis alimentaria y económica. Algunos países grandes lograron crisis refugio a través de políticas que restringen la libertad de comercio y de mecanismos efectivos de protección social, el proteccionismo comercial, pero favoreció los mayores precios y la volatilidad del mercado internacional.
En 2010, el número y la proporción de personas desnutridas en el mundo está disminuyendo, gracias a la recuperación de la economía mundial y la desaceleración de los precios de los alimentos, pero el hambre ha ido ganando terreno desde la subida de precios los alimentos y la crisis económica, por lo que es difícil de lograr los objetivos de reducir el hambre acordado internacionalmente.
Según los últimos datos disponibles, el número total de personas subnutridas, lo que habría llegado a 1023 millones en 2009, espera que caiga a 925 millones en 2010, lo que representa una disminución del 9,6 por ciento. Países en desarrollo representan el 98 por ciento de las personas desnutridas en el mundo, y la prevalencia de desnutrición es del 16 por ciento (Figura 2) - frente al 18 por ciento en 2009 -, pero este nivel es significativamente superior a la especificada en el Objetivo 1 de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM 1 = reducir a la mitad el número de personas que padecen hambre entre 2000 y 2015 ...) ". [FAO, 2010]
Si a los gobiernos no es de interes..significa que a la poblacion civil tampoco debe de interesarnos ??? se piensa que es una mentalidad estupida.
ResponderEliminarTrabajamos con TIC ....
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