27.01.2013
Obispo Mario Alberto Mingolla: un siervo del terrorismo de Estado
Fue agente del Batallón 601 del Ejército. Actuó con escuadrones de la muerte en América Central, antes de participar del narcogolpe del general García Meza en Bolivia. Ahora es un dignatario de la llamada Iglesia Bielorrusa Eslava.
Había que verlo con saco de lino, camisa rosa, cuello sacerdotal y un pesado crucifijo sobre el pecho. Así, el 15 de febrero de 2002, llegó desde Buenos Aires al aeropuerto paulista de Guaruhlos. Era un alto dignatario de la llamada Iglesia Ortodoxa Bielorrusa Eslava. En el hall de arribos lo aguardaba su máxima autoridad regional: el obispo Athanasios. Por la tarde, durante una solemne ceremonia en la Catedral Ortodoxa de San Pablo, al recién llegado se le concedió el honor de encabezar la Capellanía General para la República Argentina.
Lo cierto es que su carrera eclesiástica fue meteórica. Entre tal
fecha y el 18 de mayo de 2008, ese hombre fue proclamado primer obispo
de dicho credo en el país, pasó a integrar su Santo Sínodo, asumió la
capellanía de la Orden Bonaria, se lo elevó al rango de archieparca y
obtuvo el obispado de Milán. En esa travesía adoptó el nombre Valerián
de Silio. ¿Tanta pompa en el seno de un culto no reconocido por la
Cancillería?
Tal interrogante ensombrecía la figura del obispo. ¿Se trataba de
un charlatán de feria? No fue del todo posible desestimar esa
presunción. En cambio, nadie imaginaba lo que aquel sujeto en realidad
era: un represor de la última dictadura militar. Su nombre: Mario
Alberto Mingolla Montrezza.
SOLDADO DE AMÉRICA. En Buenos Aires, durante el mediodía del 2 de
septiembre de 1980, el Teatro San Martín parecía una fortaleza. Un
dispositivo con carros de asalto, patrulleros y tropas armadas
robustecía ese parecer. Ningún civil podía acercarse sin autorización.
Allí transcurría el IV Congreso de la Conferencia Anticomunista
Latinoamericana.
Los delegados –entre ellos, anticastristas de Alpha 66,
parapoliciales de Guatemala y El Salvador, somocistas prófugos, masones
de la logia Propaganda Due, y operadores del pinochetismo– estallaron en
una ovación cuando el anfitrión del encuentro, general Guillermo Suárez
Mason, concluía su discurso de apertura.
Junto al estrado, un joven con gafas de espejadas aplaudía a
rabiar. Pertenecía al Grupo de Tareas Exterior (GTE) del Batallón 601 de
Inteligencia. Había llegado desde La Paz, Bolivia, a donde regresaría
al culminar el encuentro. Su familiaridad con algunos de los presentes
resultaba notoria. Era una pieza de valía en el armado internacionalista
del Ejército. Todos le decían"Christian". Así se hacía llamar Mingolla.
Sus andanzas por fuera del territorio nacional habían tenido un
paso previo: América Central. A fines de 1979 fue enviado de comisión a
Honduras –junto a otros 40 oficiales y agentes del Ejército encabezados
por el teniente coronel José Osvaldo Riveiro y el mayor Santiago Hoya–
para adiestrar, con apoyo de la CIA, a contras nicaragüenses y
escuadrones de la muerte de El Salvador, Guatemala y ese país. El GTE
tuvo además responsabilidad directa en asesinatos, torturas y
desapariciones en toda la región.
Mingolla hizo en Tegucigalpa buenas migas con el comandante del
Ejército local, coronel Gustavo Álvarez Martínez, quien llegó a
considerar al argentino su brazo derecho y el enlace con los militares
enviados desde Buenos Aires. Así fue como Mingolla tuvo una influencia
crucial en la creación del Batallón 3-16, una unidad de inteligencia
construida a imagen y semejanza del Batallón 601. Participó de tal
empresa junto a Juan Ciga Correa, un ex integrante de la Triple A. Los
dos eran inseparables.
En tal contexto, el salto de Mingolla hacia Bolivia fue previsible.
EL DELATOR. En el alba del 17 de julio de 1980, la presidenta
boliviana, Lidia Gueiler, despertó sobresaltada por el ruido de un
helicóptero y los disparos que sonaban a la distancia. La radio
transmitía la marcha Talacocha, un signo inequívoco de que su mandato
acababa de finalizar de manera abrupta.
El golpe de Estado se inició con el levantamiento de la guarnición
militar de de Trinidad, capital del departamento del Beni. El
emprendimiento del general Luis García Meza y del coronel Luis Arce
Gómez –con el apoyo logístico del criminal de guerra nazi Klaus Barbie
(ver recuadro), junto al financiamiento del "Barón de la Cocaína",
Roberto Suárez, y un selecto grupo de empresarios santacruceños– se
llevó a cabo de acuerdo a lo planeado en los últimos siete meses.
La preparación del asunto coincidió con el arribo de los militares
argentinos: 150 efectivos del Batallón 601; muchos venían de América
Central; entre ellos, Mingolla. Se dice que él solía ufanarse del trato
afectuoso y paternal que le dispensaba Barbie. El alemán se había
fascinado con él. ¿En qué parte de su ser estaba depositado su encanto?
Con apenas 24 años, Mingolla supo encubrir con eficacia ciertos
capítulos de su pasado. Sin embargo, una versión indica su temprano
vínculo con el grupo fascista Concentración Nacional Universitaria
(CNU). Se cree que esa, justamente, fue la vía que lo llevó a enrolarse
como agente civil en el Batallón 601. Hasta hay testimonios que señalan
su presencia como interrogador en el centro clandestino que la Policía
Federal regenteaba por cuenta del Ejército en sus talleres mecánicos de
la calle Azopardo. En Bolivia no ocultó su gran solvencia operativa. Era
diestro tanto para infiltrarse en grupos de izquierda como para ir de
cacería nocturna, junto con las patotas de nazis alemanes, franceses e
italianos traídos por Barbie para la ocasión. Pero también era un gran
cultor del contraespionaje; adscripto al Departamento VII –Operaciones
Psicológicas–, descolló por el carácter preciso de sus informes. En La
Paz, él estaba a sus anchas; ahora esa ciudad era un santuario para
represores, mercenarios y terroristas de ultraderecha. No en vano, el
ministro Arce Gómez había aconsejado a los opositores "andar con el
testamento en el bolsillo". En sólo doce meses hubo 500 asesinatos y
cuatro mil detenidos. En semejante cosecha, el papel de Mingolla y sus
camaradas de armas no fue menor.
El régimen de García Mesa se derrumbó el 4 de agosto de 1981.
Mingolla quedó entonces al servicio de su reemplazante, el general Celso Torrelio Villa.
Así lo consigna en 1983 el propio "Christián" en un formulario del
Ministerio del Interior, sin mencionar su rol en la dictadura de García
Meza. Ya gobernaba en aquellos días el presidente democrático Hernán
Siles Suazo. ¿Qué retenía a Mingolla en La Paz? ¿Acaso estaba impedido
de su libertad? Nada se sabe con certeza al respecto.
Sin embargo, un documento desclasificado de ese ministerio es, en
tal sentido, revelador: se trata de un informe firmado por Mingolla el
21 de septiembre de 1983; allí proporciona datos exactos de los grupos
paramilitares de la dictadura, los organigramas secretos de los
servicios de inteligencia y la identidad de todos sus miembros. En ese
paper, Mingolla consumó un auténtico hito en el ejercicio de la
delación: se denuncia a sí mismo en tercera persona.
A partir de ese instante, no habrá vestigios de su existencia.
Hasta el 26 de marzo de 1987. Ese día fue detenido en un paso
fronterizo por la Policía Militar de Brasil. Entre sus efectos
personales, Mingolla atesoraba 375 kilos de cocaína.
UNA LÍNEA BLANCA DE LUZ. Alojado en un penal del estado de Santa
Catarina, Mingolla se relacionó con presos evangelistas. En tales
circunstancias, vio la luz del Señor. Y se puso a predicar su palabra.
Ya cumplida su condena, fungió de capellán penitenciario por cuenta
del Consejo Nacional de Pastores. Luego se volcó al culto siriano,
antes de recalar en la Iglesia Bielorrusa Eslava. Un espacio desde el
cual él no fue ajeno al tráfico de drogas y al lavado de dinero.
Su última aparición pública ocurrió el 2 de diciembre, durante la
visita del obispo Athanasios a Buenos Aires. Desde entonces, su paradero
es un misterio. Un cúmulo de acusaciones por estafa lo han retirado de
circulación. Estaría escondido –dicen– en algún lugar de Polonia.
Quizás alguna vez también sea buscado por sus crímenes contra la humanidad. «
La prueba de la infamia. En un informe de Inteligencia, Mingolla
deunció su propia participación en los grupos paramilitares durante la
dictadura de García Meza.
Una tumba sin lápida para el tío klaus
Aún recuerdo el rictus azorado de mi madre cuando, simplemente,
dijo: "Pablo, mira quién salió en el diario." Pablo era mi padre. Y
palideció al ver la tapa del diario La Nación. Una enorme fotografía
mostraba a alguien que conoció durante su largo exilio en Bolivia.
Es que ese país, en vísperas del Anchluss, era el único que
otorgaba visados a los judíos de Austria que huían de la inminente
invasión nazi. Por ese motivo, la familia de mi padre –que por entonces
tenía 24 años– no tardó en recalar en la ciudad de La Paz. Allí ya se
encontraban los Hochmann –otra familia judía en la misma situación–, una
de cuyas integrantes, Olga Blanka, de 20 años en 1938, se casaría con
Pablo en el invierno de 1956. Fruto de esa unión, yo nacería al año
siguiente.
En esa época, mi padre había montado junto a dos amigos y
compatriotas –Paul Riesz y Eric Simon– un pequeño aserradero en la zona
selvática de las Yungas. Cada tanto viajábamos por breves temporadas. De
hecho, ese sitio terminó encarnando los primeros recuerdos de mi
existencia. Ese sitio, y el hombre que lo administraba. Un tipo muy alto
y afable. O, al menos, afable conmigo, al punto de que yo le decía Tío
Klaus, cuando me llevaba de paseo por los alrededores. Mis padres sólo
sabían de él que había nacido en Alemania y que se apellidaba Altmann.
Lo vimos por última vez en 1960, cuando mi padre vendió el aserradero,
antes de radicarnos definitivamente en Buenos Aires.
Ahora, en esa mañana dominical de 1973, mi madre blandía el
ejemplar de La Nación con la foto del tal Klaus. El titular decía:
"Identifican en Bolivia al Carnicero de Lyon".
Recién fue capturado por los franceses al asumir en Bolivia el
gobierno democrático de Hernán Siles Suazo. Desde entonces fue confinado
en la misma fortaleza de Lyon usada por él como cuartel general de la
Gestapo. Tiempo después, se lo condenó a prisión perpetua.
A finales de 1989 tramité a través de su abogado, Jaques Vergez,
una entrevista con él. El encuentro se concretó, aunque entablar un
diálogo con Barbie fue imposible. Simplemente, fingió emoción al
reconocerme como el hijo de su antiguo empleador. Yo me retiré de allí
lo antes posible.
El abogado, con tono de confidencia, luego me dijo que en Francia
nadie deseaba que Barbie hable, ya que él atesoraba en su memoria a
todos los ciudadanos de ese país que –abiertamente o de modo encubierto–
colaboraron con los invasores alemanes. Tal vez Vergez haya tenido
razón.
En 1992, el otrora poderoso "Carnicero de Lyon" murió de cáncer. Sus restos descansan en una tumba sin lápida.
Posando con sus bienes terrenales
Libre sin condena
La Orden Bonaria
Junto
a Mingolla y a Garayalde opera un español de nombre José Manuel Mosquera
y Castello que dirige una denominada Orden Bonaria que realiza
'iniciaciones' templarias. Existen varias denuncias incluso en tribunales
españoles en los cuales el aludido Mosquera ha sido enjuiciado por
diferentes delitos, entre ellos la trata de blancas. Una denuncia similar
ha sido efectuada en el tribunal de Siena, Italia, extensiva también al
‘obispo’ narco Mingolla. Últimamente Mosquera en una actitud cobarde
ha tratado de tomar distancias de Mingolla manifestando públicamente
desconocer las actividades delictivas del primero, lo cual nadie se lo
cree.
Lo más
gracioso es que Garayalde mantiene en silencio en su país tal
desavenencia en la organización manifestando estar en contacto simultáneo
con ambos. La Orden Bonaria de Mosquera, surgida en las islas Canarias, ha
sido desautorizada por la organización madre como una falsificación.
OMNIS
VERITAS
Noviembre
2009
el comando sur esta itensificando su accionar en america latina, atraves de las iglesias y religiones ,tratando de neutralizar la influencia del medio oriente apuntando a las creencia religiosa anti-slamica
ResponderEliminarhttp://venezuela.indymedia.org/en/2008/10/18667.shtml
ResponderEliminarhttp://argentina.indymedia.org/news/2011/09/792184_comment.php