17/05/2013
Raúl Zibechi
Un nuevo
movimiento y un movimiento de nuevo tipo están naciendo en el período de
mayor crecimiento de la economía y el consumo, poniendo en cuestión el
modelo de desarrollo y sus consecuencias sociales y ambientales.
La contaminación
de las fuentes de agua de OSE otorga un impulso y una credibilidad
inesperados al naciente movimiento social que pone en cuestión un
desarrollo basado en la utilización intensiva de la tierra y el agua.
Bienes comunes que las autoridades reconocen están siendo afectados y
cuyo uso debería ser regulado.
La IV Marcha en Defensa del Agua, la Tierra y los Bienes
Naturales, realizada el 10 de mayo, fue un espejo de buena parte de la
sociedad uruguaya en el que se reflejaron desde los pequeños y medianos
productores rurales hasta las contraculturas juveniles urbanas.
Demasiada diversidad para algunos; escasa contundencia y falta de
propuestas alternativas para otros.
El nacimiento de
un movimiento social, que de eso se trata el proceso que estamos
viviendo en los dos últimos años, es un acontecimiento que, por
excepcional, debería ser celebrado en una sociedad que necesita como
pocas remover la modorra de abajo arriba, paso previo para que se
produzcan cambios en la cultura política. Mirando hacia atrás, los modos
y formas de este movimiento sintonizan con los modales que mostró la
campaña por el voto verde hace 24 años, que también esgrimen otros
movimientos como el feminista y el que defiende el matrimonio
igualitario.
Dos años es mucho
A comienzos de
2011 pequeños grupos de productores rurales de Valentines y vecinos de
Punta del Diablo y La Esmeralda comenzaron a formular críticas al
proyecto minero Aratirí y al mineroducto que trasladaría el hierro hasta
un puerto en las costas de Rocha. Hace dos años, el 13 de mayo de 2011,
se realizó la primera marcha en Montevideo, desde General Flores y
Propios hasta el Palacio Legislativo, convocada por productores de Cerro
Chato y Valentines y pobladores de Rocha.
La cuarta marcha
fue convocada por 40 colectivos que se agrupan en cuatro regionales y
confluyen en una coordinación, la Asamblea Nacional Permanente, que
mantiene encuentros y reuniones periódicas. En sólo dos años el
movimiento fue capaz de tejer una amplia red organizativa territorial
que abarca 16 departamentos y funciona de modo horizontal, con acuerdos
que se toman por consenso luego de consultas a los grupos de base.
A diferencia de
otros movimientos, en particular los que se movilizaron contra la
instalación de la fábrica de celulosa Botnia en Fray Bentos, en la
Asamblea Nacional no hay ong ni funcionan grupos de carácter partidario,
aunque es posible ver algunos militantes de partidos que deben
sujetarse a la dinámica que imponen los acuerdos consensuados. La mayor
parte de los grupos de base son pequeños colectivos con menos de una
decena de miembros, aunque algunos congregan hasta treinta activistas
permanentes. El hecho más común y diferenciador de este movimiento es
que descansa en la lógica asamblearia, instancia ineludible para tomar
decisiones y llevarlas a la práctica. La delegación es mínima, por
ahora, y se limita a los ámbitos de coordinación regional y nacional.
Esa cultura es su
principal, pero no única, seña de identidad. Al igual que las personas,
un movimiento no debe ser comprendido sólo por lo que dice ser sino,
sobre todo, por lo que hace para poder ser. Una vocación comunitaria,
emparentada con la lógica asamblearia, parece atravesar a esta multitud
de colectivos en movimiento. “¡Comunidad somos nosotros!”, pudo
escucharse en la proclama leída en la plaza Independencia. ¿Alguna vez
algún movimiento social se presentó de ese modo en este país?
“Nuestra lucha no
es sólo ambiental”, apuntó la proclama. Aprendiendo de lo sucedido en
los últimos años con las demandas ambientalistas, que fueron
reconducidas por los especialistas y las ong al terreno de los estudios
técnicos, la Asamblea Permanente pone en el centro de sus críticas el
modelo actual que “nos perpetúa como exportadores de materias primas”.
En esa crítica caen desde los monocultivos de soja transgénica hasta la
minería de gran porte y el extractivismo urbano de la especulación
inmobiliaria.
El movimiento
tiene su futuro garantizado, toda vez que ya nadie pone en duda las
consecuencias del modelo y hasta los montevideanos perciben que lo que
sucede en remotas áreas rurales impacta en su calidad de vida. La ex
petista Marina Silva cosechó el 20 por ciento de los votos en las
últimas elecciones enarbolando el ambientalismo, y el próximo año será
una dura rival de la presidenta Dilma Rousseff.
Este novedoso
movimiento es el primero en muchos años que nace en el Interior, donde
tiene su mayor arraigo. Para seguir creciendo debe vencer un obstáculo
no menor: las microculturas ideologizadas y los egos personalistas,
yerbas malas del asfalto que pueden esterilizarlo o conducirlo hacia
callejones sin salida.
- Raúl Zibechi, periodista uruguayo, escribe en Brecha y La Jornada y es colaborador de ALAI.
http://alainet.org/active/64093.
4ta Marcha nacional en defensa de la tierra, el agua y los bienes naturales, Montevideo, 10 de mayo de 2013 from Andrés Núñez Leites on Vimeo.
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