En vísperas
de los 39 años del golpe de Estado, otro pequeño gran golpe de ese otro enemigo
cruel que ha venido siendo especialmente implacable con quienes debieron vivir
la dictadura incesantemente perseguidos y hostigados por los verdugos del fascismo:
el cáncer se llevó en las últimas horas al Compañero Germán Vidal, un pionero firme
e inclaudicable del salto de la “revolución de las palabras” a la revolución de
los hechos en el paradisíaco suelo oriental que en la década de los ´60,
gracias al criminal pachecato blanqui-colorado y a la ejemplar resistencia popular
a él, ya no pudo seguir llamándose “Estado de Bienestar” o “Uruguay Batllista-Civilista”.
“El Pato”,
como le decíamos a Germán los que lo queremos mucho, no fue nunca un renombrado,
ni jamás se lo vio sacando patente de “histórico”, pese a serlo sin comillas.
Su compromiso
revolucionario –que no tuvo agachadas de ninguna índole ni aún cuando asomaron
las “tentaciones” de la etapa de vuelta a la legalidad burguesa- lo llevó a ser
co-fundador del Movimiento de Liberación Nacional (Tupamaros) en un proceso de
introspección crítica y removedora, que le hizo irse desvinculando orgánicamente
de su entrañable MIR (Movimiento de Izquierda Revolucionaria), aunque nunca “peleándose”
con sus viejas compañeras y sus viejos compañeros maoístas de entonces.
Personaje
de perfil bajo aunque de altos valores morales y enorme voluntad de ser protagonista
clave sin afán de protagonismo, Germán muere sin que muchísima gente tenga idea
siquiera de cuánto entregó sin mezquindad ni delirios de grandeza a la revolución
oriental por la que avejentó muy prematuramente, dedicándole todo su tiempo y
todo su amor revolucionario, no especulando con deslumbrantes “promociones” ni
a la espera del salvoconducto de “cuadro” vitalicio atornillado en la fantasía
de que haber empuñado un fusil cuando había que hacerlo, nos hace revolucionarios
de una vez y para siempre.
En el
intento de recomposición tupamara, Germán no descansó un minuto poniendo todo
su empeño y toda su creatividad innata (aunque a veces más bien demasiado
tímida y demasiado humilde), tratando de arrimar ideas e iniciativas que contribuyeran
a la muy difícil unidad sin sacrificar principios por los que se jugó desde sus
años mozos y de los que no podía ni siquiera imaginar desentendiéndose por más
querida que fuera la necesaria recomposición post derrota.
Como muchas
y como muchos –como la inmensa mayoría-, terminó concluyendo que al menos en
aquel clima donde ya el segundo capítulo del triunfalismo cortoplacista volvería
a hacer pomada los mejores sueños, no tenía sentido tratar de que las mejores horas
de nuestras vidas se invirtieran en la quimera de torcer el rumbo de quienes ya
lo tenían muy bien (¿?) definido y no se detendrían siquiera a reconsiderarse
ni considerar al resto de la militancia.
Como muchas
y como muchos, “El Pato”, finalmente, olfateó certeramente que la muerte de “El
Bebe”, en 1989, significaba la desaparición del único compañero que en aquellas
condiciones podía contribuir, con su liderazgo natural y su bien ganada
autoridad moral, a tan siquiera mantener unidos a quienes no estábamos dispuestos
a reiterar la experiencia decididamente suicida de un “seguidismo crítico” que
inevitablemente se hubiese autoeliminado en poco tiempo morfado por la peor de
las desviaciones aún “en democracia”: el aparatismo, la entrega de la organización
de intención revolucionaria al monopolio político-ideológico de una diminuta corriente,
polifacética socialmente y filosóficamente, pero férreamente homogénea en su
práctica concreta, sus hábitos de pensamiento y su metodología política.
Nos decía
Germán hace ocho años en el cementerio de La Teja, al cumplirse los quince de
la partida de Raúl Sendic:
“(…) Raúl activó el disparador de las ideas y la lucha revolucionaria
sin claudicaciones. Nos enseñó que la unidad es válida para avanzar y no para
transar los derechos de los trabajadores, ni para transar con el imperio ni con
sus lacayos de entrecasa. Esas ideas desencadenaron luchas internas en el movimiento
obrero, en los estudiantes, en los partidos políticos y en toda la sociedad,
articulando una línea de pensamiento que encontró en la lucha armada la
continuidad de la lucha política y sindical (…)”.
Más claro, imposible. La idea de quién era y qué había
significado “El Bebe”, era la que pintaba de cuerpo entero al mismo Germán en
2004, cuando ya el exceso del pucho venía disminuyendo sus riquísimas capacidades
vitales.
Su lucha contra la enfermedad exhibió la misma entereza de su
lucha revolucionaria. Aún con la máscara de oxígeno puesta y lleno de tajos
quirúrgicos en toda su espalda, su presencia de ánimo fue la que lo habilitó
para los dribligns mágicos con una parca de la que, bien lo sabía, no escaparía,
pero a la que podía seguir distrayendo por unos añitos más…
El año pasado, cerca de “las fiestas”, nos tomamos un cafecito
en “La Pasiva”, cuando ya se sabía que unos 40 laburantes quedarían en la calle
por el cierre del emblemático boliche de 18 y Ejido que moriría tragado como un
“pancho” por alguna multinacional de la gastronomía basura y el genocidio “pacífico”.
Tratamos de tentar al par de mozos que nos atendían con la
posibilidad de una “Pasiva” autogestionada cooperativamente, ocupándose el
local y animándose a vivir sin patrones.
Imposible. Todo el mundo, nos dijeron, quería cobrar el
despido y más nada…
“¿Qué te parece? –me dijo “El Pato” en su estilo de preguntar-debatir-preguntar-
¿No tendrá razón el “Pepe” con las inversiones extranjeras para que haya más
clase obrera?”.
En una de sus frecuentes post terapias, había estado releyendo
a Lenin, comentó, cuando “El tuerto rojo”, apenas asaltado el Palacio de Invierno,
sopesaba la posibilidad de darle entrada en la URSS a capitales industriales alemanes,
para engrosar las aguerridas pero flacas filas proletarias rusas de las que dependería
el futuro del socialismo.
Los mozos no entendían mucho a dónde íbamos con nuestro
coloquio ornamentado de miradas socarronas que en realidad, siempre, terminaban
revelando una plena sintonía en las cosas importantes.
“Tenés razón –me dijo sonriente-; ya está todo inventado, de
inventar explotados ya se ocupó eficazmente la burguesía… Hay que crear
proletariado con inversión en revolución y de la revolución…”.
Despedimos el año, nos prometimos vernos “dentro de un rato”,
y, ¡ta!, pasó lo de siempre o casi siempre: la noticia de mierda que nos pega
en los huevos y los manda al lado de la “nuez de Adán”, que debe ser algo así como
el cuarto apretado de las penitencias del alma humana.
¡Cháu, “Pato”, ninguna ni ninguno de nosotros dejaremos de
quererte muchísimo y de extrañarte espantosamente!. Pero tampoco nadie dejará
de sentirte siempre vivo y lleno de gestos y palabras afables, tiernas y
justas, sin las que la revolución es sólo cuestión de cuentamusas!!!.
Nos vemos, Germán, en la Patria para Todos y en el Socialismo
que nadie podrá robarnos.
¡Hasta la victoria, siempre, esa victoria cierta e inexorable
que también se va haciendo de estas
victorias cotidianas de moquear como un gurí cuando nos enteramos de que locos
como vos caen tempranamente, demasiado temprano, como para consolarnos así
nomás!.
genial! era mi abuelo
ResponderEliminar