Gabriel Carbajales
“La sangre
joven hierve en la defensa de la vieja y eterna amiga del pueblo trabajador: la
tierra, una tierra que seguirá siendo también joven y fértil, si la defiende y
la protege el pueblo trabajador del mundo entero”.
La versión de la cultura del poder burgués pro imperialista sobre cómo funcionan
las cosas en un mundo caracterizado por la arbitrariedad de lo puramente
irracional y lo mezquinamente lucrativo, ha escondido prolongadamente el rasgo
vital y fundamental que explica y posibilita todos los demás aspectos funcionales
en cualquier sociedad humana pasada, presente o futura.
Ha ocultado o disfrazado lo esencial:
La relación entre la tierra y todo lo
producido en ella. La cadena de relaciones sociales de dominación fundadas en
la apropiación de un bien social no mercantilizable como sin duda lo es la
tierra. La relación indisoluble entre el ser humano y la tierra como su hábitat
natural “irrenunciable” y su fuente insustituible de vida.
Nada de lo humano, es ajeno a la tierra.
Nada, sin ella, podría existir.
No hay ni alimentos ni manufacturas necesarias o suntuarias, que no
procedan en definitiva de las entrañas del planeta sacrificadamente trabajadas
por mujeres y hombres que apenas sobreviven, mientras los chupasangre solamente
producen haraganería y miseria generalizada.
Nada ni nadie, ya, puede seguir creyendo en la fantasía de la prosperidad
de unos pocos adueñados de ella y la miseria de la inmensa mayoría de la
humanidad, despojada de ella violentamente.
Luego de centurias de oscurantismo cultural y ninguneo de lo realmente
importante, son hoy las mismas “necesidades” expansivas impuestas por la
irracionalidad extrema del sistema de los monopolios imperialistas, las que “ponen
las cosas en su sitio”, muy a pesar de la insistencia de los “ideólogos” de cultura
de la mentira en querer mantenernos en la plena ignorancia popular.
Es el mismo anacronismo del “súperindustrialismo” y el “súperconsumismo”
con sus catastróficas consecuencias, el que nos abre los ojos y permite percibir
a simple vista dónde está el carozo de la fruta y cómo debemos pararnos para
detener lo que no es exagerado llamar proceso de destrucción del planeta a
manos de una pandilla de energúmenas y energúmenos que se han creído sus “dueños”
y “dueños” y “administradores” de la misma vida humana.
Son las incursiones devastadoras por el estilo de Botnia, Upm, Montes del
Plata, Aratirí y muchas otras que vienen fraguándose en silencio y a espaldas
del pueblo, las que vienen a abrirnos los ojos en un Uruguay que se quiere presentar
a los monopolios saqueadores como el “paraíso terrenal”, “la tierra prometida”,
“el súmun de la seguridad empresarial”, luego de que estas mismas
multinacionales han dejado a los territorios de Europa y el norte americano
completamente desprovistos de suelo fértil, de materias primas, sin agua y sin
posibilidades cercanas de restablecimiento de atributos naturales devastados
irresponsablemente durante décadas y décadas de un falso “desarrollismo”
industrializante, que es, en realidad, un auténtico “desarrollismo” de
miserables grupúsculos de holgazanes que ni idea tienen de qué significa
trabajar sobre la tierra de sol a sol y desde la niñez hasta la muerte, para el
bienestar repugnante de otros.
Anoche, martes 5 de junio de 2012, por un par de horas, una nueva y
buyanguera marcha callejera repleta de juventud y de ideas claras claramente
expresadas en las consignas “La tierra
no se vende; la tierra se defiende” y “Tierra para quien la trabaja. Tierra para vivir”, irrumpió en
el Centro de Montevideo exigiendo el cese de toda acción política oficial de respaldo
a la invasión de capitales multinacionales que signifique más apropiación
indebida de nuestro suelo y el uso depredatorio y criminal de él.
Desde la Universidad de la República, por la Avda. 18 de Julio, hasta la “Dirección
Nacional del Medio Ambiente” (DINAMA), en la Avda. Del Libertador, un número
muy importante de esa juventud a la que la industria mediática pretende
pintarnos como “demonio” de la inseguridad ciudadana y otras yerbas
fascistoides, copó literalmente el asfalto céntrico de Montevideo y puso al
corriente de todo el mundo cuál es el principal peligro hoy para la “Banda
Oriental” proyectada como nuevo reservorio imperial-colonizador del sistema.
Por supuesto que, a pesar del intenso frío y la prolongada caminata, hubo
también veteranas y veteranos firmemente consustanciados con la sentida
reivindicación juvenil, y por supuesto que se equivocarán feamente los
gobernantes que crean que podrán hacer oídos sordos a esta nueva expresión
popular de enérgico y sostenido rechazo a la “aratirización” vendepatria del
país.
Anoche, en definitiva, el mensaje no pudo ser más claro:
“La sangre joven hierve en la defensa
de la vieja y eterna amiga del pueblo trabajador: la tierra, una tierra que
seguirá siendo también joven y fértil, si la defiende y la protege el pueblo trabajador
del mundo entero”.
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