martes, 12 de junio de 2012

Hispangustia 4



Dossier 11 junio 2012
 
Si no estuviera por medio la tragedia de un pueblo…daría risa.
Autor: William Yohai

11 de junio de 2012
Y se produjo al fin el tan esperado como previsible rescate de España, perdón, de los bancos españoles, por parte de la Unión Europea. Un ciclo de déficit-insolvencias-corrida bancaria-ajustes-rescate financiero…etc, termina. Otro comienza. En el cual veremos  profundizarse el proceso de caída en los niveles de vida del pueblo español.

Una nueva etapa del juego en que la burguesía busca maximizar sus ganancias. Seguimos leyendo en la prensa y en los comentarios, incluso del académico que transcribimos completo más abajo, que estamos frente a un ENGAÑO.

¿ENGAÑO?
No en nuestra opinión. Se trata, nada más ni nada menos, que de la evolución “natural” del sistema capitalista.
Cuando el fantasma (lamentablemente la amenaza no pasó de una “fantasía”, o sea, se mantuvo en el plano de lo fantástico) del Socialismo Real, expandido después de la II Guerra Mundial hasta ocupar buena parte de Europa, además de la gigantesca China, amenazó las raíces mismas del capitalismo, la burguesía no tuvo otro remedio que crear o tal vez sea más correcto decir, profundizar, aquel estado de bienestar cuya piedra fundamental había establecido Bismarck allá por el siglo XIX.

La burguesía renunció así a una parte de la plusvalía posible, fracción del nuevo valor creado por la aplicación de la fuerza de trabajo sobre los medios de producción, para estabilizar políticamente a un sistema desestabilizado por las dos guerras mundiales y el surgimiento del campo Socialista.

Ganaron los trabajadores asalariados y de rebote los pequeño burgueses, fueran estos comerciantes, profesionales universitarios independientes o altos funcionarios.

Pasaron 30 años dorados en que buena parte de la industria pesada y los servicios públicos corrieron, en el frente de batalla anticomunista, o sea, Europa Occidental, por cuenta de un Estado protector.

Servicios públicos gratuitos y de alta calidad, buenas prestaciones de seguridad social, altos salarios, se financiaban con elevadas tasas de impuestos  a la burguesía y con una política económica proteccionista que permitía la existencia de una agricultura e industria prósperas.

A fines de los 70 el sueño comenzó a darse vuelta. La gerontocracia soviética, corrupta y esclerosada, se dejó llevar al campo del militarismo más absurdo. Tal fue el desdén por los intereses de los trabajadores comunes y el conjunto del pueblo de la URSS y de los países socialistas europeos que estos terminaron por perder todo afecto a aquel sistema que, en el caso particular de los pueblos de la gigantesca URSS habían significado, aún a costa de enormes sacrificios el pasar del atraso más atroz a una vida tal vez mediocre pero sin las angustias del capitalismo.

Tan evidente, parece que era la cosa, (no para este escriba que no imaginó nunca ese desenlace antes de que sucediera) que analistas occidentales lúcidos tales como Kissinger y Brezinsky lo anticiparon acertadamente. Dicen que Raúl Sendic estuvo también entre los clarividentes.

Así, como decíamos antes, en los 80 Margaret Thatcher en el Reino Unido, Reagan en los EEUU, y las dictaduras militares en América Latina imponen las políticas neoliberales que resultan en la destrucción de aquel orden de cosas subóptimo para la burguesía internacional. La URSS se había transformado en un país tecnológicamente atrasado que importaba alimentos y financiaba estas importaciones con la exportación de petróleo y gas.

El gambito imperial en el Medio Oriente mediante el cual Arabia Saudita, con el apoyo militar y político explícito de los EEUU e Israel impuso mediante la utilización máxima de su capacidad productiva la caída de los precios del petróleo precipitó un fenómeno que, evidentemente, estos poderes venían estudiando acertadamente.

El deterioro del campo socialista.
Al fin y al cabo: ¿Qué sistema podía servir más a la elite gobernante, ineficiente y corrupta?
Por más afinado que fuera su control de las estructuras estatales y partidarias la matriz legal y política socialista mantenía sus privilegios en un limbo de ilegalidad permanente. El capitalismo, por el contrario, establece las garantías jurídicas para la propiedad de los medios de producción y la riqueza acumulada mediante el saqueo.

Mientras en el Occidente desarrollado (EEUU, Europa Occidental y Japón, la tríada imperial) se comenzaba a desmontar el estado de bienestar y el sistema público de producción y servicios establecidos en la post guerra, se fomentaba la disolución del sistema socialista.

En 1991 el derrumbe de éste se ha completado.
Y, por supuesto, para nada es casualidad que es, precisamente en esa década, que se comienza a inflar la burbuja accionaria que reventará en 2001.

Se desregulan los mercados financieros y se bajan las tasas de interés. Se crean así las condiciones.

Y la inmensa China tiene ya avanzado su proceso de “reformas”. O sea, su retorno al capitalismo pero bajo una fuerte impronta estatal. Las particularidades que imponen esta impronta le darán una estabilidad completamente excepcional en el capitalismo clásico. Se llega al milagro de sumar más de 30 años de crecimiento económico ininterrumpido a altísimas tasas anuales.

Sistema que es, de por si, extremadamente funcional al proyecto del gran capital internacional.
La competencia fabril China permite reducir los salarios en los países de la tríada. El proceso termina con la desindustrialización casi completa de estos países. Se traslada gran parte de la industria al Sudeste Asiático, pero sobre todo a China.

El trabajo en condiciones de semiesclavitud en estos últimos países financia el cambio en las economías centrales de productivas a “FIRE” sigla que, traducida del inglés, significa finanzas, seguros y propiedad inmueble.
La última fase de este proceso comienza en 2001 con el derrumbe de la burbuja accionaria de las “punto com” y el inflado de la burbuja inmobiliaria.

Tasas de interés decrecientes y desregulación financiera contribuyen decisivamente en este proceso. La “titulación” de créditos, proceso mediante se crean “paquetes” de créditos garantizados por hipotecas que se venden a “inversores” de todo el mundo opera como, supuestamente, difusor del riesgo. En realidad, tal cual lo ha demostrado con creces la realidad desde 2008, año en que el proceso se transparenta, lo que hace la titulación es aumentar la magnitud del fenómeno a una escala casi infinita.

Mucho hincapié se hace estos días en los problemas de índole moral que están implícitos en estos procesos.
Se trataría de una mafia de banqueros corruptos que se han encaramado en mecanismos de poder lo cual les ha permitido llevar adelante el proceso.

NO HAY TAL. La causa de lo sucedido hay que buscarla en la evolución natural del capitalismo al enfrentarse a su eterno problema: LA TENDENCIA A LA DISMINUCIÓN DE LA TASA DE GANANCIA.

Tendencia planteada ya por Carlos Marx hace 150 años.

Con un factor histórico que complicó las cosas: el surgimiento de un sistema diferente y contrapuesto en la mitad (más o menos) del planeta.

La caída tendencial de la tasa de ganancia, tal como lo planteó Marx surge del crecimiento, fruto de la competencia, del denominador de la ecuación V/C=G. O sea, con el fin de aumentar la productividad de la hora de trabajo cada capitalista no tiene otra posibilidad que hacer crecer la masa de capital constante (C), o lo que es lo mismo la cantidad y calidad de las máquinas que se usan en la producción.

Mejora así su competitividad frente a otros capitalistas mientras estos no cambien a su vez los métodos y máquinas que emplean.

Esa ventaja transitoria tiene, desde el punto de vista del conjunto, el “defecto” de reducir la tasa de ganancia de todos los capitalistas en el largo plazo.

Y el factor de reajuste del sistema no es otro que la crisis periódica.

La sobreproducción de bienes resultante de este continuo proceso se resuelve cada cierto tiempo por una crisis que destruye capacidad productiva.

Y el ciclo recomienza.
El estado de bienestar y el manejo público de una parte significativa del aparato productivo mantuvieron en cierto modo asordinados estos procesos.

Al caer el Campo Socialista no hubo ya freno al desarrollo pleno de las contradicciones del capitalismo.
Y aquí estamos, con una Europa del Sur en pleno proceso de ingreso al mundo del único “capitalismo real” estable y persistente: el CAPITALISMO SALVAJE.

Es por ello casi gracioso (repetimos salvo el sufrimiento que representa para los trabajadores y el pueblo) observar a algunos críticos llamar a “juicio y castigo” a los culpables, a saber, banqueros y políticos autores directos del “saqueo” o “estafa”.

Que no hay tales. Simplemente el “juego de acuerdo a las reglas”.

El capitalismo va logrando, así, una especie de nivelación de las reglas de juego a escala mundial.

Se trata de evitar que en ciertos países existan obreras que reciban más que “su” parte de la torta: la cantidad de bienes y servicios necesarios para mantener y reproducir su capacidad productiva.

Incorporado ya, sin excepciones, todo el planeta al sistema no tienen mayor sentido las particularidades.
Un proceso histórico que comenzó a fines de la Edad Media llega a su fin.

El reino sin límites del capital es el resultado.

Desde el punto de vista de las naciones involucradas, todo parece indicar que la declinación de la potencia imperial dominante durante el último siglo; los EEUU se acentúa.

Así lo atestigua la participación de aquel país en el PBI mundial (declina desde el 38% a fines de la II Guerra Mundial a menos del 20% hoy), el comercio mundial y el papel de su moneda en el intercambio comercial y las reservas de los bancos centrales.

¿Implica este hecho algún cambio esencial en la caracterización del sistema capitalista?

No nos lo parece.

Frente al belicismo exacerbado que exhibe la acción imperial en las últimas décadas no queda más comentario que hacer que no estamos ante fenómenos particularmente nuevos. El capitalismo siempre ha sido imperialista y violento.
Cambiarán, total o parcialmente los actores, pero no la esencia de la obra.

EL TEMA DE LA ECOLOGÍA

Se difunde mucho en estos días la tesis de que el mundo se aproxima a un agotamiento de los recursos disponibles para satisfacer el consumo humano. Y dicho agotamiento se suma a la progresivamente reducida capacidad del planeta para absorber la creciente suma de desechos que dicho consumo conlleva. Sean gases fruto de la combustión (anhídrido carbónico y monóxido de carbono), sustancias tóxicas generadas en los procesos productivos fabriles y agrícolas u otros.

Estaríamos así frente a una nueva etapa en la cual el problema ya no es la justicia o injusticia de la distribución de los esfuerzos para producir y de  los bienes producidos sino la existencia misma de la especie humana sobre el planeta.

El tema planteado tiene bases sólidas. Es indudable que los recursos disponibles son finitos. Y también que la lógica expansiva del capitalismo, que no tiene sentido sin el tan mentado “consumismo” extrema la presión sobre aquellos.

Pero también habría que tener en consideración que la ganancia capitalista se genera en el proceso de la producción de bienes y servicios.

Y que el sistema ha mostrado una extraordinaria capacidad de adaptación a condiciones adversas.

No otra cosa demuestra el fenómeno de su supervivencia a la amenaza planteada por el mundo socialista.

Pero hay otro factor que nos lleva a dudar de la real puesta en juego de la supervivencia humana: el bicho de dos patas tiene también una extraordinaria capacidad de adaptación.

Se afirma comúnmente que de producirse un cataclismo nuclear las cucarachas serían la especie animal dominante en el planeta.

Ignoro cual es la base científica para la tal afirmación.
Pero me animo a pronosticar que, aún disminuida sensiblemente en su número, la especie humana se las arreglaría para predominar sobre el simpático animalito.

Y el progresivo agotamiento de los recursos naturales será superado por cambios tecnológicos y de los patrones de consumo que adaptarán el capitalismo y su patrón de acumulación y distribución de bienes a sus necesidades de supervivencia.

Es mi muy humilde opinión: NI EL AGOTAMIENTO DE LOS RECURSOS DEL PLANETA NI SUS CONTRADICCIONES PROPIAS ACABARÁN CON EL SISTEMA.

DICHA TAREA DEBERÁ SER LLEVADA A CABO POR SU “ENTERRADOR”, TAL CUAL LO DEFINIERAN MARX, ENGELS Y LENIN: EL PROLETARIADO.

El resto son falsas esperanzas y alarmas que no contribuyen a acelerar este último, inevitable, proceso.

Esta discusión tiene, contrario-sensu lo que aparentaría a primera vista, la mayor implicancia práctica para los que pretendemos acabar con el capitalismo. Tema que merece un tratamiento mucho más detallado en otra parte. Y que por supuesto tiene todo que ver con la táctica y la estrategia de la izquierda* aquí y ahora en nuestro país

Para terminar: ¿QUÉ CUERNOS TIENE TODO ESTO QUE VER CON LA “HISPANGUSTIA”…je, je, saquen ustedes, lectoras, sus propias conclusiones.
*el concepto de izquierda que manejamos excluye a las organizaciones que integran el partido de gobierno en Uruguay.
Por: JUAN TORRES LÓPEZ (1)
10/06/2012 13:21
Primero los gobiernos les crearon las condiciones para que financiaran una burbuja de crédito sin precedentes y con la que han ganado docenas de miles de millones de euros. Dictaron leyes de suelo para que los promotores les pidieran préstamos que financiaran construcciones en todas las esquinas de España, que irían quedándose vacías y sin vender cada vez en mayor número. Aumentaron las facilidades fiscales para promover las ventas y desincentivaron el alquiler y el consumo colectivo de servicios de ocio o residencia.
Solo de 2000 a 2007, los bancos multiplicaron el crédito total destinado a la actividad productiva por 3,1, el dirigido a la industria por 1,8, el de la construcción por 3,6 y por 9 el dirigido a la actividad inmobiliaria. Y eso que cada vez disponían de menos depósitos para generarlo: en 2000 la banca española recibía 1,43 euros en depósitos por cada euro que concedía a crédito, mientras que en 2007 solo 0,76 euros.
No contentos con los beneficios que les daba el negocio inmobiliario que condenaba al monocultivo a la economía nacional, impusieron políticas de bajos ingresos y recortes salariales para que las familias y pequeños empresarios vivieran en el filo de la navaja y tuvieran que endeudarse hasta las cejas.
Pero no contentos con obtener beneficios normales, los bancos utilizaron a sus tasadores para aumentar artificialmente los activos sobre los cuales iban a dar créditos, para así generar más deuda y cobrar comisiones más suculentas y recurrieron a todo tipo de prácticas comerciales predatorias para fomentar el consumo: manejaban a su antojo los índices de referencia, incluían la abusiva cláusula que autoriza al banco a vender el piso en subasta notarial si se produce el impago de la deuda, reclamaban importes elevadísimos por cuentas que creían canceladas, cobraban comisiones leoninas (más que en cualquier otro lugar de Europa) por cualquier cosa, giraban una y otra vez un recibo inatendido por el cliente generando múltiples gastos de reclamación por una misma deuda, embargaban saldos en cuentas corrientes sin respetar lo establecido en la ley... hasta cuatro folios me ocupa el listado de malas prácticas que han recopilado las asociaciones de usuarios, es imposible consignarlas todas aquí. Y eso, por no hablar de las estafas estrella, que han podido suponer un auténtico robo de entre 12.000 y 15.000 millones de euros, si no más, mediante las participaciones preferentes, las cláusulas suelo, etc.
Mientras sucedía todo esto, las autoridades dejaron hacer, consintieron las tropelías bancarias y permitieron que se inflase la burbuja sin cesar, haciendo oídos sordos a todas las advertencias.
El actual Ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, decía en 2003: "no existe una 'burbuja inmobiliaria' (...) el concepto de burbuja inmobiliaria es una especulación de la oposición que habla insensatamente de la economía de ladrillo y olvida que la construcción es un sector fundamental para la economía del país y en el que trabajan cerca de un millón de personas" (El Mundo 2  de octubre de 2003). Y el más tarde Ministro de Economía, Pedro Solbes, afirmaría que quienes auguraban el riesgo de recesión por esa causa "no saben nada de economía" (El País, 11 de febrero de 2008).
Los dirigentes de uno y otro partido negaban lo que hiciera falta, por muy evidente que fuese para el resto de los españoles, con tal de dejar que los banqueros y los grandes empresarios de la construcción literalmente se forraran a costa de todos los españoles.
El gobernador del Banco de España que había colocado el PP, Caruana, se pasaba por el arco del triunfo la denuncia de sus inspectores que en 2006 le señalaban formalmente que no se hacía nada frente a un endeudamiento creciente y muy peligroso de la banca española. Pero eso sí, no había declaración suya o más tarde de su sucesor, el socialista Férnandez, en la que no reclamasen moderación salarial y recortes de gasto social.
Pero gracias a todo ello, los bancos españoles se convirtieron en los más rentables del universo, justo, eso sí, en la misma medida en que situaban a nuestra economía entre las más vulnerables.
Cuando estalló la burbuja y ya no se iba a poder disimular lo que había pasado, el inmenso negocio que los bancos habían hecho a costa de la deuda, todos consintieron en disimular.
Permitieron que los bancos declarasen en balance los activos dañados a precios de adquisición siendo cómplices así de un engaño descomunal que hirió de muerte la credibilidad de nuestra economía porque, por mucho que Zapatero dijese en septiembre de 2008 -como le dictaban Botín y compañía- que el sistema financiero español era "el más sólido del mundo", los inversores y prestamistas internacionales sabían lo que de verdad había hecho la banca española.
Los dos grandes partidos, a los que se  suman los de los nacionalistas de derechas de Cataluña y el País Vasco, colocaron en las cajas de ahorros a sus amigos y militantes y crearon una red de oligarquías provinciales que alentó la especulación, extendió la corrupción y que comenzó a llevar al desastre a la gran  mayoría de las entidades, al convertirlas en clones de los bancos privados, sin tener capacidad real ni naturaleza legal para serlo.
Y para facilitar la recuperación de los bancos mas grandes y dejarles a ellos todo el mercado consensuaron la ley de cajas que las llevaba a su bancarización forzada, para provocar cuanto antes su caída y el reforzamiento por esa vía de los bancos más grandes.
Claro que, a cambio, esos mismos partidos han recibido cientos de millones de préstamos para ir ganando las elecciones, ahora uno luego otro, que no devuelven, y han podido colocar en sus consejos de administración, o en los de empresas participadas, a docenas de ex dirigentes o socios.
Luego, cuando el sistema saltaba por los aires porque a los alemanes les consumía el ansia de cobrar los préstamos que con la misma compulsión habían dado a los bancos españoles, todos se concitaron para negar que iban a pedir un rescate. Diez días hace que lo negaba rotundo el presidente Rajoy: "no va a haber ningún rescate de la banca española" (EFE 28 de mayo).
Y cuando lo han pedido, niegan lo que efectivamente han pedido: 100.000 millones de euros para entregar a la banca y que vamos a pagar todos los españoles. Niegan que vaya a tener efecto sobre el déficit y la prima de riesgo, cuando será el Estado quien tenga que devolverlo (¿cómo lo harían unas entidades que se capitalizan precisamente porque no tienen dinero?) y tratan de hacer creer que es algo positivo y una ayuda generosa: "Las noticias que traemos hoy son positivas", dijo el Ministro de Guindos cuando empezaba la rueda de prensa que dio ayer para anunciar el rescate.
Nos han engañado a todos cuando dicen que van a rescatar a España cuando lo que van a hacer es hundirla para años. Nos han engañado los bancos, nos han engañado los gobiernos del PSOE y del PP. Nos han engañado los dirigentes europeos que están borrachos de ideología neoliberal y no se dan cuenta de que las medidas que toman llevan al desastre a los países que las aplican (¿o acaso es que está mejor la economía de Portugal, por no hablar de los ciudadanos portugueses, desde que fue "rescatada"?). Nos ha engañado el Fondo Monetario que se ha sacado de la manga un informe deprisa y corriendo solo para justificar la decisión ya tomada y en el que cifra las necesidades de financiación de la banca española en una horquilla que sitúa, nada más y nada menos, que entre 45.000 millones y 119.000 millones de euro. ¿En qué quedamos?
Y nos engañarán esta tarde el presidente Rajoy y el Príncipe Felipe si es que definitivamente se han ido a ver el partido de fútbol cuando griten ¡España, España!, porque lo que están demostrando es lo contrario: España, los españoles de abajo, les importamos un pepino. Ellos y el resto de los políticos que han permitido lo que acabo de señalar, junto a los banqueros y los grandes beneficiarios de la burbuja y de la crisis, que tendrían que vivir 500 años más para disfrutar de todo lo que han ganado a costa de los españoles, son los responsables de este engaño descomunal. Hay que pedirles cuentas a todos y echarlos para siempre.
Juan Torres López, Catedrático de Economía Aplicada en la Universidad de Sevilla

Información disponible también en este link: resonandoenfenix.blogspot.com

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