Hace pocas horas se realizó en el sindicato de Sima, la charla sobre: como desterrar la impunidad del pasado reciente
Una jornada propuesta por la Mesa Permanente contra la Impunidad, en un ciclo de debate y encuentro para reformular nuevas estrategias de lucha por Verdad y Justicia.
La muestra fotográfica fue casi un pretexto para encuadrar el marco necesario de puntos de encuentro entre todos.
En un ambiente cálido, confortable se dio un racconto de lo vivido durante el período dictatorial y desde donde se fue afianzando la impunidad que hoy se incrustó en todo el tejido social de nuestro país.
Los panelistas invitados; hicieron sus ponencias de tal manera con un sentido coloquial,
que permitió distender el diálogo al final de la charla.
Se profundizo en sus contenidos y se logró apreciar que pocas diferencias nos alejan unos de otros.
De allí que la visión del momento coyuntural nos une, y nos interpela a todas las organizaciones sociales y de derechos humanos, para el devenir de estos nuevos tiempos que hacen que estemos unidos para enfrentar la mutación que ha sufrido esa impunidad. de ayer.
En estas pocas imágenes solo muestran un pasaje de lo allí vivido.
En otra entrega se podrá tener algunos de los contenidos volcados en esa charla que finalizó con un momento de distensión para todos.
Por Verdad y Justicia ¡
Una jornada propuesta por la Mesa Permanente contra la Impunidad, en un ciclo de debate y encuentro para reformular nuevas estrategias de lucha por Verdad y Justicia.
La muestra fotográfica fue casi un pretexto para encuadrar el marco necesario de puntos de encuentro entre todos.
En un ambiente cálido, confortable se dio un racconto de lo vivido durante el período dictatorial y desde donde se fue afianzando la impunidad que hoy se incrustó en todo el tejido social de nuestro país.
Los panelistas invitados; hicieron sus ponencias de tal manera con un sentido coloquial,
que permitió distender el diálogo al final de la charla.
Se profundizo en sus contenidos y se logró apreciar que pocas diferencias nos alejan unos de otros.
De allí que la visión del momento coyuntural nos une, y nos interpela a todas las organizaciones sociales y de derechos humanos, para el devenir de estos nuevos tiempos que hacen que estemos unidos para enfrentar la mutación que ha sufrido esa impunidad. de ayer.
En estas pocas imágenes solo muestran un pasaje de lo allí vivido.
En otra entrega se podrá tener algunos de los contenidos volcados en esa charla que finalizó con un momento de distensión para todos.
Por Verdad y Justicia ¡
MARTHA PASSEGGI.
reportera-gráfica.
reportera-gráfica.
.
Apuntes para la mesa redonda organizada por la Mesa
Permanente contra la Impunidad el 16 de junio del 2012 sobre:
Desterrar la cultura de la impunidad
Sanguinetti.
Cuando la
dictadura se volvió insoportable, el poder económico decidió permitir cierta
legalidad pero, como en las calles se
hacía sentir nuevamente el movimiento popular, se reservaron el derecho a
mantener intacto y a la orden el aparato represivo. Una de las razones para que
los militares aceptaran regresar a los cuarteles fue que su impunidad sobrevolaba o subyacía los acuerdos
verbales del Club Naval. Más tarde, los
gobiernos que aceptaron la tutela estipulada en el pacto le dieron forma jurídica
con la ley de caducidad de la pretensión punitiva del Estado. Para justificar
su doble moral, Sanguinetti construyó la falacia de falsa asociación de que la
amnistía al demonio subversivo implicaba y exigía la impunidad del demonio
militar.
La
impunidad fue impuesta mediante una serie de operaciones políticas realizadas
por los interesados en mantener a su servicio las fuerzas armadas. Se
transmitió la sensación de que el poder armado protegía de la ley penal a los
criminales de lesa humanidad y que, así
como en los años de plomo hicieron lo que se le antojaba, también podían
hacerlo en democracia si se pretendía juzgarlos y condenarlos. El resultado del
plebiscito de abril de 1989 ratificó la ley que fabricaron los representantes del poder y el espíritu
popular fue invadido por la sensación de que, por más que algunos porfiados
siguieran peleando por Verdad y Justicia, los criminales nunca podrían ser
juzgados. Así creció en la subjetividad de la gente el sentimiento de impunidad
como impotencia, una creación deliberada y alevosa, alienante, cuya pesada
sombra es imposible analizar por separado del salvataje del aparato represivo
que fue su objetivo.
Resistencia y defeccciones.
El golpe cívico
militar fue dado para expropiar la mitad de la masa salarial y por consiguiente
la tortura, las violaciones, el asesinato y la desaparición forzosa fueron para
disuadir en los asalariados la más mínima intención de resistir. Fue natural
entonces que, aún desde antes de iniciarse el repliegue militar, el pueblo trabajador
transformara en lucha por juicio y castigo el clamor que surgía de los “chupaderos”
y las salas de tortura. A la cultura de la impunidad, el movimiento popular contrapuso
la cultura de verdad y justicia, creada por los que no querían ser tutelados
por nadie y soñaban con una sociedad para los trabajadores.
Sin
embargo ya desde el pacto del Club Naval empezaron las señales confusas de algunos
dirigentes frenteamplistas, que no enfrentaron con la firmeza esperada la
impunidad que imponía la derecha. Mas tarde, una vez conquistadas algunas colinas en la institucionalidad
burguesa, esa flaqueza se extendió y profundizó, hubo dirigentes que
desarrollaron una nueva teoría de los dos demonios y que están trabajando para
crear una nueva cultura de la impunidad. Teoría y cultura muy diferentes de las
creadas por la derecha, pero no por ello desvinculadas de los servicios que
puedan prestar las fuerzas armadas. Son cosas nuevas, imprescindibles de debatir para esclarecernos
lo mejor posible. Intentemos analizar algunas de las operaciones políticas que
la vienen creando.
El diputado.
El 4 de
junio un diputado que fue miembro de la guerrilla tupamara dijo: “en este día hay que apartar del corazón todo
sentimiento de odio porque el odio y el rencor son paralizantes y se necesita
seguir construyendo el camino trazado para mejorar, porque muchas de las causas
por las que hemos sido víctimas aún perduran”. Palabras que fueron dichas
en representación del gobierno, en un acto donde el Estado reconocía haber
torturado, asesinado y desaparecido forzosamente a sus ciudadanos en el período
que se inició con el “pachecato”, el 13 de junio de 1968. Este diputado, que en
el Penal de Libertad ya había apartado de su corazón todo sentimiento de odio y
rencor, expresó con envidiable claridad la cultura de olvido y perdón que impregna
los actos de los ex-guerrilleros que hoy gobiernan el Uruguay. El diputado proclamó
la “línea” que baja de poder ejecutivo, su virtud es haberlo dicho más directa
y frontalmente que el resto de sus correligionarios, quienes se escudan en
frases confusas donde parecen no decir lo que en realidad dicen. El diputado
cierra las posibilidades de autoengaño de los que tenían esperanza en un viraje
hacia la izquierda. Lo toman o lo dejan, acompañan o se van yendo, pero no hay
lugar a disputa.
La paz de Aguerre
En el homenaje a los cuatro soldados
que custodiaban la casa del comandante en jefe del ejército de entonces y que cayeron en el tiroteo entablado con un
grupo de la guerrilla tupamara, el actual comandante Pedro Aguerre, dijo que “ Si
queremos salir adelante, tenemos que hablar de uruguayos, no de enemigos. No
debemos hablar de trancar, sino de vivir en paz”. Diez días más tarde, en
ocasión del desfile militar presidido por ex-guerrilleros, el más pomposo desde
la salida de la dictadura, reafirmó el
concepto diciendo: “Juntar pero no dividir debe ser nuestra meta, para que,
sin olvido de nuestros actos, podamos crecer, y que los habitantes de nuestro
país sepan reconocernos, valorarnos y sentirse orgullosos de su Ejército”.
Aguerre tuvo necesidad de abogar por la
reconciliación entre pueblo y fuerzas armadas, porque las fuerzas armadas le
habían declarado la guerra al movimiento popular, lo vigilaban, perseguían y consideraban
“enemigo”. Esa guerra de los militares, entablada por decisión propia, dejó
cientos de miles de víctimas en las filas del pueblo asalariado y el reclamo de
que se sepa la verdad sobre las aberraciones cometidas por ese mismo ejército que comanda
Aguerre y que se condene a quienes cometieron tales crímenes contra la
humanidad.
La propuesta de “juntadera” de
Aguerre significa que víctimas y victimarios, tomados candorosamente de las
manos, pasen por arriba de la verdad y la justicia para no “trancar”. Juntarse”
para consolidar la impunidad de los criminales con el mudo consentimiento del
movimiento popular, es la línea política del gobierno, la misma que expresó el diputado de marras el 4 de junio en
una buhardilla del palacio legislativo. Es una propuesta fantasiosa, porque por
mucho que se los junte, los “juntados” seguirán siendo desiguales entre sí, unos
monopolizando la represión y los otros siendo posibles blancos de ella. Propone
una paz que, en realidad, es simplemente otro repliegue de los militares a la espera
de futuras oportunidades para reivindicar su pasado golpista y criminal o,
según sean las circunstancias, para retomar el ejercicio de su profesión real,
la de terroristas de Estado.
La teoría de Rosadilla.
Por si las palabras del general
Aguerre no indujeran suficiente confusión, entrevistado por el programa “En
Perspectiva” el senador Luis Rosadilla, les dió un toque de fantasía con
pretensiones de teoría. Rosadilla dijo que quiere “recuperar aquel espíritu que existía en la sociedad uruguaya en la
creación del Ejército, en el sentido de que el Ejército es parte del pueblo y
este lo reconoce como tal, porque el Ejército se comporta como parte del pueblo
y se respeta como tal”.
No hay nada que recuperar. A
historia de los orientales no admite dudas. En 1811 las armas no estaban en
manos de unos pocos que imponían su voluntad a los desarmados, José Artigas
encabezó un pueblo cuyas mujeres y hombres estaban todos armados por igual. Fue
Fructuoso Rivera quién separó a los armados de los desarmados, al fundar un
ejército pagado por la oligarquía
montevideana y los brasileros, con el objetivo de reprimir al pueblo
multiétnico que había sido beneficiado por el reparto de tierras de 1815. Ese
es el origen antipopular del ejército que luego fue de Venancio Flores, de Lorenzo
Latorre y del Goyo Álvarez. ¿Qué tergiversación de la historia nos quieren vender
ahora?. Por el contrario, el bicentenario del nacimiento del actual ejército se cumple el día del
aniversario de la derrota del pueblo armado y organizado, que fue el mismo día
en que comenzó el exilio de José Artigas. Como ha sido bien entrenado para
tergiversar historias, en especial de del movimiento guerrillero tupamaro,
Rosadilla intenta hacerlo también la epopeya del pueblo oriental, abandona a
Lucía Sala y Carlos Machado, para asumir como propia la versión reaccionaria del
Hernamo Damasceno. .
También trastoca la realidad. Desde
que la sociedad es una sociedad de clases, surgió la necesidad de ejércitos que
monopolizaran el uso de las armas para defender las tierras, propiedades y
mujeres de los dueños de todo. Desde esos días pretéritos, los ejércitos vienen
decidiendo la vida y la muerte de las mujeres y hombres subordinados por el
sistema. Han sido los ejecutores de las grandes matanzas y genocidios cometidos
contra los pueblos. Cuando pueblo y armas se reúnan nuevamente en pueblo
organizado y armado otro gallo cantará, pero mientras tanto, por su origen y su
historia, estos ejércitos NO pueden ser parte del pueblo, están afuera de él,
vigilándolo, espiándolo, controlándolo, tutelando sus libertades, amenazando su
integridad física e intelectual, afilando las bayonetas.
La nueva cultura de la impunidad.
En
la actualidad ya no se trata
solamente de preservar el aparato represivo, sino que de desarrollar sus
potencialidads
operativas y tácticas, de adiestrarlo en las técnicas más sofisticadas
de
represión y de adoctrinarlo en las bases éticas y morales del asesinato y
el
genocidio (en eso se especializan los instructores SEALS). De adecuarlo a
las
evidentes intenciones de intervención político militar de los EEUU. Los
militares están recontentos, nunca habían imaginado que el Frente
Amplio les
daría la oportunidad de jugar con chiches de última generación. Por su
parte, los
ex-guerrilleros están realizando su sueño del pibe, pues manejan
soldados,
tanques, aviones y barcos en maniobras conjuntas con los marines
yanquis,
canalizan sus delirios militaristas jugando juegos de estrategia y
desplazan
unidades para ubicarlas en mejores condiciones para la lucha
antisubversiva. .
Los ex-guerrilleros aceptaron ser el
demonio que la teoría sanguinettista les proponía. Un papel muy útil en su
visión pragmática, pues quedan en una posición que les permite dialogar de igual a igual, de demonio a demonio,
todos combatientes, todos con idénticos
códigos y valores. Así, intercambio intelectual mediante, los ex-guerrilleros apuestan
a conquistar amplios sectores de la
oficialidad, proyecto que se había frustrado en 1972 en las negociaciones del
Batallón Florida. La mosqueta ideológica es riesgosa, pues es imposible evitar la
recíproca y resultar colonizados por la mentalidad miliquera.
A
mediano plazo, el producto del
matrimonio entre demonios podría ser una nueva doctrina cívico militar,
organizada en un nuevo movimiento político de carácter demoníaco, unidos
tras un proyecto que ya no será la transformación revolucionaria
de la sociedad de clases, como antes deseaban los ex-guerrilleros, sino
simplemente
mantenerse ejerciendo el poder por el poder mismo.
El mutuo perdón está siendo caldo de
cultivo de una nueva cultura de la impunidad. Una cultura que disfraza de
humanismo el privilegio de la impunidad y perdona criminales de lesa humanidad
por ser “viejitos buenos”. Una cultura que difunde la idea aberrante de que los
crímenes contra el pueblo se “arreglan” en una mesa de negociación entre quienes
empuñaron las armas y superaron el odio del pasado. Como los reproductores de
tales ideas poseen un pasado respetable, esta cultura penetra profundamente en
el inconciente popular y alimenta los sentimientos más reaccionarios, los que
se pueden percibir en las reacciones de la gente hacia los asolescentes que
delinquen. La cultura de los ex-guerrilleros es mucho más alienante que la
sanguinettista y, en consecuencia, para desterrarla hay que hilar más finito.
Ambas culturas están emparentadas en
el servicio a la estrategia de guerra preventiva urdida en las oficinas del
Pentágono-sección Comando Sur. Puede
parecer una paradoja que los ex-guerrilleros se presten a ser manipulados por
el gran titiritero, pero lo cierto es que el Comando Sur ha tenido una inesperada
sorpresa y las relaciones militares con
el imperio han avanzado aceleradamente. Hasta se le ha pedido ayuda en caso de
confrontación de fuerzas con Argentina. Si se quiere desterrar la cultura de la
impunidad no se puede consentir que Uruguay oficie de Malinche en la guerra que
el Pentágono está preparando contra varios de los pueblos
latinoamericanos.
La cultura de la impunidad es
solamente una partecita de la nueva cultura política que acepta la invasión de
los instructores militares del imperio. La voluntad de desterrar la parte
implica la voluntad de luchar contra esa cultura más global de aquiescencia
generalizada hacia el poder económico y político o, dicoh de manera más clara,
no vale la pena dejarse arrastrar con los ojos abiertos por quienes conducen al
desbarranque lo construído con tanta lucha popular y tanta sangre derramada. .
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