De Crysol Opinando
.Todos
los procesos judiciales por las violaciones a los derechos humanos
perpetradas durante el terrorismo de Estado han sido iniciadas por los
familiares de las víctimas o por los propios sobrevivientes de ellas.
Luego
que la Corte Interamericana de DDHH (Corte IDH) en febrero de 2011
sentenció que la Ley de Caducidad aprobada en 1986 carecía de efectos
jurídicos, el Poder Ejecutivo revocó los actos administrativos por los
cuales más de 80 casos habían sido amparados por ella. Al mismo tiempo
se iniciaron, con el amparo de las organizaciones sociales y el respaldo
de profesionales honorarios, decenas de nuevas denuncias ante la
justicia y centenares ante las seccionales policiales de todo el país.
Las víctimas testigos y su compromiso con la justicia.
A
pesar de que es obligación del Estado, de sus poderes y órganos
investigar y esclarecer las violaciones a los DDHH, ninguna causa
judicial ha sido iniciada de oficio por el órgano del Estado que tiene
las potestades para ello.
Desde
el retorno a la institucionalidad democrática la justicia uruguaya ha
actuado de oficio en episodios de riñas y trifulcas en actividades
deportivas. En ningún caso los magistrados han considerado conveniente
iniciar las investigaciones correspondientes ante los hechos de pública
notoriedad que han conmovido a la sociedad por su crueldad y barbarie al
encontrarse restos humanos en dependencias militares o denuncias
periodísticas sobre torturas sufridas.
Conscientes
de que la investigación y el esclarecimiento de las graves violaciones a
los DDHH y el castigo penal y administrativo a sus responsables es el
único camino para la plena vigencia de las normas y para impedir que los
hechos vuelvan a ocurrir, los familiares de los detenidos
desaparecidos, de los asesinados y decenas de víctimas directas tomaron
la decisión de presentar las correspondientes denuncias para lograr que
la justicia asuma sus obligaciones.
Solos contra el mundo.
Ninguna
repartición oficial hasta el momento ha tomado la iniciativa de apoyar y
respaldar a los ciudadanos que han tenido el coraje y la valentía de
presentar denuncias por los delitos, imprescriptibles, cometidos durante
la larga noche del terrorismo de Estado.
El
movimiento sindical y las organizaciones de DDHH, Crysol entre ellas,
con el apoyo de juristas que actúan en forma honoraria, honrando su
profesión y su compromiso democrático, han promovido las denuncias,
apoyando logística y emocionalmente a los denunciantes ante la inercia y
la pasividad de los poderes y dependencias estatales.
La justicia es un calvario.
Para
los denunciantes promover las causas a nivel penal es un proceso
difícil, doloroso y también riesgoso. Supone volver a revivir todas las
circunstancias, todas las humillaciones, los dolores, las angustias, los
detalles, de lo sufrido décadas atrás para formularlo por escrito a los
efectos de que la denuncia pueda ser formalizada.
Luego
de algunas semanas o meses deberán volver a comparecer para ratificar
verbalmente lo manifestado por escrito. Supone traslados, horas de
espera, tensionantes, desgastantes, en los pasillos judiciales,
generalmente inhóspitos. Incluso, en algunos casos, deberán enfrentar
operadores judiciales que harán preguntas inadecuadas o absolutamente
fuera de lugar, que denotan hostilidad, insensibilidad, desinterés y que
en los hechos revictimizan a las víctimas contrariando principios
elementales de la justicia y de las normas de DDHH ratificadas por el
país. O enfrentar careos con los implicados en condiciones inapropiadas.
Campaña pública de desacreditación.
Si
bien todas las denuncias por graves violaciones a los derechos humanos,
que incluyen en numerosos casos violaciones y abusos sexuales, han sido
presentadas ante sedes penales, el expresidente Julio María Sanguinetti
ha señalado recientemente en una nota de prensa, jugando con un
prejuicio extendido en la sociedad uruguaya e incluso en círculos de
izquierda parlamentaria y no parlamentaria, que las motivaciones de las
presentaciones judiciales son de carácter meramente económico: a los
denunciantes los motivan el simple y vulgar afán de lucro económico.
El
Dr. Sanguinetti sabe muy bien que si el interés fuera meramente
económico las denuncias deberían ser iniciadas ante las sedes civiles y
que seguramente prosperarían como ya ha ocurrido en los primeros años
del retorno a la democracia. Lo sabe muy bien.
Según
las normas internacionales y actualmente nacionales de DDHH, la
reparación estatal debe tener un carácter integral y abarcar todas las
esferas. En ese marco se inscribe la obligación por parte del Estado de
indemnizar por los daños, los sufrimientos y los perjuicios ocasionados.
Prima en este sentido el mismo concepto que establecen las
disposiciones constitucionales para las situaciones en las que
dependencias del Estado ocasionan daños o perjuicios a ciudadanos o
personas jurídicas.
Conceptos
similares a los del Dr. Sanguinetti han formulado el expresidente Luis
Alberto Lacalle, otros publicistas y voceros oficiosos de los centros
militares nostálgicos. Han sido difundidos masiva y reiteradamente por
el órgano de prensa oficial de la dictadura: El país.
El
propósito es claro. A pesar de la resolución de la Corte IDH obligando
a Uruguay a castigar las graves violaciones a los DDHH, siguen
militando en favor de la impunidad. Se cuestiona a los fiscales que han
promovido las causas de DDHH, se organizan campañas mediáticas y
administrativas contra los jueces y operadores judiciales que
implementan las normas de DDHH y cumplen con la sentencia de la Corte
IDH, se presenta públicamente a los criminales como víctimas, se
justifican las chicanas jurídicas dilatorias, se pone en duda la
honestidad y probidad de los abogados patrocinantes.
Ahora
también se arremete contra las víctimas demandantes para condicionar
psicológicamente a los operadores judiciales e incluso a la Suprema
Corte de Justicia.
Protocolo para las víctimas testigos.
Hace
ya dos meses que Crysol solicitó a la Suprema Corte de Justicia que
adopte, mediante una acordada, que respete la independencia técnica de
los jueces, un protocolo para el tratamiento de las víctimas testigos,
proponiendo como modelo a seguir el protocolo argentino adoptado por el
máximo órgano judicial del país hermano.
A
los efectos de dignificar y de humanizar la comparecencia de los
denunciantes hay otros modelos a tener en cuenta como el protocolo de
Estambul si no se quiere basarse en el ejemplo argentino. Pero adoptar
un protocolo que impida que las víctimas sean o se sientan
revictimizadas por los procesos judiciales es urgente y apremiante. La
Suprema Corte de Justicia tiene que actuar con energía y decisión y el
Parlamento concederle los recursos necesarios para su efectiva
implementación.
Límites a la arbitrariedad estatal.
Las
normas de DDHH fueron adoptadas para poner límites a la actuación de
los órganos del Estado y de sus funcionarios, para dignificar la vida
humana y humanizar dignamente la vida en sociedad. Esta es la esencia,
el espíritu básico de la normativa de DDHH que Sanguinetti, Lacalle y
otros connotados voceros de la derecha vernácula siguen ignorando y
despreciando. Solamente los órganos y funcionarios del Estado son
quienes violan las normas de DDHH.
La
batalla por la plena consolidación democrática, por el fortalecimiento y
el desarrollo de ella se da ahora, una vez eliminados todos los
obstáculos legales que durante décadas impuso la Ley de Impunidad,
también en el plano judicial y con intensidad aunque no sea advertido
por la opinión pública. Apoyar y defender, militantemente, a los
denunciantes sigue siendo un compromiso de todas y de todos. Convocamos a
todas y todos los expresos políticos, en primer lugar, y al conjunto de
sociedad a materializarlo para que efectivamente haya justicia.
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