jueves, 9 de abril de 2015

La democracia y el toro



INDISCIPLINA PARTIDARIA, la columna de Hoenir Sarthou 


El modelo económico y político que rige al mundo está empezando a mostrar sus resultados en el Uruguay.


Para ejemplificarlo, elijo tres hechos que nos estallaron en la cara hace muy poco. No los elijo por ser únicos sino por ser los más recientes.

El primero es que, de pronto, pese a que el gobierno había asegurado que sus controles medioambientales eran efectivos, parte del agua potable de Maldonado y la cuenca del Río Santa Lucía, que abastece de agua potable a Montevideo, están seriamente contaminadas.

El segundo es que, a raíz de que un paciente de la Colonia Etchepare fue muerto y comido por perros, nos enteramos de que los pacientes de esa institución, dependiente del sistema de salud pública, convivían con una peligrosa jauría de más de cien perros en estado casi salvaje.

El tercer hecho es que, a partir de una información que publicó en “Voces” el economista Antonio Elías, se supo que el gobierno venía negociando desde hace más de dos años la integración del Uruguay al TISA. La importancia de este hecho es enorme, dado que el TISA es un acuerdo internacional para desregular y privilegiar el comercio y las inversiones en el rubro “servicios”. Un acuerdo que consiste, esencialmente, en que los Estados se comprometen a no dictar normas ni aplicar políticas que limiten la actuación de empresas extranjeras en sus territorios, incluida la materia de compras y concesiones del propio Estado, y, además, someten de antemano los conflictos con esas empresas a la jurisdicción de tribunales internacionales.

Alguien podrá objetar que los tres hechos no tienen nada que ver entre sí.

Claro, eso es lo que parece, lo que a sus responsables les conviene que parezca. Sin embargo, me atrevo a demostrar que entre los tres existen causas y aspectos en común. Veámoslo.


EL SECRETO

El primer aspecto en común es el secreto, o la mentira oficial sobre la realidad.

Mintió el gobierno al decir que controlaba eficazmente la contaminación y que el modelo agroindustrial al que se le han abierto las puertas, con exoneraciones tributarias y mil facilidades, era compatible con el cuidado del medio ambiente.

Miente y silencia la verdadera situación del sistema de salud, cuya realidad muestra la cara a cada rato, ya sea en episodios de corrupción, como el que involucró el año pasado a un poderoso director de ASSE, o de abandono inhumano, como el que sufren los pacientes de la Colonia Etchepare.

Silenció las negociaciones sobre el TISA, pese a que la importancia de ese tratado requeriría un extenso debate público, que seguramente terminaría por obligar al gobierno a rechazarlo, como ocurrió antes con el TLC propuesto por los EEUU.


TANTO TIENES, TANTO VALES

El segundo aspecto en común es que los tres fenómenos ponen de manifiesto la verdadera regla que rige las decisiones políticas en el modelo imperante.

La contaminación de la cuenca del Santa Lucía se debe, principalmente, al vertido de productos químicos utilizados por los emprendimientos agroindustriales de la zona para la fumigación de sus cultivos.

El TISA significa la desregulación de la actuación de empresas multinacionales en nuestro territorio, el compromiso del Estado de garantizarles incluso mejores condiciones que a las empresas nacionales, y el poder de los tribunales internacionales para juzgar si esas condiciones se cumplen y sancionar al Estado uruguayo (recordemos el juicio con Philips Morris).

Los internos de la Colonia Etchepare, en cambio, como muchos otros desgraciados, no tienen para negociar el pago de impuestos, no ofrecen recepciones ni viajes y sus intereses no están protegidos por la OMC ni por la OCDE.

La verdadera regla –la que no se menciona- es que el modelo sólo respeta y atiende a quienes tienen poder para hacerse valer. Poder económico, poder corporativo, respaldo internacional y/o capacidad para hacer lobby, lograr prensa y hacerse oír.

Hemos visto aplicar esa regla en otros casos: PLUNA, la regasificadora, Aratirí, las exoneraciones tributarias, puertos y zonas francas concedidas a tantas megainversiones.

LLEGAMOS AL PRIMER MUNDO

Las cosas que están ocurriendo en el Uruguay no son casuales ni ocurren sólo aquí.

De hecho, la crisis que desde 2008 sufren Europa y los EEUU es, en muy buena medida, consecuencia de la desregulación y el privilegio concedidos al capital financiero.

Sin embargo, la misma receta económica y social que provocó esa crisis es la que los organismos internacionales nos siguen recomendando y la que nuestros gobernantes siguen “comprando” como buena.

Es que la implementación de ese modelo económico y social requiere de un sistema político y de un tipo de gobernantes que la haga posible.

Hace años, ese sistema político eran las dictaduras. Cada vez que el capital internacional veía en riesgo sus intereses, promovía una invasión o un golpe de Estado y ponía en el gobierno a “capataces” prepotentes.

Eso, en algunos lugares del mundo, ha cambiado. No precisamente en los países musulmanes y petroleros, donde las invasiones y la promoción de guerras siguen a la orden del día. Pero sí en el ámbito de la civilización occidental, donde la democracia, una muy particular forma de democracia, se está mostrando como una forma de dominación más eficaz.


LA DEMOCRACIA TORERA

El secreto de la corrida de toros es el engaño. El torero provoca e irrita al toro con la capa. La clave de su éxito está en distraerlo con la capa, lograr que, cegado por la furia, el toro embista a la capa y no al cuerpo del mismo torero. Si el animal lograra ver al torero en el momento de embestir, el torero estaría perdido. Pero el toro se engaña, persigue a un trapo rojo. Y ese error le cuesta la vida.

Buena parte de las democracias occidentales están funcionando bajo el mismo régimen que las corridas de toros.

El pueblo, la ciudadanía, es decir la materia prima y la fuerza bruta de la democracia, recibe a través de los medios y de los discursos políticos una visión recortada y simplificada de la realidad. Como el toro, ve la capa, coloreada y brillante, pero no ve el cuerpo del torero. Entonces embiste, pero embiste al vacío, a un trapo coloreado detrás del cual no hay nada, porque el cuerpo del torero, que maneja el trapo y también la espada, está ya en otro lado, planeando el próximo “pase”.

En los países “desarrollados”, la engañosa “capa” tiene varios nombres. Puede ser, por ejemplo, el terrorismo musulmán, o la competencia de los inmigrantes por los puestos de trabajo, o el odio racial o religioso, o el terror a perder los niveles de consumo. Así, irritados, distraídos o engañados por esas “capas”, muchos ciudadanos no ven a los banqueros y a los políticos serviles que gobiernan sus vidas. El crecimiento de “Podemos”, en España, responde en gran parte a que su discurso desnuda al torero detrás de las capas.

En nuestro país, la “capa” distractiva tiene también varios nombres. Puede ser la pseudo competencia electoral, en la que nos enojamos con ciertos candidatos y amamos a otros, aunque todos se propongan realizar las mismas políticas. Puede ser, también, la ilusión de un consumo mayor y el temor de perderlo, el miedo a la delincuencia, o la ilusión y frustración de resultados deportivos.


DÉFICIT DE CIUDADANÍA



En las pasadas elecciones nacionales, algunos militantes de izquierda de vieja data sentimos que el Frente Amplio estaba cumpliendo un papel político muy diferente a aquel para el que fue creado y por el que lo votamos durante tantos años.

El ingreso al país de capitales transnacionales, interesados en la tierra, los minerales, el agua, y los jugosos contratos con el Estado, estaba siendo privilegiado en demasía, al tiempo que se ignoraban problemas dramáticos para nuestro futuro, como el de la enseñanza pública, y se nos “llenaba el ojo” con engañosas estadísticas de desarrollo social que no se correspondían con la realidad.

Pues, bien, la contaminación del agua potable de Montevideo y Maldonado es de los primeros frutos producidos por ese modelo que nos es vendido desde el exterior y es aplicado en el país con ahínco oficial. El abandono de los pacientes del Etchepare es –hasta en lo simbólico- señal de dónde está el verdadero centro de interés del modelo y dónde no lo está. Y la negociación secreta del TISA indica la decisión de profundizar ese modelo.

Sería muy fácil culpar de todo al gobierno y a los gobernantes. O asegurar que, si en vez de votar a “X” votamos a “Y”, todo cambiará.

Sería muy fácil, pero sería mentira.

La democracia es un extraño sistema de gobierno en el que las decisiones no suelen ser más elevadas que la mirada promedio de los ciudadanos.

Por eso, la pregunta que deberíamos hacernos, como ciudadanos, es qué estamos haciendo mal para que nuestros gobernantes, del partido que sean, se sientan libres de aplicar o permitir esas políticas.

Los malos gobernantes y las malas políticas, en democracia, son, en el fondo y aunque pueda causar molestia, señal de un déficit de ciudadanía, de una carencia de lucidez colectiva para ver el toro y no dejarse engañar por la capa.

Ojalá el debate sobre estos temas se profundice para que podamos aclarar la mirada antes de seguir hundiéndonos democráticamente en un modelo social y económico suicida.








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