Ley de Medios: Magnetto criticó al Gobierno argentino
"La Argentina está en un proceso
similar a Venezuela". Héctor Magnetto, CEO de Clarín, acusó a la Casa
Rosada de tener una "actitud grosera" hacia la Justicia y criticó
duramente al Gobierno por las "presiones" que está ejerciendo sobre la
Justicia en relación con la aplicación de la ley de medios. Al recibir
en Montevideo una distinción como "socio de honor" de la Asociación
Internacional de Radiodifusión (AIR), Magnetto expresó que en las
últimas semanas que el gobierno argentino tuvo una "actitud grosera de
presión sobre el Poder Judicial. Pero soy optimista, porque la sociedad
está empezando a reaccionar y pienso que tiene reservas para sostener
esta batalla en el tiempo". Emitido por Visión Siete, noticiero de la TV
Pública argentina, el jueves 1 de noviembre de 2012. http://www.tvpublica.com.ar
Héctor Magnetto, nuevamente al extremo
Cuando se movía con soltura, en la impunidad total de los grandes empresarios vinculados a la dictadura genocida, Héctor Magnetto no se privaba de ningún recurso para favorecer sus negocios. Lo supo Lidia Papaleo, viuda de David Graiver y heredera de la única fábrica de papel para diarios del país, cuando, treinta y seis años atrás, sintió estremecer su cuerpo ante la mirada fría y la voz imperiosa del hombre de Clarín: “Firme la venta de Papel Prensa, si no quiere poner en riesgo su vida y la de su hija”.
Carlos Vargas |
A
partir de esa apropiación, Magnetto armó un potente grupo de medios
gráficos. Combinando el manejo monopólico del precio y la distribución
del papel para diarios con la dosificación de las noticias desde la
Agencia DyN (“el que no se suscribe, no recibe papel”; y, “el que no
pone hoy en tapa lo que le indica DyN, no recibe papel mañana”), logró
adueñarse de los principales diarios del país y condicionó a todo el
resto. Posición hegemónica que le permitió imponer la agenda política,
social, cultural, a la sociedad y a los poderes institucionales.
Con
métodos mafiosos similares, sirviéndose del control absoluto de la
transmisión de los torneos de futbol y otros recursos de “gigante come
todo”, se apoderó de unas 300 licencias de cable y de radio, hasta
convertir a su grupo, también, en la principal corporación de medios
audiovisuales del país.
Además,
mediante el control de Impripost, empresa que administra archivos e
imprime resúmenes de cuenta y facturas de los principales bancos,
tarjetas de crédito y compañías de servicios públicos y privados, se
aseguró el acceso a mucha información sobre patrimonio y gastos de las
personas. Fuente ésta imprescindible para hurgar en el tren de vida de
jueces y fiscales federales, funcionarios del ejecutivo, legisladores,
etc., que, en más de un caso, por no tener las manos limpias, son presa
fácil de la presión o la extorsión directa, para favorecer los intereses
de la corporación mediática.
Mucho
poder acumuló Magnetto a partir de aquel estratégico despojo a la
familia Graiver. Todo el poder que le hacía falta para trascender
incólume la caída de los genocidas; para decirle al presidente Raúl
Alfonsín “usted, ya es un estorbo” y obligarlo a renunciar seis meses
antes del fin de su mandato; para señalarle a Carlos Menem, en plena
negociación por cuestiones de privilegio empresarial, “el suyo es un
puesto menor”, cruda manera de recordarle (y recordarnos): no se
confunda, presidente, el que manda acá soy yo. Todo el poder necesario
para proteger a Duhalde y construirle una imagen de “estadista”,
mientras éste le daba alas a la maldita policía, manchaba sus manos con
sangre reprimiendo al pueblo, y saneaba las finanzas del grupo con la
famosa “ley Clarín”. Todo el poder, en fin, emanado de aquello que, “con
cuatro tapas, Clarín pone y saca presidentes”.
Hasta
que llegó a la presidencia Néstor Kirchner, y luego Cristina. ¡Y mil
tapas en contra no torcieron su compromiso con el voto ciudadano –que
creció, del 22 por ciento inicial, al 44 en el año 2007, y al 55 en
2011-! Pero hubo aún algo peor para Magnetto. El gobierno de CFK aportó
todo el peso de su voluntad política hasta convertir en ley de la
República una demanda democrática de larga data que, en lo que se
refiere a la comunicación audiovisual, obliga a los grupos mediáticos a
desmantelar sus estructuras hegemónicas. Todo esto, mientras la justicia
investiga, por presunto delito de lesa humanidad, el denunciado despojo
de Papel Prensa a la familia Graiver.
Hoy,
Magnetto, se encuentra contra las cuerdas. Debilitado en el frente
político, tras varios y frustrados intentos de amañar una unidad
electoral opositora al kirchnerismo. Y cada vez más cerca del desahucio
en el plano judicial, dónde quema sonoros cartuchos sin más expectativa
que prolongar temporalmente el desenlace de tener que adecuarse,
inexorablemente, a las leyes republicanas.
Pero
no se resigna a ceder. Rechaza la regulación estatal sobre su
corporación monopólica. Y, nutrido del enorme poder económico que amasó
en décadas de impunidad, opera nuevamente al extremo. A todo o nada.
Apuesta a la carta reaccionaria de “cuanto peor, mejor”. Violenta la
relación comercial con su socio, en la principal empresa del grupo
(Cablevisión). Violenta la justicia, al amañar procedimientos, corromper
jueces, abusar de cautelares y promover el alzamiento de una instancia
inferior ante la máxima autoridad judicial. Violenta la convivencia
democrática, instigando a la ciudadanía a ocupar la calle con ánimo
destituyente, a celebrar el linchamiento mediático de la presidenta o el
balazo virtual en la frente de Guillermo Moreno. Violenta las páginas
de sus diarios y sus emisiones radiotelevisivas, ocultando información,
inventando mentiras, sembrando el miedo y el desánimo por doquier,
destilando ingobernabilidad y descontrol en cuanto conflicto surge (o
puede ser provocado deliberadamente) en algún sector de la sociedad.
Se
alinea con Inglaterra, en contra de los derechos argentinos sobre las
Islas Malvinas. Se alinea con los fondos buitres internacionales, en
contra de la exitosa política nacional de desendeudamiento. Se alinea
con los devaluacionistas, en contra de la sana regulación estatal del
mercado de divisas y el cuidado de las reservas. Se alinea con los que
promueven el congelamiento de los salarios, en contra de las paritarias y
la justa redistribución positiva de la riqueza.
A
Héctor Magnetto le urge provocar un clima de caos, de crisis política
terminal. Necesita arrastrar a la oposición, y a la ciudadanía influida
por ella, a desestimar el juego democrático y atraerla hacia una salida
destituyente, un golpe blando, institucional, que eyecte a Cristina
Fernández de Kirchner del gobierno. Salida que ilusiona a la derecha
conservadora (en todos sus matices) desde aquellos meses de 2008, en que
cortaron rutas y ganaron masivamente las calles de las ciudades hasta
impedir la aplicación de las retenciones móviles a las exportaciones de
granos: “Los
conflictos estallan con violencia creciente en el espacio abierto de la
calle. En esos conflictos, el ejercicio de la soberanía del pueblo se
proyecta sobre dos planos; en uno prevalecen las elecciones y el régimen
representativo; en el otro, las implosiones, la rebelión social, la
protesta directa” –comentaban sus editorialistas por esos días-. Y agregaban:
“Esas implosiones derivadas de las protestas pueden ser tan eficaces
para tumbar gobernantes como las elecciones para desplazarlos
pacíficamente. Los golpes institucionales se ubican en estas
encrucijadas”. Mientras Eduardo Duhalde, enfatizaba: “En nuestro país, estos procesos se dan muy rápido”. Y los medios concentrados extranjeros editaban: “Ya no es cuestión de si los Kirchner van a ser derrocados, sino de cuándo lo serán”.
Es
este contexto el que permite comprender el sentido político esencial no
sólo de las manifestaciones del 13 de septiembre en la Plaza de Mayo y
el 8 de noviembre en el Obelisco, que tuvieron sus réplicas simultáneas
en varias otras ciudades del país, sino también el verdadero objetivo de
algunos “episodios extravagantes” (*) ocurridos últimamente.
Como sucede con las brujas, se dice de las clases sociales que no existen, pero que las hay, las hay.
Un
sector de la sociedad argentina, minoritario pero poderoso, que reúne a
los más grandes empresarios del agro, la industria, las finanzas, el
comercio exterior y los medios de comunicación, ve con preocupación cómo
se consolida el rumbo del proyecto kirchnerista. Y es que ese bloque,
aún cuando ocupa una posición dominante en la economía nacional, está en
problemas. Desde la crisis de 2001 y la debacle del modo de acumulación
con hegemonía del gran capital financiero, no logra consensuar una
salida “a su imagen” ni destacar entre sus componentes al sector capaz
de ejercer nuevamente el liderazgo. Magnetto, patrón del gigantesco
Grupo Clarín, trata de llenar esa vacante y erigirse como vanguardia de
los intereses políticos y económicos conservadores.
Enfrente,
cerrándole el paso, el gobierno nacional, sólidamente caracterizado por
una activa gestión de políticas públicas que amplía los espacios
democráticos ciudadanos, impulsa la industrialización, mejora la
distribución del ingreso a favor de las mayorías, dignifica la soberanía
nacional y promueve la integración latinoamericana. Un gobierno que se
nutre de las adversidades, para redoblar las apuestas en beneficio de
los intereses populares.
Las
cartas están echadas. A las ciudadanas y ciudadanos que nos
identificamos con los intereses del pueblo trabajador, de la nación
argentina y la patria grande latinoamericana, nada puede resultarnos más
precioso, en la hora actual, que fortalecer el desarrollo y la
profundización del proyecto nacional, popular y democrático que conduce
Cristina Fernández de Kirchner. ¡Vamos por más unidad, mejor
organización y una muy amplia solidaridad de todo el pueblo argentino!
¡Vamos por más!
Buenos Aires, 20 de diciembre de 2012.
- Carlos Vargas, Prensa OCTUBRES.
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(*) Ver Horacio Verbitsky, contratapa de Página 12, del jueves 20 de diciembre de 2012.
http://alainet.org/active/60558
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