jueves, 27 de diciembre de 2012

El pecado original





1 BUSQUEDA | 27/12/2012


Comunistas, socialistas, demócratacristianos y la CNT apoyaron "de manera entusiasta" el alzamiento militar de febrero de 1973. 


Nuevas revelaciones sobre el golpe de Estado perpetrado por las Fuerzas Armadas hace cuatro décadas aparecen en el libro "El pecado original", del periodista Alfonso Lessa Una gran parte de la izquierda y el sindicalismo uruguayos acogieron "de manera entusiasta" el levantamiento militar de febrero de 1973, que acabaría con la disolución del Parlamento cuatro meses más tarde y la instauración de una dictadura que se prolongó hasta el 1º de marzo de 1985.

En una pormenorizada investigación que quedó plasmada en el libro "El pecado original", el periodista Alfonso Lessa narra cómo comunistas, socialistas, demócratacristianos y la Convención Nacional de Trabajadores (CNT) no solo no se opusieron al quiebre institucional y a la violación de la Constitución perpetrada por las Fuerzas Armadas, sino que, en expresiones públicas y privadas, les manifestaron su respaldo.
"El pecado original", editado por Random House Mondadori, será puesto a la venta en las próximas horas en las librerías. Lessa es el actual gerente periodístico de Canal 12. Durante su extensa trayectoria profesional, se desempeñó como periodista en Búsqueda, entre otros medios de comunicación. En su obra, de 350 páginas y a cuyo adelanto accedió Búsqueda, Lessa recuerda las posiciones explícitas de apoyo al alzamiento militar de febrero de 1973 de los diarios "El Popular" (Partido Comunista), "El Oriental" (Partido Socialista) y "Ahora" (Partido Demócrata Cristiano).

"El Partido Comunista incluso llevó su apuesta más lejos y apoyó secretamente al semanario golpista "9 de Febrero", que en la interna militar expresaba los puntos de vista más cercanos a los comunicados 4 y 7 y al general Gregorio Álvarez, a quien ensalzaría durante la dictadura como la gran figura de las Fuerzas Armadas.


Gregorio Alvarez hoy preso en una cárcel VIP (de lujo)

Son varias las fuentes que confirmaron este dato, entre ellas el dirigente Ruben Villaverde, que integró las direcciones del Partido Comunista y de la CNT", escribió el periodista. Los comunicados 4 y 7 emitidos por las FFAA en febrero de 1973 fueron decodificados por la izquierda que apoyó a los militares como un programa similar al que llevaba adelante en Perú la dictadura del general Juan Velasco Alvarado, quien antes había derrocado en otro golpe de Estado al presidente constitucional Fernando Belaúnde Terry.

 Velasco Alvarado  y los "militares peruanistas" con quien parte de la izquierda uruguaya se vio iluminada

Según el libro de Lessa, el actual diputado frenteamplista Víctor Semproni (Espacio 609), que hace 40 años era un dirigente bancario con conexiones con el Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros (MLN-T), dice que "hubo pactos entre comunistas y militares que impidieron una reacción en febrero e incluso llegaron a junio del 73".

 Victor Semproni y la ley de caducidad

"Avanti, avanti". Luis Iguiní, alto dirigente de la CNT y del Partido Comunista en aquella época, dijo que "la línea era avanti, avanti, llenos siempre de ilusiones de que iba a haber un cambio con la participación de los militares en el gobierno".

 Velasco Alvarado iluminó a la izquierda uruguaya


El 9 de febrero de 1973, mientras el Ejército y la Fuerza Aérea formalizaban su levantamiento, "El Popular" sostenía que "el dilema real del país es hoy oligarquía o pueblo, y la oligarquía no puede representar a la democracia. Y en este pueblo caben los orientales honestos, civiles patriotas y militares patriotas".
Para el Partido Comunista, el pronunciamiento militar llamaba "al reencuentro de los orientales, recuperando los grandes valores de aquellos que forjaron nuestra nacionalidad".

Parte del documento 5 del MLN Tupamaros Ver documento entero

Vladimir Turiansky (primer vicepresidente de la CNT, alto dirigente comunista y diputado en 1973), sostiene en el libro que "había elementos como para pensar que era posible la existencia de corrientes de esa naturaleza. Nos dijimos: si existen esas corrientes, alentémoslas (...). Nos orientábamos a reconocer la existencia de corrientes avanzadas progresistas dentro de las Fuerzas Armadas y a ambientar su desarrollo. Por eso aquella consigna de "obreros, militares, civiles", todas esas cosas que sigo pensando que eran correctas".

 9 de julio 1973, la huelga general que nunca se decretó

También el Partido Socialista, y en especial su principal referente de la época, Vivián Trías, apostó a los militares insurrectos. El socialista Aldo Guerrini, miembro del Comité Central del Partido Socialista en 1973, reconoció a Lessa la falta de valoración que existía en su partido acerca de la democracia y dijo que en amplios sectores de la izquierda la historia de Uruguay era desconocida.
 "Se discutía sobre la Unión Soviética, sobre China, sobre Cuba y no nos poníamos a pensar realmente por qué 80% de la gente votaba a colorados y blancos", señaló Guerrini.

Los editoriales en el diario "Ahora" de la principal figura histórica del PDC, Juan Pablo Terra, expresaban inequívocamente una expectativa positiva respecto de las FFAA. El 11 de febrero, en pleno levantamiento, Terra escribió un editorial titulado "Lo que muere" donde dijo que "los acontecimientos se han precipitado de un modo asombroso. Las fuerzas militares que enfrentan al gobierno poseen una superioridad abrumadora y demuestran voluntad resuelta de cumplir con sus objetivos".

Documental "a las 5 en punto", los obreros no fallaron


"¿Qué muere?", se preguntó Terra. "Seguramente no solo un ministro (en alusión al general Antonio Francese): la Presidencia de Bordaberry está clínicamente muerta. Los restos de su autoridad han sido destruidos". Cinco días después, Terra volvió a escribir sobre "la respuesta militar". Dijo que, a pesar de considerar "indiscutible" que lo que ocurría estaba "fuera del marco institucional", había que "tratar de entender seriamente lo que esto significa". Y, en una comparecencia ante la dirección del PDC, Terra hizo explícito el "apoyo crítico" a la intervención militar, estimó "auspiciosa la ruptura de la alianza trágica entre la ultraderecha y las Fuerzas Armadas" y resaltó el programa castrense "que por primera vez pone sobre el tapete el problema de las estructuras del país y sus problemas reales".
La CNT fue disuelta y los dirigentes sindicales requeridos 

 Los ex dirigentes comunistas y sindicales Iguiní, Turiansky, Villaverde y Eduardo Platero; los ex dirigentes bancarios Carlos Bouzas y Semproni; y los dirigentes demócratacristianos Daniel Sosa Días y Romeo Pérez, coincidieron en afirmar que en la antesala del "golpe formal" del 27 de junio de 1973 "hubo reiterados contactos con los militares".


 La heroica huelga general a las 5 de la tarde ya estaba vendida?



En "El pecado original" son reveladas "reuniones reservadas" que el PDC mantuvo con el entonces director del Servicio de Información de Defensa (SID), el coronel Ramón Trabal, así como "diálogos con oficiales jóvenes del Batallón 13 de Infantería". "Contactos con militares, cualquier cantidad (...), había permanentemente", dijo Bouzas (aliado al PCU), quien visitó cuarteles para explicar el contenido de un documento que había preparado en marzo de 1973 la Asociación de Empleados Bancarios del Uruguay (AEBU).

AEBU decía entonces que no la frenaban "ataduras formales creadas por la oligarquía" ni el "marco institucional" y, por eso, juzgaba "positivo" el contenido de los documentos que daban sustento programático a la insurrección militar de febrero. Cuando ya los militares incidían directamente en la política uruguaya a través del Consejo de Seguridad Nacional (Cosena), creado después de la sublevación de febrero, en abril de 1973 la CNT se reunió oficialmente con la Junta de Comandantes en Jefe de las FFAA. Turiansky admite en el libro que la central sindical "planteó en ese encuentro a los jefes del Ejército, la Armada y la Fuerza Aérea y al director del Esmaco, los puntos de acuerdo que tenía con los comunicados de febrero".

El general Gregorio Álvarez, que en 1981 sería "electo" dictador por sus pares de las tres armas, participó en esa reunión.

El 9 de febrero, el Secretariado Ejecutivo de la CNT ya había emitido una declaración "al pueblo uruguayo" en la que no figuraban cuestionamientos o advertencias acerca del levantamiento militar, sino críticas al general (r) Antonio Francese, el mismo que desconocía el movimiento militar como ministro de Defensa Nacional, nombrado dentro de las potestades del gobierno.

"La designación del general Francese como ministro de Defensa Nacional ha sido un factor precipitante de la crisis, y el desacierto con que ha manejado los problemas surgidos con ese motivo hacen recaer una tremenda responsabilidad sobre el gobierno", dijo la CNT. Seis días más tarde, con la situación consolidada y luego del avance que significó para los militares el acuerdo de Boiso Lanza (donde el presidente Juan María Bordaberry entregó a las FFAA el poder real), la Mesa Representativa Nacional Ampliada de la CNT difundió otra declaración en la que criticó a la "oligarquía" pero no dedicó ni una sola línea al levantamiento militar contra la Constitución.


El coronel Trabal fue, según Lessa, uno de los principales articuladores militares de los contactos con comunistas, socialistas, demócratacristianos y sindicalistas. Muchos de éstos lo veían como líder del movimiento golpista.
Pero, informa el libro, en la mañana del 27 de junio, ya concretada la disolución de las Cámaras legislativas, "se recibió en una oficina del SID el siguiente radio: "27 jun 73. "Ceibo 1". Felicidades en el día de la Patria. "Sable 1"." "Ceibo 1" (a quien iba dirigido el mensaje) era Trabal y quien firmaba "Sable 1", era Gregorio Álvarez.

Zorrilla solo.

Cuando la sublevación de febrero se produjo, el entonces comandante en jefe de la Armada, almirante Juan José Zorrilla, decidió resistir. Pero quedó solo y pronto renunció ante el hasta ese momento presidente constitucional Juan María Bordaberry.
El Ejército y la Fuerza Aérea habían desconocido el nombramiento del general (r) Francese como ministro de Defensa, habían sacado tanques y blindados a las calles, habían tomado el control de los medios de comunicación y habían comenzado a publicar comunicados de claro contenido político.
Zorrilla se opuso al alzamiento de sus colegas y ordenó defender la Constitución y la ley resistiendo desde los barcos de la Armada, para lo cual dispuso un cerco en la Ciudad Vieja.


"El pecado original" dice que "la falta de respaldo a Zorrilla y los marinos leales (a la Constitución) no solo se debió a la inercia o la parálisis ante la crisis; en algunos casos, esa falta de apoyo se debía lisa y llanamente a decisiones políticas, al hecho de que algunos sectores y dirigentes políticos estaban en la vereda de enfrente, apoyando el levantamiento".
Eso fue expresamente reconocido por el entonces dirigente del PDC, Romeo Pérez, que había participado en dos reuniones con Trabal.

El PDC, confesó Pérez a Lessa, "veía mal" la conducta de Zorrilla de enfrentar a los militares insurrectos. "Era sostener a Bordaberry y era opuesto a Trabal, y nosotros teníamos las expectativas puestas en Trabal" y "en los militares".
Pérez pensaba en un "paréntesis" institucional, en una "revolución vicaria", en un "nacionalismo de inspiración cristiana, con cambios sociales profundos pero no colectivistas, no marxistas". Y en eso, dijo, registraba coincidencias con Trabal, que valoraba particularmente el hecho de que el PDC fuera "anti-tupa".

El Partido Comunista también rechazó la actitud de Zorrilla.

Cuatro décadas más tarde, dirigentes de primera línea lo siguen pensando. "Yo sigo cuestionando la actitud de Zorrilla. También el papel que jugó la Marina en ese momento. Nosotros la vimos como el respaldo a Bordaberry. Y Bordaberry ya era el enemigo, era la oligarquía, la reacción", dijo Turiansky al autor del libro.

 "Solo lo que digan ellos".

Algunos frenteamplistas no creían ni siquiera en lo que les decían militares amigos. El entonces coronel y hoy general (r) Pedro Aguerre (padre del actual comandante del Ejército) dice que "en febrero fue el verdadero golpe" y que así se lo advirtió a su abogado, el futuro senador socialista José Korzeniak, que estaba entusiasmado con los comunicados militares.
"Esto -le manifestó- es un golpe de Estado. De a poco van a ir cerrando la prensa contraria, la prensa neutral y después toda la prensa, las organizaciones contrarias, los estudiantes y al final todas las organizaciones. Al final se va a hacer solo lo que digan ellos".

"Se desconoció la Constitución; fue un delito de rebelión en principio.

Se levantaron contra una decisión del presidente, no acataron la orden de recibir a un ministro, lo rechazaron e hicieron nombrar a otro, impusieron el Cosena ahí adentro.
Si eso no fue un golpe de Estado, que venga Dios y me lo diga", dijo Aguerre a Lessa.

Opinó además, que "lamentablemente los políticos fallaron todos" y hubo un error en la conducción del Frente Amplio, ya que el general (r) Líber Seregni "se dejó llevar por delante por el peso que tenía el Partido Comunista en las decisiones políticas.

La famosa unidad obligó a que cedieran todos ante un mamarracho".

El libro recoge asimismo las posturas críticas respecto al alzamiento militar de algunos intelectuales destacados en la izquierda, que quedaron en minoría. Entre ellos, menciona al director del semanario "Marcha", Carlos Quijano, al maestro Julio Castro, al dirigente Adolfo Aguirre González y al periodista Guillermo Chifflet.

Quijano, en particular, escribió el 16 de febrero de 1973 un artículo titulado "La era de los militares". Allí dijo: "Empecemos por decir que es preferible tener una Constitución, aun mala, aun violada, a no tener ninguna. Pero lo que está en juego es algo todavía más sustancial y no es probo ni útil usar de los chisporroteos retóricos y las largas tiradas seudodoctrinarias, para esconderlo.
La cuestión es simple, y va más allá del respeto o no a la Constitución, del mantenimiento de las instituciones; de la permanencia o no de un presidente; se trata de que el poder militar, lo quieran o no lo quieran quienes lo ejercen, ha sustituido al poder político".
"Y no hemos vivido tantos largos años como hemos vivido, para renunciar y dar la espalda, movidos en el mejor de los casos por cegadores espejismos, a lo que siempre hemos creído: al poder militar como tal, como organización con personalidad, disciplina y fines propios no le corresponde ejercer el poder político. Es una conmixtión peligrosa que el país, intuitiva o conscientemente, sobre todo después de las dolorosas experiencias del siglo último, siempre ha mirado con desconfianza y siempre ha terminado por rechazar", precisó el director de "Marcha". Y agregó: "¿Qué hacer? vuelven a preguntarse algunos Hamlets. Los hechos se han producido.

Nada podemos contra ellos.

 Las cartas están mezcladas y las aguas bajan turbias. Se encuentran, entre esos dubitativos, los que creen que el poder militar puede hacer o impulsar la "revolución" que el país necesita. El fin, se consuelan, justifica los medios. No vamos a destruir sus ilusiones".



 Al borde del enfrentamiento entre militares
La Armada vivió durante la crisis de febrero de 1973 momentos de extrema tensión y más de una vez
algunas de sus naves estuvieron a punto de abrir fuego, según recuerda el entonces capitán de navío
Julio César Franzini, quien había quedado a cargo de casi todos los barcos de guerra que estaban
operables.

En un documento inédito preparado por Franzini y que se incluye en el libro "El pecado original" del
periodista Alfonso Lessa, el marino dice haber recibido la orden del entonces comandante de la
Armada, Juan José Zorrilla, de atacar al tenderredes "Huracán", que se encontraba en el Dique del
Cerro y del que se había apoderado un puñado de marinos afines al Ejército bajo las órdenes del
capitán de navío Jorge Nader".

El trabajo de Franzini, titulado "Algo sobre los hechos de febrero de 1973 y algunas de sus
consecuencias", fue escrito en enero de 2010, entregado a Zorrilla y corregido y ampliado en setiembre de 2012.

El marino recuerda que Zorrilla dispuso el 6 de febrero de 1973 retirar los barcos del puerto, mediante una "orden condicionada a otras disposiciones "secretas"", "en sobres cerrados, los que deberían ser abiertos únicamente ante posterior y expresa disposición suya. Así se procedió para regresar a puerto el viernes 8".

"Mientras tanto", conocido el levantamiento del Ejército y la Fuerza Aérea, los Fusileros Navales
"habían tomado posiciones" en la Ciudad Vieja y los miembros de la Aviación Naval "permanecían en sus puestos".

Franzini dirigió sus acciones desde el buque "Campbell", al que trasladó la insignia de las dos
divisiones entonces a su cargo.

El 9 de febrero, en presencia del jefe del Estado Mayor, capitán de navío Carlos Jaunsolo, y del
director interino de los servicios, capitán de navío Bernardo Piñeyrúa, Zorrilla dio a Franzini "órdenes terminantes": "el "Campbell" navegaría aguas adentro por la bahía y a una distancia conveniente haría fuego sobre el insurrecto "Huracán", aún en dique seco", con el objetivo de "inutilizarlo".

Ante la orden del comandante en jefe de la Armada, "Franzini solicitó información técnica
"actualizada" sobre la capacidad de respuesta de fuego del área del Cerro, comentó sobre pormenores
de la situación táctica y le manifestó a Zorrilla, con el mayor respeto, que "saldría a ejecutarlas tal
como se le ordenaba, no sin antes recibir su propia reiteración personal por medio de los canales
internos de comunicaciones de la Armada", ya que estaba aún en juego la instancia de "negociación" y la expectativa sobre si sería realmente necesario consumar hechos irreversibles, en todo lo cual hubo rápido consenso".

Franzini salió del puerto para cumplir su misión y debió enfrentar la insubordinación de un oficial y un guardiamarina, pero recibió el apoyo explícito del resto de la tripulación.

"Pasaba la tarde y la convenida reiteración de la orden de Zorrilla no llegó", cuenta Franzini, pero sí
"un mensaje proveniente del Comando de la Armada, que indagaba" acerca de si el capitán de navío se encontraba bien "ya que en tierra había rumores que sostenían lo contrario. El motivo de la indagatoria quedó claro horas más tarde, porque se supo que desde una unidad de artillería del Ejército próxima al Dique Nacional, se nos haría fuego en caso de aproximarnos. Nos llegó a continuación, buen rato después, la orden escueta por parte de Zorrilla de regresar a puerto".
Paralelamente a los hechos relatados por Franzini, en la zona del Dique del Cerro, centro de
operaciones de Nader, llegaron a producirse escaramuzas e intercambios de disparos.

Franzini no tiene dudas: el levantamiento de febrero "a todas luces constituyó el verdadero golpe de
Estado militar de 1973", "claramente más grave -por haber sido el punto de partida y causante del
resquebrajamiento inicial de la disciplina militar- que los hechos acaecidos en junio de 1973".
El marino considera que en los episodios de febrero, la Armada "apoyada por las limitadas fuerzas de
la Prefectura General Marítima", "tomó distancia de la posición inconstitucional del Ejército y la
Fuerza Aérea (?) resistiendo la acción golpista con la totalidad de sus comparativamente precarios
medios disponibles".

Franzini añade que "esto dio a Zorrilla la indiscutida imagen de hombre demócrata que aún conserva y que lo prestigió ante la ciudadanía, para reconocerlo como la figura en torno a la cual se agrupó la
mayor parte de la oficialidad de la Armada, en porcentaje superior al 90%"




Por eso hubo dos balances de la Huelga General. El de la línea mayoritaria de la CNT y el de la “Tendencia Combativa”
Ese balance debería re-publicarse porque ahí sí están al descubierto los debates y la médula de la cuestión. La línea de conciliación de clases, la búsqueda de acuerdos con los que NO DEBEMOS BAJO NINGUNA CIRCUNSTANCIA HACER ACUERDOS, está allí plasmada. Siguieron los discípulos de aquellos que apostaron por la conciliación su prédica. Creían que podían cobijarse bajo el sindicalismo amarillo que fomentaban las Fuerzas Armadas. Y estas aplicaron después de la Huelga el PEINADO FINO contra los militantes, activistas, delegados del movimiento obrero. Con fotografías tomadas de las ocupaciones, torturaban brutalmente y obligaban fábrica por fábrica a reconocer los rostros que tenían fotografiados. En esos menesteres hicieron sus primeros pininos algunos (solo la parte mas importante) de los que hoy descansan sus huesos en una cárcel VIP, la de Domingo Arena. Y después de despedirlos de sus trabajos, los obligaron al exilio y ahí también los fueron a cazar nuevamente, implacablemente.

 El movimiento obrero uruguayo tiene una larga historia que supera los 100 años con largueza. Fue una historia en el cual la unidad era una aspiración colectiva que se vio trabada y saboteada por las interpretaciones políticas. En esa historia nadie menciona hoy día

 La huelga general
Duró 15 memorables días. Y fue la primera vez en la Historia del Uruguay, que una clase, la clase obrera se plantó ante la sociedad toda, como el primer campeón social de los oprimidos. Como el primer demócrata en serio entre las corrientes de la democracia pequeño burguesa. No hubo una sola de las clases, capas, segmentos y fracciones en que se divide la sociedad moderna de clases en Uruguay, que pudiera mostrar la firmeza, la decisión, la audacia y el coraje de los obreros uruguayos dirigidos por sus líderes naturales, elegidos por ellos mismos, que organizaron, coordinaron y sortearon en breves momentos los avatares que todo enfrentamiento encierra. En esos 15 días se “cayo” el transporte, y hubo que salir a frenar los colectivos, restablecer la moral, incentivar la lucha y, prendiendo fuego los colectivos, obligar perentoriamente a que los carneros y los pequeños patrones sacaran de la calle las unidades con las que se pretendía desalentar a los huelguistas ocupantes y quebrar la huelga. Salieron de las fábricas los jóvenes militantes con sus motos, sembraron las calles de “miguelitos”, subieron a los ómnibus y los pararon prendiéndoles fuego.
En aquella lucha, como en todas las anteriores las Fuerzas Armadas, salieron a hacer -conducidas por sus oficiales, armados hasta los dientes, con camiones y tanquetas- los desalojos a mano armada. Los obreros acataban lo que no podían enfrentar, y salían envueltos en las estrofas del Himno Nacional, que obligaban a cuadrarse a los milicos y aprovechando esa momentánea indecisión de sus verdugos, retomaban las ocupaciones. Hubo fábricas desocupadas y vueltas a re-ocupar hasta tres veces. Un verdadero ballet de heroicidad, de coraje y de férrea voluntad de no aflojar que debería estudiarse en todas las escuelas de cuadros de la izquierda, para mostrar el formidable empuje, la extraordinaria inventiva de los obreros comunes y corrientes, dirigidos por sus líderes naturales de base. Fue en esa lucha que los obreros uruguayos (individualmente muchos de ellos con el ciclo de Enseñanza Primaria no terminado) le dieron clase de civismo, de conciencia, de lucidez a todos los doctores de los partidos tradicionales y hasta a muchos líderes de la izquierda. Cuando todos estos farsantes se subieron después a las tribunas que abrió el pueblo trabajador con su lucha para ponderar la democracia de la que habían abjurado porque fueron ellos los que fueron a golpear a las puertas de los cuarteles, o se confundieron con comunicados mentirosos, fraguados por la Inteligencia Militar (el 4 y el 7 de lamentable memoria) los obreros estuvieron siempre claros.
Así nació la Tiranía Militar en Uruguay, que duró sus buenos 12 años de terror 


UNA VISIÓN SOBRE EL GOLPE DE ESTADO Y LA HUELGA GENERAL



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3 comentarios:

  1. Hay que ver estas declaraciones de Vladimir Turiansky!!!

    https://www.youtube.com/watch?v=j07_ZTM-iDI

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  2. ¿Cómo es posible que algunos dirigentes le hayan dado una cuota de credibilidad a esos milicos que estaban torturando luchadores sociales?

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  3. y la chupada de pija de los medios de prensa,mas de los que crearon al plan condor,de eso no hablan. De todas maneras,asi como existio Ultraton,habra existido cosas peores que es al pedo recordar. Hijos de puta,todos,incluidos sus descendientes.

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