Ángela Álvarez MILITANTE REVOLUCIONARIA, NUNCA OFICIALISTA
Enviado por Ricardo
Desde mediados de abril las caídas se generalizan, se empieza a
saber que muchos colaboran, que otros traicionan, se cortan los contactos, los
desplazamientos se hacen difíciles en todas partes... Alguno reconoce a tal o
cual militante vestido de milico en un jeep apuntalando compañeros…El desbande
generalizado comienza, muchos cruzan el charco… perdemos contacto, nunca sabremos
si tal o cual que habíamos tenido que dejar en el camino para que siguiera a
pie, había o no, llegado a contactar, con los compañeros…. Hasta las señoras
viejas, del barrio que están de nuestro lado, sabían que Amodio Pérez
apuntalaba gente, y hasta decían haberlo reconocido junto a milicos (“¡vi a
Amodio en un jeep!”). Todos tuvimos alguna propuesta de irnos pero ni lo
pensábamos. En realidad creíamos que a nosotros no llegarían,… en esa última
fase habíamos sido verdaderamente muy cuidadosos y no habían habido
descompartimentaciones de nombres, ni de lugares.
Cuando crucé a Ángela, nos dijimos mutuamente, que no había
elementos para llegar ni a su casa, ni a la mía…porque casi nadie sabía
llegar…, lo que no pensábamos era que la batida podía venir de otra parte… En
realidad la batida vino de unos del “22 de diciembre” y más precisamente del
Pocho Paiva y Jovita Silveira, que habían estado al tanto de la cuestión de la
coordinadora para “armar las luchas”, sin que yo sepa al día de hoy, si participaron
o no de las acciones, o sólo batían de oídas. Lo que sí constaté es que, por
suerte, conocían muy parcialmente las cosas.
Los hechos se suceden aproximadamente así. Un día (fines de mayo)
allanan la casa de Ángela…, sin que ellos estén presentes. Muchas veces
habíamos hablado de esa posibilidad y siempre habíamos acordado que Mario
cargaría con la responsabilidad de todo lo que ahí hubiera o pudiera
atribuírsele; pero que Ángela no tenía nada que ver. Era por eso que hacía un
poco de cobertura, yendo todavía, al
Comité del Frente. Para los otros compas del barrio, el verso era evidentemente,
que sólo iban por ahí porque conocían a Ángela del comité y punto.
Ángela y Mario al aproximarse a la casa atravesando el baldío del
Clínicas constatan el operativo y deciden que Ángela se presente y que Mario
pase a la clandestinidad. Saben que los milicos habrán encontrado armas, pero
como convenido será Mario que no está, que “las había traído”. Mario pasa a la
clandestinidad. Muy rápidamente se decidirá su traslado al interior para
incorporarse al Plan Tatú.
A Ángela los milicos no
la acusan de Tupa sino de pertenecer a otra organización “La Guerrilla”. Los propios milicos no conciben la cosas de otra manera que en
términos de aparato y como las personas que dan información sobre Ángela, no
son Tupas, cuentan que hacían operaciones para “la guerrilla” no tupa y
mencionan el diario de Marighela, en donde se habla de “la guerrilla” por todas
partes…, los milicos y los colaboradores bautizan
ese grupo humano como si fuera una organización diferente.
Ni para la historia oficial, ni para la policía tenía cabida el
movimiento social y sus expresiones, sino que sólo había aparatos y
estructuras. Desde ese momento los milicos buscarán a una quincena de
compañeros más, para apresarlos, torturarlos y procesarlos por pertenencia a
“La Guerrilla”. En los meses siguientes por lo menos una decena de compañeros
serán acusados de pertenecer a dicha “organización”, varios más pasarán a la
clandestinidad o saldrán del país por esa persecución. Otros no serán
identificados nunca pero nos torturarán para conocer sus nombres. ¡Las Fuerzas
Conjuntas emitirán varios comunicados sobre esa nuevísima organización!
Ángela no se esperaba que la punta que le saltó fuera tan pesada,
por eso mismo se había presentado. No se le había pasado por la cabeza que la
acusación concernía cosas “tan viejas” como las efectuadas un año antes o más.
Hoy parecerá ridículo, pero en ese entonces, con la velocidad que se producían
los acontecimientos, lo que habíamos hecho uno o dos años antes, parecía
viejísimo y bien enterrado. A ninguno de nosotros, que todos los días nos
arriesgábamos haciendo algo nuevo, nos parecía que lo que se había hecho un año
antes estaba ya olvidado y nadie lo traería a colación. No conocíamos para nada
el mecanismo de la tortura y de la colaboración.
Contrariamente a lo que pensábamos, el delator no dice lo que le preguntan, sino que una vez que empieza a
colaborar va contando todo lo que se acuerda, y sigue y sigue, contando cosas
nuevas y viejas, cosas que vio o que escuchó. También cuenta lo que otro le
dijo y así llega a proporcionar informaciones y hacer acusaciones hasta sobre
lo que no conoce y que sólo imagina. Llega al extremo de hacer méritos
permanentemente llamando a los interrogadores y contándoles lo que sospecha, lo
que piensa que puede servirles.
Ese fue el caso de estos dos personajes, que llevaron a decenas de
compañeros presos de varias organizaciones y que acusaban a gente, incluso cara
a cara, como hicieron conmigo, por lo que otros, le habían contado que habían
hecho. Lo peor, cuando iban a careo con uno, diciéndole frente al torturador
“participaste en tal cosa”, como si fueran milicos, era que uno creía que
realmente lo eran, porque por ejemplo yo, a quien me acusaba, no lo recordaba
para nada: me cantaba por mentas.
Para Ángela fue terrible, porque Jobita la conocía bastante bien,
ella siempre circulaba por el barrio y también tenía un cierto acceso a su
propia casa. Fue una traición horrible que Ángela sufrió enormemente. Aunque
sea hasta redundante porque nadie se salvaba de la tortura, quiero señalar en
su honor, que Ángela fue brutalmente torturada y logró que los milicos la
odiaran más.
Desde entonces yo no tuve muchos contactos directos con Ángela,
pero en todas las comunicaciones indirectas, como la única vez que nos vimos
luego de la cárcel y el exilio, Ángela subrayaba que la traición y colaboración
habían sido totales y horribles para ella y que esa persona siguió durante toda
su detención obrando de esa manera. Otros compañeros confirman que esos
traidores, siguieron colaborando abiertamente con los milicos durante toda su
cana.
Claro que esos dos personajes no sólo
denunciaron a los que junto con los milicos definieron como La Guerrilla, sino
a compañeros del “22 de diciembre”, de los Tupamaros, de la Comunidad del Sur…así
como a otros, a quienes acusaron de rebote y que pertenecían a otras
organizaciones. También habían dado todo tipo de datos del propio Mario, el
compañero de Ángela, agregando detalles sobre su persona y su participación en
acciones, pero éste ya estaba clandestino. Caería varios meses más tarde en una
Tatucera. No tengo mucha idea de cómo fue su interrogatorio, pero supongo que
bastante complicado por haber pertenecido a tantas organizaciones diferentes y
haber tenido tantos seudónimos. Lo encontré como un año después estando ambos
en el Penal de Libertad, para un careo, ante la Justicia Militar, por las
contradicciones conmigo. En el que explicó que aquel acusado del que hablaban
los delatores en realidad, no era yo, lo que terminó por limpiarme de lo que
todavía me atribuían.
Muchos de los denunciados y acusados por Paiva y Jovita, nos
encontramos en el Quinto de Artillería. A mí, me fueron a buscar como un mes y
medio después, sin grandes elementos concretos sobre mi persona. La verdad que
tampoco lo esperaba, pero pensé que la detención venía por las movilizaciones
estudiantiles. Pero estaba acusado, particularmente por Paiva, de haber participado
en tal o cual rapiña…lo que evidentemente complicó mucho mi vida y dificultó mi
declaración. Por debajo de la venda, pude ver a varios compañeros, que había
cruzado compartimentado un año antes, en todo aquel asunto de la coordinadora y
me confirmaron que habían admitido participación, tal como se había denunciado,
incluso la absurda acusación de pertenecer a “La Guerrilla” …Un compañero
agregaba: aunque aclaré que “yo no sabía que el grupo se llamaba así”.
Hasta el día de hoy, me llama la atención que hayan realmente
creído que hubo una organización como tal que se llamaba así y que sin embargo
nunca escribió ningún comunicado, nunca hizo ninguna publicación como tal,
nunca se hizo conocer, ni pretendió reclutar con dicho nombre. ¡La supuesta
organización nunca se había querido hacer conocer como organización!
Pienso que la explicación, se encuentra en el hecho, de que lo de
la guerra aparato contra aparato es una ideología en la que realmente creían
los milicos y torturadores. Ellos no enfrentaban a un movimiento social con miles
de estructuras, cabezas y expresiones, con órganos que asumen tareas de la
clase y células que actúan en función de tal o tal necesidad resentida por la
lucha. ¡Cuántas veces un grupo de fábrica o de estudio un comité de
movilizaciones o de organización, se organizó sólo para una acción puntual! Pero
eso no es parte de la Historia con mayúscula que escribieron los oficiales y
oficialatas.
Ellos hicieron la guerra contra organizaciones, contra aparatos,
contra subversivos que estaban organizados en grupos guerrilleros específicos.
La riqueza del movimiento, la militancia doble, triple, múltiple, los diferentes
niveles, la vida social misma, no existen en esos seres sin cabeza (que dan y obedecen órdenes), lo que existen son
los aparatos. Ni la gente misma existe, sólo existen los agentes de tal o tal
“organización subversiva”. Para ellos “la esencia misma del terrorista es no
tener más vida que la de su secta”. La propia propaganda de las Fuerzas
Conjuntas y sus tenebrosos comunicados exponen todo el mundo de esa manera, es
la manera milica de ver la historia.
Lo que fue más grave es que el oficialismo Tupa también veía las
cosas de esa manera y consideró a “esa organización”, como una “micro” más,
mostrando contra los compañeros que habían sido acusados de pertenecer a ella,
todo su sectarismo, todo su aparatismo. No debe extrañarnos entonces que cuando
hablaban los oficiales de las Fuerzas Armadas con los oficialatas Tupas haya
habido siempre tanta comprensión: eran jefes de aparatos que usaban seres humanos.
Desde nuestro punto de vista lo bueno de esa acusación de
pertenecer a “La Guerrilla” fue que no buscaron otras pertenencias y acciones.
Para los milicos Ángela era militante de “esa organización” (y secundariamente
del “22 de diciembre”)… y sólo, cargaron y acusaron por eso. Como varios de
nosotros, fue torturada e interrogada sobre esa base, su importancia como
militante social no interesaba (todavía) a los milicos, tampoco fue acusada por
Tupa. Los traidores, que la habían denunciado, no conocían gran cosa del
programa revolucionario por el que Ángela luchaba, ni los fundamentos políticos
de aquel intento de coordinadora. Ellos mismos eran muy militaristas y
bocamaros. Menos sabían de lo que los diferentes compañeros habían continuado
haciendo, el último año, sólo habían escuchado hablar de tal o cual operación
de antes y en base a esos habían dado nombres y todos los detalles posibles.
No digo que no nos hayan dado más de una patada o puñetazo
preguntando por lo que había pasado después, pero como no hubo entre esos
compañeros acusados de La Guerrilla ningún colaborador de los milicos nunca
supieron gran cosa. Además, incluso jurídicamente, eso nos beneficiaba a todos
en la medida en que como los hechos de La Guerrilla eran pocos y anteriores a
la nueva ley de seguridad del Estado, que agravaba todas las penas; por lo que
la misma no podía aplicarse a nuestros casos. Sólo a título de ejemplo “la
asociación para delinquir” era de acuerdo a la vieja ley excarcelable y creo que “costaba” de 6 meses a dos años;
pero lo mismo se llamaba ahora “asociación subversiva” y costaba de 4 a 16 años
y no era excarcelable.
Lo malo era evidentemente que algunos
milicos la consideraron como una organización militar y peor “sólo militar”
porque no había “política”, lo que era totalmente absurdo para nosotros pero
totalmente lógico en el pensamiento milico.
Incluso algunos de ellos pretendieron que era una “organización de
cuadros militares”
Por eso aquello de que Ángela era “solo del Frente” no marchó. Había sido
denunciaba con acusaciones muy precisas
en cuanto a participación en acciones. Además, por razones ideológicas y
morales propias a la misma mentalidad milica, el Juez pasó a considerarla como ¡la más peligrosa de todas las personas
arrestadas en esa organización! Fue tan así la cosa que mis propios
abogados me aconsejaron que no insistiera más en que era amigo de ella y que ella
como yo no teníamos nada que ver con nada, porque eso en vez de limpiarme
agravaba mi caso, porque sobre Ángela, seguían apareciendo “agravantes”: “no sabemos porqué, pero el Juez militar le
tiene un odio increíble y se ha ensañado con ella”, me decían. Yo sí había
comprendido porqué.
Algunos en negativa total sobre cualquier acción, otros en
reconocimiento parcial, lo cierto es que a los supuestos militantes de La
Guerrilla nos condenaban a una situación muy difícil como presos, de la que me
consta que Ángela sufrió mucho: nadie podía aclarar mucho porqué razón estaba
preso. Éramos los únicos compañeros que habíamos caído por una supuesta “organización” que no había existido
como tal y que no había escrito, ni explicado nunca sus acciones y que no
reclamaba ni su existencia. Hasta como presos éramos “raros”, porque habíamos
participado en acciones de las cuales nunca se reveló su razón de ser, y eso
creaba un a priori desfavorable en relación a otros presos.
Muy pocos compañeros, externos a dicha experiencia, conocieron la
verdad durante la cana, en realidad nosotros no podíamos desmentir nada sin
denunciarnos. Sólo con el tiempo explicamos parcialmente algo de la realidad. ¡Nos
tuvimos que callar la boca durante años!
De más está decir que el sectarismo y el aparatismo Tupa largó varias
campañas contra esa fantasmática “microfracción” que ni siquiera se
reivindicaba como tal y cuyos “dirigentes” nunca aparecieron. ¡Hasta esto hacía
de esa organización algo sospechoso! En efecto, según la información
proporcionada por los traidores y en
base a la clásica visión milica de la historia, esa organización de malvados tenía
jefes que eran los más malvados de todos. Justamente según los comunicados de
las Fuerzas Conjuntas los “jefes de la guerrilla” eran: Navillat, O Neill y
Arazatí López.
Justamente 3 compañeros que nunca cayeron en Uruguay y que los
comunicados de las Fuerzas Conjuntas, como era habitual, acusaron de todo lo
que se les ocurrió. Por eso aprovecho también este escrito sobre Ángela, para
restaurar algunas verdades sobre esos compañeros queridos, que también fueron
“olvidados” por la historia oficial.
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