sábado, 8 de septiembre de 2012

Borrador 10:La caída y la versión de los milicos: la guerrilla



Ángela Álvarez MILITANTE REVOLUCIONARIA, NUNCA OFICIALISTA

  Enviado por Ricardo

Desde mediados de abril las caídas se generalizan, se empieza a saber que muchos colaboran, que otros traicionan, se cortan los contactos, los desplazamientos se hacen difíciles en todas partes... Alguno reconoce a tal o cual militante vestido de milico en un jeep apuntalando compañeros…El desbande generalizado comienza, muchos cruzan el charco… perdemos contacto, nunca sabremos si tal o cual que habíamos tenido que dejar en el camino para que siguiera a pie, había o no, llegado a contactar, con los compañeros…. Hasta las señoras viejas, del barrio que están de nuestro lado, sabían que Amodio Pérez apuntalaba gente, y hasta decían haberlo reconocido junto a milicos (“¡vi a Amodio en un jeep!”). Todos tuvimos alguna propuesta de irnos pero ni lo pensábamos. En realidad creíamos que a nosotros no llegarían,… en esa última fase habíamos sido verdaderamente muy cuidadosos y no habían habido descompartimentaciones de nombres, ni de lugares.

Cuando crucé a Ángela, nos dijimos mutuamente, que no había elementos para llegar ni a su casa, ni a la mía…porque casi nadie sabía llegar…, lo que no pensábamos era que la batida podía venir de otra parte… En realidad la batida vino de unos del “22 de diciembre” y más precisamente del Pocho Paiva y Jovita Silveira, que habían estado al tanto de la cuestión de la coordinadora para “armar las luchas”, sin que yo sepa al día de hoy, si participaron o no de las acciones, o sólo batían de oídas. Lo que sí constaté es que, por suerte, conocían muy parcialmente las cosas.

Los hechos se suceden aproximadamente así. Un día (fines de mayo) allanan la casa de Ángela…, sin que ellos estén presentes. Muchas veces habíamos hablado de esa posibilidad y siempre habíamos acordado que Mario cargaría con la responsabilidad de todo lo que ahí hubiera o pudiera atribuírsele; pero que Ángela no tenía nada que ver. Era por eso que hacía un poco de cobertura, yendo  todavía, al Comité del Frente. Para los otros compas del barrio, el verso era evidentemente, que sólo iban por ahí porque conocían a Ángela del comité y punto.

Ángela y Mario al aproximarse a la casa atravesando el baldío del Clínicas constatan el operativo y deciden que Ángela se presente y que Mario pase a la clandestinidad. Saben que los milicos habrán encontrado armas, pero como convenido será Mario que no está, que “las había traído”. Mario pasa a la clandestinidad. Muy rápidamente se decidirá su traslado al interior para incorporarse al Plan Tatú.  

A Ángela los milicos no la acusan de Tupa sino de pertenecer a otra organización “La Guerrilla”. Los propios milicos no conciben la cosas de otra manera que en términos de aparato y como las personas que dan información sobre Ángela, no son Tupas, cuentan que hacían operaciones para “la guerrilla” no tupa y mencionan el diario de Marighela, en donde se habla de “la guerrilla” por todas partes…, los milicos y los colaboradores bautizan ese grupo humano como si fuera una organización diferente.

Ni para la historia oficial, ni para la policía tenía cabida el movimiento social y sus expresiones, sino que sólo había aparatos y estructuras. Desde ese momento los milicos buscarán a una quincena de compañeros más, para apresarlos, torturarlos y procesarlos por pertenencia a “La Guerrilla”. En los meses siguientes por lo menos una decena de compañeros serán acusados de pertenecer a dicha “organización”, varios más pasarán a la clandestinidad o saldrán del país por esa persecución. Otros no serán identificados nunca pero nos torturarán para conocer sus nombres. ¡Las Fuerzas Conjuntas emitirán varios comunicados sobre esa nuevísima organización!

Ángela no se esperaba que la punta que le saltó fuera tan pesada, por eso mismo se había presentado. No se le había pasado por la cabeza que la acusación concernía cosas “tan viejas” como las efectuadas un año antes o más. Hoy parecerá ridículo, pero en ese entonces, con la velocidad que se producían los acontecimientos, lo que habíamos hecho uno o dos años antes, parecía viejísimo y bien enterrado. A ninguno de nosotros, que todos los días nos arriesgábamos haciendo algo nuevo, nos parecía que lo que se había hecho un año antes estaba ya olvidado y nadie lo traería a colación. No conocíamos para nada el mecanismo de la tortura y de la colaboración.

Contrariamente a lo que pensábamos, el delator no dice lo que le preguntan, sino que una vez que empieza a colaborar va contando todo lo que se acuerda, y sigue y sigue, contando cosas nuevas y viejas, cosas que vio o que escuchó. También cuenta lo que otro le dijo y así llega a proporcionar informaciones y hacer acusaciones hasta sobre lo que no conoce y que sólo imagina. Llega al extremo de hacer méritos permanentemente llamando a los interrogadores y contándoles lo que sospecha, lo que piensa que puede servirles.

Ese fue el caso de estos dos personajes, que llevaron a decenas de compañeros presos de varias organizaciones y que acusaban a gente, incluso cara a cara, como hicieron conmigo, por lo que otros, le habían contado que habían hecho. Lo peor, cuando iban a careo con uno, diciéndole frente al torturador “participaste en tal cosa”, como si fueran milicos, era que uno creía que realmente lo eran, porque por ejemplo yo, a quien me acusaba, no lo recordaba para nada: me cantaba por mentas.

Para Ángela fue terrible, porque Jobita la conocía bastante bien, ella siempre circulaba por el barrio y también tenía un cierto acceso a su propia casa. Fue una traición horrible que Ángela sufrió enormemente. Aunque sea hasta redundante porque nadie se salvaba de la tortura, quiero señalar en su honor, que Ángela fue brutalmente torturada y logró que los milicos la odiaran más.

Desde entonces yo no tuve muchos contactos directos con Ángela, pero en todas las comunicaciones indirectas, como la única vez que nos vimos luego de la cárcel y el exilio, Ángela subrayaba que la traición y colaboración habían sido totales y horribles para ella y que esa persona siguió durante toda su detención obrando de esa manera. Otros compañeros confirman que esos traidores, siguieron colaborando abiertamente con los milicos durante toda su cana.

Claro que esos dos personajes no sólo denunciaron a los que junto con los milicos definieron como La Guerrilla, sino a compañeros del “22 de diciembre”, de los Tupamaros, de la Comunidad del Sur…así como a otros, a quienes acusaron de rebote y que pertenecían a otras organizaciones. También habían dado todo tipo de datos del propio Mario, el compañero de Ángela, agregando detalles sobre su persona y su participación en acciones, pero éste ya estaba clandestino. Caería varios meses más tarde en una Tatucera. No tengo mucha idea de cómo fue su interrogatorio, pero supongo que bastante complicado por haber pertenecido a tantas organizaciones diferentes y haber tenido tantos seudónimos. Lo encontré como un año después estando ambos en el Penal de Libertad, para un careo, ante la Justicia Militar, por las contradicciones conmigo. En el que explicó que aquel acusado del que hablaban los delatores en realidad, no era yo, lo que terminó por limpiarme de lo que todavía me atribuían.

Muchos de los denunciados y acusados por Paiva y Jovita, nos encontramos en el Quinto de Artillería. A mí, me fueron a buscar como un mes y medio después, sin grandes elementos concretos sobre mi persona. La verdad que tampoco lo esperaba, pero pensé que la detención venía por las movilizaciones estudiantiles. Pero estaba acusado, particularmente por Paiva, de haber participado en tal o cual rapiña…lo que evidentemente complicó mucho mi vida y dificultó mi declaración. Por debajo de la venda, pude ver a varios compañeros, que había cruzado compartimentado un año antes, en todo aquel asunto de la coordinadora y me confirmaron que habían admitido participación, tal como se había denunciado, incluso la absurda acusación de pertenecer a “La Guerrilla” …Un compañero agregaba: aunque aclaré que “yo no sabía que el grupo se llamaba así”.

Hasta el día de hoy, me llama la atención que hayan realmente creído que hubo una organización como tal que se llamaba así y que sin embargo nunca escribió ningún comunicado, nunca hizo ninguna publicación como tal, nunca se hizo conocer, ni pretendió reclutar con dicho nombre. ¡La supuesta organización nunca se había querido hacer conocer como organización!

Pienso que la explicación, se encuentra en el hecho, de que lo de la guerra aparato contra aparato es una ideología en la que realmente creían los milicos y torturadores. Ellos no enfrentaban a un movimiento social con miles de estructuras, cabezas y expresiones, con órganos que asumen tareas de la clase y células que actúan en función de tal o tal necesidad resentida por la lucha. ¡Cuántas veces un grupo de fábrica o de estudio un comité de movilizaciones o de organización, se organizó sólo para una acción puntual! Pero eso no es parte de la Historia con mayúscula que escribieron los oficiales y oficialatas.

Ellos hicieron la guerra contra organizaciones, contra aparatos, contra subversivos que estaban organizados en grupos guerrilleros específicos. La riqueza del movimiento, la militancia doble, triple, múltiple, los diferentes niveles, la vida social misma, no existen en esos seres sin cabeza (que  dan y obedecen órdenes), lo que existen son los aparatos. Ni la gente misma existe, sólo existen los agentes de tal o tal “organización subversiva”. Para ellos “la esencia misma del terrorista es no tener más vida que la de su secta”. La propia propaganda de las Fuerzas Conjuntas y sus tenebrosos comunicados exponen todo el mundo de esa manera, es la manera milica de ver la historia.

Lo que fue más grave es que el oficialismo Tupa también veía las cosas de esa manera y consideró a “esa organización”, como una “micro” más, mostrando contra los compañeros que habían sido acusados de pertenecer a ella, todo su sectarismo, todo su aparatismo. No debe extrañarnos entonces que cuando hablaban los oficiales de las Fuerzas Armadas con los oficialatas Tupas haya habido siempre tanta comprensión: eran jefes de aparatos que usaban seres humanos.

Desde nuestro punto de vista lo bueno de esa acusación de pertenecer a “La Guerrilla” fue que no buscaron otras pertenencias y acciones. Para los milicos Ángela era militante de “esa organización” (y secundariamente del “22 de diciembre”)… y sólo, cargaron y acusaron por eso. Como varios de nosotros, fue torturada e interrogada sobre esa base, su importancia como militante social no interesaba (todavía) a los milicos, tampoco fue acusada por Tupa. Los traidores, que la habían denunciado, no conocían gran cosa del programa revolucionario por el que Ángela luchaba, ni los fundamentos políticos de aquel intento de coordinadora. Ellos mismos eran muy militaristas y bocamaros. Menos sabían de lo que los diferentes compañeros habían continuado haciendo, el último año, sólo habían escuchado hablar de tal o cual operación de antes y en base a esos habían dado nombres y todos los detalles posibles.

No digo que no nos hayan dado más de una patada o puñetazo preguntando por lo que había pasado después, pero como no hubo entre esos compañeros acusados de La Guerrilla ningún colaborador de los milicos nunca supieron gran cosa. Además, incluso jurídicamente, eso nos beneficiaba a todos en la medida en que como los hechos de La Guerrilla eran pocos y anteriores a la nueva ley de seguridad del Estado, que agravaba todas las penas; por lo que la misma no podía aplicarse a nuestros casos. Sólo a título de ejemplo “la asociación para delinquir” era de acuerdo a la vieja ley excarcelable y  creo que “costaba” de 6 meses a dos años; pero lo mismo se llamaba ahora “asociación subversiva” y costaba de 4 a 16 años y no era excarcelable.

Lo malo era evidentemente que algunos milicos la consideraron como una organización militar y peor “sólo militar” porque no había “política”, lo que era totalmente absurdo para nosotros pero totalmente lógico en el pensamiento milico.  Incluso algunos de ellos pretendieron que era una “organización de cuadros militares”

Por eso aquello de que Ángela era  “solo del Frente” no marchó. Había sido denunciaba con acusaciones muy  precisas en cuanto a participación en acciones. Además, por razones ideológicas y morales propias a la misma mentalidad milica, el Juez pasó a considerarla como ¡la más peligrosa de todas las personas arrestadas en esa organización! Fue tan así la cosa que mis propios abogados me aconsejaron que no insistiera más en que era amigo de ella y que ella como yo no teníamos nada que ver con nada, porque eso en vez de limpiarme agravaba mi caso, porque sobre Ángela, seguían apareciendo “agravantes”:  “no sabemos porqué, pero el Juez militar le tiene un odio increíble y se ha ensañado con ella”, me decían. Yo sí había comprendido porqué.

Algunos en negativa total sobre cualquier acción, otros en reconocimiento parcial, lo cierto es que a los supuestos militantes de La Guerrilla nos condenaban a una situación muy difícil como presos, de la que me consta que Ángela sufrió mucho: nadie podía aclarar mucho porqué razón estaba preso. Éramos los únicos compañeros que habíamos caído por una supuesta “organización” que no había existido como tal y que no había escrito, ni explicado nunca sus acciones y que no reclamaba ni su existencia. Hasta como presos éramos “raros”, porque habíamos participado en acciones de las cuales nunca se reveló su razón de ser, y eso creaba un a priori desfavorable en relación a otros presos.

Muy pocos compañeros, externos a dicha experiencia, conocieron la verdad durante la cana, en realidad nosotros no podíamos desmentir nada sin denunciarnos. Sólo con el tiempo explicamos parcialmente algo de la realidad. ¡Nos tuvimos que callar la boca durante años!

De más está decir que el sectarismo y el aparatismo Tupa largó varias campañas contra esa fantasmática “microfracción” que ni siquiera se reivindicaba como tal y cuyos “dirigentes” nunca aparecieron. ¡Hasta esto hacía de esa organización algo sospechoso! En efecto, según la información proporcionada por los traidores  y en base a la clásica visión milica de la historia, esa organización de malvados tenía jefes que eran los más malvados de todos. Justamente según los comunicados de las Fuerzas Conjuntas los “jefes de la guerrilla” eran: Navillat, O Neill y Arazatí López.

Justamente 3 compañeros que nunca cayeron en Uruguay y que los comunicados de las Fuerzas Conjuntas, como era habitual, acusaron de todo lo que se les ocurrió. Por eso aprovecho también este escrito sobre Ángela, para restaurar algunas verdades sobre esos compañeros queridos, que también fueron “olvidados” por la historia oficial.

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