jueves, 20 de septiembre de 2012

Borrador 11: Sectarismo y Colaboracionismo Tupa

Ángela Álvarez MILITANTE REVOLUCIONARIA, NUNCA OFICIALISTA
 
Enviado por Ricardo

Entre los Tupas hubo valerosos compañeros que no participaron de esa visión sectaria y aparatista, ni contribuyeron a esas campañas contra “las micros”  (que hubo absolutamente en todos los cuarteles y cárceles y también en el exilio), pero es importante saber que esas campañas de ninguneo fueron comunes y mayoritarias.  Con seguridad ya en la cárcel, los aparatistas se estaban vengando contra quienes, siempre habíamos criticado el oficialismo y no tengo dudas de que bajaron la línea de proceder de esa forma contra “nosotros”.  Años después Ángela me contará que se había enterado que algunas se soplaban en el oído: “tené cuidado, esa no es una compañera” (lo que era la traducción aparatista y sectaria de “no cayó por Tupa”).

Sin embargo otros elementos que me aportaron recientemente, indican que en las cárceles de mujeres, ese fenómeno no tuvo el peso que tuvo entre los hombres. Supongo que ello se debió a que si bien entre las mujeres hubo varias “Amodio” (utilizo esto para facilitar la comprensión y no como una muestra de adhesión al mito “Amodio”) es decir colaboración individual, no hubo un verdadero Ñato, es decir la capacidad de organizar la colaboración colectiva como continuidad disciplinaria y organizada.

En la cárcel de Libertad claro que hubo el “cuidado ese no es compañero”. Una mayoría de los primeros presos funcionan así, se oponían a hablar de cómo se habían portado en la tortura, se consideraba compañero al traidor, al colaborador e incluso se lo promovía como fajinero, pero no al que calificaban de “microfraccionalista”.  Cuando esos mismos fajineros junto al milico, te sacaban a prepo para trabajar diciendo que no era verdad que “estabas enfermo” varios presos éramos conscientes de la similitud con el mecanismo de los Kapos en los campos de concentración en Europa. Muchos de los fajineros estaban ya más del lado de la botoneada que de los presos.

Yo viví el sectarismo, desde los dos lados, en la propia cárcel de Libertad. Una vez me llamaron a la Cantina para decirme “mirá que ese Lemos, con quien hablás, no es compañero...., está preso por ‘la guerrilla’”. A lo que yo respondí que “para mi, ese sí es un compañero y un gran compañero que no entregó a nadie como, sí lo hicieron, muchos de tus jefes”. Denunciaba así el silencio que habían impuesto sobre el tema de la máquina, así como la protección sectaria del aparato, que cubría a comandos y subcomandos que se habían quebrado y cantado a compañeros. Evidentemente eso fue muy mal percibido, pero por suerte había bastantes presos demasiado discrepantes que ni necesitaban hacer ese tipo de “declaraciones inconvenientes” para caer en desgracia y ser considerados como “no compañeros” por los oficialatas.

Quisiera volver ahora a las compañeras que, hace unos meses, cuando muere Ángela, escriben en este medio y denuncian a los traidores del gobierno por abandonarla. Sí, tienen razón compañeras, son unos traidores. Pero como he tratado de resumir en estos borradores, Ángela ya antes de la cárcel se llevaba muy mal con los aparatistas, durante la cárcel ellos siguieron del otro lado poniéndola en una casilla diferente y no compañera. No es de extrañar que luego de tanto servir a los milicos, al Estado y al capitalismo, los Tupas oficialistas ni se hayan inmutado por la muerte de Ángela. Ahora se entenderá lo que había afirmado al principio de estos borradores, (¡que se me hicieron tan largos!): no fue en los últimos años, sino que durante más de 40 años la militancia de Àngela se contrapuso a la de los Gobernantes hoy.  Por lo que hay que ir más lejos que ese tema de la traición e insistir en lo que fueron proyectos sociales antagónicos entre quienes lucharon contra el capitalismo y quienes estaban siempre prontos a embarcarse en cualquier proyecto reformista con quien sea.

Precisamente eso fue lo que más nos separó como presos y muchos lo constatamos enseguida que caímos, cuando conocimos la línea de la Dirección de los Tupamaros de colaborar con los milicos en su proyecto social y político. Más allá de la lucha contra los ilícitos económicos o las conversaciones con los milicos, en la que independientemente de lo que se pensaba a los presos (y hasta a los no presos como a Sendic) se les impuso como realidad (y hasta por la fuerza) y frente a la que asumieron diferentes posiciones, lo que constituyó el salto de calidad dado por Huidobro y la dirección oficial fue el de imponer a toda la organización, la perspectiva de acción conjunta con los milicos como salida a la situación que todos vivíamos y hasta como proyecto social para todo el país.

No es que el hecho de colaborar para reprimir juntos los ilícitos sea anodino, dado que con esa línea, algunos llegaron, a cualquier extremo, sino porque los ilícitos fue una verdadera hoja de viña que escondía que en realidad, los dirigidos por Huidobro se unificaron con los oficiales, porque tenían fundamentalmente el mismo proyecto social, proyecto que evidentemente era contrario a la lucha de siempre de los proletarios contra el capital. Además, como luego esa colaboración quedó suspendida, por el juego interfraccional en el ejército y el imperio, se escondió esa colaboración mucho mayor y global, que se puso en práctica en 1972 por la que Tupas y oficiales progresistas pretendían arreglar el país juntos.

Fue en esa línea que empezaron a operar juntos desde el Florida y otros cuarteles la dirección de los Tupas con una parte importante de las Fuerzas Conjuntas.  Ante la incredulidad de todos los otros presos, de las minorías, de compañeros independientes, de las fracciones, de los anarcos… los Tupas oficialistas (e incluso algunos discrepantes) salían y entraban en los cuarteles conjuntamente con oficiales torturadores, defendían los acuerdos con ellos, incluidos los comandos conjuntos, investigaban e interrogaban a “ilícitos” y sobretodo, elaboraron planes para “terminar la guerra y sacar al país de la crisis”. Los propios milicos hacían discursos contra “la oligarquía y el Imperialismo” (¡eso lo escuchamos todos los presos!) y el Ñato, principal defensor de los comandos conjuntos, hacía correr la bola que era él que les dictaba esta posición y que iban a salvar al país conjuntamente. También contaban que tal discurso que decía un oficial en el círculo militar “había sido redactado por nosotros”, es decir por el Ñato y sus secuaces.

La organización y la disciplina de los Tupas, al menos en el 72/73 se mantenía gracias a este mito, más o menos explicitado por algunos oficilatas “no perdimos… sino que los dirigimos políticamente (lo que evidentemente “probaba” que los milicos eran los giles y ellos los inteligentes), “son nuestros enemigos, pero en base a esta maniobra táctica los hacemos luchar contra la oligarquía y el imperialismo…”, o más fuerte y explícita todavía: “tal vez perdimos en lo militar, pero estamos ganando en lo político”.

Los oficialatas escribían discursos y proyectos, salían y entraban, decidían quienes salían y quienes no estaban autorizados (no colaboraban lo suficiente), imponían disciplina y reglas a todos los presos (se prohibió todo intento de fugas) y sobretodo decidían lo que iba a ser “el futuro para todos”. Auguraban: ahora si podemos afirmarlo ¡habrá patria para todos! ¡Ya entonces el Sr. Huidobro funcionaba como parte del Ministerio de Defensa Nacional! O si se quiere, por su discurso y por su práctica:  ¡ya parecía (y funcionaba como) un Ministro!

Hubo muchos viejos Tupas que no podían creer lo que estaba pasando, que no entendían como se podía trabajar ahora con los milicos para “organizar juntos al país”. Así por ejemplo, el valioso compañero Cruz, que había caído herido de bala y todavía estaba bastante mal físicamente, pidió, de manera oficial, consultar a la dirección sobre la colaboración. “Yo no tengo nada que perder”, decía, pido ver a “mi dirección” para que me expliquen.

¡Nada de esto fue secreto!  ¡El compañero escribió oficialmente al Comandante del Cuartel, que era de los que más hablaba “contra la oligarquía y el imperialismo” en ese sentido! Pidió discutir con lo que consideraba “su dirección”

La respuesta fue sumamente positiva. Los llamados “milicos progresistas” trajeron al cuartel adonde estábamos recluidos, a una tanda muy importante de dirigentes oficiales y personajes conocidos ( entre otros recuerdo que trajeron a: Marenales, Wassen, Manera, Wolf, Lopardo…), para que nos explicaran los “avances de las negociaciones”, los futuros “acuerdos de liberación de los presos” y sobretodo los acuerdos sociales y políticos sobre el futuro del país desde la Reforma Agraria al plan de la Boya Petrolera en Rocha.  Debe aclarar que en esa lista de dirigentes Tupas, pueden haber errores y hay con seguridad omisiones, porque, no todos vimos a todos y porque alguno lo habrán traído por otras razones. Además el hecho del traslado no implicaba que todos ellos estuviesen de acuerdo con la política oficial de Huidobro y los Milicos progresistas.

Es casi seguro que Ángela no tuvo toda esta información entonces porque, que yo sepa, no hubo ese nivel de colaboración global en las mujeres: ¡los jefes eran hombres!

Sin embargo, todos los otros presos que habíamos caído en el Quinto de Artillería que los milicos habían transformado en un verdadero encuentro de “micros” (había compañeros del FARO, de la FAU/OPR, de “La Guerrilla”, del “22 de diciembre”, de los Tupas, de la Comunidad del Sur, del FRT, colaboradores independientes…, así como varios que habían pasado por esas organizaciones varios años antes), acudimos a esos cursillos explicativos en los que en nombre de la dirección Tupamara nos explicaban sus acuerdos y avances junto a los militares progresistas sobre la perspectiva para el país. Los mismos duraron más de un mes y lo más increíble era que nunca se sabía bien si se hablaba de la reforma agraria Tupa diseñada en Punta Carretas o lo que los “milicos progresistas” ya habían aceptado, o algo intermedio “logrado”(sic) en las negociaciones. Recuerdo, con cariño, a León Duarte preguntando: “pero esa Reforma Agraria es la de ustedes o la que acordaron ustedes con los milicos”… ; a lo que se le respondía algo así como: “Es la que habíamos preparado en Punta Carreta nosotros los Tupamaros y que en las conversas hemos puesto sobre la mesa para discutir con los militares progresistas y oponer a los milicos fachos”… Debo agregar que el mismo que efectuaba la exposición sobre el futuro del país una vez “superado el fascismo” (que era para ellos sinónimo de liberación de todos los presos en menos de 2 años y sustituir algunos generales fachos por otros progresistas) aclaraba que, en ese preciso momento, había habido un “parate” en las negociaciones. Nosotros veíamos que se seguía torturando a compañeros que seguían cayendo.

Sin embargo los cursos mismos, durante toda su duración se desarrollaron con total libertad, lo que muestra que oficiales y oficialatas buscaban convencer a todos los presos. Durante los mismos los propios dirigentes Tupas que venían “de visita” al cuartel nos insistían en que “se vive una situación privilegiada y excepcional en este cuartel”. Tanto es así que todos los otros presos decidimos organizar una especie de “contracursos” y propusimos una lista larga de charlas y discusiones, sobre el movimiento obrero (que por ejemplo dio León Duarte), sobre el internacionalismo, sobre la economía…. Hubo también cursillos de matemáticas, de álgebra de Boole y hasta discusiones sobre religión (había algún Pastor), epistemología y ciencia. Los milicos rasos decían “son cursos de comunismo”

Naturalmente hubo una unificación entre las diferentes minorías y fracciones, dado que todos rechazábamos esa posición que defendía el oficialismo Tupa y que consideramos reformista y entreguista. Tuvimos la suerte de compartir la cárcel y la tortura con compañeros históricos de la FAU (León Duarte, Pocho Mechoso, Perro Pérez…), que a tantos años de los hechos, me parece importante decir con total honestidad que fueron la oposición más coherente a la política de los Tupas. Con esos compañeros planteamos que, debíamos contraponernos conjuntamente a los milicos y tratar que las conversaciones sirvieran para reclamar exigencias mínimas como presos: cese de la tortura, liberación de rehenes –padres secuestrados para que se entregaran los hijos-, fin de la incomunicación de los presos entre ellos y con las familias…. Pero nos oponíamos totalmente a todos los acuerdos de los Tupas con los milicos que afirmaban un mismo proyecto social.

En todas las polarizaciones que hubieron entre ambas posiciones, y salvo excepciones, estaban la mayoría de los Tupas seguidores del Ñato, que concebían un proyecto social junto a los oficiales progresistas por un lado y del otro lado el resto de los presos. Muchos tupas rechazaban el colaboracionismo, pero lo que me parece más importante, a tantos años de sucedido, era que la colaboración abierta no fue cuestionada orgánicamente y no hubo rupturas importantes de la estructura de mando oficialista contra los traidores.

Sería interesante que otros traten de explicarlo, pero para mí sólo puede tener una explicación: la obediencia disciplinaria y burocrática era más poderosa que el proyecto social por el siempre se había peleado junto al proletariado. A la vez esto sólo se puede explicar por la carencia de teoría y de proyecto revolucionario y por la preeminencia del verticalismo administrativo típico de una organización sin claridad programática.

Lo que es increíble que este proceso, que implicó a decenas de milicos y a cientos de presos, siga más o menos encubierto o disimulado, como una simple colaboración, sobre los ilícitos, o negociación sobre los presos. Sin embargo, cuando se comience a hablar enserio sobre todo lo que se ha ocultado se comprenderá que el mismo arroja mucha luz no sólo sobre el pasado, sino de cómo se fue gestando la actual colaboración y proyecto de país.

En la cárcel de Libertad, en los años posteriores, ese colaboracionismo abierto y pro milico. tendió a diluirse, esconderse u olvidarse (aunque por ejemplo se volvió a manifestar en el apoyo de los Tupas oficialistas a los comunicados 4 y 7!), pero de una forma u otra el colaboracionismo continuó y la polarización entre los presos, así generada, también siguió presente. De la misma manera que, a pesar de la historia de los “rehenes”, se puede afirmar ahora, que milicos torturadores y seguidores del Ñato, siguieron coincidiendo en el mismo proyecto social.

Se sabe, por testimonios varios, que Sendic nunca aceptó ese colaboracionismo. Cualquiera sean las críticas que se le puedan hacer, me parece esencial afirmar que siguió aferrado a la lucha de los de abajo. Antes de ser trasladado, desde la cárcel de Libertad, a los cuarteles y pozos del interior, adonde pasaría muchos años más, hace un intento desesperado de reorganizar los compañeros de confianza, del que nunca más oí hablar en ninguna parte. Tampoco sé gran cosa del mismo, salvo que pedía reconstituir “otra orga” con “gente de confianza”. No sé bien quienes fueron contactados por ese proyecto, pero a mi me llegó ese pedido por compañeros que habían caído conmigo. En realidad ese proyecto no prosperó, ni podía hacerlo, no había en la cárcel la más mínimas condiciones para crear una “red de confianza” que no estuviera pinchada por todo tipo de colaboradores, oficiales y oficialistas. Yo, por ejemplo, respondí negativamente.

Pienso que tampoco había condiciones sociales para ello como quedó evidenciado luego con la caída de los otros grupos y organizaciones y particularmente la FAU y el PVP.

Luego de años de prisión y exilio, al fin pudimos encontrar la forma para vernos otra vez con Ángela. Nos encontramos en Montevideo y me dijo fundamentalmente dos cosas:
1)   que estaba asqueada del colaboracionismo y el sectarismo que durante toda la cana habían hecho “los mismos de siempre”
2)   que Jobita había sido colaboradora, hembra y chupamedias de cuanto torturador había durante todos los años sin parar un solo instante.

Espero que ahora haya quedado claro, porqué ninguno de los que están en el Gobierno se preocupó por la enfermedad y la muerte, de nuestra querida compañera Ángela. En realidad nunca fueron sus compañeros, siempre hubo proyectos diferentes: el revolucionario y el reformismo entreguista.

Es por eso que nosotros tenemos que reivindicar su trayectoria y contraponerla a la de todos estos cómplices del terrorismo de Estado que en nombre de los Tupamaros están hoy en el Gobierno.

Al mismo tiempo quiero señalar que Ángela Álvarez es un ejemplo de este ninguneo histórico, pero que no es ni la sola, ni la única. En Punta Carretas muchos años antes ya pasaba lo mismo. Se siguen muriendo compañeros que han dado su vida en la lucha por la revolución social y que precisamente por eso, no hay ningún interés en homenajear, recordar, reivindicar.

Seamos coherentes: no esperemos que Huidobro, Mujica o Rosadilla homenajeen a ninguno de los que fueran sus “compañeros” revolucionarios. No se darán por enterados, ni aparecerán ante la muerte de ningún compañero. Y si se animan a hacerlo, por ejemplo haciéndose presentes en un entierro, no lo olvidemos:
¡merecen un ESCRACHE!

La coherencia de los Huidobro/Mujica está claramente del otro lado. Podemos estar seguros que, ni se quieren acordar de los verdaderos compañeros nuestros.

Por el contrario, ellos adhieren a los homenajes que se hacen a la gloria de los desaparecedores y torturadores, son invitados de honor y de primera fila en los desfiles de las Fuerzas Armadas, asesinas históricas de nuestras luchas. ¡desde hace 200 años! Como ayer los Rivera, el Señor Huidobro es todo un ejemplo en este sentido.


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