Enviado por Ricardo
Entre
los Tupas hubo valerosos compañeros que no participaron de esa visión sectaria
y aparatista, ni contribuyeron a esas campañas contra “las micros” (que hubo absolutamente en todos los
cuarteles y cárceles y también en el exilio), pero es importante saber que esas
campañas de ninguneo fueron comunes y mayoritarias. Con seguridad ya en la cárcel, los
aparatistas se estaban vengando contra quienes, siempre habíamos criticado el
oficialismo y no tengo dudas de que bajaron la línea de proceder de esa forma
contra “nosotros”. Años después Ángela
me contará que se había enterado que algunas se soplaban en el oído: “tené
cuidado, esa no es una compañera” (lo que era la traducción aparatista y
sectaria de “no cayó por Tupa”).
Sin
embargo otros elementos que me aportaron recientemente, indican que en las
cárceles de mujeres, ese fenómeno no tuvo el peso que tuvo entre los hombres.
Supongo que ello se debió a que si bien entre las mujeres hubo varias “Amodio”
(utilizo esto para facilitar la comprensión y no como una muestra de adhesión
al mito “Amodio”) es decir colaboración individual, no hubo un verdadero Ñato,
es decir la capacidad de organizar la colaboración colectiva como continuidad
disciplinaria y organizada.
En
la cárcel de Libertad claro que hubo el “cuidado ese no es compañero”. Una
mayoría de los primeros presos funcionan así, se oponían a hablar de cómo se
habían portado en la tortura, se consideraba compañero al traidor, al
colaborador e incluso se lo promovía como fajinero, pero no al que calificaban
de “microfraccionalista”. Cuando esos
mismos fajineros junto al milico, te sacaban a prepo para trabajar diciendo que
no era verdad que “estabas enfermo” varios presos éramos conscientes de la
similitud con el mecanismo de los Kapos en los campos de concentración en
Europa. Muchos de los fajineros estaban ya más del lado de la botoneada que de
los presos.
Yo
viví el sectarismo, desde los dos lados, en la propia cárcel de Libertad. Una
vez me llamaron a la Cantina para decirme “mirá que ese Lemos, con quien
hablás, no es compañero...., está preso por ‘la guerrilla’”. A lo que yo respondí
que “para mi, ese sí es un compañero y un gran compañero que no entregó a nadie
como, sí lo hicieron, muchos de tus jefes”. Denunciaba así el silencio que
habían impuesto sobre el tema de la máquina, así como la protección sectaria
del aparato, que cubría a comandos y subcomandos que se habían quebrado y
cantado a compañeros. Evidentemente eso fue muy mal percibido, pero por suerte
había bastantes presos demasiado discrepantes que ni necesitaban hacer ese tipo
de “declaraciones inconvenientes” para caer en desgracia y ser considerados como “no compañeros” por los
oficialatas.
Quisiera
volver ahora a las compañeras que, hace unos meses, cuando muere Ángela,
escriben en este medio y denuncian a los traidores del gobierno por
abandonarla. Sí, tienen razón compañeras, son unos traidores. Pero como he
tratado de resumir en estos borradores, Ángela ya antes de la cárcel se llevaba
muy mal con los aparatistas, durante la cárcel ellos siguieron del otro lado
poniéndola en una casilla diferente y no compañera. No es de extrañar que luego
de tanto servir a los milicos, al Estado y al capitalismo, los Tupas
oficialistas ni se hayan inmutado por la muerte de Ángela. Ahora se entenderá
lo que había afirmado al principio de estos borradores, (¡que se me hicieron tan
largos!): no fue en los últimos años, sino que durante más de 40 años la militancia de Àngela se contrapuso a la
de los Gobernantes hoy. Por lo que hay
que ir más lejos que ese tema de la traición e insistir en lo que fueron
proyectos sociales antagónicos entre quienes lucharon contra el capitalismo y
quienes estaban siempre prontos a embarcarse en cualquier proyecto reformista
con quien sea.
Precisamente
eso fue lo que más nos separó como presos y muchos lo constatamos enseguida que
caímos, cuando conocimos la línea de la Dirección
de los Tupamaros de colaborar con los milicos en su proyecto social y político.
Más allá de la lucha contra los ilícitos económicos o las conversaciones con
los milicos, en la que independientemente de lo que se pensaba a los presos (y
hasta a los no presos como a Sendic) se les impuso como realidad (y hasta por
la fuerza) y frente a la que asumieron diferentes posiciones, lo que constituyó
el salto de calidad dado por Huidobro y la dirección oficial fue el de imponer a toda la organización, la
perspectiva de acción conjunta con los milicos como salida a la situación que
todos vivíamos y hasta como proyecto
social para todo el país.
No
es que el hecho de colaborar para reprimir juntos los ilícitos sea anodino, dado
que con esa línea, algunos llegaron, a cualquier extremo, sino porque los
ilícitos fue una verdadera hoja de viña que escondía que en realidad, los
dirigidos por Huidobro se unificaron con los oficiales, porque tenían fundamentalmente el mismo proyecto
social, proyecto que evidentemente era contrario a la lucha de siempre de
los proletarios contra el capital. Además, como luego esa colaboración quedó
suspendida, por el juego interfraccional en el ejército y el imperio, se
escondió esa colaboración mucho mayor y
global, que se puso en práctica en 1972 por la que Tupas y oficiales
progresistas pretendían arreglar el país
juntos.
Fue
en esa línea que empezaron a operar juntos desde el Florida y otros cuarteles
la dirección de los Tupas con una parte importante de las Fuerzas Conjuntas. Ante la incredulidad de todos los otros
presos, de las minorías, de compañeros independientes, de las fracciones, de
los anarcos… los Tupas oficialistas (e incluso algunos discrepantes) salían y
entraban en los cuarteles conjuntamente con oficiales torturadores, defendían
los acuerdos con ellos, incluidos los comandos
conjuntos, investigaban e interrogaban a “ilícitos” y sobretodo, elaboraron
planes para “terminar la guerra y sacar
al país de la crisis”. Los propios milicos hacían discursos contra “la
oligarquía y el Imperialismo” (¡eso lo escuchamos todos los presos!) y el Ñato,
principal defensor de los comandos conjuntos, hacía correr la bola que era él
que les dictaba esta posición y que iban a salvar al país conjuntamente. También
contaban que tal discurso que decía un oficial en el círculo militar “había
sido redactado por nosotros”, es decir por el Ñato y sus secuaces.
La
organización y la disciplina de los Tupas, al menos en el 72/73 se mantenía
gracias a este mito, más o menos explicitado por algunos oficilatas “no
perdimos… sino que los dirigimos políticamente (lo que evidentemente “probaba”
que los milicos eran los giles y ellos los inteligentes), “son nuestros
enemigos, pero en base a esta maniobra táctica los hacemos luchar contra la
oligarquía y el imperialismo…”, o más fuerte y explícita todavía: “tal vez perdimos en lo militar, pero estamos
ganando en lo político”.
Los
oficialatas escribían discursos y proyectos, salían y entraban, decidían
quienes salían y quienes no estaban autorizados (no colaboraban lo suficiente),
imponían disciplina y reglas a todos los presos (se prohibió todo intento de
fugas) y sobretodo decidían lo que iba a ser “el futuro para todos”. Auguraban:
ahora si podemos afirmarlo ¡habrá patria para todos! ¡Ya entonces el Sr.
Huidobro funcionaba como parte del Ministerio de Defensa Nacional! O si se
quiere, por su discurso y por su práctica:
¡ya parecía (y funcionaba como) un Ministro!
Hubo
muchos viejos Tupas que no podían creer lo que estaba pasando, que no entendían
como se podía trabajar ahora con los milicos para “organizar juntos al país”.
Así por ejemplo, el valioso compañero Cruz, que había caído herido de bala y
todavía estaba bastante mal físicamente, pidió, de manera oficial, consultar a
la dirección sobre la colaboración. “Yo no tengo nada que perder”, decía, pido
ver a “mi dirección” para que me expliquen.
¡Nada
de esto fue secreto! ¡El compañero
escribió oficialmente al Comandante del Cuartel, que era de los que más hablaba
“contra la oligarquía y el imperialismo” en ese sentido! Pidió discutir con lo
que consideraba “su dirección”
La
respuesta fue sumamente positiva. Los llamados “milicos progresistas” trajeron
al cuartel adonde estábamos recluidos, a una tanda muy importante de dirigentes
oficiales y personajes conocidos ( entre otros recuerdo que trajeron a: Marenales,
Wassen, Manera, Wolf, Lopardo…), para que nos explicaran los “avances de las
negociaciones”, los futuros “acuerdos de liberación de los presos” y sobretodo
los acuerdos sociales y políticos sobre
el futuro del país desde la Reforma Agraria al plan de la Boya Petrolera en
Rocha. Debe aclarar que en esa lista de
dirigentes Tupas, pueden haber errores y hay con seguridad omisiones, porque,
no todos vimos a todos y porque alguno lo habrán traído por otras razones.
Además el hecho del traslado no implicaba que todos ellos estuviesen de acuerdo
con la política oficial de Huidobro y los Milicos progresistas.
Es
casi seguro que Ángela no tuvo toda esta información entonces porque, que yo
sepa, no hubo ese nivel de colaboración global en las mujeres: ¡los jefes eran
hombres!
Sin
embargo, todos los otros presos que habíamos caído en el Quinto de Artillería
que los milicos habían transformado en un verdadero encuentro de “micros” (había
compañeros del FARO, de la FAU/OPR, de “La Guerrilla”, del “22 de diciembre”, de
los Tupas, de la Comunidad del Sur, del FRT, colaboradores independientes…, así
como varios que habían pasado por esas organizaciones varios años antes),
acudimos a esos cursillos explicativos en los que en nombre de la dirección
Tupamara nos explicaban sus acuerdos y avances junto a los militares
progresistas sobre la perspectiva para el país. Los mismos duraron más de un
mes y lo más increíble era que nunca se sabía bien si se hablaba de la reforma
agraria Tupa diseñada en Punta Carretas o lo que los “milicos progresistas” ya
habían aceptado, o algo intermedio “logrado”(sic) en las negociaciones. Recuerdo,
con cariño, a León Duarte preguntando: “pero esa Reforma Agraria es la de
ustedes o la que acordaron ustedes con los milicos”… ; a lo que se le respondía
algo así como: “Es la que habíamos preparado en Punta Carreta nosotros los
Tupamaros y que en las conversas hemos puesto sobre la mesa para discutir con
los militares progresistas y oponer a los milicos fachos”… Debo agregar que el
mismo que efectuaba la exposición sobre el futuro del país una vez “superado el
fascismo” (que era para ellos sinónimo de liberación de todos los presos en
menos de 2 años y sustituir algunos generales fachos por otros progresistas)
aclaraba que, en ese preciso momento, había habido un “parate” en las
negociaciones. Nosotros veíamos que se seguía torturando a compañeros que
seguían cayendo.
Sin
embargo los cursos mismos, durante toda su duración se desarrollaron con total
libertad, lo que muestra que oficiales y oficialatas buscaban convencer a todos
los presos. Durante los mismos los propios dirigentes Tupas que venían “de
visita” al cuartel nos insistían en que “se vive una situación privilegiada y
excepcional en este cuartel”. Tanto es así que todos los otros presos decidimos
organizar una especie de “contracursos” y propusimos una lista larga de charlas
y discusiones, sobre el movimiento obrero (que por ejemplo dio León Duarte),
sobre el internacionalismo, sobre la economía…. Hubo también cursillos de
matemáticas, de álgebra de Boole y hasta discusiones sobre religión (había
algún Pastor), epistemología y ciencia. Los milicos rasos decían “son cursos de
comunismo”
Naturalmente
hubo una unificación entre las diferentes minorías y fracciones, dado que todos
rechazábamos esa posición que defendía el oficialismo Tupa y que consideramos
reformista y entreguista. Tuvimos la suerte de compartir la cárcel y la tortura
con compañeros históricos de la FAU (León Duarte, Pocho Mechoso, Perro Pérez…),
que a tantos años de los hechos, me parece importante decir con total
honestidad que fueron la oposición más coherente a la política de los Tupas. Con
esos compañeros planteamos que, debíamos contraponernos conjuntamente a los
milicos y tratar que las conversaciones sirvieran para reclamar exigencias
mínimas como presos: cese de la tortura, liberación de rehenes –padres
secuestrados para que se entregaran los hijos-, fin de la incomunicación de los
presos entre ellos y con las familias…. Pero nos oponíamos totalmente a todos
los acuerdos de los Tupas con los milicos que afirmaban un mismo proyecto social.
En
todas las polarizaciones que hubieron entre ambas posiciones, y salvo
excepciones, estaban la mayoría de los Tupas seguidores del Ñato, que concebían
un proyecto social junto a los oficiales progresistas por un lado y del otro
lado el resto de los presos. Muchos tupas rechazaban el colaboracionismo, pero
lo que me parece más importante, a tantos años de sucedido, era que la colaboración abierta no fue cuestionada
orgánicamente y no hubo rupturas importantes de la estructura de mando
oficialista contra los traidores.
Sería
interesante que otros traten de explicarlo, pero para mí sólo puede tener una
explicación: la obediencia disciplinaria
y burocrática era más poderosa que el proyecto
social por el siempre se había peleado junto al proletariado. A la vez esto
sólo se puede explicar por la carencia de teoría y de proyecto revolucionario y
por la preeminencia del verticalismo administrativo típico de una organización
sin claridad programática.
Lo
que es increíble que este proceso, que implicó a decenas de milicos y a cientos
de presos, siga más o menos encubierto o disimulado, como una simple
colaboración, sobre los ilícitos, o negociación sobre los presos. Sin embargo,
cuando se comience a hablar enserio sobre todo lo que se ha ocultado se
comprenderá que el mismo arroja mucha luz no sólo sobre el pasado, sino de cómo
se fue gestando la actual colaboración y proyecto de país.
En
la cárcel de Libertad, en los años posteriores, ese colaboracionismo abierto y
pro milico. tendió a diluirse, esconderse u olvidarse (aunque por ejemplo se
volvió a manifestar en el apoyo de los Tupas oficialistas a los comunicados 4 y
7!), pero de una forma u otra el colaboracionismo continuó y la polarización
entre los presos, así generada, también siguió presente. De la misma manera que,
a pesar de la historia de los “rehenes”, se puede afirmar ahora, que milicos torturadores y seguidores del Ñato,
siguieron coincidiendo en el mismo proyecto social.
Se
sabe, por testimonios varios, que Sendic nunca aceptó ese colaboracionismo. Cualquiera
sean las críticas que se le puedan hacer, me parece esencial afirmar que siguió
aferrado a la lucha de los de abajo. Antes de ser trasladado, desde la cárcel
de Libertad, a los cuarteles y pozos del interior, adonde pasaría muchos años
más, hace un intento desesperado de reorganizar los compañeros de confianza,
del que nunca más oí hablar en ninguna parte. Tampoco sé gran cosa del mismo,
salvo que pedía reconstituir “otra orga” con “gente de confianza”. No sé bien
quienes fueron contactados por ese proyecto, pero a mi me llegó ese pedido por
compañeros que habían caído conmigo. En realidad ese proyecto no prosperó, ni
podía hacerlo, no había en la cárcel la más mínimas condiciones para crear una
“red de confianza” que no estuviera pinchada por todo tipo de colaboradores,
oficiales y oficialistas. Yo, por ejemplo, respondí negativamente.
Pienso
que tampoco había condiciones sociales para ello como quedó evidenciado luego
con la caída de los otros grupos y organizaciones y particularmente la FAU y el
PVP.
Luego
de años de prisión y exilio, al fin pudimos encontrar la forma para vernos otra
vez con Ángela. Nos encontramos en Montevideo y me dijo fundamentalmente dos
cosas:
1)
que estaba asqueada del colaboracionismo y el
sectarismo que durante toda la cana habían hecho “los mismos de siempre”
2)
que Jobita había sido colaboradora, hembra y
chupamedias de cuanto torturador había durante todos los años sin parar un solo
instante.
Espero
que ahora haya quedado claro, porqué ninguno de los que están en el Gobierno se
preocupó por la enfermedad y la muerte, de nuestra querida compañera Ángela. En
realidad nunca fueron sus compañeros, siempre hubo proyectos diferentes: el revolucionario y el reformismo
entreguista.
Es
por eso que nosotros tenemos que reivindicar su trayectoria y contraponerla a
la de todos estos cómplices del terrorismo de Estado que en nombre de los
Tupamaros están hoy en el Gobierno.
Al
mismo tiempo quiero señalar que Ángela Álvarez es un ejemplo de este ninguneo histórico,
pero que no es ni la sola, ni la única. En Punta Carretas muchos años antes ya
pasaba lo mismo. Se siguen muriendo compañeros que han dado su vida en la lucha
por la revolución social y que precisamente por eso, no hay ningún interés en
homenajear, recordar, reivindicar.
Seamos
coherentes: no esperemos que Huidobro, Mujica o Rosadilla homenajeen a ninguno
de los que fueran sus “compañeros” revolucionarios. No se darán por enterados,
ni aparecerán ante la muerte de ningún compañero. Y si se animan a hacerlo, por
ejemplo haciéndose presentes en un entierro, no lo olvidemos:
¡merecen un ESCRACHE!
La
coherencia de los Huidobro/Mujica está claramente del otro lado. Podemos estar
seguros que, ni se quieren acordar de los verdaderos compañeros nuestros.
Por
el contrario, ellos adhieren a los homenajes que se hacen a la gloria de los
desaparecedores y torturadores, son invitados de honor y de primera fila en los
desfiles de las Fuerzas Armadas, asesinas históricas de nuestras luchas. ¡desde
hace 200 años! Como ayer los Rivera, el Señor Huidobro es todo un ejemplo en
este sentido.
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