“. . . no puede haber otro camino para los revolucionarios que la unidad y la
lucha, la acción de masas en las calles, el levantamiento popular en el campo
y las ciudades”, dice un fragmento de la declaración conjunta FARC- ELN.
En la foto, Pastor Alape (con boina), integrante del Secretariado de la FARC y el comandante
Gallero, del Bloque guerrillero de ELN en el Sur de Bolívar después que una columna
combinada de ambas organizaciones guerrilleras dieran de baja decenas de paramilitares
y tumbaran cinco fortificaciones de los paramilitares, éstos últimos apoyados y
suministrados por helicópteros del ejército. FOTO: DICK EMANUELSSON.
Declaración conjunta FARC- ELN ratifica voluntad de paz de la guerrilla
-- DECLARACIÓN POLÍTICA --
El Ejercito de Liberación Nacional (ELN) y Las Fuerzas armadas Revolucionarias de Colombia, Ejército del Pueblo (FARC-EP),
inspirados en los más profundos sentimientos de hermandad, solidaridad y
camaradería, con optimismo y elevada moral de combate, estrechados en
un fuerte abrazo de esperanza en el cambio revolucionario, nos hemos
reunido para analizar la situación política nacional e internacional,
los problemas de la guerra y de la paz en Colombia y avanzar en el
proceso de unidad que desde el año 2009 venimos forjando paso a paso,
con el propósito de hacer converger ideas y acciones que permitan
enfrentar junto al pueblo a la oligarquía y al imperialismo como
elementos que imponen la explotación y la miseria en nuestra patria.
Indoblegable determinación nuestra, es continuar la búsqueda de una paz que para Colombia y el continente signifiquen el establecimiento de la verdadera democracia, la soberanía popular, la justicia social y la libertad.
Realizamos
esta reunión, en momentos en que se desarrolla la más profunda crisis
del sistema capitalista mundial, caracterizada por una desaforada
carrera de guerras de invasión, saqueo y sobreexplotación de los
recursos de la naturaleza, precarización de las condiciones de trabajo,
que condenan al hambre y la muerte a millones de seres humanos en un
planeta conducido por la voracidad del imperialismo, hacia el caos y la
destrucción.
En
nuestra patria las calamidades generadas por este sistema de inhumana
sobre-explotación y exclusión de las pobrerías, ha escalado la
desigualdad y profundizado la confrontación de clases en dimensiones
nunca antes vistas, las cuales derivan directamente de la aplicación
sostenida y desbocada de políticas neoliberales que favorecen a los
grandes grupos financieros y grandes corporaciones transnacionales, en
detrimento de las mayorías nacionales.
Dentro
del panorama internacional de crisis sistémica del capital, que muestra
sus rostros múltiples de debacle financiera, económica, ambiental,
urbanística, energética, militar, política, institucional, moral y
cultural, Colombia se configura como un país de economía reprimarizada y
financiarizada.
A
esa condición la han llevado los detentadores del poder, para permitir
el saqueo que significa la extracción desaforada, el robo de sus
recursos naturales y la especulación financiera. Millones de
compatriotas han sido lanzados a la miseria y la guerra, impuesta por
las élites para acallar la inconformidad de las mayorías frente a esta
iniquidad.
El
gobierno de Juan Manuel Santos fue instaurado para garantizar la
continuidad de los planes de desposesión por despojo que sobre el pueblo
colombiano impone el imperialismo. Una nueva espacialidad del Capital
acompañada de ordenamientos jurídicos y disposiciones militaristas de
seguridad y defensa inmersas en la vieja Doctrina de la Seguridad
Nacional y terrorismo de Estado, se afianza en nuestro país para blindar
los “derechos” del capital, el bienestar de los ricos a costa de los
trabajadores y del pueblo más humilde. Dentro de esa perspectiva se
define la nueva etapa de despojo de tierras que hoy se disfraza con el
falso nombre de restitución. En la práctica, a los millones de
desplazados y víctimas de las sucesivas etapas de despojo violento
auspiciadas por el Estado, se suman ahora nuevas legiones de campesinos,
indígenas, y gente sencilla en general, a los que se les arrebatará o
se les niega ya la tierra mediante procedimientos de engañosa legalidad,
engrosándose aún más las cifras de pobreza y de indigencia que colocan a
Colombia en el rango del tercer país más desigual del mundo.
Es
este el sentido cruel de la seguridad inversionista y de la prosperidad
que difunde el presidente Juan Manuel Santos, mientras se sigue
encarcelando, asesinando y reprimiendo a sus opositores.
Frente
a esta realidad no puede haber otro camino para los revolucionarios que
la unidad y la lucha, la acción de masas en las calles, el
levantamiento popular en el campo y las ciudades, retando la
criminalización de la protesta y exigiendo al gobierno reales hechos de
paz, que no pueden ser otra cosa que hechos de solución a los problemas
sociales y políticos que padecen las mayorías por cuenta del terrorismo
Estado de la casta gobernante cuyas tendencias más guerreristas han
conducido los destinos del país durante la última década.
No
es con demagogia y amenazas de represión y más guerra que se pondrá fin
al conflicto. No es con más compra de material bélico ni entregando el
país al Pentágono que se alcanzará la paz; no es con planes guerreristas
y de tierra arrasada, como el “Plan Patriota” o el “Espada de Honor”
como se logrará la reconciliación de los colombianos. Mucho menos dando
ultimatums a la insurgencia a partir de la idea vana de que la paz sería
el producto de una quimérica victoria militar del régimen, que lleve de
rodillas a la insurgencia, rendida y desmovilizada, ante ese adefesio
llamado marco jurídico para la paz.
Nuestra
voluntad de paz radica en el convencimiento de que el destino de
Colombia no puede depender de los intereses ruines de la oligarquía. Los
cambios políticos y sociales con la participación y decisión plenos del
pueblo son una necesidad y un requerimiento inevitable. Por ello la
unidad y la movilización del pueblo en favor de los cambios
estructurales para, sobre la base de la justicia, construir la paz, son
la verdadera llave de su conquista.
Con pasos firmes de unidad en el pensamiento y en la acción, fraternalmente,
Montañas de Colombia, septiembre de 2012
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