INDISCIPLINA PARTIDARIA la columna de Hoenir Sarthou
publicado por Semanario Voces
Hoy
quiero analizar un debate que he visto desarrollarse en los últimos días, tanto
en forma virtual como presencial.
Como
vimos la semana pasada, un número significativo de personas de izquierda, que
han votado al Frente Amplio desde que tuvieron edad para hacerlo, están
considerando no votarlo este año.
Algunos
ya lo tienen resuelto y otros (entre los que me incluyo) lo estamos pensando. Algunos
lo anuncian en voz alta y otros lo callan, o lo comentan sólo con sus íntimos. Algunos
piensan votar en blanco, otros quieren anular el voto, o votar a alguna lista
testimonial de la izquierda no frentista, e incluso alguno que otro está
dispuesto a pagar la multa y a no ir a votar. Lo cierto es que muchos potenciales
votantes del Frente parecen dispuestos a no votarlo en señal de disconformidad
con su gestión de gobierno.
Los
motivos de la disconformidad varían para cada persona, pero hay críticas que se
reiteran. Por ejemplo: los privilegios excesivos otorgados a la inversión
extranjera; la admisión incondicional, en el marco de la globalización
económica, de megaproyectos extractivos contaminantes o riesgosos para el medio
ambiente; la inoperancia ante la crisis educativa; la fuerte carga tributaria
aplicada al sector asalariado, la desprolijidad y falta de transparencia en los
asuntos públicos (el caso PLUNA es paradigmático); la mala gestión de ciertas
áreas del Estado; el reparto de cargos públicos por cuota política; el carácter
asistencialista de las políticas sociales y sus escasos resultados en términos
de inclusión social.
La
sola mención de la posibilidad de no votar al Frente Amplio genera escándalo en
otros frenteamplistas, más tradicionalistas o más oficialistas.
Más
allá de las distintas formas en que se expresan, los argumentos a favor del
voto al Frente Amplio rondan siempre en torno a una idea: cualquiera sean los
defectos o carencias de la gestión del Frente, los “rosaditos” eran peores; de
modo que hay que votar al Frente para evitar que los “rosaditos” vuelvan.
Pocos,
desde la izquierda, que yo sepa, niegan que el funcionamiento de los consejos
de salarios, o el acceso de los niños a las “ceibalitas”, por citar dos
ejemplos, sean aspectos positivos de los gobiernos del Frente. Así como, por
dar otro ejemplo, parece de total justicia que se reconozca a los homosexuales
el derecho a contraer matrimonio si lo desean.
Ahora,
¡bueno fuera que los gobiernos del Frente no hubieran hecho algunas de esas
cosas! Por cierto, muchos habríamos dejado de votarlo antes si no las hubiera
hecho.
El
problema es que, después de casi diez años de gobierno, seguimos teniendo
militares impunes, una marginalidad y fragmentación social pavorosas y
crecientes, resultados educativos pésimos, la juventud pobre sin horizontes, el
Estado mal manejado, cargas tributarias enormes que afectan más a los que
trabajan, y el peso cada vez mayor del capital financiero en la vida de todos.
Si
uno viera a los gobernantes aplicados de cuerpo y alma, con inteligencia y
creatividad, a resolver esos problemas, todo sería soportable. Pero el objetivo
prioritario del gobierno es atraer más inversión extranjera a costa de
exonerarla de impuestos, rebajarle los precios del agua y de la energía,
entregarle tierras y recursos naturales, hacerle leyes a la medida, regalarle
puertos y zonas francas e instalarle regasificadoras. Cosas que pagamos todos
nosotros. Otro objetivo prioritario del gobierno es bancarizar la economía (el
proyecto de ley está en el Parlamento, si no me equivoco) haciendo que todas
las transferencias económicas importantes pasen obligatoriamente por el sistema
bancario.
Llega
un punto en que uno se pregunta, ¿para quién trabaja el gobierno? ¿Trabaja para
nosotros, o ha comprado la “receta” globalizadora de que la felicidad de los
pueblos depende de que el gran capital crezca y, algún día, la riqueza se
derrame sobre todos
Ese
es el punto en que uno se pregunta: ¿por qué tengo que seguir votando a estos
gobernantes, si no estoy de acuerdo con sus prioridades ni con sus objetivos?
Entonces
nunca falta quien, con profunda y seguramente honesta fidelidad frenteamplista,
nos recuerde que “los rosaditos eran peores”.
Tal
vez fueran peores. Pero al menos tenían frente a sí a un Frente Amplio dispuesto
a denunciar sus fallas y traiciones, dispuesto a controlarlos. En cambio, el
gobierno del Frente no tiene a nadie que marque o denuncie sus fallas desde la
óptica de los intereses populares. Inquietante, ¿no?
¿Qué
hacer, entonces? ¿Elegir el mal menor? ¿Seguir votando al Frente para evitar el
riesgo de que los rosaditos ganen o logren más peso en el Parlamento?
Me
atrevería a decir que esa es la menos frenteamplista de las actitudes.
En
1971, la izquierda uruguaya podría haber evitado que Juan María Bordaberry
llegara a la presidencia. Y tal vez podría haber evitado o minimizado a la
dictadura.
Si
las trescientos mil personas que ese año decidieron votar al recién creado
Frente Amplio hubieran buscado el mal
menor, habrían votado, por ejemplo, a Wilson Ferreira Aldunate. De esa manera
Bordaberry no habría sido presidente y tal vez la historia habría podido ser
algo distinta.
Pero
la izquierda de aquella época no optó por “lo menos malo”. No votó al “menos
malo” de los candidatos de los partidos existentes. Por el contrario, decidió
fundar el Frente Amplio, aun sabiendo que no tenía chance de ganar las
elecciones y que probablemente las ganaran Pacheco Areco y Bordaberry.
En
1982, en plena dictadura, los militares permitieron una elección interna de los
partidos tradicionales, con el Frente excluido. Parte de la militancia de
izquierda pensó que, ya que el Frente no podía participar, lo “menos malo” era
votar a los candidatos más antidictatoriales de cada partido tradicional, es
decir al wilsonismo dentro del Partido Nacional y al batllismo dentro del
Partido Colorado. Fue Seregni, desde la cárcel, quien se opuso y planteó la
alternativa: votar en blanco, para preservar la identidad frenteamplista. Casi
cien mil votos en blanco enviaron una señal fuerte al régimen militar y a las
dirigencias blanca y colorada. El mensaje era que la izquierda seguía
existiendo y que no se resignaría a los moldes recortados que se le ofrecían.
No
sé si es necesario explicitar la moraleja de estas dos historias. Lo cierto es
que tanto el nacimiento como la supervivencia del Frente, como expresión
política de la izquierda uruguaya, dependieron de que sus militantes se negaran
a optar por lo más seguro, por “lo menos malo”. Dependieron de que la
militancia de izquierda se jugara a más y exigiera más.
Tal
vez estemos nuevamente ante una disyuntiva vital, ya no sólo para el Frente
Amplio sino para la izquierda uruguaya. Una disyuntiva que exige jugar fuerte y
exigir no “lo menos malo” sino lo mejor.
Miremos
además el asunto a largo plazo. ¿Alguien cree que el Frente podrá captar o
retener la adhesión de los jóvenes presentándose como “lo menos malo” del
escenario político?
La
clave de la democracia es que cada persona vote según sus convicciones. Quien
debe interpretar a sus potenciales votantes y llevar adelante lo que éstos
desean es quien se postula como gobernante. No al revés. Eso quiere decir que,
si por algún avatar de la política, el Frente perdiera la mayoría
parlamentaria, o el gobierno, los responsables serían los candidatos, que no
habrían interpretado adecuadamente la voluntad de sus potenciales votantes.
Faltan
más de siete meses para las elecciones y más de un año para que termine este
período de gobierno. Tiempo suficiente para que gobernantes y candidatos analicen
la voluntad del electorado frenteamplista. Quizá lo que no deberían hacer es
asumir que los votos del ala izquierda del Frente son votos cautivos.
Porque
no sería la primera vez que la izquierda uruguaya se negara a aceptar “lo menos
malo” exigiendo algo mejor.
G. CORTIZAS Y A. ROIZEN28 feb 2014
Los votos en blanco tienen una lógica propia en
las elecciones y también juegan su papel. Son el refugio de los
"desinteresados" y los "disconformes". Y aunque son muchos al estar
lejos de los comicios, disminuyen más cerca de esa fecha, dado que los
electores terminan optando por alguna de las ofertas.
El voto en blanco no tiene peso en las internas ni en
el balotaje, pero sí pesa en un referéndum y en las elecciones
nacionales de octubre, donde puede dificultar un triunfo en primera
vuelta a la fórmula más votada, pero sí facilitarle la obtención de
la mayoría parlamentaria. Esto ocurre porque el voto en blanco se cuenta
como un voto "emitido", y suma en el porcentaje total del conteo.
En las elecciones municipales de 2010, Montevideo
registró 9,7% de votos en blanco, una cifra particularmente alta para
los índices del país. Por su parte, Canelones contabilizó 10,3% de votos
en blanco.
Fueron elecciones en las que el Frente Amplio tenía
"asegurada" la victoria, pero en la cual sus votantes quisieron
manifestar su malestar con diversas situaciones: desde la polémica
elección de Ana Olivera como candidata, hasta la gestión comunal hecha
hasta entonces.
Desde ese momento, la intención de voto en blanco se
mantuvo alta hasta fines de 2012, cuando comenzó a descender. Hoy en día
se ubica entre 3% y 10% para las nacionales, según las diversas
mediciones. Los analistas afirman que se trata de votantes frentistas
descontentos con la gestión y que ese registro tenderá a bajar a medida
que se acercan los comicios, por lo cual la oposición tira todas sus
redes hacia tales votantes.
El director de Factum, Eduardo Bottinelli, dijo a El
País que "con el paso del tiempo ese voto refractario fue cayendo.
Llegamos a tener picos de 16% y ahora estamos en 6%".
El sociólogo afirmó que seguramente en las elecciones
presidenciales se mantendrán los niveles históricos. En ese sentido,
estimó un registro de 3% de votos en blanco o 4%, si el descontento con
el Frente Amplio continúa alto, opinó.
"Parece que ese enojo se fue diluyendo. Algunos se
volcaron hacia los partidos tradicionales, otros hacia el Frente
Amplio", afirmó Bottinelli.
Por su parte, el director del área de Opinión Pública
de Equipos Mori, Ignacio Zuasnabar, coincidió en señalar que no cree
que se vayan a registrar cifras por demás elevadas y fuera del
registro histórico de votos en blanco en las elecciones presidenciales.
"Puede ser que haya pequeños segmentos de electores
que estén un poco más desencantados", dijo, y también mencionó como los
ejemplos más destacados lo ocurrido en Montevideo y Canelones en las
últimas elecciones departamentales.
Antes del gobierno de Tabaré Vázquez, explicó, el
descontento era canalizado en el Frente Amplio. Sin embargo, ese
escenario cambió. "Ya no hay un partido como el Frente Amplio que no
haya sido gobierno y que represente la utopía", dijo.
"Si en algún momento sucede, el desafío lo tienen
los partidos tradicionales que deberán ser receptores del desencanto con
el gobierno", agregó.
"LO MÁS FÁCIL".
Adriana Raga, directora de la consultora Cifra,
explicó a El País que muchas veces para el encuestado decir que vota en
blanco "parece ser lo más fácil", y agregó que no toda esa gente va a
votar de esa forma llegado el momento de las elecciones.
"Hay gente que todavía no tomó una decisión,
probablemente después muchos de esos votantes no terminen votando en
blanco. Estimo que en la elección se van a mantener los promedios
históricos de votos en blanco", dijo Raga. Según señaló, ese conjunto de
votantes está compuesto "más que nada por la gente menos politizada,
por algunos jóvenes que no saben ni siquiera quiénes son los
candidatos".
Por su parte, Juan Carlos Doyenart, director de
Interconsult, explicó que "siempre representa algo el voto en blanco,
por lo general es el votante disconforme que va a votar porque lo
obligan o porque quiere ir y mostrar que está molesto".
El analista dijo que hay que diferenciar entre el
votante desinteresado y el disconforme. "El desinteresado vota por
alguien al final, lo convencen. El voto en blanco no es un
desinteresado, es un disconforme, un enojado", expresó. En esa línea,
dijo que quien está molesto y vota en blanco es una persona que sigue
los temas políticos, "que no está ajena a la política".
Doyenart dijo que "siempre ocurre en un proceso
electoral que cuanto más lejos está el día de las elecciones, más votos
en blanco hay. Eso disminuye a medida que se acercan las elecciones y
por eso encontrar cerca de 6% de gente que dice que va a votar en
blanco, como nos pasa a nosotros hoy, no es extraño", afirmó.
Agregó que un porcentaje cercano al 6% al día de hoy
también "predice que va a terminar en un 3%". Dijo que "la mayoría
de los votantes en blanco hoy son exfrentistas o votantes del FA del año
2009" que no están conformes con la gestión del gobierno. "Están en
duda, piensan en no votar más al FA, pero no se convencen por las otras
opciones", opinó.
Las cifras que le cambian el ánimo a los candidatos
En período electoral las encuestas pueden cambiarle el ánimo a un candidato o a su equipo de gobierno.
No hay político que no mire las encuestas. Lo hacen
cuando están fuera como cuando están dentro del gobierno y pueden
resultar decisivas tanto en la toma de una decisión como en la
definición del respaldo a uno u otro candidato.
La interna más reñida sigue siendo la del Partido
Nacional. En el caso del Frente Amplio todas las encuestadoras dan un
amplio porcentaje de apoyo en favor de Tabaré Vázquez y la competencia
de Constanza Moreira solo explica la creación de una base electoral de
cara a octubre. En el caso del Partido Colorado la correlación de
fuerzas internas se mantiene y la hegemonía de Pedro Bordaberry no
parece correr riesgo.
La interna blanca es la única que no está definida, y
cada encuesta se mira con lupa. Es así que cada candidato saca
conclusiones y los mismos números pueden ser interpretados de manera
diferente.
Tanto en el comando de Larrañaga como en el de
Lacalle Pou fue muy bien recibida la última compulsa de Equipos Mori,
difundida el pasado miércoles. Según Equipos, en la interna el 13%
prefiere a Larrañaga, 9% a Lacalle Pou, 2% Sergio Abreu y 2% no sabe/no
contesta. Casi cinco (49%) de cada diez adherentes al Partido Nacional
se inclinan por Larrañaga mientras que Lacalle Pou llega al 35%, Abreu
6% y no sabe/no contesta al 9%.
"Larrañaga tiene el desafío de mantener su intención
de voto actual, con 49% de una interna es casi imposible perder", dijo
Ignacio Zuasnabar, director de Equipos. El comando de Larrañaga se
afianza a dicha frase y festeja. Sin embargo, en el entorno de Lacalle
Pou se destaca que en "muy pocas semanas de trabajo intenso" el
candidato "ha logrado reducir drásticamente una diferencia que hace unos
meses parecía indescontable" y confían en que hacia junio siga
creciendo.
El precandidato Sergio Abreu, por su parte, destaca
que su "popularidad" es del 27% entre los blancos, frente a 38% de
Larrañaga y 34% de Lacalle Pou.
Entre 3% y 10%, pero bajarán
Cifra La última encuesta mostró que el 10% de los
uruguayos no sabe a cuál partido votaría, o dice que votaría en blanco,
anulado o a otro partido si las elecciones fueran hoy.
Equipos Mori Según el último relevamiento, si la elección fuera hoy, 3% de los votos serían en blanco o anulados.
Factum 6% es el porcentaje de votos que sumaron los sufragios en blanco, anulados o a "ninguno" en la última encuesta.
Interconsult La última encuesta mostró un 5% de votos en las categorías "otros" o votos en blanco.
Brillante ejercicio de Historia Virtual.
ResponderEliminarOjala sirva para el futuro inmediato.
LEI EL BLOG DE PERERA Y ME SURGE UNA DUDA...QUE PASA CON LOS VOTOS ANULADOS?
ResponderEliminarComo todos sabemos, este año habrá dos instancias electorales: una en junio (elecciones internas) y otra en octubre (elecciones nacionales). Si ningún candidato obtiene la mayoría absoluta en primera vuelta, habrá una tercer instancia en noviembre
ResponderEliminarhttp://contratapapopular.blogspot.com/2014/03/el-voto-que-el-alma-pronunciara.html
Unidad Popular es el único que le puede sacar la careta al FA
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