Hace 33 años, tras 5 meses de tortura, fallecía por un infarto Nuble Donato Yic
Tenía 47 años. Padecía de una afección cardíaca antes que lo detuvieran en octubre de 1975. Estuvo cinco meses desaparecido, bajo torturas, en varias unidades militares. El 12 de marzo de 1976 lo procesaron. Dos días después recibió su primera visita. Al día siguiente, murió de un infarto en el Batallón de Infantería Nº 1.
Escrito por: Roger Rodríguez | rogerrodriguez@adinet.com.uy
Domingo 15 de marzo de 2009 |
Probablemente tomó aire. Los pulmones se lo pedían.
Quizás en ese momento entendió que todo lo sufrido durante los últimos
cinco meses podía haber terminado.
Había sol, había luz, había aire. El césped era verde, daban ganas de
descalzarse para sentirlo en los pies, en sus pies aún hinchados por la
tortura, casi irreconocibles, ajenos, morados… Los compañeros reían,
corrían torpemente detrás de aquella pelota de trapo y papel que habían
soñado armar solo 24 horas antes, cuando por primera vez en cinco meses
habían tenido un recreo. Cuando por primera vez no habían sido llevados
al tacho, la picana, el golpe, la puteada, el ruido, el grito, el dolor,
la asfixia, el desmayo… Debió sentir una emoción muy grande. Hasta
había podido exagerar una única atajada y desafiar con un “acá hay
golero para rato”, a aquellos compañeros que por su estado de salud no
querían que jugara y sólo ante su insistencia le habían permitido
pararse en el arco para ver desde adentro aquel picado autorizado por el
oficial de guardia. En aquellos pocos minutos, la emoción pudo haberse
transformado en angustia al pensar en los ojos horrorizados de su mujer y
sus hijas, quienes por primera vez lo habían podido ver el día
anterior, comprendiendo el dolor sufrido y atestiguando el deterioro de
su cuerpo enfermo, de su corazón frágil que hasta ese momento había
aguantado. Parado en aquel improvisado arco, viendo correr la pelota de
trapo, los últimos meses de su vida debieron pasar por su mente. Desde
aquella madrugada del 22 de octubre de 1975, cuando los golpes
parecieron derribar la puerta de su casa en el Cerro y seis personas
armadas entraron, lo encapucharon y esposaron, mientras saqueaban el
lugar. Allí, parado bajo el sol de aquel 15 de marzo de 1976, pudo
recordar el miedo vivido en la Casona de Punta Gorda, donde los golpes
lo amartillaron. Las horas interminables en la “cárcel del pueblo” donde
los dejaban desnudos, atados, vendados, tirados en el suelo para que se
recuperaran de la tortura antes de volver a llevarlos a darles más
máquina. Respiró aquel aire fresco, sin hedor de sudor, mierda y sangre.
Tal vez por su mente y por su cuerpo pudo volver a aparecer el terror
del “infierno grande” junto al Batallón 13 donde lo habían llevado el 2
de noviembre para padecer el dolor del plantón hasta caer inconciente o
ser llamado desde arriba para sufrir las peores torturas… Aquel miedo
que arrancaba con el grito del número que se había transformado en su
nombre, seguía al subir la escalera metálica y estallaba en la metódica
inmersión en el tacho de agua, excremento, vómito, sangre y podredumbre,
antes de ser “secado”: colgado su cuerpo en cruz, para darle picana en
los testículos y golpes en los riñones. Posiblemente sus músculos se
aflojaron. Una celda por 8 a 15 años de prisión, que le había imputado
el juez militar tres días antes, era un futuro mejor que el Batallón 2 y
3 del kilómetro 14 de Camino Maldonado, donde el colchón del suelo era
casi cómodo y la prohibición de hablar un silencio mejor que el ruido de
la radio en la tortura. En el Penal de Libertad, debió suponer, solo
habría encierro, pero podría acceder a los medicamentos que día a día le
habían negado pese a la insuficiencia cardíaca que lo obligó a
internarse dos veces, la última sólo días antes de que fuera detenido en
su casa del Cerro para permanecer “desaparecido” durante cinco meses.
Ya no volvería a temer que lo sacaran con los ojos vendados, tomado del
hombre de un compañero sin nombre delante y con otra anónima mano
apoyada en su hombro, para que en la oscuridad de su ceguera escuchara
los percutores de las armas cuando lo sometieron a un falso
fusilamiento. Todo sería mejor, sí, se dijo, antes de respirar
profundamente y sentir ese viejo dolor en el pecho, diferente al de la
electricidad cuando recorre el cuerpo, distinto al ahogo que provoca el
líquido inmundo entrando en los pulmones, disímil al del impacto del
palo o el puño que sacude carne y vísceras. Un dolor consecuencia de
todos aquellos dolores. Su cuerpo se desarmó. Lo ahogó el desahogo. Con
el rostro en el pasto, su corazón descansaba de todo lo anterior, se
detenía sin la adrenalina del miedo que durante cinco meses de tortura e
incertidumbre lo habían hecho soportar lo insoportable. Dejaba de latir
y paradójicamente se entregaba a la paz de haber sobrevivido tanta
infamia. Nuble Donato Yic había nacido el 29 de agosto de 1928 en
Maldonado. Estaba casado. Tenía cuatro hijas. Trabajaba en un
frigorífico, militaba en el gremio de la carne (Foica) y era afiliado al
Partido Comunista del Uruguay (PCU). Falleció aquel 15 de marzo de 1976
en el patio del Batallón de Infantería Nº 1, hace hoy 33 años. Su
muerte fue denunciada por su familia, patrocinada por la abogada Pilar
Elhordoy, ante el juzgado penal de 19º Turno a cargo del juez Luis
Charles. La causa fue excluida de la Ley de Caducidad por el Poder
Ejecutivo. Varios de sus compañeros presos dieron testimonio. La fiscal
Elsa Machado archivó el caso el 28 de noviembre de 2008.“Indáguese”
El 17 de octubre de 2007, el juez penal de 19º Turno, Luis Charles, envió al Presidente de la República, doctor Tabaré Vázquez, a través de la Suprema Corte de Justicia, la consulta establecida por el artículo 3º de la Ley Nº 15.848 para que decidiera si la muerte de Nuble Yic estaba amparada por la Ley de Caducidad. El 22 de octubre de 2007, la entonces presidenta de la Suprema Corte de Justicia, doctora Sara Bosio Reig, trasladó el trámite del juez Charles a la Presidencia de la República, de donde recibió respuesta el 5 de noviembre de 2007 a través de un escrito del entonces secretario presidencial, doctor Gonzalo D. Fernández. El actual canciller contestó entonces que el artículo 1º de la Ley 15.848 “reconoce” la caducidad del ejercicio de la pretensión punitiva del Estado supeditada a diversos criterios temporales, subjetivos y funcionales. Opinó entonces que el caso Nuble Yic debía ser indagado por la Justicia civil y no estaba amparado por la impunidad. “Parece irrefutable que la caducidad opera respecto de quien recibió la orden del mando pero no beneficia al mando que impartió la orden consiguiente. Por tal virtud, a juicio del suscrito, los mandos no están alcanzados por la Ley Nº 15.848, sin perjuicio de que su determinación depende del caso concreto y es tarea de incumbencia judicial”. “En suma -concluía el reconocido catedrático universitario- estima el suscrito que corresponde declarar excluido este caso de los alcances de la Ley Nº 15.848, remitiéndolo a la sede judicial exhortante, en cumplimento de lo dispuesto en el art. 3º, de la misma”.Excusada
La fiscal Elsa Machado de Saravia, quien ordenó el archivo del caso de homicidio de Nuble Yic, está emparentada con el capitán retirado Lawrie Rodríguez, represor durante la dictadura y uno de quienes ayudó al prófugo coronel Gilberto Vázquez durante su breve fuga del Hospital Militar en julio de 2006.La fiscal Machado se excusó entonces de actuar en la indagatoria que sobre la fuga realizara el juez Juan Carlos Fernández Lecchini y fue subrogada por la fiscal Ana María Telechea.
Lawrie Rodríguez está casado con su prima Lidia Machado, hija de Sócimo Machado, de quien heredó 200 hectáreas de tierra en Cerro Largo. Elsa Machado es una fiscal de larga trayectoria que abordó recordados casos: ordenó con el juez Eduardo Borges el procesamiento por estafa del coronel José Gavazzo y el policía Ricardo Medina, en 1995, como los encarcelamientos de los hermanos Rupenian o el pedido de procesamiento de Leonardo Nicolini. Machado también fue quien pidió procesar con prisión a un grupo de futbolistas de Nacional y Peñarol por una riña durante un clásico, pero también ordenó archivar el expediente por presuntas coimas del empresario Iván Svetogorsky, o cuando el retiro de 3 millones de dólares del BHU durante la reprogramación de depósitos. Lawrie Rodríguez ha sido denunciado, junto al coronel Vic
toriano “La Víbora” Vázquez (tío de Gilberto) por la muerte bajo torturas del estudiante Hugo Leonardo de los Santos en 1973 y era el administrador de la inmobiliaria que hacía de fachada en la Base Valparaíso, último paradero conocido de la nuera de Gelman.
El ex agente del SID Julio César Barboza es mencionado como la persona que junto al coronel Ricardo Arab trasladó a María Claudia García de Gelman a la Base Valparaíso; también se le vincula a la sesiones de tortura sufridas por el desaparecido Luis Eduardo González González en 1974. Represor desde los años 70 cuando servía en el Regimiento de Caballería Nº 7 de Santa Clara de Olimar, nada indica que no haya tenido participación o conocimiento de lo sufrido por Nuble Yic, torturado en las bases de Punta Gorda y el Batallón 13 de Infantería, donde actuaban varios de sus compañeros de armas.
Estos son los hijos de los anticritos.
ResponderEliminarJuan Pablo Rafael 11, el polaco fascita.
Benedicto 11 nazista hay que llamarlo SS.
Este traidor a los jesuitas Bergoglio de la verga
complice y vendedor de babes, es el anticristo nieto. 3 antricristo, el padre Juan de los Palotes, el hijo Benedicto y nieto B. de la verga.
Los verdaderos seguidores de Cristo estan muertos por luchar, por seguir el ejemplo de Cristo, de Dios. Al que rezar por el alma de los torturadores, asesinos.
Un cristiano de tercer mundo.