¡DIOS MIO!
Los genocidas de La Perla exhibieron los colores del Vaticano en sus solapas
El flamante papa Jorge Bergoglio tiene su hinchada: ayer los 44 represores acusados por delitos de lesa humanidad cometidos en el campo de concentración de La Perla entraron a la sala exhibiendo en su pecho una escarapela con lazos amarillos y blancos: los colores del Vaticano. Imputados por el secuestro, tortura y desaparición de cientos de personas, el ex jefe de Tercer Cuerpo de Ejército Luciano Benjamín Menéndez, Ernesto “Nabo” Barreiro, Pedro Vergés y el resto de sus cómplices inflaron sus pechos debajo de sus trajes no bien los fotógrafos les apuntaron con sus cámaras: un hábito –el de la foto diaria– del cual se han quejado siempre en éste y en otros juicios, pero que ayer les sirvió para festejar su alegría por el nombramiento de Francisco.
Durante su
testimonio Astelarra advirtió también que los represores "sentían placer
con lo sádico y lo morboso" y muchas veces "éramos víctimas de esos
juegos". “Ser mujer significaba un plus de vejación y violación",
agregó. Luego de denunciar que “los episodios de abusos sexuales siempre
fueron episodios tortuosos y degenerados, en los que participaban
oficiales y suboficiales del Ejército", Astelarra le solicitó al
Tribunal Oral Federal 1 que dichos delitos “deberían considerarse de
orden público y no solamente de instancia privada, porque fueron
cometidos por funcionarios públicos".
Más adelante, la sobreviviente identificó como habituales
responsables de esas "aberrantes" prácticas a los represores Ernesto
Barreiro, Hugo Herrera, José “Chubi” López, Jorge Exequiel “Rulo”
Acosta, Héctor “Palito” Romero y el ya fallecido Roberto Nicanor “Cura
Magalí” Mañay `. También mencionó el nombre de varias secuestradas
"vejadas y violadas", muchas de ellas asesinadas, pero prefirió no
extenderse sobre el tema al considerar que se tratan de situaciones "muy
delicadas"."Las mujeres eran reducidas a la servidumbre. Eran obligadas a trabajar, a ser esclavas sexuales. Hoy quizás muchas no lo puedan contar", manifestó Astelarra, quien, a instancias del fiscal Facundo Trotta aceptó promover una investigación penal independiente a la causa principal, por lo cual el Tribunal deberá girar las actuaciones a la Fiscalía Federal de turno.
Luego de pasar por el Campo de La Ribera, en setiembre de 1976 fue traslada a la cárcel de mujeres del Buen Pastor, a disposición del Comando del III Cuerpo, donde nació su hijo, quien fue entregado a su abuelo materno, José Leandro Astelarra, en enero de 1977, quien consiguió la liberación de su hija dos meses después a cambio de 10.000 dólares.
Menéndez, acusado de crímenes de lesa humanidad, con la escarapela con los colores de Vaticano durante el juicio
Franciso I: cardenal vinculado a la dictadura militar Argentina, salvado por la campana de la santidad
Geopolítica vaticana
Un papa en el patio trasero
Raúl Zibechi15 de marzo del 2013
La jerarquía del Vaticano posó sus ojos en América del Sur, la región donde combatió a muerte (textualmente) a los teólogos de liberación. Alineada con los poderosos, lo que no le impide hacer guiños populistas hacia los pobres, está a punto de tomar posición ante la integración regional y los gobiernos progresistas.
“Lo peor que podría pasarle a Sudamérica sería la elección de un papa de aquí”,
escribía el periodista Martin Granovsky horas antes de que los
cardenales ungieran a Jorge Bergoglio para ocupar el sillón de Pedro. En
la medida que los progresistas han sido barridos de las jerarquías
eclesiales, si el nuevo pontífice fuera sudamericano, especulaba el
periodista, no sería “un estímulo para los cambios que se producen en los dos grandes países de Sudamérica desde 2003” (Página 12, 13 de marzo de 2013).
Pocas cosas hay más terrenales que el gobierno de la
iglesia católica. Muchas páginas se han escrito sobre las estrechas
relaciones del Vaticano con el fascismo y el nazismo, con el régimen de
Francisco Franco, sobre sus millonarias inversiones en negocios turbios,
por no decir mafiosos, de la ligazón de algunos de sus más encumbrados
jerarcas con la Logia P-2, y del cogobierno de facto que ejercieron con
la última dictadura militar argentina.
Existe una geopolítica vaticana que no ha sido
enunciada, que no cuenta con encíclicas que la avalen, pero que se puede
rastrear por su actuación en algunos momentos decisivos de la historia.
En se sentido, existen datos suficientes que confirman la intervención
vaticana en la misma dirección que lo hacían los poderosos del mundo. La
elección de Bergoglio tiene un tufillo de intervención en los asuntos
mundanos de los sudamericanos, a favor de que el patio trasero continúe
en la esfera de influencia de Washington y apostando contra la
integración regional.
Antecedentes no faltan: en la década de 1950 la
actitud del Vaticano hacia el régimen de Franco coincidió, con notable
exactitud, con la apertura de Washington hacia el dictador; en la década
de 1980, los intereses de la superpotencia en una Centroamérica
sacudida por guerras internas fueron acompañados y acompasados por la
diplomacia vaticana, con notable sincronía.
PIO XII, EL ANTICOMUNISTA.
Es ya un lugar común recordar la profesión de fe democrática del
Vaticano cuando agonizaba el régimen fascista de Benito Mussolini, al
que Pío XI había dado su bendición (animando a los católicos italianos a
votarlo en 1929) al señalar que fue “un hombre enviado a nosotros por la Providencia”. Su
sucesor, Pío XII, el papa de la guerra fría, profundizó el
anticomunismo y defendió la excomunión de los católicos que votaran por
los comunistas.
Lo más notable de ese período es el profundo viraje
del Vaticano hacia la potencia hegemónica que nació con el fin de la
Segunda Guerra Mundial. Viraje y convergencia que tienen en el año 1953
un nudo más que simbólico.
El triunfo de Franco en la guerra civil española,
con el apoyo de las fuerzas armadas de Mussolini y de Adolfo Hitler,
provocó un agudo aislamiento de España luego de la derrota del Eje en
1945. La posguerra española fue particularmente penosa para su población
ya que ese aislamiento la dejó fuera del Plan Marshall con el que
Estados Unidos lubricó, con miles de millones de dólares, la
recuperación de la devastada Europa.
Pero la península ibérica es un espacio geopolítico
decisivo para el control del Mediterráneo y del norte de África, ya que
el Estrecho de Gibraltar es la puerta de entrada a dos continentes. El
desmoronamiento de las potencias coloniales en Asia y África, que detonó
la guerra de Argelia desde 1954, sumada a la tradicional independencia
de Francia que bajo la influencia de Charles de Gaulle tomó distancias
de a política militar de Estados Unidos, llevó a Washington a buscar un
acercamiento con la dictadura de Franco.
En 1953 se firmaron convenios hispano-estadounideses
que diseñaron una alianza militar que se plasmó en la instalación de
tres bases militares en Rota, Morón y Torrejón de Ardoz. En 1955 España
ingresó en la Naciones Unidas y en 1959 el presidente Dwight Eisenhower
visitó a Franco para afianzar las relaciones. A cambio, España recibió
ayuda económica y el apoyo para salir de su aislamiento internacional.
El mismo año, 1953, el Vaticano puso su granito de
arena para ayudar al régimen a superar su aislamiento. Pío XII firmó un
concordato con Franco que daba base jurídica al llamado
nacional-catolicismo, la ideología del régimen peninsular que de hecho
lo legitimaba ante los católicos del mundo. Esta convergencia de
acciones entre la máxima autoridad católica y el nuevo hegemón global
habría de ser moneda corriente en los años siguientes, de modo muy
particular en América Latina.
JUAN PABLO II, LA GUERRA CONTRA EL SANDINISMO. En 1983 Juan Pablo II realizó una gira por
Centroamérica, cuando en la región arreciaban guerras de alta
intensidad entre regímenes dictatoriales aliados de Washington y fuerzas
sociales y políticas de izquierda.En Guatemala el régimen de Efraín
Ríos Montt perpetró esos mismos años un gigantesco genocidio contra la
población indígena y en El Salvador los escuadrones de la muerte de la
ultraderecha asesinaban opositores, entre ellos al arzobispo de San
Salvador monseñor Óscar Arnulfo Romero. En Nicaragua gobernaba el
sandinismo desde el triunfo de la revolución en 1979, duramente acosada
por los Estados Unidos que financiaban bandas terroristas, conocidas
como la contra, para desestabilizar al gobierno.
En
Guatemala el papa se reunió con el dictador genocida que pocas horas
antes de su llegada había mandado fusilar a cinco guatemaltecos y un
hondureño. En El Salvador también se reunió con los gobernantes, aunque
fue a rezar a la tumba de Romero. Sin embargo, sus palabras más duras no
estuvieron dirigidas a los asesinos sino a los sacerdotes de la
teología de la liberación. “No vale la pena dar la vida por una ideología, por un evangelio mutilado, por una opción partidista”, dijo en clara alusión a algunos sacerdotes que se habían enrolado en la oposición.
En
todas sus vistas, estuvo también en Honduras y Costa Rica, entre otros
países, habló a favor de la paz. Menos en Nicaragua. El país estaba
conmovido por la primera acción importante de la contra que
asesinó a 17 jóvenes. Por el contrario, la imagen del papa Juan Pablo II
reprochando a Ernesto Cardenal por ser ministro del gobierno
sandinista, arrodillado frente a su santidad en señal de respeto, dio la
vuelta al mundo y se ha inscrito en el imaginario de muchos cristianos
latinoamericanos.
Ernesto Cardenal consideró que Juan Pablo II “lo
que menos quería era una revolución apoyada masivamente por los
cristianos como la nuestra, en un país cristiano, y por lo tanto una
revolución muy popular. Y lo peor de todo para él que fuera una
revolución con sacerdotes”.
La
misa campal fue un desastre. El papa se permitió criticar al sandinismo
abiertamente y los asistentes, se estima que había medio millón de
personas, lo terminaron abucheando. “El pueblo le faltó el respeto al Papa, es verdad, pero es que antes el Papa le había faltado el respeto al pueblo”, escribió luego Cardenal quien enfatizo que se negó a condenar los crímenes de la contra.
En
Centroamérica volvieron a coincidir las estrategias del Pentágono y del
Vaticano, punto por punto, lugar por lugar. Mención especial merece la
convergencia de intereses contra el clero progresista y de izquierda. El
Documento Santa Fe I, emitido en mayo de 1980 por un think tank
ultraderechista dirigido a influenciar en la presidencia de Ronald
Reagan, tiene entre sus principales propuestas atacar a la teología de
la liberación. “La política exterior de Estados Unidos debe comenzar a
enfrentar (y no simplemente a reaccionar con posterioridad) la teología
de la liberación”.
GEOPOLÍTICA REGIONAL. La elección de un papa latinoamericano puede ser
interpretada, desde un punto de vista geopolítico, como reflejo del
ascenso de las potencias emergentes y de la consolidación del papel de
la región sudamericana en el mundo. Sin embargo, el nuevo pontificado
tiende a reforzar la política de los Estados Unidos en la región, parece
destinado a colocar un palo en la rueda de la integración regional y
aislar así a Brasil y a Venezuela.
Lo
que está en juego en la región, lo que habrá de marcar su futuro, no es
el destino de los curas pederastas, ni la permanente disminución de la
cantidad de católicos, ni el matrimonio igualitario ni el aborto, sino
la afirmación de Sudamérica como un polo de poder en un mundo cada vez
más caótico. Eso pasa, inevitablemente, por una integración orientada
por Brasil en base a dos alianzas estratégicas decisivas con Argentina y
Venezuela.
El
capital transnacional hizo su apuesta hace tiempo por la
desestabilización de Argentina, objetivo compartido por la Casa Blanca.
En este caso no se trata del petróleo como sucede con Venezuela, sino
de una lectura correcta por parte del poder estadounidense de los
objetivos trazados por Brasil para la integración regional. El punto
neurálgico, como señala el diplomático Samuel Pinheiro Guimaraes en su
libro Desafíos brasileiros na era dos gigantes, es la alianza
entre los dos principales países de la región, porque juntos tienen la
capacidad de arrastrar al resto y de neutralizar las injerencias
externas.
Ese
punto lo ha comprendido el presidente José Mujica, quien ha hecho
esfuerzos por alinear al Uruguay en la alianza que hoy encarna el
Mercosur. También la entendió derecha argentina que echó las campanas al
vuelo y pronostica que el papel de Bergoglio en la región será similar
al de Juan Pablo II en la caída del comunismo. “El
impacto que tiene para un país que un conciudadano sea elegido sumo
pontífice no requiere demostración. Basta recordar lo que significó la
coronación de Karol Wojtyla para Polonia y, en general, para el
socialismo real. Un tsunami”, escribió en La Nación el
columnista Carlos Pagni, un ultraderechista que fue acusado por la
Delegación Argentina de Asociaciones Israelitas (DAIA) de representar “una clara expresión antisemita asociable a la peor tradición del nazismo” a raíz de un artículo en el que aludía a la descendencia judía de un alto funcionario gubernamental.
El nuevo papa está
en condiciones darle a la derecha argentina la legitimidad popular e
institucional que nunca tuvo, en un momento decisivo para la región,
cuando la última apuesta de Washington para recuperar protagonismo, la
Alianza del Pacífico, naufraga sin rumbo. Su pontificado no incidirá
sólo en su país natal; aspira a influir en toda la región. Uno de los
primeros viajes de Francisco I será a Brasil en julio, pero puede
convertirse en una gira regional. Será el momento de aquilatar la
estrategia vaticana en este período de transición hegemónica.
- Raúl Zibechi, periodista uruguayo, escribe en Brecha y La Jornada y es colaborador de ALAI.
http://www.alainet.org/active/62464
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